
~|CAPÍTULO 3|~
Capítulo 3
- MARCOS -
No puedo evitar soltar un bufido sonoro cuando escucho las palabras de Leila.
—Eso no es verdad—rebato al instante.
—Claro que sí, Marcos. Incluso años después de lo vuestro sigues pensando en Antonella. Hablé mucho con ella en los últimos meses que estuvo, nos llevábamos bien y lo he arruinado para estar contigo. Pero tú, por una razón que desconozco, sigues obsesionado con ella.
—¿Obsesionado? ¿Con Antonella? Venga ya, joder, Leila, cariño¿Te estás escuchando?
—Oh, vamos. Marcos, no soy idiota. Tú y ella...
—Basta—mascullo, cansado—No hay ningún "ella y yo" hace años, Leila. Basta ya con tus celos estúpidos.
—Marcos...
—¡Éramos críos!,—me paso las manos por el pelo, frustrado—por Dios.
Ella me mira a los ojos unos instantes con los labios apretados.
—¿Crees que no lo he notado?
Vuelvo la vista hacia ella con el ceño fruncido.
—¿Ahora de qué carajos hablas?—pregunto, sacando paciencia de dónde no la tengo. No me gusta pelear por estupideces.
—Su nombre...Has...—Palidezco. Ella toma una bocanada de aire como si estuviese a punto de vomitar—Has dicho su nombre el otro día mientras estábamos en la cama,¿Crees que no lo he notado?
Se me paraliza el cuerpo entero. Fueron algunas letras, corregí la situación lo más rápido que pude. Pensé..., Joder, estaba seguro de que lo había logrado. Estaba seguro de que ella no lo había escuchado.
—No...
—Ni siquiera intentes explicarte, Marcos..—ella levanta la mano a penas abro la boca—.Ella siempre será la primera opción de los chicos de este sitio, creí que contigo sería diferente. Pero solo ha bastado que corra el rumor de que ha vuelto para que tú andes con la cabeza en las nubes.
—Leila...—pero antes de que pueda decir algo la castaña ya ha salido caminando, dejándome con la palabra en la boca.
Recorro el pasillo en busca de Amber, mi hermana. Necesito hablar con alguien y no tengo más amigos. La rubia desaparece a cada nada, y este momento no es la excepción. No puedo evitar soltar un bufido frustrado. Cansado de dar vueltas, entro a la biblioteca, y recorro el sitio hasta llegar a la zona de los sofás detrás de los estantes. Aunque son para estudiar con más tranquilidad,la gente los usa para todo menos para eso.
—Eh, tío, ¿Has visto a Amber?— pregunto a Damon quien se está liando con una chica.
La chica bufa y se acomoda el vestido cuando él poza sus ojos en mí.
—La he visto hace rato en la zona de la piscina, pero no desde entonces...Ha estado allí un buen rato.—contesta tranquilo.
Mierda, no puedo creer que él la haya dejado plantada otra vez.
—Gracias, Damon—le digo antes de marcharme.
—No hay de qué, tío...—y vuelve a besar a la chica como si nada, en los sofás de la biblioteca.
Sigo caminando hacia el área de la piscina. Amber está sentada en la tumbona y no pasa desapercibido para mí que tiene el gesto algo triste..., pero es muy cerrada y en cuanto nota mi presencia se levanta evadiendo cualquier pregunta.
—Hola, Marcos.
—Amber, ¿Qué haces aquí?
—He quedado con alguien, pero me ha dejado plantada. Nada importante.
—¿Cuántas veces te dije que acostarte con Guillermo no te iba a traer nada bueno, hermana?—pregunto, enojado porque me tome de idiota.
—Déjalo ya, Marcos...No era una cita, solo...No era nada, déjalo.
—Vamos, tenemos Preparación Real ahora.—la tomo del brazo con suavidad y ella se aparta.
—No quiero ir a esa mierda de clase.
—Yo no quiero estar aquí, pero me aguanto y trato de llevar la cosa lo mejor que puedo...Joder, Amber no me lo pongas todo más difícil, hermana.
La tomo del brazo de nuevo y ella suelta un bufido.
