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Capítulo 4

Neus le entregó otro pañuelo, observando su rostro ojeroso con lástima e impotencia.

Raquel se había mirado al espejo antes de abrirle la puerta. Su pijama rosa estaba sucio y manchado de toda la comida basura que había ingerido aquella semana. Ojeras parchaban su rostro en un abanico de azules que enmarcaban todos sus ángulos como un personaje de Tim Burton. Y su pelo... en fin, mejor no hablar del pelo.

—¿Y qué le hiciste entonces? —preguntó, acercando el cubo de la basura para que pudiera deshacerse del pañuelo. Venía haciendo eso desde que se habían sentado en la mesa de la cocina, esquivando las cajas de comida rápida y los fideos instantáneos a medio devorar.

—¡Le pegué! —sollozó—. ¡Empujé a Adrián tan fuerte que se pegó con la esquina de un armario!

Maldita sea, incluso pensó que podría haberle hecho sangre.

—¿Le pegaste? —repitió con los ojos verdes bien abiertos. El cabello rubio le cayó por el rostro cuando desvió la mirada a la mesa, antes de volver a observarla—. ¿Qué dijo entonces?

Gruesas lágrimas volvieron a cruzar su rostro, recordando la mirada del chico mientras se sujetaba la nuca.

—¿No dijo nada? —exhaló Neus, palideciendo.

—Le insulté—continuó lloriqueando entre respiraciones—. ¡No pude evitarlo! Le dije que era un traidor y que le odiaba. ¡Ahora no querrá volver a verme!

Enterró la cabeza entre los brazos, sintiéndose lamentable y patética. Ya la había despedido, ¿por qué iba a volver a cruzarse con ella?

—Por lo que cuentas, deben creer que estarás mejor en ese otro bufete...—murmuró, acariciándole la cabeza—. No seas tan dura con ellos.

—¡Ese no es el maldito problema! —gritó—. Éramos un equipo, trabajábamos juntos por un objetivo común. ¡O al menos eso pensaba!

Admitirlo en voz alta era tan doloroso como tenerlo pegándole golpes en el alma, pero Neus parecía dispuesta a escuchar. Se obligó a sacar todo a flote, respirar y remover toda esa mierda que la mantenía ahogada.

—Creí que éramos algo más que compañeros de trabajo, Neus—exhaló, apartando las lágrimas de su rostro—. Y lo entendí. Yo quería mucho más de lo que estaban dispuestos a darme. Disfrutábamos de nuestro tiempo juntos; salíamos a comer, hablábamos de nuestras aficiones y creí que... Pues, pensé que...

Gruñó, sintiéndose frustrada. Sin embargo, Neus asintió y le tomó la mano a través de la mesa.

—Pensaste que podrías formar una familia como la que tenías antes de que tu madre muriera. ¿Verdad?

Un torrente de lágrimas volvió a surgir, arañándole desde dentro. Se encogió y se dejó consolar cuando su amiga se levantó y la envolvió entre sus brazos. Neus no dijo nada, pero se mantuvo ahí, sin dejarla caer.

—Siempre me vas a tener, sabes eso, ¿verdad?

Lo sabía. Había sido la única estable en su vida mientras todo se desmoronaba. Su presencia era la única razón por la cual no permitió que su alma quedase fracturada cuando todo ocurrió. Y se lo agradecía tanto que nunca había encontrado las palabras suficientes para agradecerle.

—¿Hay algo más? —preguntó cuando su llanto se calmó—. ¿Te está preocupando otra cosa?

Asintió, sintiéndose culpable por haberle guardado ese secreto a su mejor amiga.

—Tengo problemas de dinero—admitió.

Neus frunció el ceño mientras la observaba.

—¿Tu madre no te dejó una herencia multimillonaria?

Emitió una sonrisa ahogada. Limpiándose de nuevo la nariz y los ojos, asistió y le señaló la silla a su lado. Charlie se había sentado en ella días antes, sonriendo mientras enrollaba pizza.

Apartó el recuerdo y volvió a la realidad.

—No fue multimillonaria, pero sus estudios de neurociencia le permitió dejarme bastante dinero cuando murió—suspiró—. Pero no me queda nada. Me lo he gastado, he estado sobreviviendo con el sueldo del bufé.

