~|CAPÍTULO 4|~
Capítulo 4
- GUILLERMO -
Me acomodo y le doy otra calada al cigarrillo entre mis dedos.
Esta pequeña mierda es una paradoja ambulante, se siente genial pero te mata lentamente. Es igual a la maldita pelinegra de ojos azules. ¿Cómo alguien tan hermoso y frágil puede causar tantos estragos por dónde sea que pasa?
—¡Príncipe Guillermo!—doy un salto y tiro al suelo el cigarrillo apagándolo con el pie al sentir un profesor.
No da buena imagen que me pillen fumando aquí.
—Hola, señor, ¿Qué sucede?
—Gracias al cielo que lo encuentro, su majestad.—se jala del cuello de la camisa, sudor recorre su frente, no sé si de los nervios que profesa su cuerpo o de la carrera alrededor de Lonkred para buscarme—La princesa Antonella...Ella está teniendo un ataque de pánico...Dijo que...Que usted sabía lo que...
No soy capaz de escuchar más cuando un recuerdo atraviesa mi mente a toda velocidad...
Corro a toda velocidad huyendo de ese perro. Me acuesto con su esposa ¿ y qué? Eso no le da derecho a perseguirme con un revólver. Menos mal que no sabe quién soy. Un escándalo como este es lo que menos necesito en este momento. Doy paso atrás viendo a una chica sentada en el muelle. Está a varios metros del agua, como si le diera miedo.
Frunzo el ceño.
Miro hacia atrás asegurándome de que nadie me sigue. Me acerco a la chica, tiene un vestido blanco puesto que contrasta con sus largos cabellos azabache que se baten con el aire. Varios mechones le caen en la cara sin dejarme verla bien. Mira el horizonte, perdida. Estudio a unas calles de aquí y supongo que ella también porque es demasiado...delicada, no lo sé, no parece una chica de pueblo. Se pasa las manos por la cara con un suspiro.
—Hola.—digo.
Ella levanta la mirada. Me quedo sin aire . Es la mujer más hermosa que he visto. Tiene unos carnosos labios y unos ojos más azules que los míos, como dos zafiros relucientes. Sus pestañas largas y las pecas diminutas que cubren sus pómulos le dan un aire inocente. Ella me observa igual de...aturdida pero no me habla, vuelve su vista a el agua.
—Me gustaría estar sola, señor.
No puedo evitar sonreír. ¿Señor? ¡Sólo tengro veintitrés!
—No soy tan viejo para que me llame así, princesa.
Sus ojos azules me escrutan, algo asustada. Es demasiado hermosa. Joder, no creo haber presenciado belleza semejante.
—¿Cómo has sabido que soy una princesa?
—No lo sabía, pero pareces una.
Ella levanta una ceja.
Sonrío con algo de coquetería. Ella voltea los ojos con disimulo y vuelve la vista al mar con cierto aire melancólico.
—¿Todo bien?—pregunto, después de unos segundos. Luce abatida, algo ocupa su cabeza.
—He discutido con mi novio—se limita a decir.
Anotado : Tiene novio.
Anotado 2.0 : Se han peleado.
—Menuda putada.
Ella se encoge de hombros, pero noto en su rostro que esto le duele.
—No finjas que te importa.—se limpia una lágrima con tanta velocidad que no alcanzo a verla—Dice que no confío en él. Pero si es la persona más buena del mundo, claro que confío en él. Sólo que soy muy cerrada.
—Ya.
Ella niega con la cabeza.
—Es que Francisco es...
Me quedo de piedra. Las veces que Francisco me habló de lo hermosa que era su novia me atropellan.
—¿A caso...Francisco ese es...el príncipe menor de Mordark?
—¿Quién... eres?...—me mira con los ojos bien abiertos, noto que sostiene el suelo como si necesitara impulsarse para huir en cualquier momento—...¿Cómo lo has sabido ? No te lo he dicho.
Suspiro.
—Es...Es mi hermano.
Veo el momento exacto en el que la chica se queda pálida. Como si supiera que yo no debía saberlo. Seguro que Francisco le ha dicho que soy muy cotilla si me lo propongo. La chica se hecha hacia atrás espantada y antes de que pueda decir algo, ella cae al agua.
