7 Pedacitos de corazón
Subo los peldaños, más confundida aun. Según nos alejamos del instituto, cambia la pose coqueta por otra cada vez más fría. Llegándose a sentir incómodo y distante al quedarse a solas conmigo en mi portal. Abro la puerta a toda prisa, y me asomo a la ventana, por si aún le veo, pero ya no está.
La lluvia no esta aminorando, si no todo lo contrario. Cada vez es más intensa, convirtiéndose en granizo que golpea con furia los cristales. Y en el asfalto, se forman ríos de agua, que bajan a prisa calle a bajo. El pensamiento de que le suceda algo con tanta agua, hace que se me revuelva el estómago. No tenía que haber dejado que me trajera, no tenía sentido hacerlo.
Debería comer algo, pero siento el estómago cerrado, Si pudiera al menos asegurarme de que llega bien... Suspiro, solo puedo cruzar los dedos y rezar por qué así sea.
Entro en el cuarto, y cambio mi ropa mojada y fría, por otra seca y calentita. Me seco el pelo, y voy a la cocina a por algo de comer, pero tengo el estómago demasiado revuelto como para comer nada. Entro de nuevo en la habitación con intención de estudiar para el examen de historia, pero es inutil. El día ha sido demasiado intenso y concentrarme me resulta imposible. Solo puedo pensar en él y en ese beso, y en la lluvia que no cesa.
Y mi mente vuelve a él, a sus húmedos labios y en su tibia lengua. Han pasado meses desde la última vez que me besó un chico, pero este beso no tiene nada que ver con aquel.
Sonrío al recordar sus labios y sus manos sujetando firmes mi cintura y desearía poder volver a besarle, a sentir su aliento, y sus calientes manos en mi piel. Mi imaginación vuela demasiado rápido, haciendo que un solo beso, se convierta en mil.
Me ilusiono con la manera en la que me ha tratado en clase, en ese dibujo que ahora guardo en mi carpeta, en esa flor rápida que ha dibujado en el libro para llamar mi atención y en la forma de sonreírme en la cancha. Pero después caigo de mi nube, al ser consciente de la frialdad con la que se ha despedido en el portal.
Recorro la casa sin rumbo a donde ir, abro la nevera, y vuelvo a cerrarla sin coger nada. Me recuesto en el sofá apartando la bola de pelo rubio que ronronea a mi lado y busco el mando entre los cojines y prendo la tele. El cielo se torna aún más negro, solo un rayo tras otro lo ilumina todo, mientras el agua golpea la ventana, como un visitante angustiado que quisiera entrar, huyendo de los truenos, monstruos coléricos que amenazan con derrumbar la casa.
Lentamente mis ojos empiezan a sentirse cansados. Paso de un canal a otro, buscando una película que me haga dejar de pensar, hasta que una noticia en directo llama mi atención.
Es una imagen cerca de mi casa, pero no consigo entender que es lo que pasa. Las calles parecen ríos, los árboles bailan azotados por el viento. Gente que grita y corre buscando refugio o una mano a cuál agarrarse. Mi corazón se empieza a acelerar. Hay policías, bomberos y una ambulancia recogiendo un cuerpo inerte del asfalto, dejando atrás charcos de sangre y los retorcidos hierros de una moto.
Mis pulmones se colapsan y un terrible dolor en el pecho me hace chillar. Me incorporo de un salto, me encuentro desorientada. A mi alrededor todo está en calma y ya no llueve. Centro la vista de nuevo en la pantalla, pero solo son escenas de una película de acción.
La noche se vuelve una tortura, y solo deseo que se haga de día para poder al fin verle.
*****
Voy a toda prisa, cruzando el parque que me separa del instituto, cuidando en vano de no pisar los charcos que se han formado del día anterior, pero las blancas deportivas, y los bajos de mis vaqueros, se tornan marrones a causa del barro.
