~|CAPÍTULO 7|~
CAPÍTULO 7
Darikson
Dejo a Antonella hablando con Guillermo y subo a la habitación. Al instante en que la soledad de sus paredes mi inunda, Damon viene a mi mente. Sus ojos fieros, su aura masculina... Me siento como un puto adolescente y no como un adulto de veintidós años cuando le tengo enfrente.
Miro el reloj en la pared. A esta hora el practica natación solo en la piscina que hay en el último piso.
¿Debería ir a hablar con él?
Evalúo los pros y los contra. Damon es una persona tan... complicada. ¿Y si volvemos a acabar peleando? No sé si voy a soportar que me hable así de nuevo.
Pero soy un puto masoquista.
Así que salgo en dirección a la piscina.
Recuerdo el día en que lo conocí. Me cayó mal al instante. Pero cuando lo conocí...mejor me pareció que había algo interesante en él, que era como algo por descubrir. Hace unos meses me miré en el espejo y fui capaz de admitir en voz alta que me gustaba. Tal vez si no me hubiese sentido pisoteado y humillado tantas veces por su culpa y su manía de echarme en cara como era...
Tal vez si no fuera por ello lo hubiera admitido antes. Pero... la verdad es, que al principio me sentía avergonzado de que me atrajera alguien como él. Odiaba sentirme así por alguien tan narcisista.
Al llegar a la zona de la piscina, tomé una respiración muy fuerte antes de abrir las dos puertas. Damon estaba sentado a la orilla de la piscina, pero llevaba puesto un pantalón así que supuse que había terminado de entrenar.
Al verme sus ojos se abrieron. Miró a su alrededor con algo de recelo antes de preguntar :
—¿Qué haces aquí?
Su tono gélido me hizo querer mandarlo a la mierda y darme la vuelta para marcharme pero me contuve.
—He venido a darme un baño en la piscina—me limité a decir.
—¿A las diez de la noche y con ropa formal? Muy inteligente, Darikson.
Se me erizó cada vello del cuerpo al oírlo pronunciar mi nombre.
—Hábitos raros tenemos todos, ¿no?
Sonríe sin ganas.
—Okay, Darikson Harries de Olimpus. ¿Qué mierda quieres decirme?
Me quedo de piedra. Había olvidado lo perspicaz que podía llegar a ser. Por un segundo me distraigo mirando su torso desnudo, lleno de pecas dispersas por los hombros y los pectorales. Luego levanto la vista y veo sus iris azules. Vale, tengo que admitir que con él aquí, solos y él semidesnudo y mojado...me flaquea un poco el orgullo...y otras cosas.
—No he venido a hablar contigo, y así es, soy un príncipe. Así que más le vale, Cir Damon—lo veo mirarme como un asesino—, que empiece a tratarme como tal o sufrirá las consecuencias.
Damon me mira con el ceño fruncido y luego voltea los ojos.
—No sé como demonios le caes tan bien a mi prima—masculla —. Eres un idiota.
—Yo no sé como tantas personas te dejan meterte entre sus piernas—digo y levanta las cejas poco afectado—. Tienes cara de ser algo impotente.
Sé que he dado en su orgullo cuando se queda mortalmente serio y camina hacia mí. Es un par de centímetros más alto que yo, no mucho, pero lo suficiente para que mi frente quede a la altura de sus ojos.
—¿Tú no me dejarías meterme entre tus piernas, Darikson? — susurra.
¿Cómo se respiraba? Estoy bastante seguro de que lo he olvidado.
De repente me entran unas grandes ganas de plantarle cara, de que se pueda tragar todos sus insultos y sus indirectas por el hecho de que me gusten los chicos cuando sé, gracias a Antonella—que me lo confió una vez estando un poco pasada de copas—, que a él también le gustan.
Me inclino hacia delante y lo beso. Se queda de piedra al punto de que ni siquiera mueve los labios y contiene la respiración. Pero eso no me detiene. Lo sigo besando, muevo mis labios suavemente sobre los suyos de una manera que podía hasta considerarse cariñosa. Me siento extraño porque soy más de besos agresivos.
Me separo de él y noto que me mira a los ojos. Ni pestañea. ¿Debería preocuparme? Me doy la vuelta para salir caminando pero una mano enroscada en mi cuello me detiene. Me voltea y me pega ferozmente a su boca. Nuestros labios se reclaman y siento que voy a volverme loco. ¡Si esto es un sueño no me despierten! Su lengua entra en mi boca y puedo sentir empezar a crecer la dureza en mis pantalones. Me da pánico el hecho de que sólo yo me excite de esto, pero el pánico desaparece cuando noto que sus pantalones están incluso peor que los míos. Sonrío contra sus labios y lo tomo de los hombros intensificando el beso, y por tanto, su erección. Suelta un jadeo cuando nuestros pantalones se rozan. Voy a explotar, pero no voy a darle ese gusto a la primera. Cuando lo noto con la intención de ir a por más me separo de él. Nuestras bocas crean un sonido húmedo al separarse.
