PRIMERA PARTE: EL KARMA DEL MAL NO TERMINARÁ II
Riliane se sentía un poco molesta. Toda su mañana había sido terrible. Primero porque hubo un error en el pedido que le tocaba hacer, y a causa de esto, debía de hacer 2 vestidos nuevos para el día siguiente; en segundo, porque todo parecía estar planeado para que eso sucediera. Estaba totalmente cansada. Sus piernas le dolían y sus dedos estaban al rojo vivo por haber usado la aguja todo el día, claro que se había pinchado el dedo en más de tres ocasiones que no contaré porque son innecesarias para la trama.
Cuando llegó a su casa se hizo un té caliente y se echó en la cama. Puso la radio en la estación de canciones populares. Por suerte estaban pasando música buena, si no, de seguro su descanso habría terminado. Se echó en el sofá y se dispuso a leer un libro titulado "La hija del Mal de Lucifenia". Desde la noticia del anillo, Riliane había tenido ligera obsesión con ese tema.
Sin embargo, mientras pasaba las paginas se dio cuenta de todo lo que se decía en el libro era, si bien real, también sonaba bastante repetitivo. Todo eso ya se lo habían enseñado en la escuela, por lo que haber descubierto que existía un libro que narraba todo y que podía leer en menos de una hora, los seis años de clases de historia se convirtieron en una pérdida de tiempo. Las frases, las investigaciones, en general, se sentían muy trilladas. Quería leer algo novedoso, la vida de la princesa bajo esa máscara de maldad.
Cerró el libro con decepción. Lo aventó para un lado y le dio un buen sorbo a su té amargo. Se levantó por una manta, pero su intención se vio interrumpida por los golpes que provenían de su puerta. Se dirigió con rapidez y abrió la puerta. La casera era la que estaba ahí. Su cara, lejos de la seriedad de siempre, denotaba un poco de preocupación.
—¿Señorita Rose? ¿Qué sucede? —preguntó Riliane con calma.
—Es algo serio —respondió la señorita Rose. Tragó saliva—. Tu abuela tuvo una hemorragia nasal. Tienes que ir con ella en cuanto antes.
Riliane cerró la puerta de inmediato y agarró un par de cosas del armario. Sus manos le temblaban. Su abuelita. La única persona que la entendía y le brindaba atención. No podía estar mal. Es a lo único que le rezaba. Todas las noches, por su salud.
Salió de su edificio y le pidió a uno de sus vecinos que se había comprado un automóvil que la llevara a la entrada del bosque. Varias lágrimas salieron de sus ojos mientras iba en camino. Necesitaba llegar en cuanto antes. No tenía tiempo que perder. Cuando llegó a la entrada del bosque le pagó a su vecino con 2 evs y le agradeció para después adentrarse en el bosque hasta llegar a la cabaña donde su abuelita vivía. Tocó la puerta y su hermana mayor, Camila, fue la que tuvo el disgusto de abrirle.
—Te llamamos hace más de una hora. Llegaste tarde —. Camila dejó pasar a su hermana menor con amargura—. Hueles a lodo.
—No vine a escuchar otro de tus regaños. Vine a ver a la abuela.
Ignorando a la mayor, Riliane entró en la habitación de su abuelita. Su tía Cris le ponía un trapo con agua en la cabeza a la anciana, quien estaba recostada en la cama y con los ojos cerrados.
—Abuela Rin —murmuró, acercándose a la orilla de la cama.
—Será mejor que no la molestes demasiado, Riliane —le dijo su tía, recogiendo un par de platos—. Está demasiado fatigada.
Acto seguido abandonó la habitación. La joven se hincó al lado de su abuelita y acarició su cabello.
—Estoy aquí, abuelita.
Después de esa corta frase, se levantó y salió en silencio, cerrando la puerta con cuidado. Le habría gustado más quedarse ahí, pero su abuela necesitaba descansar.
Afuera, estaba su tía Cris, sentada al lado de su hermano Jhon. Sus odiosos primos Lin y Ren –que lamentablemente eran gemelos irritantes. Muy irritantes-, comiéndose la mitad de la tarta de manzana que ella había horneado para su abuela. Justo iba a detenerlos, pero su padre, el señor Jhon, le habló.
—Riliane. Llegaste demasiado tarde —dijo él con su usual dureza.
Riliane no tuvo más remedio que sentarse en el sofá enfrente de su padre y tía.
—Sabes que no tengo teléfono en el condominio.