Llego al aula, y suelto un suspiro de alivio al verle, recostado como siempre en su asiento, con las piernas extendidas y los brazos cruzados, sobre el pecho. Me acerco feliz a él, esperando con ansias su saludo, sin embargo, me mira con ojos sus ojos fríos llenos de ira, sin abrir la boca, bajando después la mirada hacia el móvil, ignorando por completo mi presencia y me freno en seco. Ya no tengo dudas, para él solo fue un beso en un día tonto, y ahora se arrepiente.
Mis dotes interpretativas son un asco. Por suerte nunca soñé con ser actriz. Quisiera parecer igual de fría que él y aparentar que no me importa nada, pero me siento dolida y solo consigo dedicarle una sonrisa indiferente a modo de saludo, mientras tomo asiento y saco los libros. El clava sus ojos en mi, como si quisiera decirme algo, pero le cuesta hablar.
-¿Te mojaste mucho ayer? - Pregunto intentando parecer natural sin apenas mirarle.
- Eh... no. Llegue bien. Eh... - vuelve a titubear.- Auri, lo siento, yo... - Ya se lo que quiere decirme, como si le leyera la mente. - tu y yo... No debimos...
- Ya... No... Olvidalo ¿vale? No... - se me forma un nudo en la garganta, que no me deja continuar. Me siento rechazada, triste, defraudada, humillada y sobre todo ridícula. Quisiera enfadarme con él, pero no tengo derecho, ni motivo. Me ilusione más de lo que debía, y eso es todo.
Mi cabeza da vueltas durante toda la clase, un pensamiento que me martillera en bucle. No sé que es lo que había creído que pasaría, ¿que me declararía su amor? ¿Que me escribiría poemas? El solo quería reírse de Lucas, ahora lo entiendo. Imagino que ayer querría aclararlo en mi portal pero no sepo como hacerlo. Quizá tiene novia y esa es una de las muchas cosas que no se de él.
Me percato de sus miradas furtivas, pero yo no me siento capaz de mirarle, estoy segura que sólo intenta averiguar lo que pasa por mi mente, si estoy bien o si me voy a poner a llorar de nuevo en cualquier momento. Supongo que mañana estaré mejor, pero hoy solo quiero rebozarme en mi propia mierda, de autodestrucción y lástima, obviando todo lo sucede a mi alrededor.
No reparo en la presencia de Lucas en toda la hora. Su existencia hoy ha pasado a un segundo plano. Hoy solo estoy yo y mi corazón roto.
Al terminar la primera hora oigo a Dina pronunciar mi nombre, como si algo que le han contado de mi, no se lo creyera. Y empiezo a temer nuevas burlas, cuando veo a Silvia y Ana acercarse a mi, en cuanto me ven sola, como lobas. apunto de atacar.
- ¿Estarás contenta, con tu novio el
salvaje? -me reprocha Silvia haciéndose la valiente, con la espalda bien guardada por su amiga. Yo solo la miro. No la respondo. No se que a pasado y sinceramente ni me interesa.
Lucas se gira, dejándome ver un rasguño reciente en el pómulo y un labio que empieza a hincharse, dedicándome una de sus miradas mezcla odio y asco.
Se cruza Silvia de brazos, esperando alguna reacción por mi parte o buscando que le de alguna escusa para empezar una guerra, pero no voy a hacerlo, no tengo fuerzas para pelear, ni esplicaciones que dar. Pero tan pronto como Noah vuelve a su asiento, ella se marcha blasfemando.
- ¿Has tenido tu algo que ver con...? - no me atrevo a terminar de formular la pregunta, la expresión de su cara ya lo dice todo.
- Lo que yo haga no es asunto tuyo. - Contesta volviendo a ser el chico insoportable de principio de curso.
Le miro perpleja. No entiendo nada. Esto ya me supera, pero tiene razón, yo no soy nadie para pedirle esplicaciones.
