Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

21


Nico lanza la idea al aire justo cuando estamos bajando la adrenalina del partido. — Mañana podríamos quedar para celebrar que les hemos dado una buena. — dice, secándose el sudor de la frente.

Noah me mira, esperando que yo decida. Y es que, aunque en el campo me siento como un pato en un garaje, fuera de él, estoy empezando a sentirme parte de la pandilla. Quedar con ellos suena genial, y creo que a Noah también le viene bien. Se está soltando más, conectando con los chicos. A veces, incluso se escapa con ellos y me deja a solas con Dina para hacer trabajos. Pero hoy, quiero que Dina también se apunte a la celebración.

—¿Os importa si invito a Dina?— pregunto, cruzando los dedos para que digan que sí.

—¡Claro! Pero que no venga con Lucas.— bromea Abraham. —¡Cuantas más, mejor!— sonrío contenta, al ver la aceptación de la mayoría del grupo.

Con la excusa de la salida, decidimos darle un repaso al armario de Dina y nos vamos el viernes por la tarde al centro comercial. Las tiendas están a tope y la ropa parece llamarnos a gritos, como prisioneros buscando un dueño.

—Oye, mira esta blusa. Es preciosa. —le digo a Dina, sacando una blusa negra con trasparencias.

Ella arquea una ceja, —¿No es mucho para mí?

—Nada de mucho. Es perfecta.— respondo con una sonrisa tranquilizadora. —Con esto, te aseguro que más de uno se volverá para mirarte.

Ella suelta una risita, como si la idea le hiciera gracia pero no la convenciera del todo. —Eso es justo lo que no quiero— dice, y se va directo a otra percha, sacando un top ceñido con un escote que juega al escondite. —¿Y este?

—Te van a mirar igual,— le digo, y mi sonrisa se hace más amplia, aunque por dentro, una sombra de preocupación empieza a crecer.

Nos armamos con un arsenal de vaqueros y tops y nos dirigimos a los probadores. Dina se quita el jersey con una timidez que no le conocía, como si intentara esconderse de su propia piel. Baja la cabeza, y por un momento, parece que si no me mira, yo tampoco podré verla.

Pero la veo. Y lo que veo me deja helada. Está mucho más delgada de lo que recordaba, como si alguien hubiera borrado partes de ella con un goma de borrar demasiado entusiasta.

—Dina,—empiezo, y mi voz suena más seria de lo que pretendía, —sé que soy un disco rayado con esto, pero estás demasiado delgada para llevar solo un mes a dieta. ¿Qué estás haciendo?

Ella se pone a la defensiva en un segundo, —¡Estoy bien! Su voz es un latigazo. —Siempre he sido 'la gorda', y ahora que empiezo a sentirme bien, ¿Os preocupáis todos?"

Su tono me hiere, pero más me duele verla así. —Claro que me preocupo, somos amigas, ¿no? No quiero que te pase nada malo.

Ella resopla, como si mis palabras fueran moscas que quiere espantar, y se pone uno de los tops. Se estudia en el espejo, girando y buscando esos michelines que se han esfumado.

—Te queda genial, de verdad,—le digo, aunque por dentro, un mar de dudas me está ahogando.

Caminamos hacia mi casa envueltos en un silencio espeso, el aire cargado con los pensamientos no dichos de Dina. Puedo sentir la tormenta de dudas girando en su mente, hasta que, como si rompiera una barrera invisible, sus ojos se aclaran y vuelve al presente, donde la espera una amiga paciente. La tarde se desliza entre brochas y sombras de ojos, con la expectativa de la noche colgando sobre nosotras. Dina, inexperta en los rituales de belleza, me deja guiar sus párpados hacia la transformación.

«¿Cuánto os queda? Ya estamos todos aquí. Solo faltáis vosotras», escribe Noah, su impaciencia palpable incluso a través de la pantalla.

«Ya casi estamos, ¿acaso llegas tan puntual a clase?» replico, acelerando el paso, mientras una sombra de irritación cruza mi rostro.

Ignoro a dónde nos dirigimos; solo ruego no toparme con Lucas o Elías en las estrechas calles de nuestro pequeño pueblo.

