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2020



La sonrisa que le ofrecía la fotografía le parecía empalagosa. Reconocía al chico que allí estaba moviéndose en el papel mientras formaba un corazón sobre su cabeza. El titular decía: "El héroe local lo hizo de nuevo" y más abajo frases como "siempre podemos contar con él"; "a tiempo impidió que el caos nos sorprenda"; "¿Será Park JiMin el nuevo Elegido?" y ya no pudo seguir leyendo. Aventó el papel sobre la mesa y se bebió su café de un sorbo porque se le enfrió mientras estaba distraído.

No sabía qué le molestaba más de toda la situación, si el hecho de que Park JiMin fuera igualado al histórico Elegido que cursó su estudios en Hogwarts o que el mequetrefe sonriera tan plácido al saber que volvió a ser el centro de atención. Muy ufano, este se paseaba consciente de que lo consideraban el niño de Plata, puesto que el apodado niño de Oro era otro rufián que tampoco soportaba no ser el ombligo del universo. Era el colmo que Corea del Sur impusiera altares, metafóricamente, para estos niñatos que nadie sabía por qué de pronto se pusieron a la labor de detener los crímenes siendo que ese era el trabajo de un departamento en concreto. Un departamento, ya que estaba bien agregar, al que él pertenecía.

No obstante, había algo más que le irritaba y por eso enrolló con fuerza, viendo retorcerse las imágenes que se quejaban mudas por su maltrato, y lo incendió. Invocó un hechizo pequeño, aprovechando que nadie le prestaba atención, y una llama consumió el papel entre sus manos. Cuando ardió completo, las cenizas cayeron a la superficie de la mesa, ensuciandola.

—Oh, enseguida traigo algo para limpiar —Una voz femenina a su lado dijo y SeokJin, recordando por qué estaba ahí, la observó con una sonrisa.

—Gracias, olvidé que traía en el bolsillo mis cigarros y lo vacié aquí —improvisó rápido— lo siento, prometo no fumar... —agregó riendo al haber interrumpido lo que ella iba a decirle de la prohibición de fumar—. ¿Podrías traerme otro café? Por favor.

—Enseguida regreso, SeokJin —Sonrió, ya tenían una ligera confianza los dos aunque seguían en el plano de la cordialidad semi formal—. ¿No habíamos hablado que fumar tan temprano era excesivo? —La muchacha se retiró dejando a SeokJin sintiéndose contento, pero un tanto torpe por casi haber sido expuesto.

Si alguien del mundo muggle era testigo de un acto de magia el Ministerio enviaba un auror a regañar al mago imprudente y luego, posterior al sermón de que "los muggles no deben saber de nosotros porque eso es peligroso y bla bla bla", la persona que había presenciado este hecho era obliviatada y... adiós recuerdos.

Y SeokJin sabía que era por un bien mayor, proteger al mundo Mágico y proteger a los muggles, pero él había estado yendo a esa cafetería alrededor de seis meses para acercarse a la hermosa chica que trabaja allí y no podía permitir que sus progresos fueran borrados por un estúpido hechizo.

—Eso estuvo cerca, compañero.

Y podría estar seguro SeokJin que la buena fortuna a veces no le es aliada.

La silla frente a él se movió sola y SeokJin rodó los ojos porque quien la ocupaba luego venía a molestarlo. Recargó los codos en la mesa, compuso una expresión vacía para no delatarse. Si el otro veía que él no estaba allí por un café y un pastelito de miel sería su perdición. O no tan extremo, aunque de seguro que no podría volver sin tenerlo detrás recitando los peligros de involucrarse con muggles. No es que fuera ilegal, pero tampoco estaba tan bien visto este tipo de uniones. Como toda sociedad, la mágica seguía arrastrando ciertos prejuicios. Incluso teniendo una deuda con el mestizo Elegido y ni hablar de la sangr... Granger.

Y, ha decir verdad, SeokJin estaba harto del juicio social. Suficiente tiempo padeció y soportó la opinión de todos durante su infancia, adolescencia y hasta se extendió -peor todavía- cuando se enlistó en el cuerpo auror. No es extraño que haya decidido forjar un camino propio, ignorando las voces quisquillosas de los metiches.

—¿Me seguiste?

—Alto ahí, estoy aquí también por un café —El otro mago paseó la vista por el lugar hasta que encontró a la muchacha y le hizo una señal de que quería un café, luego regresó la mirada a SeokJin que se veía realmente enojado—; ¿interrumpo algo interesante? ¡Vamos, hombre, no me veas de ese modo!

¿Qué veía un mago como HoSeok en un sitio como este? Alguien apegado a las leyes y que mantiene respetuosa distancia de los muggles. Aquí, sumergido en el aroma a café, panadería y pastelitos; donde la plática es en voz baja porque sigue siendo muy temprano para cualquier emoción fuerte. Para SeokJin resultaba chocante no ver pocillos volando de una mesa a otra, o aperitivos que se recarguen cuando los platos se vacían, en lo demás, se amoldaba a la perfección.

—¿Cómo quieres que te vea si has venido hasta esta cafetería muggle para... estorbar? Y no —dijo enseguida SeokJin, sonando relajado—, no has interrumpido nada interesante. Solo mi desayuno.

La muchacha muggle se acercó a su mesa y ellos aguardaron en silencio amistoso a que terminara de limpiar el desastre que hizo SeokJin con las cenizas de sus supuestos cigarros y agradecieron el café. La viva curiosidad de HoSeok resultaba patética, mas se comportó educado y no hizo preguntas ridículas. Los dos, vestidos elegantes aunque sencillos, se fundían en el lugar.

—No creo que sospeche nada, tal vez piense que estás loco por traer cenizas en el bolsillo, no que incendiaste el diario mágico —dijo el de cabello azabache mientras sorbía su taza aparatosamente, pues olió antes el contenido y sorbió poquito para ver a qué sabía—. A la próxima, no quemes el bonito rostro del Chico de Plata frente a extraños. Ni magos ni muggles deben ver eso —Se burló y SeokJin al ver el desvío de la charla siguió por ese lado.