Me aferro a una última reserva de coraje, pero esa preciada resistencia se derrumba abruptamente, dando paso a una devastadora marea de ansiedad. Mi pecho se comprime mientras mi corazón palpitante parece querer saltar de su cuerpo, y mi cerebro martillea, como si mi cabeza fuera a estallar y que no puedo respirar.
Sin tiempo para reaccionar, me apoyo torpemente contra el respaldo de mi asiento. El mareo la embarga, haciendo oscilar su entorno desenfocado.
Necesito salir de ahí, desaparecer.
Miro a mi alrededor, intentando encontrar una salida, un resquicio de esperanza en medio de ese laberinto de angustia.
Desesperada, recojo mis cosas tan deprisa como puedo y me marcho, mis piernas, temblorosas y apenas cooperativas, logran alzarse lo suficiente para impulsarla hacia la puerta de salida. Sin reparar en las miradas de desconcierto y especulación de sus compañeros.
A medida que me acerco a la salida, los corrosivos comentarios y risas crueles llenan mis oídos. Las palabras hirientes se agolpan en mi mente, arañando mis pensamientos y carcomiendo la poca autoestima que me queda. La repulsión y el desprecio proyectados sobre mi, pesan como una pesada losa, haciendo difícil hasta el acto más simple de respirar.
Corro sin rumbo fijo, impulsada por la urgencia de escapar de un dolor insoportable. Cada zancada, cada paso hacia la liberación de la opresión que amenaza con asfixiarme.
Al fin llego a casa, y me derrumbo en el oscuro hall de la entrada, apoyando la espalda en la puerta, y me dejo caer, resbalando mi espalda, hasta que me hago un ovillo y hundo la cabeza entre las rodillas. Mis sollozos abogados se transforman en gemidos de agonía, mientras la indignación y la impotencia me queman por dentro.
« ¿Por qué te has ido zorra? ¿Ya se cansó de ti ese MARICÓN? »
«Eres lo peor. Puta y cobarde. Jaja»
«Gracias por irte, haznos un favor y llévate contigo a ese maricón de mierda y no volvais.»
Los mensajes anónimos en mi móvil, no paran de llegar. No sé si estoy asustada, triste o siento rabia. Tengo ganas de desaparecer para siempre, se me agotan las fuerzas para continuar. Apago el dichoso aparato y me tumbo en el sillón.
Suena repetidamente el zumbido del telefonillo. No pienso contestar, no espero a nadie. Siguen insistiendo y empiezo a ponerme aún más nerviosa, se me acelera la respiración, tengo taquicardias, y las manos me tiemblan. Me hago un ovillo, se que nadie puede entrar si no abro, pero aún así, ese zumbido persiste, clavandose como puñaladas en el pecho, que me quitan el aire. Mi peludo amigo, se acerca a sigiloso, ronroneando y se acomoda haciéndose un ovillo entre mis piernas, como si quisiera consolarme, evitando que entre en pánico.
Mi madre llega a la hora de cenar, pero sigo sin apetito. La explico que me tuve que marchar de clase, por que me empezé a encontrar mal, y que me dolía mucho la cabeza, poniendo como escusa la lluvia del día anterior. Tras tomarme la temperatura tomarme una infusión, me meto en la cama,
No quiero contarla nada, ella siempre dice que soy muy exagerada con todo, que no se lidiar con la frustración. Que no puede ser que hasta lo más mínimo me afecte, pero si ella supiera por lo que estoy pasando quizás entendiera por qué estoy así.
Pasó dos días sin salir de la cama, tapándome la cabeza con la manta, convirtiendo ese pequeño espacio, en mi burbuja, aislandome de todo. Deseando morirme. Intentando encontrar la razón por la que todos me odian o me rechazan como una apestada a la que nadie quiere acercarse.
No puedo alargarlo más, no tengo fiebre, no tengo náuseas, ni la garganta irritada. Razón suficiente para que mi madre me obligué a volver a clase o ir al médico.
Muy a mi pesar, debo enfrentarme de nuevo a mis demonios. Al menos es viernes, y la agonía del día pasará en unas horas.