Lo miro. Es tan jodidamente sexi que temo que la dignidad que me queda se vaya por la borda. «Aguanta» me susurro en mi mente. Sus labios están hinchados y su pelo está hecho un desastre. Sus ojos azules me miran algo confundidos.
Sin decir una palabra , me doy la vuelta y salgo caminando.
—¡Darikson!
Me volteo ligeramente.
—¿Qué?—mi voz suena gélida y fría como un iceberg, con el mismo tono que me ha hablado desde que me conoce.
—¿Va-Vas a marcharte así, sin más?
—Lo mío se baja con una ducha fría, la verdad—comenté haciendo que un ligero rubor apareciera en sus mejillas algo llenas de pecas—. Pero lo tuyo ni con toda la ducha fría del mundo, me temo que necesitarás la ayuda de tu mano, Cir Damon.
Me largo de allí, dejándolo tan avergonzado que sonrío orgulloso de mi autocontrol. Aunque más que una ducha fría creo que deberé irme a vivir al Polo Norte.
Antonella
Cuando llego a la habitación no puedo evitar sonreír. Me recuesto en mi cama y debo ponerme una almohada en la cara para callar un gritillo de emoción. El hecho de que Guillermo no me odie es un gran avance. Es un gran avance porque me siento como si estuviésemos un paso más cerca de volver a ser algo parecido a lo que alguna vez fuimos. Para volver a ser esa explosión nuclear capaz de mezclar, en la proporción perfecta, la lujuria, la pasión y los sentimientos.
Me quedo confundida cuando miro a mi alrededor.
—¿Darikson?
Nadie me responde. No ha llegado. ¿Pero no venía de camino hacia aquí?
De repente la puerta se abre y entra Darikson con la respiración agitada, los labios hinchados y se recuesta en la puerta cerrando los ojos y exhalando todo el aire que tenía contenido.
No pasa desapercibido para mi que tiene una erección en los pantalones pero trato de no enfocarme en eso.
—¿Todo bien?
Se sobresalta al notar mi presencia.
—No preguntes—toma unos bóxers y va camino al baño tomando unas prendas de ropa—, necesito una ducha fría.
Asiento completamente descolocada.
—¿Prometes contarme a quien has estado a punto de follarte, al menos?
Él se lo piensa unos minutos, sonríe y luego se voltea hacia mí y me dice:
—Larga historia, mejor me lo reservo.
Al ver la sonrisa en su rostro no tengo dudas, se trata de Damon.
Guillermo
Al llegar a la habitación que comparto con Francisco no puedo evitar sentirme algo confundido al no encontrarlo ahí. Después de que Antonella le haya dicho algo como eso dudo que quisiera ir a algún lugar.
Me doy una ducha caliente y me quedo sentado en la cama pensando. Antonella me vuelve loco, tal vez desde el primer momento en que la vi. Sus ojos azules, seguros y decididos, sus labios carnosos y ágiles, su piel suave y adictiva, su voz dulce y sensual, sus curvas bien formadas....En ella había encontrado tantas cualidades positivas que...a veces me costaba ver los defectos que tenía. Me había enfocado más en las cosas positivas desde que había decidido conquistarla, por eso cuando empecé a conocer que tenía defectos y cometía errores como cualquier humano...simplemente me aparté de su lado cuando me necesitó. Tal vez lo de mi hermano sólo fue una excusa para librar esa batalla interna que tenía. Tenía...muchas chicas en mi vida. Los príncipes llevamos una vida sexual activa desde bastante jóvenes pero con ninguna había sentido lo que sentía cuando mis manos tocaban la piel de la chica de ojos azules. Cada beso que nos dábamos quemaba mi piel a fuego lento. Tal vez el hecho de que ella me hiciera sentir fue lo primero que me asustó. Cuando ella se fue de Lonkred yo no sabía ni estaba seguro de nada en mi vida. No sé que fue de su vida en esos dos años pero yo no tuve una vida. Me refugié en prostíbulos, bares y otros lugares de mala muerte sólo para distraer mi cabeza, pero a menudo buscaba parecidos con ella en las prostitutas que me alquilaba. Mi padre llegó, incluso, a reunirse conmigo para saber si todo estaba bien. Obviamente le dije que sí. Francisco era más de llorarla en silencio, era quien justificaba las malas acciones con la excusa barata de "todos cometemos errores". A veces sentía que mi hermano era demasiado bueno para ser real. No le gustaban las ilegalidades, los excesos, las mentiras, nada.
Por eso no pude dar palabra alguna cuando, preocupado , busqué la ubicación de su móvil.
¿Qué hacía mi hermano—el bueno que detestaba el concepto de ese tipo de lugares en general— en el burdel que yo frecuentaba casi a media noche?
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