Mientras menos supiera Jung HoSeok de sus verdaderas intenciones, mejor.

—Había olvidado tu admiración por Park JiMin —picó sabiendo que el chico sonriente frente a él tampoco se dejaba encandilar por el maguito.

—¿Puedes creer que ese enano desgraciado nos mandó una lechuza con una canasta de dulces felicitando nuestra colaboración? —Las tazas repiquetearon en sus platitos y SeokJin supo que el otro estaba comenzando a enojarse por lo que neutralizó su magia con la suya, que era ligeramente más poderosa—. He hablado con el Jefe de Aurores y no puede hacer nada más que llamarle la atención. Seguro debajo de su túnica lleva una remera impresa con los rostros del Trío amado.

El Trío amado del mundo mágico eran jóvenes talentosos que gustaban de salir por su cuenta a fingir ser superhéroes. Despectivamente, se los había empezado a apodar a cada uno como Chico de Oro, de Plata y de Bronce porque siempre dejaban una moneda de este material a quienes "salvaban", pero a medida que sus actos fueron cobrando popularidad los tres empezaron a conseguir fama positiva.

—Su ropa interior está firmada por el mismo TaeHyung, puedes creer lo que digo —agregó con aburrimiento.

TaeHyung, aunque de perfil más bajo que los otros dos, fue el que inició con esas jugarretas. JiMin, el chico Plata, y JungKook, el de Oro, se unieron a él tiempo después.

—Por Merlín —Se burló HoSeok, sin hacer hincapié en un detalle importante del chico Bronce por respeto a su compañero, y siguieron bebiendo sus cafés en armónico silencio hasta rompió la calma con otra pregunta—. ¿Vas a ligar con la muggle?

De no ser SeokJin un mago, auror en ascenso, haber salido de su casa Mysticeti con honores; esa pregunta le habría hecho escupir el café. En su lugar, solo suspiró mientras recitaba en voz baja el principio de un hechizo que aprendió del libro antiguo de bromas de los hermanos Weasley.

Pero cuando iba a cometer su falta número dos en el mundo muggle, un sonido de pelea lo detuvo. Se puso en pie cuando notó que la muchacha, a la que iba a ver sin falta semana a semana, se quedaba de piedra mientras el grumoso preparado de un batido la bañaba entera. Siguió con la mirada al causante y no halló más que a un niño riéndose de su broma de mal gusto y a una madre que continuaba untando mermelada a una tostada.

—¡Mira, mamá, mira! —gritó el niño, que estimaba SeokJin no tendría más de diez años—. ¡Mira qué tonta parece ahí parada!

—Hijo, siéntate como corresponde —ordenó sin autoridad la mujer mayor al ver que su hijo se ponía de rodillas sobre la silla y estiraba la mano para alcanzar la otra mesa.

—Señora, por favor, controle a su hijo —pidió con voz estrangulada la muchacha. Parecía a punto de llorar. SeokJin creía que esto era de impotencia y no por el bochorno.

Él mismo estaba impotente de pie, con su mano en el bolsillo oculto bajo su suéter donde guardaba su varita. La magia de ese objeto vibraba llamando a que la utilice y defienda a la chica que ahora, para mayor enojo, era atacada por sobres de azúcar que el niño le arrojaba. La madre se dignó a ver a la muchacha y luego, como si la mirada de SeokJin la hubiera pinchado, dio un respingo y lo observó fijo. Entonces SeokJin actuó, no aguantó más. Se adelantó hasta ellos, con clara intención de restablecer el orden, aunque HoSeok lo interceptó enseguida. Las personas, que expectantes veían el maltrato del niño a la mesera, no intentaron ir en su ayuda.

—¿A dónde piensas que vas? —susurró HoSeok con ojos preocupados por ver las cortinas de la cafetería agitarse cuando afuera el día era sin brisas—. Son muggles, irrespetuosos sí, pero no podemos intervenir.

—Apártate, HoSeok —Este no le hizo caso y SeokJin se lo reiteró, pero siguió sin moverse de allí—. Vas a obligarme a que te aplique una imperius y te haga anclarte a esa silla. Déjame.

Un llanto, ahora del niño, captó la atención de los dos magos que se voltearon a esa dirección y notaron una escena confusa: la muchacha de los cafés estaba en el suelo cubriéndose la mejilla, mientras la madre sujetaba del brazo casi jalandolo del piso al niño que pataleaba en un berrinche.

—¡No golpees a los empleados! —regañó la mujer, mas cuando notó que la muchacha buscaba ponerse de pie, adrede, dejó libre al niño para que la sujetara del cabello.

—¿Pero qué Voldem...? —soltó HoSeok, lo cual era una evolución de la expresión "qué demonios" que empezó a usarse luego de que la batalla oscura terminara—. ¿Has visto eso?

Aunque el auror Jung hablaba solo porque SeokJin, aprovechando la sorpresa del otro mago, se liberó y llegó hasta donde el niño para aplicar un petrificus totalus que paralizó a la clientela entera. O eso debía ocurrir, solo que, cuando SeokJin iba a quitar al niño de encima de la muchacha, este rompió su postura rígida y le saltó encima haciendo que caiga de espaldas.

Pronto, una varita fue puesta en su garganta y la sonrisa aniñada se volvió macabra.

—¿Eres un mago? —preguntó HoSeok, y SeokJin observó que la madre del pequeño había reducido al otro también con su varita en ristre—. No entiendo nada...

—Ha sido mucho tiempo de que volvemos a vernos, SeokJin —comentó el niño, y si bien su voz era la de un infante, su expresión era tan adusta que parecía no encajar en los rasgos juveniles—. Por poco no te reconozco bajo tanto confundus.

