
Capítulo 2
La piel de Adrián la acariciaba por todas partes, la rodeaba y le transmitía un calor insoportable que amenazaba con quemarla. Jadeó sobre su hombro, Charlie se balanceaba alrededor de su cocina demasiado rápido, ignorando la forma en la que Adrián la abrazaba.
Había comenzado como un suave baile en el salón de su apartamento, apartando el sofá negro y la mesa de cristal con patas en forma de oso de escayola. Sin embargo, en el momento en que sus caderas comenzaron a arrastrarse juntas, Raquel supo que había tomado una decisión horrible.
Cada respiración errática del chico activaba un millón de nervios a su paso, endureciendo sus pezones y lanzando escalofríos por toda su piel. Joder. Él tenía que notarlo. Tenía que ver lo que le estaba haciendo.
Sus dedos viajaban por toda su cintura, apretándola contra su pecho sudoroso, el aliento le acariciaba la garganta. Apretó los labios. Se estaba bañando en su perfume. Estaba segura de que ni siquiera estaban siguiendo el ritmo de la música ahogada que los envolvía.
—Raquel—jadeó a su oído—. Deberíamos ir a comer, Charlie se volverá loco si desperdiciamos su comida.
Y pese a todo, la atrajo más a su cintura. Joder. Casi podía imaginarse empujándole sobre el sofá y saltando sobre él mientras Charlie y Arnau observaban. De alguna manera la presencia de los dos hombres en la habitación debería haber calmado sus hormonas. Pero en su lugar, se preguntó cuanto tiempo podría aguantar con los tres a su alrededor.
Hacía demasiado tiempo que no tenía sexo en condiciones.
—Deberíamos—suspiró de vuelta.
Adrián arrastró los dedos por su cintura, deteniéndose por un momento en su baja espalda. Raquel se mordió el labio. ¿De verdad podría aguantar con los tres en su casa? Sus hormonas iban a traicionarlas. O el alcohol lo haría.
Casi podía imaginarse saltando encima de ellos como una hembra en celo mientras les juraba amor eterno.
Arnau la tiraría a la ducha y la empaparía con agua fría hasta que sus hormonas se calmaran.
—¡Chicos! —bramó Charlie—. Tengo la comida caliente.
Uh. Eso no ayudaba.
Adrián se separó, mirándola sus ojos oscuros brillando con malicia. Antes de que pudiera preguntar porqué la observaba de esa manera, el chico coló dos dedos dentro de su falda. Apretó el cachete de su culo, haciéndola estallar de dolor y placer.
Jadeó sorprendida y lo observó apartarse con una sonrisa traviesa.
¿Acababa de...?
—¡Raquel! —gruñó de nuevo Charlie—. ¡No puede ser una fiesta de cumpleaños sin la cumpleañeadora!
—Se dice "cumpleañera", Charlie—murmuró Arnau, apurando una cerveza sin quitarle el ojo de encima.
Su mirada se encontró por un instante y casi pareció entender lo que le ocurría. Raquel sintió que Arnau la observaba como ella lo observaba a él. Pero, tan pronto como llegó, la sensación se fue. Y fue transformada por la mítica máscara de frialdad que lo caracterizaba.
Mordiéndose el labio, se sentó en su silla y observó la mesa. Podía sentir la ardiente mirada de Adrián seguir la curva de sus hombros, pero se esforzó por prestar atención a las pizzas caseras de Charlie y la tarta de cumpleaños a medio devorar.
Adrián solo estaba buscando hacerla enfadar, como siempre.
La comida pasó entre risas, recordando los mejores y más divertidos casos que habían solucionado juntos. Sumergidos en aquella pequeña esfera de felicidad que solo se creaba cuando los cuatro estaban juntos y parecía sofocar todo lo demás.
Raquel tan solo deseaba que todo continuase exactamente como en ese momento; con Charlie enrollando la pizza hasta crear un tubo de tomate y queso fundido mientras Adrián torcía el gesto y le gritaba que era una abominación. Con ella misma riendo a carcajadas y Arnau apurando su vino con la mirada divertida.
Ese era su maldito hogar.
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La cabeza le palpitaba como si la hubieran golpeado con un martillo, pero la calidez que se extendía a su alrededor lograba disminuir la pesadez. Como un suave bálsamo que la envolvía con cariño y la acunaba entre los nubarrones difusos de la noche anterior.
Recordaba bailar. Junto a Adrián. También con Charlie. Mientras, Arnau había permanecido silencioso, observándoles como un magnate que ha pagado por un espectáculo exótico.