Neus parpadeó.

—Pero, te dejó el piso ¿no?

Asintió y enterró la cabeza entre las manos.

—Lo compró antes de morir y lo heredé, sí.

Su amiga la observó durante un instante y luciendo confundida y extrañada. Si miraba a su alrededor veía un piso grande, perfecto para una persona. La luz estaba cubierta por las placas solares y apenas tenía gastos de agua. Ni siquiera tenía que pagar comunidad. Entendía de dónde venían todas sus deudas, joder, era imposible de creer que no tuviera ahorros.

—¿Qué has hecho, Raquel?

Suspiró y se derrumbó sobre su asiento. El pijama la abrazó, casi dándole ánimos.

—Cuando mi madre murió, mi padre me envió con mis tíos una temporada. Creo que no podía mirarme a la cara, porque le recuerdo demasiado a ella—admitió—. Después se volvió mucho más distante, incluso cuando volví a casa, nada volvió a ser igual.

Se detuvo un instante para beber algo de agua. Paciente, Neus la dejó procesar sus emociones hasta que estuvo lista para continuar.

—Mis tíos tenían una hija de mi edad, se llamaba Teresa. Aunque todos la llamábamos Tere—respiró profundo durante un segundo y se obligó a continuar—. Tenía un novio. Lo conoció en la fiesta de una amiga y empezaron a salir demasiado pronto. De hecho, toda su relación fue muy rápida.

—¿Y qué pasó? —preguntó, frunciendo el ceño. Sabía que ya tenía una idea de por dónde iba la historia, pero la dejó sacarlo de todas formas.

—Sus padres eran muy estrictos, así que la relación fue secreta durante un tiempo. A menudo, Tere metía al chico en su casa por las noches y, bueno, ya sabes... pasaban la noche juntos.

Neus apretó los ojos, asintiendo y comprendiendo en silencio.

—Se quedó embarazada—admitió al fin, quitándose ese peso de encima—. Toda nuestra familia la repudió cuando decidió no abortar. Su novio desapareció, como puedes imaginar. Acabó viviendo con una asociación de madres adolescentes, no tenía dinero ni trabajo, ni había acabado sus estudios, así que no tuvo otra opción.

Suspiró, rascándose la nuca.

—Pero pese a todo, hizo todo lo posible por la pequeña Zoé. Cuando recibí mi herencia, la busqué y le di algo de dinero. Le he estado dando cada mes desde hace diez años.

Neus palideció mientras apretaba sus dedos alrededor de sus manos.

—¿Quedó embarazada a los dieciséis?

Raquel se encogió. Era la primera vez que le hablaba a alguien de Zoé. El miedo de que su padre estuviera al punto de aparecer por alguna esquina la asaltaba cuando pronunciaba sus nombres. Las había convertido en un secreto perdido, dos personas que en realidad no existían.

—Sabía que, si alguien descubría que tenía relación con Tere, ambas saldríamos mal paradas y el flujo económico se cortaría para las tres. Así que mantuvimos el contacto a distancia y nos esforzamos porque nadie supiera de la pequeña Zoé. Era la única manera que tenía para ayudarlas. De mientras, como Tere tenía dos empleos y luchaba por terminar sus estudios, sus amigas de la asociación la ayudaban con el bebé.

Neus negó con la cabeza, observándola con incredulidad.

—Sigo sin entender cómo te gastaste toda la herencia de tu madre. Si les dabas dinero cada mes y seguías cobrando del bufé, ¿qué pasó con el resto?

Respiró de nuevo, sintiendo como las lágrimas la amenazaban de nuevo. Sin ser capaz de controlarlas, dejó que cayeran por su rostro con la fe de calmar su alma.

—Les di todo el dinero hace dos años y prometí pasarles una cantidad cada mes—exhaló, con el corazón saltando de su pecho. Por primera vez, dejó que el dolor saliera a flote—. Zoe está enferma. Se está muriendo.

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La historia de Zoe y Tere podría tener su propio volumen, pero todavía no lo he decidido. Zoe es tan bonita en mi cabeza 🥺

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