La exclamación de SeokJin provocó que la varita se le clave aún más en la garganta hasta que creyó que iba a lastimarle. No era poco impresionante lo que le decía el niño, ni siquiera HoSeok había detectado los hechizos que se aplicó para no ser detectado por...

¿¡TaeHyung!?



[...]



Frente a sus ojos, el mocoso malcriado se transfiguró en un muchacho de aspecto sombrío y atractivo. El cabello claro corto se tornó oscuro como las alas de un cuervo, cayendo grácil entorno al rostro anguloso y la sonrisa cuadrada tan familiar hizo acto de aparición para, a continuación, volverse una fina línea.

Viendo que TaeHyung había descubierto su disfraz, el otro que lo acompañaba eliminó los últimos resquejos de poción multijugos y se mostró tal cual era. Ante ellos, con la misma sonrisa que SeokJin quemó rato antes, Park JiMin. HoSeok tenía la boca abierta asombrado de tampoco haberlo notado. Ambos aurores estuvieron ante el par del 95 y no supieron hasta que ellos así lo quisieron. Agradecían que los estudios en pociones se volvieran efectivos para que el efecto de la multijugos fuera controlada por el mago a su antojo. Del mismo modo, renegaban de ello por usos no aprobados como el que ahora presenciaban.

—¿Qué significa esto? —vociferó con el rostro rojo HoSeok mientras SeokJin escaneaba el sitio buscando al miembro que faltaba para completar la trinidad.

—Me ha apenado oír que no le gustaron las golosinas que le obsequie, Hyungie —canturreó JiMin, respondiendo lo antes comentado por el auror Jung, y conjuró un cruciatus que lo hizo chillar de dolor. No tardó mucho en deshacerlo—. Espero atinarle a la próxima.

Jadeando, HoSeok se retorció en el suelo con espasmos del cruciatus todavía recorriendo el cuerpo. Se alejó de Park dándose cuenta con horror que sus fuerzas se debilitaron por el castigo. No se preocupó por sí mismo, reuniendo energía convocó su magia para dar a todos los muggles un escudo de protección.

—¿A qué ha venido eso, idiota? —enfrentó Jung desmadejado, aunque fiero carácter.

—No soy tan enano como dijiste —Se cruzó de brazos JiMin y si SeokJin no quisiera patearle la cara, probablemente lo habría encontrado entrañable—; además, qué desagradecido de su parte hablar mal de los regalos.

—¿Es un chiste? —preguntó SeokJin, alzando las oscuras cejas por no creer la cínica plática—, ustedes jodieron una investigación de meses solo por dársela de Anpanman ¿y nos enviaron dulces?

La varita que amenazaba a SeokJin se movió aunque ahora se le clavó en el pecho y TaeHyung, de cuclillas a su lado, le indicó con la cabeza que se sentara.

—Justamente, de eso quería hablar —dijo TaeHyung.

—¿De Anpanman? —Se mofó SeokJin, sabiendo perfecto que no era a eso a lo que se refería—; ya estás bastante crecidito para andar con historias de héroes ¿no te parece? Aunque por tu anterior aspecto supongo que...

El puñetazo en la boca sí que fue acertado, pensó HoSeok al ser testigo del golpe a su compañero de departamento. SeokJin en cambio, se carcajeó.

—Vaya, aprendiste bien, hermanito —felicitó con ironía, recuperando el lazo que los unía y del cual ambos hoy en día renegaban.

Buscó a la muchacha. Se percató de que se cubría intentando protegerse. Congelada así por el hechizo, parecía una escultura de las que en el castillo donde estudió solían decorar los pasillos. Aunque las esculturas mágicas eran bastante chismosas, a SeokJin le parecían la mejor expresión del arte. La chica de los cafés, se le antojó una visión magnífica, incluso en esa circunstancia.

—¿Por qué no me sorprende que estés tras la muggle cuando todos están ocupados en salvar a toda una especie? Egoísta —acusó TaeHyung enderezándose y caminando hasta la muchacha en cuestión—. No sé qué les ves, hay brujas hermosas y caes ante una simple mundana.

Con la varita, despejó del cabello castaño del rostro petrificado de la mesera. Estudió los rasgos, las pupilas dilatadas y la boca entreabierta. En su mejilla el enrojecimiento databa del cachetazo que recibió de -la antes madre, ahora- JiMin. Parecía de piedra, muerta incluso. El pulso era imperceptible y TaeHyung recorrió la línea de su mandíbula, bajando por su cuello y enredando el collar de la muchacha con su varita. SeokJin reparó en que su hermano menor se quedaba viendo el dije del collar con gran interés. Decidió responder:

—Es muy mi problema con quién me relaciono, tengo vida social y... amorosa ¿te enteras?

—En esto tienes toda la razón, Jin hyung —secundó JiMin, ganando una mirada amenazante de TaeHyung que se olvidó de la mesera—. Okay, pero tu hermano está en lo cierto.

—Cállate —mandó el menor de los Kim y lanzó un hechizo de incarcero a HoSeok que estaba reponiendose y dispuesto a atacarlos. Las cuerdas laboriosas enredaron al mago en el suelo cortándole un poco la respiración—. Si Jeon no estuviera desaparecido, él vendría en tu lugar.

SeokJin vio a su compañero auror ponerse rojo y jadear con la boca abierta, pero sabía que de intentar rescatarlo a él mismo le caería una maldición igual. Y como su instinto era poderoso, convenía mejor analizar la situación antes de dejarse llevar por el impulso.

Los magos jóvenes seguían discutiendo.

—¿Así que él y no yo que te salvé el trasero cuando los dementores te persiguieron dentro de la Cámara de profecías? —replicó JiMin cambiando su posición y apuntando a TaeHyung, quien no se inmutó—. Serás cabrón.

