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24

Noah llama a la puerta, golpeando el pesado llamador de cobre contra la gruesa madera. Pasan unos segundos, cuando una señora de avanzada edad y rostro alegre, aparece al otro lado de la puerta y nos invita a entrar. Vestía un delantal blanco, sobre un vestido de un azul oscuro como la noche. Sus ojos de un color gris melancólico, adornado por pequeñas arrugas, le daban un aspecto, cálido reflejando la sabiduría de la vida.

- Buenas noches. Tu debes ser Noah ¿Verdad? -Pronuncia ella con voz suave. Noah hace un gesto de afirmación. - ¿Cuál es tu nombre Cariño? - pregunta amablemente.

- Aurora - respondo tímidamente.

- Yo soy Adelita, cualquier cosa que necesitéis podéis pedirmela. - ofrece la anciana guiándonos hasta una joven de cabellos rojos.

- Laura, cariño, ellos son Noah y Aurora- nos presenta.- Ella os entregará las llaves, y os enseñará la casa. Yo volveré a la cocina. La cena estará lista en menos de una hora. - dice ésta desapareciendo después al atravesar una de las enormes puertas.

- Buenas noches.- saluda la joven, tomando nota de nuestro nombre.

Noah le hace entrega de los documentos requeridos, mientras un hombre, muy amablemente recoge nuestras maletas, llevándolas a nuestra habitación.

Después de rellenar varios papeles, la pelirroja, nos hace seguirla por las diferentes estancias.

- Este era el antiguo hogar de unos condes, que con su deseo de llenarla de niños, construyeron la casa con un monton de habitaciones, y los tuvieron. Doce niños. - comienza a relatar ella, al entrar en una gran biblioteca, llena de mesas de estudio y estanterías repletas de libros antiguos.- Aquí, los estudiantes, se suelen reunir a estudiar, pero antes, solían ser los niños los que pasaban aquí, gran parte del tiempo, estudiando y jugando. Pero desgraciadamente, la gripe española contagió a todos, y uno a uno fueron muriendo. Cuentan, que la madre, la condesa, muerta de dolor y desesperada al verles sufrir y morir de esa manera tan virulenta, se quitó la vida, después de arrebatársela a los dos únicos hijos que seguian vivos. - mis ojos se abren como platos, al escucharla hablar, mientras entramos en un enorme salón, me engancho del brazo de Noah aterrorizada, mientras ella continua hablando. - El conde, al ver a los tres, yacer ensangrentados sobre la cama de matrimonio, se volvío loco y se ahorcó en este mismo salón.- cuenta ella con tono misterioso.-Por las noches, cuando todo está en silencio, aún se escucha a los niños gritando y el llanto lastimero de los condes.

Por inercia miro a Noah, y me agarro más fuertemente de su brazo, asustada. Haciendo que este se queje de dolor. Ella nos mira y se rie.

- Tranquila, solo es una leyenda, sin ningún fundamento. En realidad está casa lleva en nuestra familia desde hace generaciones, más de doscientos años. No se si alguna vez, vivió aquí algún conde, pero te aseguro que nunca se ha escuchado nada raro, por las noches. Pero me gusta contarlo a los estudiantes, es una divertida manera de romper el hielo.

Soltando un suspiro de alivio, sonrío, aunque creo que esta noche no pegaré ojo.

- Calma, que al único que vas a escuchar esta noche va a ser a mi. - susurra a mi oído Noah guiñandome un ojo.

Laura nos sonríe, acompañandonos hasta nuestra habitación, donde nos hace entrega de la llave.

- La cena estará servida en media hora. -anuncia dejándonos solos.

Noah saca la llave de la habitación, introduciéndola en la cerradura de la puerta de castaño macizo, que hace un leve chirrido al abrirse.

El dormitorio no es demasiado grande, lo justo para que entren dos camas individuales, un par de mesillas de noche. Frente a esta, estratégicamente pegada a la puerta que da al balcón para aprovechar la luz natural, el escritorio y una pequeña estantería. En la otra pared, un armario ropero, junto a este la puerta de acceso al baño.

Las paredes de un blanco impoluto, hacen un precioso contraste, con el estilo rústico-moderno que dan los muebles, las vigas y las contraventanas de madera clara.

Miro a mi alrededor, como si estuviera flotando, es una habitación muy sencilla, sin embargo parece todo decorado al milímetro. La colcha, de lino crudo, tiene un delicado dibujo gris, perfectamente combinado, con los cojines y las cortinas.

Noah, prueba las camas, y se tumba en una, planeando juntarlas. Entretanto, yo me dirijo a la puerta del balcón, la abro y las vistas a la universidad con siglos de historia, me terminan de cautivar por completo.

Me mira esperando alguna reacción por mi parte. Yo solo puedo sonreír, es como un sueño, del que no voy a querer despertar.

- ¡Esto es precioso!- esclamo emocionada.

Bajamos al enorme comedor lleno de mesas, en su mayoría juntas, formando una mesa enorme en el centro, donde varios estudiantes aguardan para cenar.