—¡Princesa!
Me lanzo al agua. La chica tiene los ojos entreabiertos y flota como si se hubiera quedado de piedra bajo el agua. El vestido y el cabello se le riegan. La tomo de los brazos y la levanto un poco más para tomarla de la cintura y subirla. Me estoy quedando sin aire así que subo a la superficie lo más rápido que puedo. La chica sólo respira. La sujeto de la cintura y la subo al muelle para subir detrás de ella. En cuanto toca tierra parecer que respira más calmadamente , aunque sigue en shock. De repente parece que se queda sin aire. Frunzo el ceño. Ella comienza a tocarse la garganta. ¿No puede respirar?
—Hey ...—me acerco a ella . Me mira pero parece que no respira. La veo tomar aire con desesperación pero sigue sin poder respirar.— Princesa, mírame. Oye. Respira...Sígueme. Necesito que me ayudes. Estás teniendo un ataque de pánico, yo los tenía de pequeño. Ahora, ¿me ayudas?—ella asiente como puede—Inhala, exhala, inhala, exhala...Eso es.
Tomo su cara con ambas manos y me maldigo mentalmente cuando se me van los ojos a sus labios. Joder , es la chica de mi hermano. ¿Por qué tenía que buscarse una chica tan guapa? ¿No le bastaba una normalita? Siempre iba profesando tener gustos sencillos y se busca a la chica más despampanante de los cinco reinos.
Hace lo que le digo unas veces más hasta que poco a poco su respiración se va normalizando.
—Tengo....Talasofobia...— me aclara.—Se...se me activa en cuanto me...sumerjo en un cuerpo de agua...Siempre.
—Eso explica el ataque de pánico—digo con una sonrisa tranquilizante.—Oye ...por lo de mi hermano ...—su rostro se pone pálido de nuevo—No diré nada. No es mi problema lo que suceda entre vosotros, puedes estar tranquila.
Vuelvo a mirarle los labios y maldigo cuando noto que ella se ha dado cuenta. Al instante se levanta y evita el contacto visual conmigo.
—Dios...Voy a...Me debo ir.
El vestido se le transparenta un poco pero por el corsé no deja ver demasiado, su cabello mojado le cubre hasta la espalda baja en una gran melena azabache.
Ella se levanta e intenta salir corriendo pero la sujeto de la muñeca.
—Dime al menos el nombre de mi cuñada, princesa.
—Me llamo Antonella.
No dice nada más, sale corriendo por el muelle y dobla para ir calle abajo. La pierdo de vista al instante.
Sacudo la cabeza para sacar el momento de mi cabeza y miro al profesor que está preocupado frente a mí.
—Vamos,—meto las manos en los bolsillos de mi pantalón, nervioso—lléveme con ella.
Él asiente y corro hacia el aula de historia. Ella está sentada en su puesto pero tiene la mano en la garganta e intenta respirar con desesperación.
Dudo que escuche algo, parece peor que el que tuvo el día que la conocí.Quiero preguntarle que lo ha detonado, porque no hay ningún cuerpo de agua cerca, pero no hay tiempo. Me acerco a ella y le hablo pero no me escucha.
Tomo su cara con ambas manos y hago que sus iris zafiro se fijen en mí. Trago saliva. No me había dado cuenta de cuánto había extrañado sus ojos.
—Saque a todos de aquí.—le dije a el profesor quien me hizo caso sacando a todos los estudiantes de el salón de clases—Princesa, mírame. Respira, vamos. Inhala, exhala, vamos. Tú puedes.
Antonella me mira con soslayo mientras toma enormes bocanadas de aire.
—Ten-go mie-do...—susurró entre gimoteos, buscando respirar.
—No lo tengas—dije seriamente.—Tienes que respirar, princesa. Debes ayudarme a ayudarte. Vamos. Respira.
Ella asintió. Respiró varias veces y vi como sus bocanadas eran cada vez más calmadas. Cuando todo está bien con ella busco apartarme pero no puedo. Me pierdo en el azul de sus ojos y mis pies no quieren moverse. Ella se queda sentada pero con los codos en la mesa. Me mira los labios y trago saliva. No puedo ceder tan rápido, maldición.