—Y por eso tuvimos que ir hasta la torre más cercana a enviarte un mensaje—. Su hermano, Carlos, quien pasó detrás del sofá, se recargó en la pared. Riliane lo miró con disgusto.
—Si hubieras aceptado casarte con el señor Rogzé, vivirías en una mansión —declaró su hermana Camila con algo de reproche.
—Sí, ¿no has visto que se compró un nuevo automóvil? Es el modelo más reciente. Incluso su mansión se ha ampliado bastante —exclamó Carlos, mirando a Riliane con la ceja levantada—. Desperdiciaste una oportunidad de oro. Se fijó en ti a sabiendas de que medio pueblo te odia, y tú lo rechazaste rotundamente.
—Lo lamento por el señor Rogzé —declaró Riliane mirando a sus hermanos con frialdad—. Sin embargo, no teníamos nada en común. Es bastante callado y... bueno, siempre hablaba para interrumpirme y alardear sobre sus autos de lujo... No me gusta alguien así.
—¿Qué más da? Si no te gustaba oírlo, podías simplemente quedarte callada —le dijo por primera vez su tía Cris.
—Lo sé, tía, solo no me gustaba en absoluto. Es caballeroso y atractivo, pero-
—No más "peros". Ya no eres tan joven, si no te casas, te quedarás soltera para siempre como esa mujer... A tu edad, yo ya tenía a Ren y Lin en brazos —. Cris suspiró al ver cómo Riliane rodó los ojos con disimulo—. Te queremos mucho, Riliane, pero eres la única que no se ha casado. No querrás terminar como Lily Rosé, ¿verdad?
Esa fue la gota que derramó el vaso para la joven. No soportaba que la estuvieran comparando, y menos usando algo tan bajo como el amor familiar para justificarse.
—¿Quererme, dices? Si realmente les importara, habrían aceptado mi decisión —exclamó Riliane con remordimiento.
—Lo aceptamos, aunque-
—¡Mamá! ¡Mi mamá! ¡¿Cómo está mi mamá! —. Cris fue interrumpida por la voz de una mujer, quien entró en la sala principal. Venía empapada, por lo que ensució la alfombra de lodo.
—Lily. Tranquilízate, todo está bien —la calmó el señor Jhon, haciendo que la mujer se sentara en una silla—. Está fuera de peligro.
La tía Lily Rosé se dejó caer exasperada. Riliane decidió levantarse para servirle un poco de té caliente. Se lo dio y la tía le agradeció.
Riliane se sintió aliviada con la llegada tan repentina de su tía, ya que por suerte había reprimido una posible pelea familiar. Además, con ella, las cosas eran menos tensas. Aparte de Riliane, la tía Lily también era una mujer que había sido relegada de su familia. Nunca se había casado y se la vivía viajando de lugar en lugar, por lo que aparte de su abuela, Lily Rosé era el único miembro de su familia con la que podía platicar.
—Menos mal. ¿Está dormida? —preguntó la recién llegada, dejando el té en la mesa.
—Sí. Y de seguro se ha despertado con tus gritos —reclamó Cris.
—¿Y qué tal te ha ido en Maistia, tía? —le preguntó Riliane, interrumpiendo a Cris.
Rosé sonrió y le dio un buen sorbo a su té.
—Es grandioso. Deberías ir a la plaza, venden todo tipo de cosas. Me habría encantado quedarme ahí por un tiempo —respondió con alegría.
—Pues una vez que mamá se cure deberías quedarte a vivir ahí —declaró más para sí mismo Jhon.
—Lo estoy considerando seriamente —declaró Lily Rosé—. Ah, por cierto, les he traído unos cuantos recuerditos.
De su maleta húmeda sacó varias cosas: ropa, juguetes, collares, todo importado de Maistia.
—Para Jhon traje esta pipa —. Lily le entregó el objeto a su hermano y le explicó para qué servía, ya que por esa parte del mundo no existían pipas—. Para mi hermanita, Cris, te traje estos guantes de seda. A Ren y Lin les traje estos juguetes.
Al oír que les iban a dar regalos, los niños traviesos dejaron de comerse la tarta de manzana y corrieron a donde su tía, quien les dio a cada uno dos caballos de madera tallada.
—¡Gracias, tía Lily Rosé! —exclamaron al unísono para después irse a jugar con sus nuevos juguetes.
—Para Carlos traje este reloj de plata, y para Camila traje este collar de piedras marinas —. Lily Rosé sacó una última cosa de la maleta. Era una cajita negra—. Y, por último, para la hermosa Riliane, un espejo de mano.