El calor trepó hasta sus mejillas. Pese a lo difuso que estaba, podía recordar el calor de sus cuerpos contra el suyo y su aliento en el cuello.
¿A quién se le ocurrió celebrar una fiesta en casa?
Apenas pudo comprender lo que veían sus ojos; el cabello pelirrojo de Charlie envolvía sus mejillas y caía sobre la almohada con suavidad. Sus labios entreabiertos vibraban con cada respiración profunda que tomaba, elevando su pecho. Se veía tranquilo y en calma, como una bestia nórdica a punto de saltar ante la más mínima muestra de peligro.
Y Raquel estaba enredada en él.
Tragándose un gemido, apartó los brazos que la rodeaban y se alejó del cuerpo caliente de Charlie. Casi estuvo tentada a volverse a lanzar a sus brazos y fingir que nunca se había despertado. Sin embargo, eso no le iba a ayudar a mirarlo a la cara más tarde.
Se mordió el labio con suficiente fuerza como para hacerse daño y se puso a moverse. Adrián dormía en un sofá cercano. Su estómago con abdominales quedaba a la vista porque su camisa se había subido y con el pelo despeinado por el sueño, parecía una estrella del rock recién salida de una fiesta llena de groupies y anfetaminas.
Tragando otro gruñido, se alejó por el suelo de baldosas hasta llegar al baño; entró de un empujón, casi derribando la puerta en el proceso. Olvidando la presencia del tercer hombre de su apartamento.
Y menuda presencia.
Arnau acababa de salir de la ducha y parecía estar dispuesto a vestirse justo en ese momento. Su ropa interior colgaba de sus dedos como el agua caía por los costados rapados de su pelo. La observó en silencio, con su rostro congelado. Raquel tardó un segundo en reaccionar; su piel oscura brillaba por las gotas de agua que continuaban cayendo libremente. ¿Había estado compartiendo horas de gimnasio con Adrián? Su tamaño parecía haber aumentado, sus músculos se veían más apretados y los hombros más anchos.
Se le hizo la boca agua. Un vistazo inocente hacia su cintura confirmó lo que había estado sospechando durante mucho tiempo.
Una sonrisa de satisfacción quiso surgir de sus labios, dejándola en evidencia.
—¿Algo que te guste? ¿Quizá debería regalarte una foto?
Observó su expresión con descaro, sin un ápice de vergüenza
—¿Qué me dices una réplica a tamaño real? Estoy segura de que le daría buen uso.
Los ojos carbón de Arnau parecieron encenderse mientras cuadraba los hombros y empujaba sus puños contra sus caderas. No parecía preocuparle el estar completamente desnudo, de hecho, casi parecía estar retándola a mirar.
—¿Tan mal está la cosa, preciosa?
Raquel no fingió resoplar, la cosa estaba tan mal como los tres hombres de los que estaba enamorada.
—Ni te lo imaginas. Tengo mala suerte en el amor y en el sexo.
Sintiéndose de pronto incómoda, abandonó el baño y se dirigió a su habitación para agarrar un conjunto para ese día. Su bolso estaba tirado en el mismo lugar donde lo había dejado, sus tarjetas desparramadas por el suelo.
—Cuando termines; avísame, necesito ducharme.
Arnau no respondió, pero la puerta se cerró a sus espaldas con suavidad y lo escuchó avanzar por el pasillo. Un instante de vacilación y él estaba ahí, con su ropa interior puesta y su mirada curiosa dirigiéndose al bolso. Raquel lo observó recoger sus tarjetas y cosas, dejándolo con suavidad en el interior de la tela.
—Puedes bañarte—le dijo, colocando las tarjetas por vete-a-saber-qué-orden—. Terminaré aquí y haré el desayuno para todos.
Que Arnau cocinase era como ver a los ángeles pasar. Era bueno, era eficaz y sus platos podían darte el chute necesario como para salir de un pozo de depresión. Sin embargo, como los ángeles, nunca podías verlo cocinar.
Antes de que pudiera arrepentirse, Raquel agarró un conjunto de dos piezas verde menta con una blusa oscura con un estampado que todavía no había logrado saber qué era. Pero era verde oscuro y naranja. Y de alguna manera se veía bonito. Tomó unos tacones bajos y su ropa interior antes de correr hasta el baño.
Realmente deseaba probar la comida de Arnau.
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Esta ONC se me ha ido de las manos definitivamente, tenéis TRES historias mías participando. No iba a hacer tanto, pero mira. Un reto es un reto.
Si podéis darle un ojito a Amber cuando tengáis tiempo por favor...<3
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