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TERCERA PARTE: CONFRONTACIÓN II

Fue difícil salir hasta llegar a una de las habitaciones, donde estarían a salvo. Afuera se escuchaban varios disparos y gritos. Son embargo, la voz de Gumilia detuvo sus pensamientos y lo obligó a voltear.

-¿Y ella? -preguntó.

Ayn no respondió, solo dejó a Riliane recostada en la cama. Después, el muchacho se sentó al lado de la joven dormida, recibiendo miradas extrañas por parte de Matsumoto.

-¿Quién es ella, Ayn? -preguntó Gumilia nuevamente, un poco más alterada.

-Necesito que te la lleves -murmuró Ayn-. Ya no la puedo seguir involucrando en esto. Se me salió de las manos.

Gumilia ya no cuestionó a Ayn. Nunca haría que hablara, porque era un hombre terco.

-¿Está sedada?

-Sí. Solo llévala de regreso a Lucifenia, a la posada de Scarlet.

-Oye, Ayn, tranquilo, ¿sí? Piensa con la cabeza fría, estamos en medio de una operación, no puedo irme. Estoy a cargo de mi escuadrón.

Ayn respiró profundamente. Matsumoto tenía razón, no podía simplemente obligarla a marcharse. Sin ella, no podría, indiscutiblemente, detener a la organización que se encontraba operando aquí. Tenía qué encontrar una manera de no arriesgar a Riliane por el momento.

Pobre Riliane, pensó Ayn. Su error fue pensar que ella estaría a salvo a pesar de todo. Ahora se maldecía por no haber previsto hasta el más mínimo detalle de lo que había sucedido. De solo pensar en lo que ese tipo le habría hecho si no hubiera llegado a tiempo, le daba rabia.

-Está bien, está bien -dijo Ayn, sacudiendo la cabeza.

-¿Ayn? ¿Qué pasó?

Gumilia y Ayn voltearon. Vieron que Riliane se había levantado, se estaba frotando los ojos con las manos, mientras bostezaba.

-¿Qué pasó? ¿Y Rogzé? -preguntó, mirando a los dos chicos-. ¿Quién es usted? -. Riliane miró a Gumilia con interés.

-No pasó nada, tranquila -dijo Ayn, sin mirarla a los ojos-. Ella es mi compañera.

-Me llamo Gumilia Matsumoto, es un gusto -dijo la oficial, extendiendo la mano ante la rubia.

-Yo soy Rin... Digo, Riliane.

Gumilia abrió los ojos con sorpresa, para después mirar a Ayn confundida.

-¿Riliane? ¿No es la chica que-

-Hablaremos después -la interrumpió Ayn-. Por ahora, lleva a Riliane a un lugar seguro, yo estaré aquí, los encubiertos no tardarán en llegar.

-Oye, ¿de qué hablas? -preguntó Riliane-. ¿No sé suponía que iba a ayudarte a inmovilizar a ese patán? ¿Dónde está? -. Al ver la mirada algo triste de Ayn, Riliane se quedó mucho más confundida de lo que ya estaba. No podía recordar nada luego de haber estado en la mesa, hablando con Rogzé-. ¿Por qué me miras así?

-Gumilia... ¿Puedes dejarnos solos un momento? -dijo Ayn.

-Yo estaré vigilando que todo salga bien.... Solo no te tardes, esto es importante.

Matsumoto salió de la habitación dejando solos a los dos chicos.

-Yo ya tuve suficiente -habló Ayn, en cuánto Gumilia se marchó-. No te puedo seguro exponiendo así. Sé que necesitas una explicación, pero por tu bienestar es mejor que no lo sepas.

Riliane miró al suelo. Luego, se dio cuenta de que su vestido estaba mal amarrado y uno de sus botones se había desprendido.

-Él me hizo esto, ¿verdad?

La expresión confundida de Riliane se transformó rápidamente a una de pánico y asco. Sus lágrimas estaban a punto de salir.