Riliane recibió la cajita con entusiasmo. La abrió cuidadosamente y observó fascinada el bello espejito. Era dorado, con detalles y piedras incrustadas. En este podía ver sus ojos verdes y su cabellera rubia. Le encantaba.
—Gracias, tía. En verdad, gracias —. La joven abrazó a su tía con alegría. Su tía le acarició la cabeza y se levantó. Debía darse una ducha o de lo contrario se enfermaría.
—Dormiré con mamá —dijo Lily—. Ustedes deben estar cansados de cuidarla por tanto tiempo. Yo me haré cargo esta noche.
Todos estuvieron de acuerdo. Riliane decidió servirse una taza de té y sentarse en la mecedora a terminar el vestido que le faltaba. Le era un poco difícil concentrarse por las constantes preguntas que su padre, tía y hermanos mayores le hacían sobre qué era lo que había estado haciendo de su vida.
—He estado haciendo vestidos —respondía con tranquilidad, sin despegar la vista de su trabajo.
—¡¿Vestidos?! ¡¿Te fuiste de casa solo para coser vestidos!? —exclamó su padre ante la respuesta de la rubia.
—Así es —respondió.
—Dios, ¡¿cómo pude tener una hija tan fracasada?! ¡¿Piensas quedarte toda tu vida en ese trabajo!?
—Sí.
Justo cuando el señor Jhon iba a decir algo, un fuerte golpe resonó en la cabaña. Riliane se pinchó el dedo por la exaltación. Todos se levantaron y corrieron a donde provenía el ruido. Era el cuarto de la abuela.
Su abuela había despertado y levantado de la cama, por lo que al no fijarse y por su ceguera, había chocado contra una mesita y la había tirado. Estaba caminando torpemente por la habitación, gritando cosas incoherentes. Lily Rosé, quien estaba a su lado, trataba de tranquilizarla.
—¡Allen! ¡Allen! ¡Tienes que irte por el pasadizo de la chimenea! ¡Es Asnan! ¡Que alguien me ayude! ¡No me hagas daño! ¡Vete de aquí!
—Madre, tranquilízate, soy yo —le dijo Lily Rosé a su madre, abrazándola—. Estoy aquí, mami. Nadie te hará daño.
Al entrar en sí otra vez, la abuela miró a su alrededor con lágrimas escurriendo de sus ojos. Miró a Riliane y luego trató de acercarse a ella.
—El anillo... El anillo, necesito que-
La anciana no pudo terminar de hablar porque comenzó a vomitar sangre.
—¡Mamá!
Cris se agachó con su madre y les gritó a sus sobrinos que fueran a llamar al médico. Ellos lo hicieron sin chistar. Todo se volvió un caos alrededor de Riliane. No podía moverse. Le empezó a doler la cabeza. Un pitido molesto resonó en su cabeza, provocando que ella se agachara para abrazarse a sí misma. Todos la ignoraban. Cuando volvió en sí, se levantó salió corriendo de la habitación sin mirar atrás. Recogió su bolso de la sala y salió de la casa.
—¡Riliane! ¿A dónde carajos vas? —. Su padre fue el que la detuvo. La tomó del brazo e hizo que su hija se detuviera.
—¡Tengo que conseguir ese anillo! —exclamó la joven con la voz entrecortada—. Tengo que traérselo a la abuela.
—¡No digas estupideces! —le gritó Jhon—. Regresa a casa.
—¡No! ¡No voy a entrar en la casa sin ese anillo! ¡Tengo que ir por él a como dé lugar!
—¡Deja de actuar como idiota, Riliane! ¡Tu abuela es una anciana, solo está inventando cosas!
—¡Yo sé que no! Mi abuela necesita ese anillo.
La lluvia comenzó a caer, empapando a padre e hija.
—¡Por una vez en tu vida has algo bien! ¡Todo este tiempo has sido una decepción! ¡Trata de pensar en nosotros por un minuto, fracasada!
Riliane dejó de tratar de zafarse del agarre de su papá. Lo miró con determinación.
—Ya no haré todo lo que tú me digas, padre. Esto es lo que yo quiero hacer —declaró. Jhon la soltó con lentitud, mirando atónito a su hija.
—Bien. Si te vas a ir, será mejor que no regreses —. Su padre miró el suelo—. Ya no eres mi hija.
Riliane se dio media vuelta y caminó, ignorando lo que su padre le dijo.
—Tú no puedes prohibirme regresar.
Y con eso, la joven siguió caminando sin mirar atrás.
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