Volver a las clases es como volver a los avernos, rodeada de diablos y almas en pena amenazándome con sus tridentes. Me siento en mi sitio, y las risas, cuchicheos e insultos a mi espalda, son aún peores. «¡Aguanta Auri! Solo son unas horas, después volveré a desaparecer» me repito como un tantra.
La mochila de Noah es arrojada sin piedad sobre mi pupitre y las taquicardias vuelven, aún más fuertes, con un punzante dolor en el pecho que no me deja apenas respirar. No consigo levantar la cabeza e intento mantener la calma mientras él, apoya las palmas de sus manos sobre la madera desgastada del pupitre, como un policía haciendo un interrogatorio.
- ¿Dónde cojones estabas? - Pronuncia en un susurro, pero no por ello, si voz deja de sonar inquieta y amenazante. No le contesto. - he estado llamando mil veces a tu casa.
- ¿Así que eras tu? Supongo que donde yo esté, tampoco es asunto tuyo. ¿No? - mis palabras salen disparadas de mi boca, sin mostrar el más mínimo sentimiento
- ¿Has estado en casa todos estos días? - contesta incrédulo y molesto. - ¡De puta madre! -. Su preocupación se vuelve ira, y dando un golpe en la mesa, toma asiento, ignorándome el resto de la mañana.
La tensión en su mandíbula, se hace demasiado notable, no para dar golpecitos en la mesa con un boli, y es más que obvio, que al profesor ni le oye.
Empiezo a sentirme culpable, quizá de verdad estaba preocupado, o simplemente aguantar el acoso a él solo, ha sido insufrible. Pero el mismo dijo que eso no era asunto mío, así que esto tampoco es asunto suyo, y yo realmente me sentía mal.
- No me encontraba bien, solo eso. Puedes estar tranquilo - Me excuso al pasar a sus espaldas, antes de salir de allí para volver a encerrarme en mi casa.
Los pasillos se llenan de gente, la libertad esta cerca. La necesidad de escapar de nuevo de este encierro, provoca que ignore lo que sucede a mi alrededor, obcecándome en la salida como si fuera a alcanzar las puertas del cielo. Mis pasos son demasiado lentos, para lo rápido que quiero salir, o quizá, es el pasillo el que es demasiado largo.
Por fin alcanzo mi meta y logro respirar. Sintiendo aire puro entrando en mis pulmones. Volver a mi cama es lo único que quiero, volver ha hacerme un ovillo en entre las mantas, y pasar allí el fin de semana.
Me creía libre y a salvo, por unos instantes, hasta que Noah agarra mi brazo y me detiene, parando también mi corazón. Sus ojos muestran ansiedad, nerviosismo. Examina los alrededores, esperando encontrarnos solos para hablar.
- ¡joder Auri! ¡Pensaba que te habia pasado algo o que te habían hecho algo!
Esas palabras hacen corto en mi mente. Y la rabia empieza a crecer desde mi estomago y me quema, haciendo que sea incontrolable.
- ¿Y a ti que coño te importa lo que me pase? ¡No es asunto tuyo! ¿No? - escupo zafándome de su agarre.
-¡Auri joder! - grita, pero eso no va a hacer que me achante.
- ¡Déjalo Noah! ¡Estoy bien! Solo quiero irme a casa asi que ¡déjame en paz!
- Ok. Vete a casa pero ¡escúchame primero!
- ¡No...! ¡No quiero escucharte! ¡Déjalo ya!
- ¡Joder! Pensaba que el enano o la loca te habían hecho algo.
- ¿Hacerme? Nada ¿qué van a hacer? ¿insultarme?¿Acosarme por el móvil? No, ¡que va! si son la mar de simpaticos. Lo que pasa es que no tengo sentido del humor. Así que tranquilo, y difruta de tu fin de semana.