—Lo soy —aceptó el Kim de Bronce, sonriendo con falsa inocencia—, pero soy el que está a cargo. Y me necesitan, de lo contrario, no hubieran llegado hasta donde están hoy. Sé un poco más humilde, ChimChim...

—No vuelvas a decirme así —apretó los dientes Park—. Te pedí que no lo hicieras...

SeokJin examinó con detalle el intercambio. Tal vez podría aprovecharse de ello. Sabía que su hermano era autoritario, solo que ahora entendía por qué. Como casi todo el mundo mágico, creyente de las profecías, buscaban aquella persona que desataría la nueva generación de hombres lobo.

—SeokJin...

Escuchó la súplica de HoSeok y no hizo nada. Le crispaba los nervios y ni bien pudo vislumbrar un gesto de distracción de su hermano, desenfundó su varita y conjuró un repello muggletum. Los encapsuló a todos dentro de esa cafetería porque no expondría a los muggles a la pelea que, aunque no quisiera, sabía que vendría.

Como pronunció el hechizo en voz susurrante TaeHyung no lo notó hasta que un halo de magia rodeó el local de cafés. Volteó la cabeza al suelo, aunque el Kim mayor ya estaba de pie cubriendo a la mesera y apuntando. Reaccionó contra el auror:

¡Expeliarmus!

¡Impedimenta! —el auror con experiencia atajó el golpe de magia que lo desarmaría y lanzó su propio ataque— ¡Incendio!

Con horror, TaeHyung vio su túnica incendiarse y lanzó un alarido ante las crepitantes llamas que le quemarían la piel. Un aguamentis tímido de JiMin aplacó el incendio, pero SeokJin, que ya estaba tomando ventaja, gritó un paralingua con la que evitó que el mago de Plata pudiera conjurar. La lengua del atacado se pegaría a su paladar y por más que se recitaran hechizos no verbales, los principales de ataque eran con palabras pronunciadas. Y, si era tal como venía estudiando al trío heróico, estos no tenían entrenamiento de batalla.

Lo suyo era la pelea feroz y desprolija, SeokJin tenía técnica como oficial auror.

¡Crucio! —Por poco, el ataque de TaeHyung impacta a SeokJin, solo que el mago mayor se movió a la izquierda rápidamente; desde allí lanzó un expeliarmus que de igual modo fue esquivado—. ¿Quieres pelear de uno a uno? Pues, concedido. ¡Desmaius!

[...]


La sorpresa se dibujó en los rasgos del Kim mayor al ver a su hermano desmayar a su cómplice, JiMin. Seguido hizo lo mismo con HoSeok.

—Estás demente —sentenció SeokJin, pero el deje de orgullo que se filtró en su voz captó la atención del menor.

El despliegue de hechizos de su hermano era certero, de no ser él un miembro del Ministerio habría caído a los segundos, pero le resistió y en ello probó que TaeHyung realmente había crecido y su magia alcanzó un nivel superior. Podía reconocerle eso.

Después de todo, los Kim compartían sangre pura y un lazo mágico desde niños. Una... promesa de las tantas tardes que solos jugaron en casa.

—No quiero hacerte daño, hyung —Por primera vez, tras varios años, TaeHyung parecía más aquel niño que jugaba con él dentro de la Sala de pociones de su madre—, pero si no colaboras conmigo no me dejarás otra alternativa.

Una amenaza casi simpática. SeokJin entonces decidió bajar la guardia para negociar. La cafetería estaba silenciosa debido a que selló el espacio dejando al exterior en segundo plano. Los muggles petrificados como testigos ciegos de un crimen. Nadie podría declarar nada. No obstante, a SeokJin le eran indiferentes, suficiente con la protección que les proporcionó Jung. No así la muggle a su espalda. Ella, en una sumisa posición de indefensión, para SeokJin era un blanco.

—Podemos charlar civilizadamente, aunque necesito que prometas que no lastimaras a nadie. Eso me incluye, por supuesto —Hizo bailar su varita despreocupado, mintiendo una calma que no sentía.

Los ojos marrones de TaeHyung viajaron hasta la varita y luego al rostro de SeokJin como midiendo si estaba siendo honesto. Al parecer, le creyó porque perdió la rigidez en su postura y bajó la varita aunque permaneció alejado.

—Si me das lo que quiero me iré sin chitar —Se encogió de hombros el pelinegro.

—¿De verdad crees que tengo la respuesta a lo que buscas, TaeHyung? —Cruzándose de brazos, agitó la cabeza en negación y sus cabellos oscuros cayeron más sobre su frente—. Te recuerdo que soy un simple auror no manejo tanta información.

—La bruja a la que cruciamos te mencionó, entre gritos y sollozos. Diría que estás subestimándome, hyung —TaeHyung hizo dos pasos atrás y con un accio atrajo un pastelillo de la mesa del auror. Lo probó y sonrió ante el dulce de miel. Su favorito—. Tengo tiempo aún, pero no abuses de ello, quiero ir a buscar a JungKook.

—Tiempo sin ver al Maknae de Oro, ¿sigue superándote en todo?

La mandíbula de TaeHyung se contrajo en un gesto de molestia y SeokJin supo que no debía presionar tanto. Aunque se regocijaba de saber dónde golpear.

—Él tiene habilidades diferentes a las que yo poseo, lo malo es que es compasivo —Reflexionó el Kim menor—. Supongo que nadie es perfecto. Pero no me desvíes el tema, hyung, dime dónde está la ruta de la Profecía que busco. Atracamos la Cámara y no hallamos nada. La bruja antes de morir nos dijo que está escondida, pero que para llegar a ella se necesita de un objeto que simula ser brújula y completa el traslador. Ella no sabía explicarlo y no hay pergaminos que sugieran que tal hipótesis sea verdad.