Finalmente, llegamos al punto de encuentro, y aunque Noah no dice nada, su mirada lo dice todo. Hay un destello de irritación en sus ojos, una sombra de disgusto que no puede ocultar. A pesar de que su boca se curva en un saludo, sus ojos no disimulan la molestia de haber tenido que esperar. Dina se encoge ligeramente bajo su mirada, consciente de la tensión que Noah no se molesta en disimular, hasta que el autobús llega y l abordamos apropiándonos de la parte trasera como si fuera nuestro pequeño reino.

Abraham, con su coqueteo descarado, se sienta junto a Dina, quien, claramente incómoda, intenta esquivar sus bromas. Suspira aliviada cuando finalmente llegamos a la zona de bares.

La luna parece esconderse, tras las blancas nubes, como las viejas del pueblo, escondiéndose tras los visillos, observando todo lo que pasa alrededor. Mientras las luces de neón pintan colores vibrantes en la noche y la música, se cuela en el aire, contagiando de ritmo cada rincón. Risas y melodías se escapan de los labios de jóvenes que deambulan de bar en bar, sus pasos ligeros y sus almas poseídas, ansiosas por la aventura nocturna.

El pub emerge ante nosotros como un faro de euforia en la noche. Al cruzar la entrada, el cambio de ambiente es palpable: el aire vibra con la energía de la música que palpita desde el interior, una mezcla seductora de ritmos que invita a dejarse llevar. Las luces juegan a iluminar rostros y figuras, creando un espectáculo visual que acompaña la sinfonía de sonidos.

Noah, cuyo enfado parece haberse disipado con la promesa de la noche, se mueve hacia uno de los sillones, como si fuera un trono improvisado en el bar, con una bebida en mano. Se reclina en su asiento con su postura relajada pero su mirada intensa. No necesita bailar para expresar su presencia; su aura lo hace por él. Y siento como nos envuelve con su ritmo frenético, un latido que resuena en las paredes. Las luces se despliegan como estrellas fugaces, iluminando el camino hacia la pista de baile.


La música me envuelve, cada nota es un susurro que invita a mi cuerpo a responder con una danza fluida y segura. A mi lado, Dina se une al baile, su risa es un canto a la noche, un himno a la espontaneidad. Noah me observa desde la distancia, un brillo de orgullo en sus ojos que me envuelve, una intensidad que roza lo posesivo. No necesita palabras; su mirada me sigue con cada movimiento, cada paso que doy, cada giro que ejecuto, como si proclamara al mundo que soy suya. Pero su expresión cambia cuando un grupo de chicos nos observa. Aunque estoy segura de que no es por mí.

—Dina, ¿no es ese el rubio del skate? —pregunto, inclinándome hacia su oído para hacerme oír entre la música.

Ella lanza una mirada descarada. —¡Tierra trágame! —exclama, escondiéndose detrás de mí de manera exagerada al darse cuenta de que la ha pillado mirando.

—No te escondas, es absurdo. Ya te ha visto.

—Es que podrías haberme avisado.

—¡Pero si lo he hecho! Creo que ese chico te tiene loca. —añado, alejándome un poco de ella.

Dina intenta ocultar su sonrisa tonta, sin éxito. Es evidente que se muere de ganas de conocerlo.

Ella me sigue, indecisa entre seguir bailando o no, dándole la espalda a su vergüenza. Sin embargo, él la mira de arriba abajo sin disimulo. Yo, como mera espectadora, me hago a un lado, dándole la mejor vista.

Él no lo piensa dos veces y se dirige directamente hacia nosotras. Al llegar a su altura, finge distracción y se choca contra ella.

—¡Parece que volvemos a chocarnos! —dice él, rompiendo el hielo. Ella se gira, y con los ojos como platos, me mira pidiendo auxilio.

—¡Voy a ver qué hace Noah! —la aviso, dejándolos a solas, ignorando su súplica silenciosa.

Voy hacia al moreno que me tiene cautivada, que continúa en el sillon de terciopelo rojo, bebiendo y charlando con los demás.


Sobre la mesita, reposa una botella de vodka, otra de whisky y varios refrescos y vasos, algunos a medio usar, otros aún intactos.

—Te cogí limón, pero si prefieres cola, solo le di un trago.—Dice Noah, ofreciéndome su vaso y haciéndome hueco a su lado.

—No, limón está perfecto.—Contesto, sirviéndome una copa y observando a Dina desde la distancia.