—Me has... ayudado—murmura como si no se lo creyera.
—Sí. Pero será lo único que recibas de mí.
Venga ya, ni yo me lo creo.
Pero ella sí.
Veo como la decepción pasa por sus ojos.
Aprieta los labios y asiente resignada.
—Gracias por ayudarme—me dijo en un susurro antes de levantarse.
Caminó lentamente hacia la puerta y salió del salón. Me pasé las manos por el pelo desordenándolo. ¿Siempre va a ser así? ¿Siempre voy a estar a dos palmos de ella y voy a perder el control? Me muerdo el labio, pensativo. Necesito olvidar a Antonella , aunque me cueste la vida. O de lo contrario, nunca volveré a ser yo mismo.
Todo rey necesita una reina, pero en este caso, yo necesitaba a mi princesa.
Y no me pasó desapercibido que ella salió llorando.
⚔️👑⚔️
- ANTONELLA -
Salgo del salón a toda velocidad, doy tropezones a cada nada cuando las lágrimas me nublan la vista.
«Pero será lo único que recibas de mí»
Hacía mucho que unas palabras no me dolían tanto.
Aprieto la falda del vestido a mis costados. No soporto que Guillermo me mire así. No puedo ver esa mirada tan...arisca en sus ojos. ¿En serio le resulto tan indeferente?, ¿Ya no soy lo mejor de su vida?
Acelero el paso y caigo al suelo cuando choco con alguien.
Ese alguien me extiende la mano y cuando nuestros ojos conectan me quedo de piedra.
—Ma-Marcos—tartamudeo.
—Nellie...—dice y me sujeta la mano ayudándome a ponerme de pie bajo su mirada atenta—No puedo creerme que hayas vuelto después del escándalo de...
—No puedo creer que me lo recuerdes conociéndome como lo haces—interrumpo en broma, tratando de alivianar la tensión.
—No has cambiado nada—sentencia entre risas.—Me alegra mucho que estés bien.
—A mí también me alegra verte bien...—hago silencio pensando si es buena idea sacar el tema pero lo hago:—Leila...,¿eh?—suelto una risa nerviosa—Debo admitir que me habéis sorprendido. Jamás esperé...que... bueno...vosotros...ya sabes.
Se toca la nuca, nervioso.
—Lo siento, yo...No quiero incomodarte...
—No, que va, Marcos.—aseguro sonando lo más tranquila que puedo con calma—Me alegro por vosotros. Es una chica genial.
Tanto que la creí mi amiga y se revolcó con mi ex...pienso.
—Sí que lo es...—dice él, ajeno a mis pensamientos.
De alguna manera sí me hace feliz que Marcos y Leila estén juntos. Tengo entendido que ambos llevaban solos mucho tiempo así que...ojalá todo salga bien.
—Marcos, debo irme—le digo.
—Vale. Te veo luego, Nellie.
Asiento conmovida de oír su apodo, me llama así desde que tuvimos aquel noviazgo, nunca me llamó de otra forma. Sé que pensaréis que para ser princesa he tenido bastantes relaciones pero cuando uno es adolescente y sus padres no le han dado el cariño que lleva hace una búsqueda desesperada por amor.
Buscas ese amor en los brazos de otra persona, pero mi búsqueda no cesó nunca. Encontré algo en cada pieza y al no ser capaz de unir esas piezas en una sola persona, mi búsqueda quedó inconclusa. O al menos eso creí por un tiempo.
Salgo caminando a toda velocidad, estoy agobiada. El aire me vuela los cabellos, y las lágrimas al recordar las palabras de Guillermo salen solas. Una persona me toma por el brazo y me abraza. Reconozco el aroma al instante.
—Francisco...—murmuro, sorprendida.
—Muñeca ...— susurra contra mi pelo.
Sollozo. Esto no está bien.No puedo encontrar consuelo en unos brazos a los que ya he lastimado. No puedo ilusionarlo con unos sentimientos que, simplemente, ya no están.
—Francisco, yo no...
Y antes de que pueda terminar la frase, el príncipe ya ha unido sus labios a los míos.
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