—Los del Ministerio tienen mucho rato manejando profecías, hasta los mortífagos se llegaron hasta allí para ver si habíamos ocultado algo del Niño que vivió. Desde entonces, las medidas de seguridad se han puesto más rigurosas. No los culpo, si yo fuera ellos no dejaría algo tan preciado en el primer sitio al que todos acudirían a buscarlo.

—Hablas como si esto no fuera de tu interés y sé perfecto que el que nos envió ese escuadrón de aurores fuiste tú —acusó venenoso TaeHyung.

—Lo hice porque estaba de turno —Se desentendió de la carga de responsabilidad—. Si no hubiera sido yo, tal vez Min YoonGi habría dado la orden de que los capturaran.

—Cómo no, ¿ustedes tienen a JungKook?

—Si ese niñato estuviera en mi poder ya le habría dado un poco de lo que se merece —renegó SeokJin sin disimular su desprecio.

La risotada de TaeHyung hizo eco en la cafetería. La calidez de la mañana cotidiana en el café, con sus fragancias y sus sonidos mecánicos, se sumió en un pozo de fría batalla. Las palabras adquirían un tono hasta sombrío allí donde los oídos sordos de los testigos les recordaban que todo lo dicho podría resultar en una confesión.

—Estás ya grandecito para enfrentarte a un joven mago como JungKookie —Se burló TaeHyung.

—¿Te preocupa que te robe un juguetito?

El silencio que siguió a eso pareció tranquilo y necesario. Aunque no se prolongó tanto.

—Una última oportunidad de que confieses, Jin hyung. Sales perdiendo más tú que yo, dime lo que quiero saber y luego continuamos cada quien por su lado.

TaeHyung rascó distraído su brazo y SeokJin, atestiguando la molestia, sintió que podría reírse, solo que se contuvo.

— No volverte a ver la cara sería un grato regalo, es lo que refleja el espejo de Oesed cada vez que me paro frente a él —respondió SeokJin y notó un rápido rictus en los labios de TaeHyung.

La varita de TaeHyung tembló, casi cayendo. Sin embargo, se recuperó rápido y lo encaró:

—Tuviste tu oportunidad... —susurró el menor, lamió sus labios quitando algo del dulce del pastelillo que probó, antes de alzar su varita y pronunciar un hechizo terrible—. ¡Sectusempra!

La cafetería tenía dos puertas disponibles, la de ingreso y otra de emergencia, pero, por mucho que corriera, SeokJin no podría esquivar la maldición. El Sectusempra, nada más y nada menos, aquel maleficio que ocasionaba un derramamiento de sangre brutal y del que, si no eras entendedor del tema, podrías resultar muerto. ¿Tanto así creció el odio entre hermanos?

SeokJin supo que no podría evitar ser atacado por lo que se preparó para el dolor.

Con rostro iluminado por la electrificante luz naciente de la varita de espino, TaeHyung midió el disparo de magia en dirección a quien fue su héroe de la infancia. La culpa le pateó el pecho como recordándole que a él le debía un respeto por encima de lo que ahora eran intereses contrarios. Pero se mantuvo firme, no había ya marcha atrás.

Además, llámese rencoroso, pero algo en su interior le ordenaba que fuera contra su hermano y lo castigara por lo que le había hecho. Esa parte que no le perdonaba ni siquiera que, luego de haber pasado por la escuela de magia, haya recapacitado y se haya vuelto un mago de respetable conducta. Como si el pasado, el rechazo de la propia escuela de aceptarlo por su conducta problemática, no fueran más que detalles. Para el menor de los Kim, SeokJin seguía siendo el mismo que lo usaba de blanco para descargar su ira o para practicar sin importarle consecuencias. Y, por ello, lanzar tal maldición le supo dulce y amarga a la vez.

Solo que nada ocurrió.

La potente línea de magia que lanzó no llegó al otro mago. Ambos vieron cómo esta se disolvía en el aire dejando apenas un rastro mágico. Entonces, de pronto y haciendo que los dos apretaran los puños del dolor, un ardor en sus antebrazos los punzó. La comezón fue tal que los hizo rascarse hasta enrojecerse la piel y ni así se apaciguaba tal sensación. Parecía que la piel se les rasgaba...

—¿Qué es esto? —preguntó TaeHyung intentando arremangar su túnica; se asustó al ver a SeokJin sonreír como quien ha encontrado un hecho realmente gracioso.

—Ha funcionado... —pronunció SeokJin y sin mediar lanzó—. ¡Imperius!



[...]



La maldición de SeokJin dio de lleno en el pecho de TaeHyung, pero no lo sumió en un estado comatoso de obediencia pasiva. Lo que hizo fue empujarlo, aunque el menor pudo recomponerse.

—No entiendo, ¿qué has hecho? —interrogó TaeHyung cada vez más confuso, parpadeando perplejo, al ver que no era afectado por la imperdonable—. ¿Por qué no podemos hacer magia? ¿pusiste protecciones?

El mayor apretó los labios negándose a contestar, mas pronto, por fortuna, se vio interrumpido por la entrada abrupta de alguien. El recién llegado se quedó tieso al hallar la peculiar escena.

—¿JungKook? —habló TaeHyung y el mago apodado de Oro le sonrió dulcemente—, te he buscado en todas partes, idiota. ¿Dónde te habías metido? He tenido que arreglármelas solo con ayuda de JiMin y sabes cómo es...

Ante la mención del otro trillizo mágico, JungKook bajó la cabeza y observó a este en el suelo desmayado junto a otro pelinegro que, si mal no recordaba, era un auror.

—Lo siento, estaban tras mis pasos y debí desviar la atención —Se excusó encogiéndose de hombros, su cuerpo envuelto en el frescor del exterior. JungKook no llevaba túnicas como JiMin y TaeHyung, al igual que SeokJin y HoSeok, vestía a lo muggle—. Veo que llego en buen momento.