Noah toma mi mano y me anima a sentarme en sus rodillas, mordiéndose el labio mientras mira mi boca. Me agarra de la cintura y deposita un beso en mis labios. Cuando me aparto ligeramente, me doy cuenta de que nos han dejado solos.

—No deberías bailar así —comenta Noah con una sonrisa.— No tengo ganas de tener problemas en la discoteca.

—No creo que tengas que preocuparte por eso. Nadie me mira.

—Ni se les ocurra.—gruñe él, con un tono juguetón.

Noah busca de nuevo mis labios, interrumpiendo la conversación y por un momento, el resto del mundo parece congelarse y desaparecer. El ambiente, la música y la cercanía hacen que la temperatura parezca elevarse.

Acaricia mis muslos, cubiertos por unos vaqueros elásticos, llenos de rajas. Jugueteando con cada milímetro de piel que queda al descubierto entre los cortes deshilachados.

- ¿Cuando te pondrás falda? -pregunta, insinuando lo mucho que le facilitaría, el trabajo.

- ¿y que harías si la llevara ahora?- pregunto provocándole.

- Hum... ¿De verdad quieres saberlo? - pregunta con voz ronca, colando su mano entre mis muslos, volviendo a besarme. Acariciando mi muslo hasta mi parte más íntima, haciéndome gemir.

Una tos exagerada nos devuelve bruscamente a la realidad, cortando el hilo de nuestra intimidad. Estamos demasiado expuestos, y Noah, con una calma fingida, retira su mano y toma un sorbo casual de su bebida. La multitud vuelve a sus asientos, y nos encontramos rodeados de nuevo.

**—Tendremos que continuar esto más tarde.** —susurra Noah en mi oído, provocando una sonrisa cómplice en mis labios mientras tomo un trago refrescante.

Poco después, Dina se acerca con una sonrisa radiante.

**—¡Cuéntame! ¿Qué ha pasado?** —pregunto, apartándonos para que pueda compartir los detalles sin prisa.

Ella se muerde el labio, una clara señal de nerviosismo.

**—Se llama Aarón, y estudia en el instituto del centro, el que está junto al polideportivo.**

Asiento, reconociendo el lugar. Es el mismo instituto al que va Dani. Tal vez lo conozcan, pero prefiero no indagar ahora.

**—¿Y? Necesito más detalles.** —insisto, contagiada por su emoción.

**—Bueno, estuvimos charlando un rato, pero luego sus amigos se acercaron y se pusieron un poco intensos, así que le dije que nos veríamos después. Me pidió mi número y... me alejé.**

**—¡Vaya! Te dije que ese top atraería muchas miradas. ¿Ves? No me equivoqué.**

**—¡Vamos a bailar! ¡No seáis aburridos!** —exclama Abraham, interrumpiendo nuestra charla y llevando a Lara y Belinda hacia la pista.

Dina se levanta y yo hago un puchero a Noah, quien parece preferir quedarse sentado, disfrutando de otra copa con los chicos. Me anima a ir con un gesto, asegurándome con sus dedos que me estará observando. Así que decido dejarlos atrás y me dirijo de nuevo a la pista, bebida en mano, lista para sumergirme de nuevo en la música.

La danza hipnótica de Belinda captura la atención de Abraham, y como dos imanes, se atraen y desaparecen en la multitud, dejando un rastro de susurros y miradas curiosas.

El resto de nosotros seguimos bailando, perdiendo la noción del tiempo, hasta que el dolor punzante en los pies nos recuerda nuestra humanidad. Al buscar a Noah, encuentro su ausencia como un vacío en la mesa que antes compartíamos.

**—Voy a sentarme** —anuncio a Dina, que asiente y me sigue.

Cada paso hacia la mesa es un eco de mi cansancio. Me siento, anhelando liberar mis pies de las botas que ahora parecen prisiones. Miro alrededor, pero de Noah, ni rastro.

**—¿Sabes dónde está Noah?** —pregunto a Nico, después de un interminable silencio.

**—Ni idea, hace un rato dijo que iba al baño. Pensé que estaba contigo, pero parece que ha encontrado mejor compañía.**

Su broma me arranca una mueca, y tomo otro trago, intentando ahogar la inquietud que crece dentro de mí.

Dina habla, su voz luchando contra la música, pero mis pensamientos están en otra parte, perdidos en la incertidumbre.

