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6. Macrisis


Les voy a contar algo que tal vez me olvidé de comentarles y es la situación económica de Argentina y una de las razones más sinceras de mi estadía en ese lugar. No solo volví a Buenos Aires porque era mi país natal, sino también porque está en una situación económica terrible. El dólar está por las nubes y sube y baja sin parar. ¿Quien cobró en dólares por años y tiene un buen ahorro? Sí, yo. Por lo tanto cuando decidí irme de Nueva York la mejor idea era Argentina ya que con mis ahorros iba a poder vivir bastante mientras encontrara una razón de vida.

El problema era que el país estaba en su peor momento, con un presidente que aparentemente se había olvidado de cuidar su país como quien riega una planta y un pasado de presidencias turbulencias. Poco sabía yo ya que no había estado, pero era normal encontrarme con personas quejándose sin parar de los errores del pasado. ¿De qué servía eso? No lo sé, hablan con una persona que todavía está enloquecida por su crush de la adolescencia.

Al existir tantos problemas de dinero, los ladrones es moneda común en el país. Esa era otra razón por la que no había elegido Buenos Aires, porque hay muchas más posibilidades de perder mi teléfono en un arrebato que una ciudad tranquila como lo es Lincoln. Entonces... ¿Por qué tenía tanta mala suerte?

Miré hacia mi alrededor, sin comprender exactamente porque me estaba sucediendo aquello hasta que me di cuenta que estábamos en la completa oscuridad y éramos, lo que diría mi madre, carne de cañón. Me quedé en silencio y miré a Julian, que estaba dispuesto a defender mi billetera como si fuera lo más importante en su vida.

—¿No me escucharon lo que les dije? Los quiero a los dos dándome sus cosas —pidió el señor amigo de lo ajeno mientras clavaba en mi espalda algo que parecía filoso.

Morir con mi personaje no parecía una mala muerta, solo me pregunté a quien le tenía que dar indicaciones por aquello. Bueno, en realidad a nadie porque iba a estar muerta y seguramente Laura vendría a reconocer mi cuerpo agujereado.

Me puse de pie lentamente, buscando en mi cartera mi amada billetera y esperando que todo terminara rápido. No quería que nuestra vida terminara en Lincoln, era decepcionante. ¿Tenían cementerio acaso?

Cuando el hombre miró, me quedé boca abierta y me empecé a reír nerviosamente sin saber que estaba sucediendo con mi vida. Julian ya se había puesto de pie y, sin pensarlo como buen personaje que era, le dio un puñetazo en la cara. El hombre cayó al suelo y, por más gracioso que sonara, no quise correr como parecía proponer Julian.

—¡Vamos, Shirley! ¡Este es nuestro momento! —me gritó el personaje de mi libro y yo no le presté atención. Hice algo aún más loco, extendí mi mano para ayudar a levantarse al hombre que había tratado de cortarnos en pedacitos. Bueno, tal vez no así, pero si no escribo exagerado no puedo evitarlo.

Mauro Binner, mi compañero de secundario, se puso de pie con dificultades y pude ver como el golpe en el rostro iba a aparecer en cualquier momento. No podía creer lo que estaba viviendo y por momentos me pregunté si realmente mi historia era una de esas novelas ridícula de wattpad que yo evitaba. Lo siento para los fanáticos de la aplicación naranja, no puedo evitar odiarla cuando el mundo After se comió mi novela. ¿Envidiosa yo? Por supuesto.

—¿Que haces, Shirley? ¿Quiso matarnos? ¡Tenemos que correr por nuestras vidas! —exclamó Julian salido de una novela de ciencia ficción y pidiendo a gritos escapar de nuestro posible asesino.

—Cálmate, super man —bromeó Mauro mientras finalmente se ponía de pie y miraba a Julian como si fuera un loco, aunque tal vez en este caso lo era. Finalmente me miró y nos dimos un abrazo fuerte, porque lo necesitábamos.

Mauro fue mi pilar cuando era adolescente, en todo ese caos que éramos en aquel entonces. Vivía enamorado de Jessica, una chica que yo amaba y odiaba normalmente. Al pobre chico lo usaba para darle celos a Julian, pero él no me prestaba atención para nada. Aun así, los dos eran amigos. ¿Qué había sucedido con Mauro y por qué robaba en las plazas de Lincoln?

—No te puedo creer que estés viva, Shirley. ¡Y en Lincoln! —se sorprendió el joven extendiendo las manos al aire de una manera que no entendí. Hablaba extraño, no como los de la ciudad sino como si fuera un chico de barrio. No comprendía el motivo, pero sabía que se solía hablar de ese modo—. ¡Estás re buena ahora!

—Bueno, gracias, supongo —susurré incomoda, porque no me gustaba hablar con mis compañeros de ese modo. Sobre todo luego del bullying que sufrí en la secundaria con mi peso y fui llamada "la gorda" por años. Ahora tener curvas les parecía cool, a mi me parecía que darles un golpe en la frente era cool. No voy a mentir—. ¿Qué sucedió? ¿Por qué casi nos robas?

—La macrisis, amiga, la macrisis —dijo de vuelta con esa manera rara de hablar y me reí nerviosamente. Se suponía que aquello que decía era una mezcla de Macri, actual presidente de Argentina, y la palabra crisis. Se me hacía graciosa, como también cuando lo llamaban gato—. Ahora tenemos que vivir de lo que salga, pero no te robaría nunca. No me olvido de nuestra amistad. Pero este salame...

En el momento menos pensado, voló un puñetazo a Julian y pegué un grito asustada. Bien, analicemos la noche nuevamente porque a veces creo que lo tengo que hacer para no perderme. Me habían mojado, plantado y olvidado, como también había terminado en medio de una pelea entre Julián, ese personaje extraño que vivía conmigo, y Mauro, mi ex compañero de secundaria que ahora robaba para vivir y le parecía muy bien vivir con eso.

—¡Esperen, basta! —exclamé al darse cuenta que estaban volviendo a pelearse como dos nenes—. ¡Mauro, Julian! ¡Basta! Primero, Julian está conmigo. Segundo, compórtate Julian.

Al parecer, decidieron seguir sin importarles que estuviera frente a ellos y decidí marcharme. Había sido un día muy largo y definitivamente no necesitaba más de esas situaciones en mi vida. Si Julian moría esa noche en manos del chorro de Mauro, me estaba haciendo un favor.




Para mi desgracia, Julian cayó a la madrugada luciendo peor que nunca y tuve que encargarme de su situación. Estaba enfadada y me negaba a hablarle, así que simplemente lo dejé entrar a la casa. Su rostro estaba bastante destruido y me sorprendió un poco que eso sucediera teniendo en cuenta que anteriormente nada le había sucedido. Algo andaba mal en Julian, pero tampoco me animaba a preguntar. Toda su existencia era extraña, a veces parecía ser inmortal por el simple hecho de ser un personaje y en otras ocasiones, como esa, lucía como un simple chico herido por culpa de una buena pelea.

—Te lastimó —comprobé finalmente cuando vi que tenía el rostro golpeado. Me sorprendió aquello, porque cuando peleaba con Mauro no parecía estar herido de ningún modo. Eran esas cosas que no entendía, ni encontraba razón alguna. A veces parecía un personaje, inmortal por completo a solo que yo dijera lo contrario y en otras ocasiones lucía lastimado de ese modo.

Julian no soltó palabra, como si lo hubiera estado atrapando en algún tipo de trampa así que decidí llevarlo hasta la cocina. Ahí lo senté frente a la mesa y fui por mi botiquín de primeros auxilios. Al llegar al baño me di cuenta que tal vez no era la mejor versión de mi misma y no me mostré contenta al verme (aunque nunca lo hacía). Tenía todavía el maquillaje en el rostro, el cabello revuelto y el pantalón pijama que usaba era bastante corto para mi gusto. O por lo menos para estar frente a un hombre. Se notaban demasiado mis muslos, incluso las estrías que demostraban todo mi esfuerzo por adelgazar. Suspiré, no podía hacer nada más que seguir sobreviviendo con ese aspecto y aceptar que jamás podría tener otro.

—¿Sabes usar eso? —me preguntó el chico al verme abrir todo el botiquín en la mesa de la cocina. Me reí, porque a veces sonaba como un niño pequeño y no sabía exactamente de dónde había sacado eso, tal vez había sido parte de mi quien había creado esa personalidad dudosamente parecida a la de un niño—. No quiero morir infectado.

—No voy a coserte la cara, exagerado. Solo a desinfectar la herida que te hiciste —le expliqué con un poco de mejor humor, aunque en ese momento quería golpearlo fuerte con una olla. Menos mal que estaban guardadas en los cajones—. ¿Qué pasó con Mauro?

—Terminamos tomando unas cervezas que yo pagué con tu dinero...

—¿Estás bromeando?

El chico volvió a regalarme esa sonrisa divertida, demostrandome cuanto podía hacer sin mi y pensé seriamente en abrir los cajones y empezar a los golpes cual Rapunsel. Aun así, traté de mostrarme como la adulta que no era y mantenerme firme.

—Después de un par de golpes, terminamos en el suelo riéndonos y le dije que te había sacado dinero antes de venir —explicó con normalidad, como quien no quiere la cosa. ¡Lo iba a matar! Era el mal en persona—. Así que tu amigo ladrón y no de corazones, aconsejó que todo el dolor iba a terminar con unas cervezas.

—¿Fue así?

—Para nada, estoy más ebrío que nunca.

Me reí con sinceridad, porque tampoco era la más indicada como para hablar. Yo también había quedado un poco borracha después de todo aquello que había tomado (y pagado) con el otro Julian. La herida en la cabeza del chico lucía mal, tal vez no era una mala opción llevarlo al hospital después de todo. Pero si lo hacía iba a pasar por dos situaciones que no quería afrontar. ¿Cómo le iba a decir a la gente que él no tenía documentos como DNI o seguro médico? ¿Y cómo iba a afrontar que los vecinos hablen de eso por meses teniendo en cuenta el pueblo en el que vivía? Julian pareció ver mi preocupación, por lo que alivió sus expresiones de dolor mágicamente y apoyó una de sus manos en mi pierna. Al estar parada frente a él, su contacto más cercano eran mis piernas desnudas y cubiertas por esa pequeña tela.

—No te preocupes, mañana ya no estará —aseguró sin problemas, haciendome dudar si era realmente reales sus palabras. Me di cuenta que había dejado de lamentarse cada vez que apoyaba el algodón con alcohol en su rostro.

—¿Por que sigues herido cuando vi que casi no te hacía daño?

—Porque quería que me curaras.

Tragué con lentitud al darme cuenta que estaba diciendo una realidad con respecto a lo que él era. No era real. Había hecho todo aquello para que yo lo curara y, obviamente, al día siguiente no iba a existir más el problema. Todo con respecto a él era extraño, su manera de ser un personaje o simplemente de existir y yo me sentía totalmente intrigada, al punto de querer saber más y más sobre todo eso. Era mi personaje. ¿Hasta donde más podía llegar?

Me di cuenta que estaba pegada a él, observando sus rasgos y sus pequeñas imperfecciones que lo hacían toda esa persona que había creado. Ya no tenía dudas sobre la persona que estaba frente a mi, pero mi curiosidad era lo suficientemente grande para llevarme al caos. A quererlo todo, a desear saber todo y sin pensar en nada más.

Julian me miraba como si pudiera tener ese todo, como si me quisiera dar cosas que nunca tuve y por un momento quería lanzarme a esa posibilidad. Podía pensar que había alguien para mi, pero una parte de mi todavía seguía diciéndome "no es real, no es real, no es real" y me dejaba sin aliento.

—Porque podía hacer esto —siguió diciendo, notando que mi silencio le daba pie a seguir. No me había alejado, no había demostrado que aquella sensación de su piel contra la mía me molestaba. De hecho, me quemaba por completo. Le estaba diciendo que si a todo lo que no podía decir con palabras.

Su mano seguía en mi pierna y sentí como subía lentamente, quemando como lava a cada roce nuevo. Me paralicé cuando ya estuvo en mis muslos, recordandome aquello que tanto odiaba y que verguenza me daba. Una cosa era salir en una foto en instagram llena de filtros mintiendo qué bello era aceptarme. Otra cosa era la luz blanca de mi cocina. Seguramente era la cosa menos sexy del mundo, aunque al mirar los ojos de Julian me sentí una diosa.

Tragué mientras lo veía ponerse de pie, olvidándonos de su herida y de su dolor. Sus ojos estaban más oscuros que lo habitual y sentía que me podía perder en ellos tranquilamente. Quería hacerlo, fantaseaba con hacerlo. Miraba mis labios, signo que todo podía terminar mal si lo dejaba acercarse y por unos segundos me pregunté que problema había si lo dejaba.

Era mi persona, podía hacerlo. Podía darme ese gusto de estar con mi personaje y olvidarme de lo real.

—Di de vuelta que no soy real —susurró respirando sobre mis labios, con su mano acariciando mi piel y haciéndome temblar como una niña.

Humedecí mis labios, casi sintiendo que me estaba quedando sin aire y que tenía mucha sed. Quería que siguiera, que su mano se colara en la tela del short que llevaba puesto. Quería suspirar su nombre en la oscuridad de mi habitación y que fuera real. Puta madre, quería que fuera real.

Pero no lo era.

Temblé y Julian se dio cuenta que aquello era la indicación. Aquello era mi no, la negación a algo que ambos estábamos deseando, pero por lo menos yo no me animaba a decir en voz alta. Lo deseaba y era mi maldito personaje.




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                     Perdón por la tardanza en subir, con el tema de la publicación de Misery City y el booktrailer, no he tenido tiempo de poder sentarme a escribir. Estoy contenta de traerles este capitulo que para mi es todo un reto continuar escribiendo esta novela que tanto amo. Por favor,no duden en dejarme sus comentarios que sirven un montón de apoyo. Cualquier cosa es bienvenida. Estoy emocionada por mostrarles lo que sigue. Voy a estar subiendo la novela los martes como siempre :)

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