Se posicionó junto a TaeHyung, apuntando al auror Kim que no pareció amedrentarse por la doble rivalidad a la que enfrentaba.

—Si hubiera sabido que nos honrarías con tu presencia habría llamado a la auror Jiyoung —Se burló SeokJin viendo al maknae de los magos morderse los labios mortificado y a su hermano sin comprender—. ¡Oh! No le has contado al patrón...

—¿De qué está hablando? —Encaró al maknae que respiró pesado.

—No es nada, hyung, él está mintiendo para generar conflicto entre nosotros —explicó sabiendo que TaeHyung sentía una especial animadversión por todos los aurores. Nunca, entre sus filas, tendría a alguien aliado a estos.

Un odio justificado, según el menor de los Kim, porque ellos habían sido quienes condenaron a sus padres al beso de los dementores mientras él estudiaba en su cuarto año. Sin darle oportunidad siquiera de despedirse. Por esta razón es que no entendió que SeokJin decidiera aplicar a un puesto así, que a su parecer era corrupto e injusto. Lo que acrecentó la disputa entre hermanos.

—Basta de charlas —gruñó el Kim menor y pronunció—: ¡Bombarda!

Otra vez, nada aconteció. SeokJin no reprimió las risas, ahora con ganas renovadas, tanto que lo impulsó a dar un paso. Otro hechizo, un petrificus, y nada. El eco del siguiente paso fue tétrico en el congelado local de cafés. JungKook se unió y lanzó un crucio, SeokJin lo desarmó. Otro paso. TaeHyung cubrió a JungKook que se quedó sin varita. Mandó otro hechizo y nada. Así hasta que los dos magos jóvenes debieron retroceder porque SeokJin les estaba casi encima.

—Has bloqueado la magia, cobarde —escupió JungKook con desprecio.

SeokJin, para desmentir tal cosa, conjuró sin despegar los labios y un fino corte estropeó el bello rostro del maknae de Oro. Este gimió adolorido y atajó el corte para que la sangre no gotee en el suelo. TaeHyung reparó en que la magia no estaba funcionando para ellos.

—¿Por qué tú sí puedes hechizarnos? —habló JungKook haciendo verbal los pensamientos de TaeHyung. El auror había detenido ya la demostración y el corte cerró, perdurando el dolor lacerante.

—Es mi turno de hablar. Quiero que me digan si alguien más que ustedes tres están tras las pistas de la profecía —La voz autoritaria de SeokJin delataba su estudio de auror y los dos menores intercambiaron una mirada—. Y no me hagan sacarles la verdad a la fuerza, sean honestos y puede que no llame a mi escuadrón para que los arreste. Teniendo en cuenta que, encima, tengo a los tres dolores de cabeza del Mundo Mágico, podría hasta ser ascendido.

—Eres un lamecul... —Otro corte justo a un lado de la boca de JungKook y se tuvo que tragar su insulto. TaeHyung sin querer admitir su preocupación lo sujetó del hombro.

—Sé respetuoso con tus mayores —SeokJin volvió a presenciar un intercambio de miradas y analizó qué poca voluntad poseía él para confiar realmente en alguien de ese modo—, ahora ¿quién me va a contar qué tanto hacían en la Cámara de Profecías y quién más sabe?

—No sabe nadie más que nosotros tres —confesó el menor, TaeHyung seguía viendo fijamente el sitio donde la sangre coloreaba el corte que antes hizo—; pero hay más personas interesadas en la profecía.

—Entiendo, mas nadie averiguó tanto. ¿Por eso JiMin se la pasa merodeando el Ministerio? —concluyó SeokJin, haciendo que las facciones de su hermano se agriaran al verse atrapado—. ¿Y qué? ¿les falta el mapa? ¿ya conocen al completo la profecía?

No era difícil adivinar el por qué tanto interés por la profecía de los que se vuelven lobos o incluso preservar a esa especie. Desde hace tiempo los licántropos estaban mostrando signos de debilidad debido a la gran peste que atacó años atrás. Entonces, los sobrevivientes temieron que su especie se extinguiera o cayera enferma y dieron aviso de tal relato profético que era compartido apenas por unos pocos. La desesperación los llevó a confiar en los magos del Ministerio porque temían desaparecer, lo cual, para SeokJin, habría sido un bien y no un mal. Los aborrecía, y escupía si era necesario el buen nombre de aquel licántropo inglés: Lupin. Porque ellos, estas bestias, no controlaban sus fuerzas. Sus instintos anulaban su razón cuando las criaturas de su interior se desataban. ¿Cómo permitir que una plaga así se propague sin mediar o intervenir para enderezarlos?

Los datos que manejaba la sociedad mágica hasta el momento, y por lo que estaba leyendo en el diario que quemó, era que no había sido extinto el linaje del estudioso en licantropía Forfang. El descendiente del mismo podría conducir hasta el sitio donde su diario de experiencia estaba escondido. Eso, en resumidas palabras, era obtener información de todos los hallazgos que Forfang pudo conservar. Valía pensar que de tan arriesgada ocupación surgieran consejos, experimentos, pociones, etcéteras capaces de entender la dinámica lupina. Con esa información para salvar o dominar a los licántropos, se otorgaba un poder inmenso.

Visionando, y si caía ese diario en manos equivocadas, esto significaba armarse de un ejército de fuerza sobrehumana. Con un ejército así, el siguiente paso sería imponerse tal como lo quiso hacer el mestizo aquel, Voldemort, en Inglaterra y no consiguió por la intervención de la Orden del Fénix y del afamado Elegido, Harry Potter-Malfoy, actual Ministro. Una leyenda hasta la actualidad: el chico que vivió y venció.

Por esta misma causa, los del Ministerio llevaban meses en una investigación secreta que el trío mágico arruinó casi por completo, para luego ofrecer dulces como disculpas.