—Eres un puto idiota.
Volteo los ojos, a veces es tan infantil...
—Gracias. Apuesto a que me has confundido con un espejo—me burlo.
—No sé como después de hoy estás de humor para bromitas.—dice, después de un rato caminando.
—¿Qué ha pasado hoy?¿Hablas de mi pelea con Leila?
Se tensa, mi novia no le cae bien.
—No.Da igual, olvídalo.No es nada importante.
Conociendo a Amber, si te dice eso es que sí es algo importante.
—Vamos...—le animo.
Ella voltea los ojos antes de seguirme.
—Vale, vale, voy a esa estúpida clase...— dice.
Dudo poder concentrarme si no resuelvo las cosas con mi novia. Esa pelea que tuvimos fue estúpida con creces. Creo que ya lo dije, pero odio las peleas por estupideces. Me frustran.
—Yo voy a hablar con Leila—digo, en seguida—Quiero hacer las paces con ella.
—Ya. Suerte—se larga sin mirarme.
¿Qué le pasa?
Me alejo de mi hermana en el pasillo y salgo al enorme jardín que rodea el edificio. Leila está caminando en mi dirección a paso apresurado, como si...llegase tarde a algún sitio. No se percata de mi presencia hasta que entreabro los labios.
—Leila—al llamarla, la castaña se voltea y entreabre los labios soltando una maldición.
—¿Qué haces siguiéndome? Vete, Marcos.
—Ni de coña.
La tomo del brazo y nos alejamos quedando en el centro del jardín. Observo a la chica frente a mí. Es hermosa y...frágil, a pesar de que vaya con ese mal carácter por la vida. Tal vez sea ella la que me saque a Antonella Subak de una vez por todas de la cabeza, ese noviazgo adolescente debe salir ya de mi vida.
Sin previo aviso sostengo la cara de Leila con ambas manos y uno nuestros labios en un beso. Ella tarda unos segundos en responderme, sorprendida, pero finalmente lo hace.
De repente sus movimientos se quietan rompiendo la burbuja que habíamos creado. Me aparto para ver que sucede y la veo con la vista perdida en mi espalda.
Me volteo y me quedo yo también de piedra.
No soy capaz de pronunciar su nombre, pero verla es suficiente para que mi corazón se desboque en mi pecho.
Antonella está aquí...
Entonces es cuando me doy cuenta de que no soy tan fuerte, y que desahacerme de lo que siento por ella conlleva mucho más que fuerza de voluntad.
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- GUILLERMO -
Me acomodo las mangas de la camiseta hasta que quedan sobre mis codos.
—¿Qué tal luzco?
Es una pregunta retórica, sé que luzco de maravilla, pero necesito sacar conversación.
—Bien...—se limita a decir Francisco.
Lleva muy callado desde que Antonella volvió. Eso no me gusta, el hecho de que genere un cambio en su actitud simboliza que está pensando, si piensa es que algo hará...No, no voy a dejar que se acerque a ella. Ni de coña.
—Bro, si no vas a ayudarme...—empiezo pero soy interrumpido por su voz.
—La única chica que me ha gustado realmente está en este mismo edificio y tengo prohibido acercarme a ella. No, Guillermo, no tengo tiempo para ver como coño luces.
Aprieto los labios.
—Pues ve. Ve, Francisco James y pierde la dignidad que te queda con ella. Vamos, joder.
Él hace una mueca.
—No te metas.
—Francisco, no vamos a empezar. Si me meto, es porque estás desviándote, justo como prometiste no hacer.
—Sigo creyendo que no deberías meterte.
Y con eso se va.
Salgo poco después caminando por el pasillo del úlimo piso, con la cabeza en las nubes.
Me jode que sólo con su presencia , Antonella sea capaz de joder mi relación con mi hermano. Bueno, la que queda. Ha sido el polvo que más caro ha costado en la historia.
¿En serio vale la pena que un reino llegue a su fin por una chica? Joder, ¿a quién engaño? Claro que vale la pena, mi princesa es...
—Guillermo.
Doy un respingo al oír su voz.
—Hola, Amber.