**—¡Auri!** —Lara se acerca con urgencia.— **Noah está fuera. ¡Le han echado!**

**—¿Qué? ¿Qué ha pasado?** —La ansiedad tiñe mi voz.

**—No lo sé** —Lara se encoge de hombros.— **Escuché rumores de una pelea en el baño de chicos. Noah fue mencionado.**

Me levanto de un salto, la preocupación eclipsando cualquier otro sentimiento. Me dirijo a la puerta, el frío de la noche me espera.

El guardia de seguridad me da permiso para salir, aunque sin explicaciones. Salgo precipitadamente, con solo mi móvil en mano.

La noche me envuelve con su frío abrazo. Busco a Noah, pero solo veo sombras y figuras borrosas. La incertidumbre me asfixia, y el frío hiela mis huesos. Me abrazo, tratando de encontrar el alivio que solo puedo hayaren él.

Con dedos temblorosos, marco su número, sin dejar de escanear la calle con la mirada, esperando y temiendo lo que pueda encontrar.

Con el corazón latiendo con fuerza, salgo a la fría noche, mi aliento formando nubes en el aire. Mis ojos buscan frenéticamente entre la multitud dispersa, hasta que una figura solitaria llama mi atención. Allí está Noah, apoyado contra la pared de ladrillo, su silueta recortada por la luz tenue de la farola.

Me acerco, notando cómo la preocupación se transforma en alivio y luego en un nuevo temor al ver sus manos. Los nudillos de Noah están ensangrentados, su piel rota es testimonio mudo de la pelea. Levanta la mirada hacia mí, sus ojos reflejan un torbellino de emociones que no puede verbalizar.

Me acerco a Noah, y la preocupación que me oprime el pecho se alivia al verlo, solo para ser reemplazada por un nuevo temor al notar su pómulo rasgado y sus manos, donde la sangre se mezcla con el metal frío de sus anillos. Los nudillos de Noah están ensangrentados, su piel rota es un testimonio silencioso de la contienda que acaba de librar. Levanta la mirada hacia mí, y sus ojos son un mar en tormenta, reflejando emociones que las palabras no pueden capturar.

—¿Qué coño ha pasado?—mi voz es apenas un susurro en la quietud de la noche, pero cada palabra parece resonar con el peso de la situación.

Noah intenta formar una sonrisa tranquilizadora, pero sus ojos la contradicen. Enciende un cigarro de hierva y se toma un momento antes de responder, como si midiera sus palabras.

—Nada que no pueda manejar.—Su tono intenta ser ligero, pero la tensión en su voz es inconfundible.

Me acerco más, tomando sus manos con cuidado, examinando los daños. La ira y la preocupación se entrelazan en mi pecho, formando un nudo apretado.

—Hay que limpiar eso. —digo con firmeza, ignorando el olor de la mariguana, que inunda mis fosas nasales.

Noah niega con la cabeza y aparta la mirada, retirando su mano de la mía con un gesto de desdén volviendo a dar otra calada.

—Estoy bien. Solo son rasguños.

Pero insisto, necesito entender.

— ¿Por qué te has peleado?—pregunto de nuevo, observando cómo su pómulo derecho,  comienza a hincharse.

Respira hondo, sopesando si merece la pena darme alguna explicación. —Entré al baño y... bueno, soy experto en pillar a la gente hablando a mis espaldas.

—¿Hablando?—mi confusión es evidente.

—Sí, hablando. Unos chicos de mi antiguo instituto... uno de ellos piensa que soy un cabrón con suerte, demasiada suerte. Y que mi novia...—Noah se detiene, hinchando las aletas de sus fosas nasales al respirar.

Me quedo sin palabras, la culpa se enreda en mi garganta. ¿Es esto consecuencia de mis acciones?

—Noah... yo...

— ¡Lo siento! — pronuncia subiendo el tono. — ¿qué querías que hiciera? ¿Me quedo de brazos cruzados y les doy las gracias?

—Quizás... ¿ignorarlos?—sugiero, aunque sé que probablemente no dijo nada antes de actuar.

Él frunce el ceño, y sé que no me equivoco. Aunque en su lugar, yo también sentiría el impulso de defenderme.

—No tienes razón para ponerte celoso. —añado, intentando aliviar la tensión.

Noah me mira, sus ojos somnolientos pero con una chispa de algo más, y sonríe con una certeza que no necesita palabras.

—Sí, sí la tengo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro