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PRIMERA PARTE: EL KARMA DEL MAL NO TERMINARÁ IV

El Palacio Lucifeniano se veía más espléndido que de costumbre. Las luces resplandecientes en combinación con la oscuridad de la noche daban la sensación de elegancia y grandeza.

Riliane se sintió igual a una princesa, con un vestido precioso y formal. Siempre quiso estar en el Palacio, y el solo hecho de estar frente a grandes bras de arte en ese museo era como hacer cumplido su más anhelado sueño.

Apreció pinturas, retratos, murales, objetos históricos. "La copa de Conchita, la mujer caníbal", "La espada de Venomania", una selección de los vestidos más hermosos de la ex princesa, Rilliane Lucifen D'Autriche, sus joyas... Incluso la guillotina donde fue ejecutada.

Pero nada comparaba a la joya de la corona de esa noche, nada se asemejaba ni por asombro a la delicada joya que dentro de unos minutos Riliane podría apreciar.

Mientras aguantaba los minutos para la gala de exposición, la joven decidió dar un paseo por el Jardín Celestial. Las flores amarillas combinaban perfecto con el mágico atardecer. Ese lugar le transmitía seguridad, como si solo hubiese nacido para estar allí.

Sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos por la presencia ajena de alguien.

—Hola, señorita.

Riliane volteó para ver de quién se trataba. Era el chico de la posada, que, al parecer sí había asistido.

—Hola, señor Ayn —le devolvió el saludo con una sonrisa.

—¿Recuerdas mi nombre?

—Por supuesto. Tengo muy buena memoria —alardeó Riliane, haciéndose a un lado en la banca para que el chico pudiera sentarse.

Él se sentó con un ligero suspiro. Luego miró al suelo con timidez.

—¿Qué tal te ha parecido la ciudad? —le preguntó Ayn.

—Es maravillosa. Su paisaje, sus calles...  Es simplemente hermoso —respondió ella con entusiasmo.

—Ya veo. Parece que es muy diferente a Elphegort, ¿cierto?

—Sí. Hay demasiadas personas en las calles de todos los países, hay muchos restaurantes, tiendas, y todos son muy amables. Hay tantos lugares donde divertirse.

—Es increíble ver cómo se ha recuperado el país después de la revolución. Y pensar que hace unos años teníamos una crisis económica.

—Se siente como si hubieran pasado cien años.

Los dos se quedaron un momento en silencio, hasta que Riliane lo cortó haciéndole una pregunta al muchacho.

—Pero, ¿cómo es que sabes de dónde vengo?

—Por tus ojos verdes.

Riliane asintió, convencida de la respuesta del chico. Ayn miró su reloj con algo de melancolía. Luego observó el reloj de la torre y se levantó de la banca.

—Será mejor que nos vayamos yendo al salón principal. Así tendremos el mejor lugar.

—Ya va a ser la hora.

Ambos caminaron de regreso al palacio.

—Ah, discúlpame —dijo Ayn de repente—, debí preguntarte primero si querías venir conmigo.

—No hay problema. No conozco a nadie de aquí, así que estaría bien acompañarte.

El joven asintió y continuaron caminando.

El salón estaba a reventar de personas. La prensa estaba de un lado, y en cada una de las esquinas se hallaban policías y mesas con bocadillos.

—Este es uno de los eventos más importantes de la historia, me alegra saber que podré ver ese hermoso anillo de cerca.

Mientras esperaban a que la gala comenzara, los dos se dedicaron a observar los cuadros a lo largo del lugar.

Cada una de las obras era analizada por Ayn con atención, y por otro lado, Riliane se dedicaba a escuchar. Él en verdad sabía mucho de arte, e incluso llegó a sorprenderla un poco, ya que su primera impresión de él no se asemejaba nada a la de un hombre culto.

Aunque pareciera que estaba aburrida, ella en verdad se la estaba pasando muy bien. Las palabras nunca fueron lo suyo, así que siempre se dedicaba a escuchar más, y eso la hacía sentir feliz.

Finalmente, se detuvieron ante al cuadro más grande e todo el Palacio. La joya por excelencia de Lucifenia, irónicamente hablando, se trataba del retrato de la Princesa más famosa y malvada de la historia.

Riliane miró la obra. Había visto cientos de imágenes en los libros de la princesa, pero nada se comparaba a la hermosa pintura. Le provocaba escalofríos y a la vez una paz enorme.

Habían muchísimos policías al lado de la imagen. Era más que comprensible, ya que desde que el cuadro estaba en el museo había sufrido más  de 14 intentos de robo.

-Nunca se supo quién pintó esto. La calidad es preciosa, así que se sospecha que pudo haber sido Nicolay Tolle, aunque él admitió que el único retrato que hizo de Riliane fue el que está en el salón de los espejos. Además, creo que esto no es ni de lejos el estilo de Nicolay. Este se siente más simple, transmite sensaciones diferentes.

La joven se quedó ensimismada mirando los ojos de la princesa. Tuvo un Déja Vu.

—La princesa era hermosa, ¿no crees? Que lástima que tuvo un destino tan trágico y una vida tan injusta —declaró Ayn mirando de reojo a la joven.

—¿Estás del lado de la princesa, señor Ayn? —preguntó Riliane.

—No es que esté de su lado, ¿sabes? Hablando de una forma neutral, ella realmente solo era una chica inmadura. Tenía 15 años cuando asumió el trono, obvio no tenía nada de conocimientos del mundo. Por supuesto que con alguien inexperta al mando de un gran país algo no podría salir bien. Bueno, ese solo es mi punto de vista. No estoy de su lado, pero tampoco estoy en su contra.

Riliane asintió y volvió a mirar el cuadro de la princesa.

—Me pregunto si la princesa amó alguna vez en su vida. Digo, ella asesinó a su esposo y a su padre... —susurró la joven con algo de nostalgia.

—Ahora que lo mencionas, se rumorea que cuando la revolución acabó, Yukina Freezzis escribió un libro en donde entrevistaba a Rilliane. Pero bueno, solo son rumores.

En eso, su conversación fue interrumpida por la voz de un hombre, quien anunciaba el inicio de la gala.

Ayn y Riliane se sentaron en las filas de hasta adelante para ver con más claridad el espectáculo.

—¡Les pedimos que tomen asiento y se pongan cómodos! ¡Damas y caballeros, ante ustedes, la joya más importante del mundo frente a sus ojos!

Un hombre enmascarado salió desde el fondo del escenario custodiado por varios guardias, y llevaba un pequeño carrito con una caja encima de este. El hombre se detuvo en medio y se colocó al lado del carrito.

—¡Con mucho orgullo, les presentamos el maravilloso anillo de La Hija del Mal!

En ese momento, el joven enmascarado retiró la caja y reveló el bello anillo dentro.

Riliane se sentía muy asombrada. Era muy hermoso, tal vez el sueño de toda mujer antes de casarse.

—¡Esta es la joya más valiosa de todos los tiempos! —anunció el hombre con entusiasmo.

Todos admiraban el anillo con gran interés. Muchos hablaban de lo importante que era para lo historia, o simplemente lo precioso que era.

Pero Ayn Rilliane solo se quedaron callados. Ella volteó a su alrededor solo para comprobar que no estaba dentro de un sueño. Sin embargo, entre todos los presentes, se dio cuenta de la extraña presencia de alguien.

Una mujer con un vestido rojo y una capucha negra cuyo rostro no podía verse soltó una especie de esfera mientras caminaba. Riliane estaba por levantarse a devolverle lo que se le había caído a la mujer, cuando al otro extremo del salón vio a un hombre también encapuchado y vestido de rojo, pero este dejó caer la esfera sin ningún rodeo.

—Señor Ayn —susurró Riliane—, algo anda mal.

—¿Qué pasa? —le preguntó el chico con suavidad.

—Esa mujer... Ese tipo de allá.

Las palabras de Riliane fueron detenidas , ya que Ayn la tomó del brazo y la guio entre la multitud.

—Hay que irnos, esos bastardos están aquí.

Mientras caminaba a la salida, Riliane intentó razonar con él, ya que su comportamiento tan repentino la estaba asustando.

—¿Quiénes?

Ante la pregunta de Riliane, una niebla de color negro comenzó a invadir el ambiente, bloqueando la visión. Las luces se apagaron, y nadie podía ver nada.

—Maldita sea... Riliane, cobre tu nariz —pidió Ayn algo desesperado.

Riliane estaba muy asustada. De inmediato hizo lo que le ordenó Ayn y se agachó junto a él. No podía ver nada en absoluto. Se debatía si se trataba de un atentado o un acto de violencia en contra de alguien de los asistentes.

Ayn tomó la mano de la joven y trató de observar entre la niebla negra dónde podría encontrarse la salida.

—Tranquila, el gas no es tóxico, solo bloquea la visión —susurró para tranquilizar a la chica.

Un par de gritos se escucharon, cosa que asustó más a los presentes. La histeria en masas comenzó a manifestarse gracias al pánico, haciendo que varios de los asistentes comenzarán a gritar o a correr, algunos se tropezaron con otras personas y cayeron.

Sin embargo, poco a poco, la niebla negra se fue disipando, hasta devolver la visión a los asustados espectadores. Las luces regresaron, y, ante la sorpresa de Ayn, todo parecía estar en orden. Como si hubiese sido algo planeado para el show. Sin embargo, ese pensamiento se fue cuando escuchó el grito aterrado de una mujer.

—¡Ese hombre está muerto! ¡Muerto! —exclamó con lágrimas la mujer.

En el escenario, el presentador estaba tirado con una fuerte herida en el pecho.

La histeria regresó, y varias personas comenzaron a salir del castillo.

—¡Vámonos, es muy peligroso! —exclamó Ayn.

A pesar del llamado de Ayn, Riliane se quedó ensimismada mirando al escenario, todavía en el suelo. Se dio cuenta de algo que nadie, ni siquiera él había visto.

—El anillo no está...

Ayn miró la caja donde se suponía debería estar la joya, y que para su sorpresa, no había absolutamente nada.

Tragó saliva y tomó a la joven de la mano.

—Tenemos que irnos.




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