—Lo sabemos —Ahora sí le habló TaeHyung, apretando los puños—. Sé bien por qué todos la desean. Y sé también por qué tu nombre resuena allá por donde sea que escarbemos en esta búsqueda.

—Me complace ser renombrado, mi labor no es sencilla —presuntuoso, SeokJin hizo bailotear su varita—. Impedir que se encuentre esa profecía me volverá en el nuevo héroe mágico. Lástima que nadie sepa, salvador anónimo, quedará en mí la gratificación personal por tanto esfuerzo.

—Tu heroísmo me dan arcadas —masculló JungKook y TaeHyung secundó esto con una risita—. ¿Nos dirás por qué puedes hacer magia y nosotros no?

—Es una historia larga de contar, pero entretenida.

—Pues dilo o mátame, no te aguanto en modo charlatán.

—¿TaeHyung permitirá que le deje sin una de sus muletas? —Se rascó la barbilla reflexivo mirando las mesas donde los muggles seguían petrificados, lo ponían ansioso—. No lo creo, los necesitas ¿no, hermanito? ¿Los usas para cubrir tus evidentes falencias, cierto? Si papá estuviera vivo...

—Sino lo hubieras traicionado, dirás —escupió TaeHyung, dolido por la mención de su progenitor.

SeokJin rodó los ojos. Casi quiso arrojarle un pañuelo para que seque las evidentes lágrimas que asomaron en los ojos de su hermano.

—Sino hubieran traicionado al Ministerio —corrigió.

—¿En serio crees que es cierto lo que dijeron? Le debes todo a ellos, hasta tu puto puesto de auror y ahora los tachas de delincuentes ¡Eres un traidor!

SeokJin prosiguió como si no hubiera oído el reclamo de TaeHyung.

—Qué pasional te portas, TaeHyung. Me conmueve tu ignorancia y que omitas que el Ministerio les perdonó varias veces.

Uno de ellos estaba menos a la defensiva porque las dudas de lo dicho por SeokJin lo asaltaron.

—¿TaeHyung? —consultó JungKook a su compañero—. Nunca mencionaste que tus padres estaban en malos términos con el Ministerio.

—¡Ellos no... !

—Ellos sí —terció SeokJin con cizaña—. Son muy jóvenes para que les hayan llegado rumores de la traición de los centauros, supongo. O el tráfico de sangre de unicornio. Oh, papá era tan bueno con las palabras que podía ofertarte productos en mal estado, diluidos por otros químicos y los comprarías como si fuese la mismísima felix felicis.

—¡Cállate!

—A mamá le molestaba que él no la dejara participar de esas... transacciones siendo ella la genio detrás de los viales —casi podía filtrar el odio por ellos en sus palabras—. Quizá por eso la llegada del primer hijo le afectó. A la fuerza tuvieron que repensar sus vidas. Sin embargo, dime, Jeon JungKook, ¿es posible echarle culpas a un bebé?

JungKook negó aunque no emitió opinión. Se dedicó a estudiar el suelo limpio de la cafetería para evitar la intensa mirada del auror. TaeHyung, a su lado, comenzó a bajar la varita.

—¿De qué hablas?

Y ahí... sí, eso era lo que SeokJin esperaba. La duda.

—No quisiera ponerme sentimental en estos momentos, han pasado años ya. He trabajado en el perdón y en refundar mi camino —dijo el auror, sonriendo levemente—. Y puede que no hayas entendido por qué me comportaba tan mal cuando niños, ¿de qué otro modo podía evitar que se desquitaran contigo sino era haciendo que se enojen conmigo?

—Es rebuscado justificar tus maldades con un sentido protector. ¿Te olvidas quién mancilló mi piel cuando apenas tenía ocho años?

Mostrando la evidencia, arremangando la túnica, TaeHyung intentó mantener semblante seguro. Se esmeró en no retorcerse ante los ojos ajenos, la vergüenza lo quemaba. Una marca que le restaba bravura, pues le enrostraba lo crédulo que había sido al confiar.

—Olvidalo, tienes razón. No tienes por qué elegir un lado u otro. Ellos seguirán siendo nuestros padres, yo seguiré siendo tu hermano. Solo que quisiera que no me veas como si fuese un enemigo por procurarme una vida... distinta.

—Basta de sentimentalismos, dime lo que quiero saber —apretó los dientes TaeHyung viendo que por poco cae en la trampa de su hermano. Seguía calando en su mente con las palabras certeras para hacerle dudar.

—¿Qué quieres saber exactamente? Soy yo, me atrevo a expresar, el que está menos informado de todos ustedes.

—¿Dónde está la pieza que falta del traslador? Dicen que está escondida, pero que se ha activado recientemente —JungKook aprovechó la conversación de los hermanos para recuperar del suelo su varita con un discreto accio, SeokJin solo enarcó una ceja—. No hemos podido rastrearlo hasta ahora, pero, casualmente, esto nos trajo hasta ti.

SeokJin se alejó y se movió a la izquierda, ocultando de esta forma a la mesera. El paisaje de la cafetería siendo por sí sola la justificación de por qué se obra bien no estando cerca de los muggles. Vulnerables como estaban, aumentarían las ideas obsoletas de apoyar la disgregación. El Ministerio se daría una panzada con los reportes que tendrían que rellenar por tal suceso si llegaran a tiempo.

—Pues lo siento, puede que mi rastro mágico haya impregnado el traslador descompuesto cuando estuve revisando junto al auror Kim NamJoon...

La risotada de TaeHyung por poco animó el ambiente. Hizo una señal a JungKook, quien, con un movimiento de muñeca apareció al mencionado. Encadenado, NamJoon trató de enfocar la vista. Al instante posó sus ojos en SeokJin.

—Qué picardía olvidarnos de él. Tan útil en nuestro recorrido tras las pistas de la profecía. ¿No te he dicho yo que los aurores no tienen un ápice de fiabilidad en sus cuerpos? Que mira que trabajar contigo y, por la espalda, clavarte un puñal...

