-Un Baño de Agua Tibia-
Disclamer: Ni los personajes, ni lugares, ni parte de la trama me pertenecen a mí, sino a Rumiko Takahashi. Esta historia invernal se escribió sin ánimo de lucro, solo para entretenerme y divertir a otros.
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Nota de la Autora: Esta es una de las diversas historias que estaré publicando para la #dinámica_de_diciembre llamada #Fantasia_Invernal (nombre que me encanta, por cierto) convocada por la página de Facebook "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma". Gracias por invitarme a participar un año más. Todas mis historias estarán tanto en Fanfiction como en Wattpad. Espero que os gusten y disfrutemos juntos de esta época tan especial.
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Historia nº 3:
El Lado en el que Duermes
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2.
—Un Baño de Agua Tibia—
Akane esperaba en las escaleras de la casa Tendo, acurrucada en un edredón gordo y resistente, de un color beige indefinido. Lo tenía enrollado en torno a su cuerpo, sujetándolo con los puños de modo que solo su cabeza asomaba por encima de la masa de tela amorfa. Su frente, sus mejillas, su nariz y sus orejas eran las que sufrían el frío terrible que recorría las estancias de la casa mientras que el resto de su ser, aún contraído, se mantenía tibio.
Todavía llevaba el vestido de lana clara con el que se había casado. La misma chaquetilla de punto del mismo color, solo que un poco más oscuro, y las mismas medias. ¿Qué había sido de su abrigo? No lo recordaba, y no lograba encontrarlo por la casa. Los telediarios ya habían profetizado que ese sería el día más frío del invierno.
Tenían razón, pensó la joven, ignorando los escalofríos, apretando con más fuerza el edredón contra ella. El día de mi boda. Hacía horas que todo había terminado y ya había anochecido al otro lado de los muros de la casa vacía, hueca, la media luna había salido, igual que la noche anterior.
Se levantó, aburrida y apesadumbrada, para recorrer el pasillo en penumbras, puesto que no había electricidad. Ni calefacción. Las velas encendidas la guiaban al caminar pero las garras gélidas, entre las sombras, le raspaban los tobillos con la intención de desestabilizar sus pasos a cada instante. Todo estaba sumido en el frío más insoportable que hubiera experimentado antes. Cuando llegó a la altura del comedor, se asomó solo para mirar el hueco vacío que había dejado el Kotatsu.
El Kotatsu, meneó la cabeza, con cada vez menos incredulidad.
Siguió caminando a través del silencio y observó, también, los armarios vacíos de mantas, toallas, sábanas, edredones e incluso manteles y suspiró, resignada; a esas alturas, el enfado estaba desapareciendo tras el entumecimiento que se apoderaba de sus extremidades y lo único que dejaba tras de sí era una profunda desilusión.
Subió las escaleras y recorrió las habitaciones, también vacías, aunque solo en parte. No había nadie, no había ropa de invierno en los armarios y algo más faltaba: no había camas, ni futones, ni siquiera los sacos de dormir que usaban en sus excursiones a la montaña.
Se lo han llevado todo, volvió a decirse, con la misma seguridad con que se lo había dicho en voz alta a Ranma, ahora su marido (algo en lo que apenas había podido pensar aún), cuando ambos regresaron a la casa y se la encontraron así. Horas atrás lo habían registrado todo de manera mucho más minuciosa, tras descubrir lo que sus padres habían hecho.
No me puedo creer lo lejos que han llegado.
Siguió arrastrando el edredón por la madera helada del suelo y se asomó a la única estancia donde habían dejado algo. El antiguo cuarto de invitados, el que Ranma y Genma habían usado desde su llegada al dojo, había sido reconvertido en un dormitorio para los recién casados y por eso, en el centro, habían colocado una gran cama de matrimonio con sábanas limpias y mullidas, junto al edredón que Akane usaba ahora para calentarse. También había una pequeña estufa y una lámpara, inservibles sin electricidad, y toda su ropa (de verano, claro) y sus pertenencias habían sido llevabas y colocadas allí junto a las de Ranma.
¿Cómo demonios han podido hacer todo esto en tan poco tiempo?
Cuando Ranma y ella salieron del ayuntamiento esa mañana, ya como marido y mujer, sus familiares los acogieron con algarabía, lágrimas y chillidos de entusiasmo, tal y como ellos habían imaginado. Les felicitaron, les hicieron fotografías y ellos, cogidos de la mano, intentaron guardar la compostura y comportarse de la mejor manera posible. Se confiaron. Todo había resultado tan fácil y tranquilo, no había habido ningún problema, ninguna visita inesperada.