Nos quedamos parados, sin saber dónde colocarnos, hasta que Adelita, nos anima a hacerlo con el resto.

-¿Os ha contado ya mi nieta la historia de los fantasmas? - pregunta con una leve sonrisa. Yo afirmó, sintiendome ridícula por haber entrado en pánico.

- ¡Venga! Sentaros con el resto. - anima. - está pensión es como una gran familia. Aunque si preferís un poco de intimidad...

- No, no. Será genial cenar todos juntos. - contesta Noah separando una de las sillas, situada en la gran mesa y yo me siento a su lado.

La mesa termina de llenarse en cuestión de minutos, sumando a esta, otro par de mesas.

- Adivino a que venís a visitar la universidad, ¿estudiareis aquí el año que viene? - dice una chica de pelo rosa, mirando más a Noah que a mí.

- No exactamente. - responde él. - Tengo mañana una cita en la universidad, por una exposición de arte que están montando.

- ¿En serio? ¿¡Estudias bellas artes!? Yo también. Estamos todos entusiasmados con la exposición. !No sabía que fuera a participar también gente de fuera de la uni! - Parlotea ella, ignorando completamente mi presencia.

- Bueno, eh... No sé aún si participaré o no. No soy estudiante, de bellas artes. Así que... Mañana me dirán de que va la vaina.

La chica le mira atontada sin poderse creer demasiado su historia. - ¿No estudias bellas artes? Entonces, ¿como conseguiste que vieran tu trabajo? Eso es... Practicante imposible. - dice ella casi molesta pero comiéndoselo con la mirada.

- Bueno, es...es una larga historia. Digamos que conozco a alguien. - dice obviando que a ese "alguien" lo conoció en el reformatorio.

- ¡Chico con suerte entonces! Bueno, espero que te lo pienses entonces y estudies aqui. Lo pasaríamos genial.- dice insinuándose. Noah sonríe, mientras que yo siento que los celos me queman por dentro.

Bajo la mirada al plato, y pincho un trozo de carne y lo llevo a mi boca. Noah, consciente de mi molestia, besa mi mejilla, y se centra en mi, haciéndome sentir, como una niña con rabieta.

Más tarde, cuando la cena se termina, algunos se dirigen al salón a ver la tele y nosotros, subimos a la habitación.

Traspaso la puerta detrás de Noah. No sé por qué estoy tan nerviosa. Aún no he perdido la virginidad y él tampoco me ha metido prisa para ello, aunque siempre está preparado por si acaso y creo que yo también lo estoy ya.

Entra en el baño, y abre el grifo de la ducha, esperando que el agua se caliente.

-¿Quieres ducharte tu primero? - Sospecho que su idea era ducharnos juntos, pero viéndome temblorosa, prefiere guardarse esa carta para otro momento.

Entro en el baño, dejándome preparada sobre la cama, la ropa interior y el pijama, como hago en casa, aunque al entrar en la ducha, me arrepiento de no haberlo cogido para cambiarme allí. Hago espuma con el gel de baño, frotando con esta mi cuerpo, aspirando el agradable aroma a flores frescas. Disfruto de mi relajante ducha, cuando oigo hablar a Noah.

- ¡WoW! ¿Donde tenías guardadas estas braguitas tan sexis? Uff estoy deseando que ver cómo te quedan para quitártelas.

Me quedo petrificada, roja de la vergüenza bajo el agua de la ducha, sin saber que contestarle. Puedo imaginarlo, riéndose al otro lado de la puerta, jugando con mi lencería en la mano.

Salgo de la ducha, escondiendo mi cuerpo desnudo tras una toalla, y entro en la habitación, donde veo a Noah apretando los labios para que no se le escape la risa. Extiende el brazo alcanzandome el tanga de encaje rojo, y mis mejillas se ponen a juego con él. Después se levanta, me da un corto beso en los labios, y se adentra en el baño, llevándose con el, la ropa.

Me quedo sola en la habitación, escuchando caer el agua de la ducha. aprovecho para extenderme rápidamente el bodymilk, ponerme ese tanga y un pijama camisero en gris marengo con estrellitas, que dudo que le parezca sexi. Ya sin prisa, seco y cepillo mi pelo a la espera de que salga del baño.

Noah no tiene tanto cuidado con su cabello, que al salir del baño, lo revuelve con los dedos sacudiendo las gotas, que salen de él, dispersadas en todas direcciones.

Con los pies descalzos y con solo un pantalón de cuadros azules se acerca a mi. Su torso desnudo, aún tiene la marca de su última pelea. Sabiendo como me afecta, me obliga a desviar la mirada. Coge mi mano y obligándome a dar una vuelta sobre mis pies, para observar el atuendo sobre mi cuerpo.

- Bonito pijama - señala sujetandome la cara entre sus manos y acercando su boca a la mía. Separa su boca unos instantes, y nuestras miradas se encuentran llenas de deseó.

Suavemente, roza sus labios contra los míos, y me besa con una mezcla de dulzura y deseo. Haciendo que olvide por completo de los nervios, y me deje llevar por esa sensación.