Me doy la vuelta, siguiendo mi camino. Ni siquiera podía decir que estuviera enfadada. Solo tenía el orgullo hecho añicos.
- Te llevo. - dice Noah andando hacia su moto.
- ¡No! no necesito un Uber ni un puto guardaespaldas. ¡Puedo ir solita!
- ¡Pues entonces escúchame de una puta vez! - exige agarrándome de nuevo por el codo.
- ¡Está bien! ¡Pero date prisa! Por qué no quiero ver tu puta cara más de lo necesario.
Parece que esas palabras pillan por sorpresa a Noah, que me suelta de inmediato.
Tengo un nudo en la garganta y me duele. Duele y quema. Ya no puedo aguantar mas las lágrimas. No sé porqué he tenido que decir todo eso, para ya es tarde. Él me observa serio, callado, sin creer lo que sus oídos han escuchado. Y salgo corriendo.
-¡Auri, espera! -pronuncia a mis espaldas, pero no quiero escuchar más, se acabó.
El ensordecedor sonido de su estúpida moto arrancando ruge detrás mio, pero no tengo intención de pararme.
- ¡Auri, por favor! - Ruega desde la moto pero ignoro su petición y tomo un atajo por el parque, por donde no puede seguirme. El motor cada vez se hace más lejano, y la sensación de alivio se asoma tímidamente en mi cerebro. Me paro, recobrando el aliento,rezando por qué haya decidido dejarlo pasar y darse la vuelta.
Solo unos metros me separan del portal. Busco las llaves en la mochila sin parar de andar, sintiendo que hasta que no esté encerrada en casa no estaré a salvó.
Y no lo estoy, ese rugido vuelve a amenazarme y me acecha de nuevo. Las manos me tiemblan y las llaves caen al suelo.
- ¡Auri¡ - me llama bajándose de la moto y poniéndose a mi altura.
Consigo como puedo retener las pocas lágrimas que aún no han salido y me detengo.
- Te he dicho que estoy bien ¿que más quieres?
- Fui yo el que le hizo eso a Lucas. Me pelee con él en la puerta. No quise decírtelo para no involucrarte. Siento haberte hablado de esa manera. Pero no quería que esas hienas te hicieran nada.
Cierro los ojos y trago saliva. Su intención era protegerme, pero sus palabras fueron las que más daño me hicieron.
-¿Y por qué me lo cuentas ahora? No te entiendo. - el agacha la cabeza.- No sé si eres bipolar o solo te ríes de mí.Un día eres un encanto y al segundo siguiente vuelves a comportarte como un gilipollas.
- No me he reído de ti
- Entonces me puedes explicar!¿por qué me haces un retrato y besas, y al minuto siguiente, me tratas como si fuera la culpable de todos tus males y me tratas como una mierda?
El se mantiene callado, como si no supiera que contestar a eso.
- Ok. Acepto tus disculpas. ¡Pero ahora déjame en paz! -Bajo la cabeza, buscando de nuevo las llaves, que parecen huir de mi
- Te bese por qué de verdad me gustas. Es solo que... No te conviene estar conmigo.
Me río ante su ironía.
- Ok. Gracias por la aclaración. Ya puedes irte tranquilo.- Farfullo, sin tener claro si me escucha, no me preocupa. Como no... No soy yo... Eres tu... Si, ya había oído esa excusa.
- Y ¿si fueran ciertos los rumores? ... Que mandé a un chico al hospital y que he estado en un reformatorio. ¿Te has parado a pensarlo? Que no soporte a ese tio no me hace mejor que el.- dice obstaculizándome el paso.
-¡Muy bien! Ya te he escuchado. ¿Puedo irme ya?- intento abrirme paso, no me interesa escuchar más escusas.
Se queda firme, clavando sus ojos en mi, hasta que finalmente se da por vencido y se aparta. Si quería alejarme de el, no entiendo a qué ha venido. Recojo los pequeños pedacitos de mi corazón y los encierro donde nunca nadie pueda volver a encontrarlo.
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