Akane se había sentido perpleja e incluso un poco confusa cuando el trabajador del registro los felicitó. ¿Ya está? Estaban casados. ¿De verdad ha sido tan sencillo? La afirmación resultaba, todavía, más impresionante de lo que había sido el acto en sí. Pensó, entonces, que Ranma había tenido razón desde el principio y que el hecho de estar casados no era para tanto, en realidad. Aun ahora Akane se miraba el anillo que relucía en su dedo y no se sentía muy diferente al día anterior.
¿Había cambiado algo de verdad?
La primera sorpresa llegó cuando sus padres les anunciaron que habían reservado en un lujoso restaurante del centro para celebrar el enlace, y lo que debería haberles hecho sospechar: la reserva era solo para ellos dos.
¿Cuándo esa panda de glotones ha renunciado a una buena comida? Refunfuñó Akane, intentando no tropezar con el edredón mientras bajaba, de nuevo, al piso inferior. ¿Cómo no adivinamos que tramaban algo entonces?
Es posible que ambos, y no solo ella, estuvieran en el mismo estado de confusión, de perplejidad y hasta de alivio porque todo había resultado muy bien. Así que, aceptaron la invitación y se fueron.
¡Pero qué tontos!
Cuando horas más tarde regresaron a la casa, su familia se había marchado llevándose consigo todo, absolutamente todo, lo que pudiera servirles para calentarse en la noche más fría del año salvo esa cama de matrimonio enorme. Y no dejaba de sorprenderla lo minuciosos que habían sido al seleccionar hasta el más mínimo detalle de esa disparatada operación.
¿Cuánto tiempo haría que lo habían planeado todo? ¿Y cómo es que ellos no se habían dado cuenta de nada? Tal vez por lo ocupados y distraídos que habían estado con el tema de la boda, intentando tomar decisiones, ponerse de acuerdo, soñando con la falsa ilusión de que, por fin, tenían las riendas de sus vidas para hacer lo que ellos quisieran.
Pero no era así, aceptó ella, defraudada. En absoluto. Y por eso se sentía más triste que enfadada. Nos han vuelto a engañar.
Aún seguía meneando la cabeza con frustración cuando creyó oír algo. El viento soplaba con la misma fuerza que la noche anterior, pero Akane logró distinguir el sonido de los pasos acelerados de Ranma acercándose por el camino empedrado del jardín.
Se puso en pie de un salto y se acercó a la puerta de la casa justo cuando ésta se abría y Ranma, todavía ataviado con la ropa que había usado para ir al ayuntamiento, entró tiritando, envuelto en una nube de frío y humedad tan poderosa que casi podía verla flotando en torno a él. Traía el pelo revuelto por el aire, los músculos de la cara contraídos y los labios apretados, de un tono azulado aterrador.
—¡Ranma! —exclamó, angustiada, al verle en ese estado. El chico la miró, aun pegado a la puerta y de improviso, saltó hacia ella y trató de meterse dentro del edredón—. ¡Ay, no! ¡Espera!
—¡Me muero de frío! —aulló con desesperación. Su piel, la ropa, incluso su aliento estaban tan helados que Akane salió despavorida, dejándole la prenda.
—¡Con lo que me había costado entrar en calor! —Se quejó, frotándose los brazos. Liberada de la protección del edredón, el frío cortante que campaba por la casa la arrasó sin piedad y empezó a temblar de nuevo. Pero lo que sentía no era nada comparado a lo que habría tenido que soportar el chico, recorriendo las calles de Nerima, casi sin abrigo, mientras las temperaturas caían en picado al final del día, así que se apiadó de él—. ¡Vamos al baño, deprisa!
Tiró de él hacia las escaleras y le ayudó a subir, tambaleándose, los peldaños hacia el piso de arriba. Lo arrastró por el pasillo, abrió la puerta del baño y lo empujó dentro, después la cerró tras ella y ambos suspiraron a la vez cuando el calor y la humedad del lugar los recibieron.
Menos mal...
Akane miró, todavía un poco preocupada al chico. Ranma seguía tieso, encogido debajo del edredón, con los ojos cerrados y respirando con dificultad. Apretó los labios sin saber qué decirle, de modo que ella también cerró los suyos y se concentró en el olor a jabón que flotaba junto al vapor del agua.