Nuestros ojos se encuentran y ella traga saliva cuando me acerco y la sujeto de la nuca para besarla. Mi boca debora la suya, sin piedad. Cuando hace unos meses me dijo que yo le atraía y que quería tener sexo conmigo estaba flipando. No esperaba que la hermanita pequeña de Marcos tuviera un enamoramiento conmigo y mucho menos la valentía de dirigirse a mí así. Ahora, tenemos sexo cada cierto tiempo, cuando ambos lo necesitamos.
La adentro en el salón continuo sin separar nuestras bocas y ella jadea cuando pellizco la piel de sus pechos que sobresale del vestido. Aprieto mi agarre en su nuca y ella abre la boca para que nuestras lenguas bailen juntas. El recuerdo de Antonella comienza a atormentarme. No, no puedo dejar que me joda el polvo también. Joder. Observo el aula vacía, solo hay una mesa. Paso el cierre a la puerta y ella jadea cuando la pego a la mesa, sujeto sus piernas y las pongo alrededor de mi cintura mientras aprieto sus pechos. Ella gime cuando pellizco un pezón, muerdo su labio y jalo su pelo para que eche la cabeza hacia atrás dándome libre acceso para su cuello y clávicula. Beso, lamo, muerdo y chupo hasta llegar a sus pechos y deleitarme con ellos.
Entonces el recuerdo de Antonella, en aquella playa, nuestra primera vez, ella encima de mí...Un gruñido abandona mi garganta y uso ese recuerdo para que me dé combustible. Levanto el vestido hasta que llega a su cintura y me deshago de sus bragas.
Gimo al sentir su humedad, desato el cinturón y libero mi erección, rozando su entrada. Y entro en ella de golpe. Gime, aferrándose a el borde de la mesa con fuerza mientras la embisto moviendo las caderas a un ritmo constante. El frenesí, la adrenalina del momento, sus gemidos y el recuerdo de la pelinegra en aquella playa es suficiente para que, justo después de la suya, llegue mi liberación. Tomo aire con fuerza, recuperándome de los efectos del orgasmo y salgo de ella, uso un mantel que hay sobre la mesa para limpiar el desastre en mi pantalón y parte de su vestido y luego lo echo al cesto de la basura en la esquina del salón.
Nuestros pechos suben y bajan rápidamente mientras nos miramos en silencio.
—Guillermo...¿Sabes que ella volvió, verdad?
Me tenso. Asiento.
—Lo sé, ya la he visto.
Ella toma aire.
—Dime desde ya qué vas a hacer porque no seré el segundo plato de nadie.
Suelto una risa desganada.
—Si supiera lo que voy a hacer no estaría aquí, Amber. Por favor, no empieces a agobiarme desde ahora y deja que las cosas fluyan por sí solas... Cuando tengamos ganas, follamos y ya está. Si hay un cambio de planes te aviso.
Ella me mira con los labios entreabiertos y se pone las bragas, se acomoda el vestido y camina hacia la puerta del salón para decir :
—Eres un gilipollas.
Y luego marcharse.
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- ANTONELLA -
—No me jodas—mascullo al ver a Marcos voltear hacia mí.
Tiene el cabello rubio despeinado y los ojos brillantes, su sonrisa es afable, tranquila, pero no deja de ser...pícara. Marcos siempre ha sido esa clase de persona juguetona con la que cuesta no llevarse bien, pero cuando se enfada no es nada agradable. Pero, después de dos años sin verle, veo que sus ojos han perdido gran parte de su brillo.
Están lejos , pero es obvio que me reconoce.
—Vamos , Anto... Esto no vale la pena.—Darikson me toma del brazo.
Asiento y le sigo por el pasillo.Noto por el rabillo del ojo que Marcos se queda mirando en nuestra dirección pero no nos sigue. Nos detenemos frente a una puerta de mármol.
—Ésta es tu clase—me dice, señalando la puerta.
—Pero si a ti también te toca—digo indignada.
—Tengo un compromiso.
—¿Hay algo que no me estás contando?
—No.
—Ajá—digo, poco convencida.
—Nos vemos, perra. Suerte.