-¡No! Yo llegué a tiempo. No te hizo nada, estás bien -exclamó Ayn. Luego colocó sus manos en los hombros de la chica.

Riliane se sintió asqueada. Ese hombre la tocó, y al parecer logro desprenderle al menos la parte de arriba de su vestido. Solo recordó que le dolió mucho la cabeza y que Rogzé estaba manoseando su pierna.

"De seguro me arrastró a una habitación", pensó la chica. Su vestido no necesitaba llevarlo con sujetador, por lo que ese tipo, muy probablemente, había tocado sus pechos. Ella negó con la cabeza. Lo mejor era pretender que nada había pasado. Debía de agradecer que no recordaba nada de eso, y era mejor idea dejarlo así.

— Tienes que regresar a tu casa. Ya no puedo seguir con esto. Te puse en peligro, y esto ya fue la gota que rebasó el vaso.

-Pero Ayn, yo estoy bien, tú lo dijiste -dijo ella.

-Nada de lo que digas ahora me hará cambiar de opinión. Nunca debí de aceptar llevarte conmigo. No, más bien, nuca debí de haberte dirigido la palabra. Todo esto es mi culpa.

-Pero Ayn, yo-

-Soy un policía, yo soy quien se arriesga, no los civiles como tú. ¿Qué habría sucedido si no llegaba a tiempo? Jamás podría perdonarme.

Riliane se quedó callada. Ayn tenía razón, y no valía la pena seguir insistiendo. Durante todo el viaje, solo había estado frustrando los planes de Ayn. Se había puesto en peligro en más de una vez, y no tenía ni siquiera la capacidad de defenderse.

Era un tonta. Nunca debió haberle dicho nada a Ayn. Nunca debió de ir a Lucifenia, nunca debió de haber dejado a su abuela. Había sido demasiado idiota al abandonar a su ser más preciado. Una a una, sus lágrimas fueron cayendo. Ella miró a Ayn, quien tenía los ojos clavados en preocupación.

Su abuelita, su ser más preciado. La única que había estado siempre con ella. La que la cuidaba y le cantaba canciones de pequeña y le leía libros a la hora de dormir. La que estuvo ahí para apoyarla cuando decidió mudarse. La que le dio la razón cuando rechazó a Rogzé.

Recordó como le prometió a su abuelo, antes de que este muriera, que lo que más anhelaba era que ella siguiera al lado de su abuela. Porque su abuelo sabía lo egoístas que eran todos sus familiares, y dejarían sola a su amada.  Lamentablemente, la que había fallado era Riliane. No quiso pensarlo, pero el hecho de imaginarse que su abuela había muerto le destrozaba el corazón.

Los brazos de Ayn al rededor de sus hombros la hicieron reaccionar. Las lágrimas de Riliane seguían cayendo. Solo podía recargarse en el pecho del muchacho.

—Todo está bien, Riliane —dijo, acariciando su cabello.

—Gracias, Ayn. Te lo agradezco de verdad, todo este tiempo solo te estuve estorbando. Espero que logres tú misión y captures a todas esas ratas. Gracias por haberme salvado de ese animal.

Se separaron del abrazo lentamente, hasta que quedaron mirándose

—Habría sido encantador —dijo Riliane— que nos hubiéramos conocido en otras circunstancias.

Él sonrió, esta vez de manera genuina. Había un ligero sonrojo en sus mejillas.

—Si algún día vuelves a Lucifenia, búscame en la posada de Scarlet. Siempre estoy ahí.

Riliane asintió, con las mejillas igual de rojas y miró a su alrededor.

—¿Es seguro que salga del hotel ahora?

—Entre más rápido, mejor — . Ayn abrió la puerta de la habitación—. No hay gente ahora, Gumilia te escoltará hasta la salida trasera. Habrán varios refuerzos. Diles que vas de parte de Ayn y alguno de ellos tendrá que llevarte hasta Rolled sí o sí.