Era lo único que se les había ocurrido para escapar del frío horas atrás.
Sin calefacción ni electricidad en toda la casa, ésta se había convertido en un infierno helado, de modo que cerraron la puerta del baño y abrieron el grifo del agua caliente al máximo, hasta hacerla hervir, para que el cuarto se llenara de vaho. Lograron que la temperatura ascendiera unos cuantos grados, lo bastante como para que fuera agradable estar dentro.
Algo es algo, se dijo Akane, que en pocos segundos sintió que la piel de gallina se calmaba en sus brazos. Abrió los ojos más tranquila y como Ranma seguía tiritando a su lado, lo empujó hacia la bañera.
—Venga, tienes que entrar en calor —Le dijo.
—¿S-sigue caliente?
—Sí —respondió ella. Le llevó hasta el borde del Ofuro y le quitó el edredón de los hombros. Las manos del chico estaban agarrotadas, Akane se temió que tendría que quitarle el resto de la ropa también—. Es una suerte que no nos hayan cortado también el agua caliente.
—¡O-odio a mi pa-padre! —comentó él.
—Y yo al mío.
Poco a poco, Ranma recuperó la sensibilidad en los dedos y pudo desvestirse por sí mismo. Akane, aliviada, desvió la mirada al suelo.
—Llevas el bañador debajo, ¿verdad?
—Sí...
Aun así, prefirió mirar el suelo hasta que oyó el chapoteo del agua. Entonces volvió la cabeza, con sus brazos rodeándose el cuerpo y permaneció callada, mientras él se recuperaba sumergido en el agua hasta por encima de la nariz. El color fue volviendo a su rostro, también a sus labios y Akane se dedicó a doblar el edredón con cuidado y dejarlo en algún lugar donde no pudiera mojarse, ya que no tenían otra cosa.
Después se sentó en la banqueta de madera y esperó a que el chico sacara la cabeza del agua.
—¿Estás mejor? —Le preguntó. Él asintió—. Entonces, ¿no has podido comprar nada?
Ranma se recostó contra el borde de la bañera y apoyó la cabeza en los azulejos, procurando que la mayor parte de su cuerpo siguiera bajo el agua. Sus ojos, aún turbios por el malestar, se movieron hasta la pared que tenía delante.
—Ha sido imposible —respondió, muy serio—. He ido a todas las tiendas de Nerima que vendían mantas, colchones, futones... ¡Cualquier cosa! —Giró la cabeza con lentitud—. Pero nada.
—¿Cómo es posible? No era tan tarde cuando te fuiste, alguna habría abierta.
—Todas estaban abiertas —replicó—. Pero ninguna ha querido venderme nada —Entonces sí, se incorporó y apoyó un brazo en el borde, inclinándose hacia fuera para mirarla con intensidad—. Por lo visto, alguien les dio dinero y nuestras fotografías para que no nos vendan nada.
Akane parpadeó, impresionada.
—¿Lo dices en serio?
—¡Pues claro!
—Pero... pero...—Alterada, se puso en pie, tirando la banqueta al suelo y moviendo los brazos de arriba abajo—. ¡¿Cómo se les ocurre hacer algo así?! —La indignación de horas atrás, y que ya se había apaciguado, volvió a explotar en ella al descubrir lo lejos que había llegado su familia—. ¡¿Y de dónde han sacado el dinero para sobornar a todas las tiendas de la ciudad?!
—¡No solo a las tiendas! ¡He llamado a las casas de todos los vecinos y ni uno me ha abierto!
—¡Es una locura! —Gritó la chica, fuera de sí—. ¡Hacernos esto! ¡La noche más fría del año!
>>. ¡Y todo para obligarnos a dormir en la misma cama!
Al menos esa era la triste conclusión a la que habían llegado.
Sus padres, no contentos con casarles a base de sobornos (o chantajes, según se viera), pretendían obligarles a comportarse como un auténtico matrimonio, tanto si ellos estaban de acuerdo, como si no lo estaban.
Por supuesto que no pensaban dormir juntos la noche de bodas, por mucho que les hubieran preparado ese cuarto y esa cama. De hecho, Ranma ya había escondido su futón para llevarlo hasta allí más tarde. Pero Genma y Soun debían haberlo descubierto y en respuesta, habían armado esa locura de plan. Akane no sabía si estaba más molesta por el frío, por lo ridículo que era todo, o por lo tonta que había sido al pensar que, por una vez, sus padres los iban a tratar como verdaderos adultos, dejándoles decidir por ellos mismos cómo querían que fuera su matrimonio.