Su lento beso me permite saborear el frescor de su aliento y su aroma. Una mezcla de menta, y desodorante invade mis fosas nasales, haciendome adicta a él.

Sin separar mi cuerpo del suyo da pasos lentos hacia atrás, sentándose sobre la cama, incitándome a sentarme sobre él.

Sus grandes manos se cuelan entre la suave tela de mi camiseta, acariciando mi espalda, quizá buscando el broche del sujetador inexistente. Sentada sobre el, me siento dueña de su cuerpo, poseedora de la llave que puede hacer estremecerle. Acaricia mi abdomen hasta aprisionar unos de mis pechos con su mano.

Muerde con suavidad mi labio, despojandome de la parte superior del pijama, quedando nuestros pechos desnudos, piel contra piel.

Sus labios, resbalan por mi clavícula, apoderándose de mis pezones, que se ponen duros en su boca. Su mano sobre mi cadera, juega con el cordón del pantalón, hasta que consigue abrirse camino, introduciendo los dedos, que inquietos se entretienen con el elástico de mi ropa interior. Arqueo mi espalda, dejándome dominar por mi instinto más primitivo, provocando que mi cuerpo arda.

Con un rápido movimiento se coloca sobre mi, arrebatándome el pantalón, dejándome solo con el encaje rojo, que momentos antes sujetaba con una de sus manos.

- Queda mucho mejor de lo que había imaginado nunca. - dice relamiéndose, provocando aun más el rubor de mis mejillas.

Escondo mi cara con las manos, muriéndome de la vergüenza. Su lengua, cansada de jugar con mis pechos, baja más allá de mi ombligo, hasta la cinturilla roja, que baja lentamente con ambas manos. Separa mis piernas, abriéndose camino a su boca. Mi corazón empieza a latir con tanta fuerza, que tengo miedo que rompa mi pecho y se escape.

La tibia lengua, saborea mi humedad, penetrando posteriormente en mi, lamiendo cada rincón de mi feminidad, rindiendome por completo. Mi respiración se acelera cada vez más haciendo imposible que la controle, los espasmos se apoderan de todo mi ser, hasta que repentinamente una ola de placer invade mi cuerpo, que estalla en mil pedazos.

Poco a poco vuelvo a controlar mi respiración, tomando el control de mi cuerpo, abro despacio mis pesados ojos, buscando su mirada, sus ojos se han oscurecido, me sonríe orgulloso por el trofeo conseguido, pero su cuerpo quiere más, quiere sentir la misma liberación que he sentido yo.

Sube su cuerpo hasta ponerse a mi altura y besa mi cuello. Enreda entre sus dedos, un mechón mi cabello, aún permanecen húmedo tras la ducha. Durante unos eternos segundos nos miramos a los ojos, sin decir palabra y vuelve a besarme después. Me siento vulnerable, a su lado, deseando que me posea por completo.

A mi alrededor todo vuelve a desaparecer. Se cuela entre mis piernas, apretando contra mi, su duro miembro, aún cubierto por el pantalón. Mis manos nerviosas, acarician deseosas su espalda, bajando hasta su trasero, apretándolo contra mi, haciéndole participe de mi deseo. Deseo deshacerme de toda esa tela que se interpone entre nosotros, deseo sentir la fricción de su caliente carne sobre mi. Se deshace del pantalón y los boxes, como leyendo mi mente, dejándolos tirados por algún rincón del suelo, quedándonos ambos desnudos.

Los besos y las caricias conquistan cada milímetro de piel. Ardiendo en deseos de poseernos por completo. Frota su duro sexo sobre mi mojada vagina que grita, por qué entre. Pero el parece gozar viéndome sufrir de esa manera. Agarra su miembro con la mano, colocándole entre mi hendidura, me abro más aún, haciéndole entender que tiene total libertad. Noah separa su boca de la mía por unos instantes, preguntando con la mirada si estoy segura. Abre el cajón de la mesilla, del que saca un condón, asegurándose de nuevo, de no hay dudas. Rasga el envoltorio con los dientes, sustrayendo látex que se coloca con cuidado.

Me besa de nuevo, un beso corto, pero intenso, mirándome después fijamente a los ojos, mientras penetra en mi con suavidad. No aparta la mirada de mi ni por un momento, mientras penetra en mi interior una y otra vez. Reconozco que duele, duele demasiado, pero ese dolor me da un inmenso placer. Muerde su labio con rudeza, mientras enviste contra mi, cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Duele, escuece, pero quiero que duela, quiero que siga y lo hace, y golpe cierra los ojos y suelta un quejido al llegar al clímax, apretando aún más duro contra mi. Mi estómago se contrae segundos después, aprieto mi pelvis y estallo de nuevo.

Su cuerpo se derrumba a mi lado, besa mi hombro, y se deshace del condón.

Apenas puedo mover mis piernas, el parece darse cuenta de ello, y tras limpiarse, me limpia a mi, con tanta dulzura que vuelve a despertar en mi las ganas.

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