—Adiós.
Entro en el salón y maldigo al sentir todas las miradas posadas en mí. El profesor me ojea de arriba a abajo como si no se creyera que he vuelto.
—Alteza...—hace una reverencia.—Bienvenida de vuelta a Lonkred.
—Gracias...—digo entrando al salón.
Siento varios pares de ojos sobre mí cuando me siento en la primera fila. Hasta que no vuelva a acostumbrarme no puedo volver al final del aula. Al menos aquí cuento con el apoyo de los profesores. Más o menos.
—Historia...—empieza el profesor—¿Qué os viene a la mente cuando oís esa palabra?
A unas mesas de mí, una chica levanta la mano.
—Años... Guerra ... Héroes... Pasado—la chica busca la palabra correcta.
—Muy bien. Glosard tiene una historia muy larga. Sé que aquí , algunos tienen su propio reino, pero si van a residir años aquí deben conocer nuestra historia. Hace veinte años, el rey Fausto, quien entonces era príncipe, estaba metido en una guerra muy grave con Mordark. El joven príncipe estaba perdido, esa guerra le había quitado a su padre y su madre no había sobrevivido a su nacimiento. Estaba solo. Entonces conoció a Iris. Iris era una joven de la alta aristocracia, hermosa y de mucho carácter. En poco tiempo, el príncipe se enamoró de la joven y la llevó al altar. Unos meses después, el adquirió el título de rey y ella se convirtió en su reina. Así nacieron, el rey Fausto y la reina Iris. Años luego, dieron a luz a una hija : La princesa Antonella Subak de Glosard.
Siento todas las miradas del salón clavadas en mi nuca. Odio que hablen de mí en tercera persona como si no estuviera aquí.
»»Este matrimonio...—continuó—luchó codo con codo en esa guerra en la que estaba el príncipe... ahora rey. Después de años de pérdida y ruinas, el rey Nereus de Mordark y el rey Fausto de Glosard, firmaron un acuerdo de paz entre los dos reinos, que se mantiene hasta hoy.
Asiento. Me sé esa historia de memoria. La he leído tantas veces...
—Tengo una duda.—dice un chico.
—Claro. Adelante—le anima el profesor.
Me giro un poco para oírle con más atención.
—Si ese acuerdo se firmó y todo estuvo bien...¿Por qué hay una ley en Glosard que prohíbe que la realeza de este reino tenga relaciones íntimas con la realeza de Mordark?
Siento que se me paralizan todos los huesos. Yo no sabía de esa ley ¿Por qué demonios hay una ley así?¿Cuándo demonios la han impuesto?
—Esa ley—dice el profesor—se puso hace diez años, cuando el hecho de que dos parientes del rey de ambos reinos respectivamente tuvieran una relación casi hace que los dos reinos volvieran a caer en guerra.
Siento que no puedo respirar. He tenido sexo con dos príncipes de Mordark. He roto la ley de manera doble. He cometido un delito. Soy la única que tiene prohibido cometer delitos en Glosard. Mi padre nunca supo de mi rollo con los príncipes Francisco y Guillermo James, para él, el problema que tuve se derivó de otro lado. Me pongo una mano en la garganta buscando aire. Si se entera de que he cometido un crimen como ese, de que he roto una ley que impuso la corona...Cristo, estoy acabada. El aire no llega a mis pulmones.
—¿Todo bien, alteza?—me susurra el profesor frente a mí.
Otro ataque de pánico.Sólo me han dado dos en mi vida. Sólo hay una persona en esta escuela que sabe como manejar mis ataques de pánico. Inhalo.Exhalo. No puedo respirar. Siento que el mundo a mi alrededor se vuelve tan...diminuto. Me estoy ahogando.
Sólo hay una persona que me ha visto en pleno ataque de pánico en esta escuela. Sólo él puede ayudarme. No puedo respirar así que hablar se me hace jodidamente difícil.
—Lla-men...Al prí-ncipe Guillermo....Él puede a-ayudarme...—es lo que logro decir antes de que el aire y la presión me hagan dejar de ver nada a mi alrededor que no sea oscuridad.
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