Esos dos sin escrúpulos tenían pensado seguir entrometiéndose, tratando de manejar sus vidas incluso después de que se hubieran casado.
Ranma volvió a sumergirse en el agua, malhumorado, pero emergió a los pocos segundos con los pelillos del flequillo aplastados y la piel de la frente brillante por el agua.
—No paro de preguntarme a dónde habrán ido.
—¿A casa de tu madre?
—He pasado por allí y todo está cerrado y vacío —Le informó—. Da igual —añadió, sacando un puño del agua—. ¡En cuanto aparezcan por aquí, se van a enterar de lo que es bueno! —Y golpeó la superficie con fuerza, salpicando a la chica.
—¡Cuidado! —Se quejó ésta, alejándose de un saltito—. Es la única ropa de invierno que tengo y no hay manera de secar nada con este frío.
—Pues quítatela —propuso él, y cuando se escuchó a sí mismo, dio un respingo que casi lo hunde en el agua hasta las orejas—. Q-quiero decir que... —Carraspeó, cuadrando los hombros—; se te va a mojar igual con el vaho —explicó, tragando saliva sin parar—. Mejor quítatela y déjala fuera.
Akane notó el picor del rubor en sus mejillas húmedas.
—No mires —le ordenó, y Ranma giró la cabeza hacia el lado opuesto.
Muy deprisa, se quitó el vestido de lana, la chaquetilla y las medias que cubrían sus piernas y se quedó solo con el bañador que llevaba debajo. Lo dobló todo con cuidado y lo dejó fuera, en el pasillo, junto a la ropa del chico.
Después, cogió las dos únicas toallas que les habían dejado, y caminando de puntillas fue hasta la bañera. Dejó las toallas sobre la banqueta, a salvo del agua y conteniendo la respiración, se metió dentro, en el lado contrario a donde estaba él. La temperatura fue subiendo por su cuerpo según se sumergía y cuando se hubo acomodado y el agua le llegaba a la altura de la garganta, se sintió mucho mejor.
Ranma regresó su vista al frente, sus ojos se encontraron un segundo antes de que frunciera el ceño y los centrara, de nuevo, en la pared. Akane notó que sus mejillas también se habían encendido y se puso un poco más nerviosa.
Nunca nos habíamos bañado juntos.
¡Obviamente, nunca habían compartido bañera hasta ese día!
Pero es que, ahora que lo pensaba, tampoco se habían bañado juntos en el mar o en una piscina, a pesar de que habían estado en esos lugares. La maldición de Ranma provocaba que fuera reacio a bañarse en público y cada vez que ella se acercaba a una masa de agua en la que no hacía pie, corría un grave riesgo de ahogarse. Por una cosa u otra, era la primera vez que estaban así, flotando el uno junto al otro, aunque sin tocarse y mirando cada uno en una dirección distinta.
Y pensar que ese seguía siendo el día de su boda...
Parece que no haya pasado de verdad.
—Mañana volverán, ¿verdad? —Preguntó, haciendo una mueca—. No pueden dejarnos así más días con el frío que hace.
—Supongo que no —contestó Ranma, hundiendo la barbilla en el agua—. Mi madre no sería tan cruel.
—Kasumi tampoco.
Porque esta idea absurda de dejarles allí sin nada con que calentarse pertenecía a los patriarcas, estaba claro. De algún modo que ellos no podían imaginar, habían logrado involucrar a Nodoka y a la hermana de Akane, pero contaban con que ellas tendrían el suficiente sentido común como para no alargar aquel infierno más de una noche.
¿Qué sería de ellos si no?
Volvieron a caer en el silencio y la joven se distrajo moviendo las manos por debajo del agua, para no pensar en lo incómodo que era no saber qué decir a tu reciente esposo. Centró su atención en disfrutar del calor que acariciaba sus caderas, sus piernas y su estómago buscando relajarse, para no ser tan consciente de que Ranma estaba en la bañera también, y quizás olvidar que ahora era su marido, aunque sabía que era una actitud un poco tonta. ¿De qué sirven tratar de ignorar lo que es verdad? Eso era algo que había hecho en el pasado en circunstancias distintas pero, por lo que fuera, Akane se sintió incómoda al pretender comportarse igual.