—Claro —dijo Riliane—. Prometo visitarte algún día, detective Ayn—. Ella sonrió—. Continúa esforzándote como lo has hecho hasta ahora, estoy segura de que lograrás que este mundo sea un mejor lugar.

—Gracias, princesa Riliane.

Después, los dos salieron, afuera estaba Gumilia. Ayn le explicó lo que debían hacer, y después Matsumoto corrió al lado de Riliane rumbo a la salida trasera.

—Hablaré con alguno para que te lleve de regreso a tu posada.

—Te lo agradezco.

Caminaron un rato más por los pasillos.

—¿Tu eres la novia de Ayn? —preguntó la rubia sin rodeos.

—Lo fue, pero eso ya es pasado—mencionó la peliverde—. Siempre ha sido terco y arrogante, pero es una maravillosa persona, y de seguro ya te has dado cuenta de eso.

—Sí —admití, bajando las escaleras.

La oficial Matsumoto suspiró con una sonrisa.

—Él fue el único hombre al que amé —confesó—. Me alegra saber que por fin ha encontrado a alguien a quien amar.

Riliane se quedó confundida ante lo dicho por Gumilia, pero en vista de que ya estaban abajo no quiso preguntar nada. Afuera, tal y como lo había predicho Ayn, habían varios oficiales de policía y agentes, por lo que alguno de ellos podría llevarla hasta Rolled.

—Voy a hablar con alguno de ellos, espérame un minuto.

Nunca había visto tantos oficiales juntos después del desfile en honor a las víctimas de la caza verde, que se realiza a año con año.

Matsumoto estaba hablando con uno de los tantos policías, y los demás estaban hablando. Riliane estaba a punto de caminar hacia ellos, hasta que alguien la agarró con fuerza de la cintura, tapando su boca con la mano para que los gritos de Riliane no pudieran oírse.

Riliane comenzó a patalear y a tratar de gritar, pero no podía. Ejercían mucho peso sobre ella, lo cual la lastimaba y la hacia entrar más en pánico. Sintió como era arrastrada por los pasillos, hasta llegar a un ascensor.

Su captor presionó el botón hasta el último piso, y el pánico corrió mucho más rápido en las venas de Riliane.

Cuando llegaron, hasta el último piso, un gran penthouse se abrió ante sus ojos. Había una gran y espaciosa sala, atrás un gran comedor y varios sirvientes.

—¿Y el jefe? Le traje a la chica que quería —escuché hablar a mi captor. No le había visto el rostro, pero su voz de notaba que era un hombre joven.

—Está en la habitación. Llévala con él —le respondió uno de los empleados.

Su captor se dirigió a una puerta grande de color rojo. Tocó a la puerta, hasta escuchó una voz demasiado vieja contestarle.

—Hazla pasar —respondió la voz detrás de la puerta.

El captor abrió la puerta del cuarto negro, en donde había un hombre canoso sentado en una silla de ruedas, de espaldas. Riliane fue empujada por su captor, cayendo al suelo con brusquedad.

—Déjemnme ir. ¡Esto tiene que ser un error! —gritó.

Sin embargo, lejos de escuchar algún reproche o amenaza, se escuchó una fuerte carcajada que venía del anciano en silla de ruedas.

—Eres igual de testaruda que tu madre, ¿no, Riliane? —dijo el viejo, sin mirar a la joven.

—¿Quién eres?

El tipo en silla de ruedas comenzó a girarse lentamente hasta que quedó finalmente en la vista de Riliane.

Era un hombre bastante anciano, de barba blanca y una cicatriz en su ojo izquierdo.

—¿De dónde sacaste mi nombre? ¿Quién eres?

El tipo se rió y sonrió.

—Me llaman "Primer Santa Claus", pero tal vez te resulte más familiar llamarme Arkaitor Marlon.




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