No podían actuar como si nada hubiera cambiado, descubrió, como mínimo tendrían que hablar del asunto. El problema era que le daba vergüenza hasta mencionarlo y seguramente a Ranma le ocurriría lo mismo. Y si el pretendía fingir que nada había cambiado y seguir como siempre, tal y como habían acordado, ¿qué debía hacer ella?
Akane se incorporó, sacando las rodillas del agua para cambiar de postura. El contraste con el aire templado fue como la caricia de un dedo invisible y, entonces, le pareció oír su nombre. Levantó la vista y se dio cuenta de que Ranma la miraba desde el otro extremo de la bañera.
Su corazón pegó un salto por la sorpresa. No sabía si era por la cortina de vaho que tenía frente a la cara, pero tuvo la sensación de que el chico estaba mucho más lejos, como si lo que les separara fuera un lago inmenso, en vez de unos centímetros de agua.
—¿Qué pasa? —preguntó, alzando la voz.
—Estaba pensando en lo que haremos a partir de ahora —respondió él, encogiéndose de hombros—. Nuestros padres nos la han jugado hoy, pero al menos tendrán que cumplir con lo que nos prometieron.
—Más les vale.
—Y tú te irás a la universidad.
Akane se quedó sin palabras ante la manera firme, y al mismo tiempo rápida, tan rápida como si no deseara, en verdad, decirlo, con que hizo esa afirmación. Y percibió un cambio en el ambiente en cuanto las palabras sonaron entre las paredes del cuarto de baño.
—El año que viene.
—Pero te irás, ¿no es así? —Los ojos del chico no la miraban, parecía, de hecho, muy entretenido jugando con el agua, moviéndola entre las palmas de sus manos—. Ya lo tienes decidido.
Y como no la miraba, Akane se distrajo con el movimiento de sus manos sin saber qué le estaba preguntando en realidad. Ranma conocía de sobra sus planes, al menos, hasta el mismo punto en que ella los conocía, puesto que había compartido todas sus ideas al respecto con él. Siempre había dejado claro que quería estudiar y prepararse, y más en esas conversaciones privadas que habían estado manteniendo desde que sus padres les hicieron la propuesta del matrimonio. Claro que algunas de ellas habían sido demasiado complicadas, demasiado largas y otras habían acabado en tontas discusiones por las que terminaban gritando o insultándose sin razón, algo no tan raro en ellos, pero que quizás, a causa de ello, Ranma se sentía confuso y quería volver a hablar del tema ahora.
—No me iré a la universidad —murmuró, insegura—. Iré a clase allí.
—¿Y eso qué significa?
—Todavía no he decidido si me iré a estudiar a Tokio —explicó, encogiéndose de hombros—. Tal vez elija una universidad que esté más cerca.
>>. Me iría por las mañanas a las clases y volvería después.
—¿Ah, sí?
—Es una posibilidad.
La verdad era que no había pensado mucho en ello porque, conociendo las reticencias de su padre a que ella hiciera una carrera en lugar de dedicarse al dojo y a un supuesto y futuro matrimonio con Ranma, había enfocado todos sus esfuerzos en lograr el permiso de su progenitor para estudiar. Además, aún había tiempo de sobra para tomar ese tipo de decisiones más prácticas.
—Pero a ti te gustaría irte a Tokio —comentó él, de pronto—. ¿No es así?
La universidad que había elegido Nabiki era una de las mejores del país y, pues claro que sería un sueño acudir allí y seguro que, sin querer, lo había mencionado alguna que otra vez delante de él, pero no esperaba que lo recordara.
—No lo sé.
—Sí que lo sabes —rebatió él, tras unos segundos callado. Por fin se miraron, y aunque su expresión simulaba ser grave, acabó haciendo una mueca—. Admítelo —La retó, salpicándola con unas gotas de agua.
—¿Por qué? —Akane frunció el ceño, fastidiada y arreó un manotazo al agua con tal fuerza que ésta le bañó el rostro—. ¿Qué te importa a ti si me voy o me quedo? —Le preguntó—. ¿No decías que esto no cambiaba nada, que era solo un trámite? —Se refirió al matrimonio sin mencionarlo y después se cruzó de brazos—. ¿Acaso quieres que me quede?
Ranma torció el rostro hacia la ventana, retirándose.
—Yo creía que cuando dos personas se casan, permanecen juntas —respondió, tomándola por sorpresa. Jamás se hubiera imaginado esa respuesta viniendo de él, ni el tono un poco afectado en que lo dijo. Después resopló, apoyando las manos en el fondo de la bañera para enderezarse—. Aunque eso no fue así con mis padres, la verdad.
Akane le escuchó en silencio, un tanto confusa. ¿Estaba disgustado porque tendrían que separarse? Era lo que parecía. Y además, reparó en que Ranma no lo había negado de plano cuando ella le preguntó si quería que se quedara, cosa que habría sido lo normal.
Ni siquiera estaba tratando de disimular su malestar ante esa idea.
—Yo...
A ella tampoco le gustaba la idea de separarse de él pero no se le había pasado por la cabeza que él sentiría lo mismo, ni mucho menos que lo admitiría ante ella, si es que era eso lo que hacía, por lo que estaba un poco desconcertada. Bajó más la barbilla, por hacer algo, y el tacto del agua fue tan agradable que la sobrecogió. El lento vaivén del líquido tibio en el que se movía la calmó hasta el punto de que a ella tampoco le pareció necesario andarse con cuidado con lo que pensaba de verdad.
—De todos modos, tú también te irás a China —Le recordó—. En cuanto tengas el dinero suficiente, ¿no? —Ranma volvió a mirarla, al tiempo que se deslizaba hacia abajo, hundiéndose también hasta su barbilla. Estaban a la misma altura, y cuando su pierna rozó la cadera de Akane en el fondo de la bañera, la distancia imaginada entre ellos se desvaneció, el vaho que le nublaba la vista se deshizo y estuvieron más cara a cara que nunca, tan cerca que Akane creyó sentir la respiración del chico sobre su piel—. El plan era estar separados una temporada, sea como sea.
—El plan —repitió él, y sonó como si fuera la primera vez que lo oía—. ¿Es qué no quieres que vaya a China?
—¡Pues claro que sí, tonto!
—Tú podrías venir conmigo.
Akane debería haberse sorprendido por tal petición, pero no lo hizo. Esa calma húmeda y confortable que bañaba su cuerpo llegó hasta su cabeza y de repente, cualquier cosa que decían o hacían parecía normal. El agua le mojó la parte baja de sus cabellos cuando dobló el cuello y el olor dulzón del jabón bajó, también, como una lluvia, e impregno su piel y su nariz.
—Tú también podrías venir conmigo a Tokio —respondió ella—. Si decido ir allí.
—No creo que me dejaran vivir en una residencia femenina cuando vieran lo varonil que soy.
—Pervertido —riñó ella, a pesar de todo, divertida—. Me refería a vivir en otro sitio.
—¿Cómo? —El chico sonrió, ruborizado—. ¿En una casa, los dos solos?
—¿Tú no querías que nos fuéramos a China, solos, a compartir tienda de campaña?
Entonces Ranma se estiró, colocando los brazos tras su cabeza.
—Yo no he dicho nada de compartir tienda —Señaló de forma maliciosa—. La única pervertida que hay aquí eres tú.
Akane se puso roja.
—¡Idiota! —Y le salpicó otra tromba de agua que fue directa a su rostro. Ranma logró esquivarla a tiempo, sumergiéndose entero. La joven se incorporó, atenta, pero no pudo evitar que él la cogiera del pie y le diera un tirón que la hundió sin remedio. Agitó los brazos intentando salir a flote y en cuanto lo hizo, escuchó la risa malvada del chico que estaba agarrado al borde de la bañera, con la cara todavía más roja—. ¡Bruto, casi me ahogas!
—¡Solo tú serías capaz de ahogarte en una bañera!
Akane le soltó una patada bajo el agua que apenas le hizo daño. Había gotas de agua resbalando por las paredes y pequeños charquitos sobre el suelo que, despacio, se elevaban en el aire y formaban pompas que flotaron alrededor de ambos. Cruzaron frente a los ojos de ella, los miró con curiosidad mientras se acomodaba, nerviosa, los cabellos mojados, y hacía una mueca de enfado.
Debería dejarle aquí toda la noche, pensó, con maldad.
—A lo mejor me quedo a dormir aquí —La chica dio un respingo—. Ya que solo tenemos una cama y será imposible conciliar el sueño en otra habitación.
—No puedes estar toda la noche metido en agua —replicó ella—. Al final se enfriará, y tú cogerás un constipado si no te secas —Pero él, tozudo, volvió a encogerse de hombros como diciendo: no hay otra opción, ¿verdad? Así que fue ella quien, tras resoplar un par de veces, sugirió—. Supongo que tendremos que hacer lo que nuestros padres querían y compartir la única cama que nos han dejado.
—¿Estás segura?
—No sería justo que uno de los dos duerma en la cama con las sabanas, la manta y el edredón, y el otro no —razonó ella—. Y si nos repartimos la ropa de cama, ninguno de los dos podrá dormir por el frío.
—Y de todos modos, uno tendría que hacerlo en el suelo —recordó él, con fastidio.
Akane estaba bastante convencida de que, de otro modo, Ranma insistiría en que ella se quedara en la cama, y él pasaría una noche horrible, muerto de frío, dormitando sobre el suelo, en algún rincón de la casa helada.
No era justo, ¿verdad?
También es su noche de bodas, meditó ella, con una falsa indiferencia que explotó en sus mejillas como dos grandes coloretes. Quiero decir que no hay razón para que lo pase tan mal.
Ninguno se merecía algo así, no habían hecho nada malo, salvo fiarse de su familia.
Akane levantó la mano para apartarse algunos mechones mojados que habían quedado pegados en su cuello y al bajarla otra vez al agua, apreció que ésta parecía estar un poco más caliente que antes. Toda la estancia parecía haber ganado más temperatura en los últimos minutos, en vez de perderla. Incluso, empezaba a no ser tan agradable estar sumergida del todo, así que se incorporó un poco y la parte superior de su torso quedó al aire.
Creyó oír su nombre, otra vez, en la lejanía, pero dio por hecho que lo había imaginado. Sin embargo, también como la vez anterior, Ranma la estaba mirando. Lo hacía con una fijeza que sobrecogía, con intensidad y un anhelo tan claro en sus pupilas que Akane se puso nerviosa.
—¿Qué haces mirándome de ese modo, pervertido?
El chico parpadeó y sacudió la cabeza.
—¡No te miraba! —Negó, como siempre, en primer lugar—. ¡Y si lo hacía es porque...! —Ahora venía el insulto o el comentario desagradable, ella lo sabía y se preparó—. Bueno... —Su voz se suavizó y sus ojos le recorrieron el rostro, con bastante calma y libertad—; ahora estamos casados.
>>. No tiene nada de malo que te mire, ¿no?
Akane se quedó pasmada ante esas palabras, cosa que provocó una nueva sonrisa burlona en el chico.
Al cabo de unos minutos, Ranma dijo algo sobre la cena y salió de la bañera. Se envolvió en su toalla y se retiró para secarse y vestirse.
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Permaneció en el agua hasta que ésta volvió a templarse, obligándola a sumergirse de nuevo, y repasó la conversación que habían mantenido. Estaba un poco asombrada, más que por la charla en sí, por el comportamiento de Ranma, que no estaba siendo el de siempre.
¿De verdad le había insinuado que no quería que se separaran?
Si él había sido el primero en dejar claro que ésa no era una boda real, que nada tenía por qué cambiar entre ellos. Fue él quien lo llamó trámite, y lo trató como algo inevitable en sus vidas que era mejor hacer cuanto antes para terminar con el asunto del compromiso de una vez por todas. Como un medio para conseguir el ansiado fin de la libertad. Y sí, Akane sabía que detrás de ese discurso tan pragmático del chico había muchas otras cosas: su imbatible orgullo de siempre, sus temores a ser sincero sobre los verdaderos sentimientos que pudiera albergar por ella, su tendencia a dejar en manos de otros las decisiones difíciles...
¡Eso sí le resultaba familiar en él!
Por eso, esperaba que Ranma siguiera escudándose en esas cosas para justificar que su relación no fuera a cambiar, al menos, no de golpe. Sin embargo, la había cogido por sorpresa que le insinuara que debían permanecer juntos a partir de ahora como si...
¿Cómo si qué?, se preguntó a sí misma, confusa. Como si, de hecho, fuéramos un matrimonio de verdad.
Como si a él le doliera la idea de separarse de ella.
Akane resopló, poniéndole freno a tales ilusiones antes de que su corazón se volviera loco, porque no estaba segura de sí eran reales o solo imaginaciones suyas.
¡Si algo de aquella situación fuera un poco más normal, tal vez ella no estaría dudando tanto!
Ese era el auténtico problema: su familia y lo que habían hecho. Porque si ellos no se hubieran entrometido forzándoles a esa situación, a lo mejor, con el tiempo, se habrían casado de todos modos, pero lo habrían hecho tomando la decisión por sí mismos, hablando con claridad de sus sentimientos y pudiendo acomodar sus planes de futuro por separado de modo que no entorpecieran su relación.
Pero estaban casados, ninguno sabía muy bien por qué. No sabían qué iba a pasar. ¡Ni siquiera sabían por qué estaban allí, encerrados en esa casa vacía y congelada!
¡¿Qué se proponían sus padres, después de todo?!
Akane intentó calmarse porque su corazón sufría pensando tan mal del resto de su familia. Sabía cómo eran y que no podían evitar dejarse llevar por ese tipo de ideas absurdas cuando se les ocurrían, pero ésta le parecía la más descabellada e insensible de todas. ¿Todo eso para obligarles a compartir la maldita cama? ¿Y qué pensaban conseguir con eso? ¿Solo doblegarles, demostrarles que de un modo u otro, acabarían obedeciendo siempre las órdenes de sus tiranos progenitores?
No, no... se dijo la joven, con vehemencia. Tiene que haber algo más.
Pensó en la dulce Kasumi y la juiciosa Nodoka, ellas tenían conciencia, eran buenas personas y si se habían prestado a ese plan despiadado debía ser por algo más. De hecho, se le ocurrió que si todo hubiese sido obra de los dos hombres, lo más probable era que ellos hubiesen ido más allá y ni siquiera les habrían dejado el agua caliente. Puede que incluso hubiesen roto todas las ventanas de la casa para asegurarse de que el frío sería del todo insoportable.
Así era como actuaban Soun Tendo y Genma Saotome cuando se les metía algo en la cabeza, no medían sus actos, no pensaban en las consecuencias. Todo valía si podían justificarlo por el bien del dojo y la escuela de estilo libre.
Pero, ¿y si Nodoka y Kasumi también habían intervenido en la creación del plan? Ellas sí les habrían dejado, al menos, el agua. Porque no eran tan crueles como los otros, pero también, porque tenían una inteligencia más afilada que, de seguro, las habría llevado a imaginar que para escapar del frío no les quedaría más remedio que bañarse juntos.
¡¿Por qué si no les habían dejado un par de toallas y se habían llevado todo lo demás?!
¡Qué vergüenza! Pensó, colorada.
Sin embargo, podía ser verdad. Y si era así, las dos mujeres no tendrían como objetivo final algo tan básico como obligarles a compartir cama sin más. Claro que no. Las conocía muy bien.
Entonces, ¿qué? ¿Qué querían de ellos?
¿Y si nos han dejado aquí solos para que nos demos cuenta de algo más?
De que ese matrimonio que ellos pretendían manejar como un acuerdo falso era algo más. Que podía ser algo mucho más real, incluso, de lo que ellos dos habían creído cuando accedieron a él. Apenas habían pasado unas horas desde el enlace y ella ya apreciaba cambios en Ranma que la estaban sorprendiendo... ¿Podría Nodoka haberlo previsto también?
Es su hijo, al fin y al cabo, pensó. Le conoce bien.
Lo más preocupante de este nuevo razonamiento que se le había ocurrido era que, si la intención de su tía y su hermana era que ambos convivieran hasta darse cuenta de lo que sentían de verdad el uno por el otro y del significado real de esa unión; no esperarían que llegaran a tales conclusiones en unas pocas horas de frío y tiritones.
Eso requería de tiempo.
Lo que quería decir que, tal vez, pasaría más de una noche horrible antes de que esos cuatro conspiradores volvieran por allí.
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Hola Ranmaniaticos,
Aquí tenéis el capítulo dos ^^ ¿Qué os ha parecido?
Si hay por ahí alguien enfadado porque nos hemos saltado la boda, lo siento, pero también os digo, no fue nada del otro mundo, jeje, el meollo venía después, como podéis ver.
Gracias por todas vuestras reviews y el apoyo tan sincero con que seguís mis historias en esta dinámica. Espero seguir con el ritmo para que no os quedéis sin nada que leer durante esta temporada invernal *__* También espero poder responder a todo el mundo, aunque ando algo atrasada con la última historia y eso podría hacer que no siempre llegue a tiempo con mis respuestas.
Bueno, eso y que llevo unos días con un constipado terrible que me tiene bajo mínimos T.T
Por hoy creo que si alcanzo a responder a todos así que nos vemos en unos días con el capítulo tres.
Besotes y disfrutar de la época ^^
—EroLady.
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