La satisfacción de TaeHyung crecía ante el rostro perplejo de SeokJin que dio un paso adelante sin poder evitarlo. No avanzó más. NamJoon practicó un gesto indiferente poco creíble.

La situación empeoraba todavía más; disturbios de índole mágica ante más de quince muggles, uso no registrado de poción multijugos, ataque a dos aurores en carácter civil, y, peor, secuestro de un miembro del escuadrón. Apenas serían las diez de la mañana y ya SeokJin sentía que el día estaba yéndose al diablo.

—Pensé que podía dejarte ir sin más, pero ¿secuestrar a un auror? ¡TaeHyung, eso es un delito gravísimo!

—¿Más grave que esconder información al Ministerio? —Por mucho que discutieron, el menor de los Kim estaba firmemente plantado en una postura de choque y subversión.

El cuello de SeokJin, sus orejas, coloreándose con ira pura. Se irguió, haciendo uso de un impecable autocontrol:

—Entrega tus recuerdos por las buenas y todo será un proceso tranquilo para librarte de la cárcel. Tengo contactos, lo sabes. Costará, pero la sociedad disculpará que...

—¡No quiero perdón de la puta sociedad mágica! —se hartó TaeHyung, su magia desestabilizó el sistema luminario del café y el parpadeo de las luces hizo jugar las sombras volviéndolos espectros tenebrosos—. Voy a perseguir la profecía hasta que me haga de ella y...

—¿Y qué? ¿Destruir el orden mágico establecido? No seas ridículo —gritó de vuelta SeokJin—. ¡Reacciona, eres un buen hombre!

—¿Qué sabes tú? —TaeHyung confesó como símil de disculpa—. He matado a tantas personas que...

—Yo igual, ¿crees que no?, mas puedo arrepentirme por ello y trabajar para...

—¿Volverme un títere como tú del Ministerio? No quiero. No me interesa.

Y viendo la resolución en el rostro de su hermano menor SeokJin supo que no podía prolongarlo más. Tiene un mísero consuelo de que intentó rescatarlo. Se cruzó de brazos, y dijo:

—Lo siento tanto, TaeTae —El dolor cruzó las facciones de TaeHyung brevemente, remembrazas de tardes de juegos pasadas—. Pero no puedo dejar que me robes lo que tanto deseo.

—¿Eh?

—JungKook, hazlo —mandó SeokJin.

Y JungKook, obediente, dejó inconsciente a TaeHyung que no alcanzó a defenderse por la imprevista orden. Desplomado en el suelo a sus pies, el Kim menor no advirtió la traición. Luego, SeokJin mandó a desatar a NamJoon.

—Deduzco que funcionó el juramento fraterno —Apreció NamJoon viendo que SeokJin no atacó directamente a su hermano—. Infantil, pero efectivo.

—Tenía once años cuando lo hice, ¿crees que esperaba que funcionara? Ha sido una sorpresa.

El auror NamJoon se le acercó y lo abrazó brevemente puesto que SeokJin lo empujó. Tal acto le parecía innecesario, aun sabiendo que el otro mago estaba preocupado porque puso en riesgo su vida. O tal vez, le pesaba en la conciencia acceder a armar una jugarreta vil como la que le hicieron al tonto de TaeHyung. Da igual, SeokJin le palmeó el rostro y sonrió levemente antes de perder toda expresión y apartarse.

—¿Jin Hyung? —llamó JungKook, quien, por un juramento tradicional inquebrantable con SeokJin, trabajaba encubierto para él—. ¿Quitarás tú sus recuerdos o...?

Con la cabeza, SeokJin indicó a NamJoon que retire los finos hilos de plata de la sien de su hermano; serían estos los recuerdos que conservaría para provecho suyo más adelante. Hizo que también se retiren memorias de JiMin y del propio JungKook. El cómplice más joven se estremeció por el robo. Peinándose y acomodando su saco, SeokJin dio otra directriz:

—Por hoy ya no te necesito. Joon, adelante.

NamJoon pronunció un enervate y enseguida un obliviate para TaeHyung. No lo desmayó de nuevo sino que lo sumió en un sueño reparador. SeokJin se encargó de Park JiMin, que subió a su regazo la cabeza de TaeHyung dormido.

El Kim mayor encaminó la versión para los dos jóvenes:

Están todavía tras la pista del mapa, aunque un hechizo de los aurores alcanzó a TaeHyung en la Cámara de las profecías y a duras penas escaparon. Culpen a Min YoonGi, de esta forma retrasarán contactar con el auror NamJoon. Temen que este no acepte el generoso soborno que tienen para él —Viendo a su hermano en el suelo, se arrodilló para despejar su brazo y trazar delicadamente al dragón que de niños danzó en las paredes de su cuarto—. TaeTae...

No alcanzaba a creer al punto en que los dos habían llegado; tan lejos uno de otro, pero tan cerca en dirección y aspiraciones. Lamentaba no saber confiar en nadie y tener demasiada ambición para compartir el poder.

—¿Vas a dejarlos ir nuevamente? —corroboró NamJoon y SeokJin ya estaba yendo a ocuparse de Jung HoSeok por lo que no respondió—. Lo tomo como un sí.

Mas el Kim mayor no se aguantó en agregar otra petición, con carácter de obligación, a sus lacayos que esperaban pacientes asignación:

—No creerán las acusaciones que TaeHyung haga en mi contra, pero darán su vida, sin protestas ni dudas, por él.

Con un último asentimiento, JungKook cargó a TaeHyung y, del brazo con JiMin, desaparecieron.

Tras encargarse de las evidencias, con cada testigo muggle, NamJoon salió para esperar la señal de regresar. SeokJin caminó llevando a la mesera hasta detrás del mostrador de pedidos y le sonrió. Ella se veía perdida por el obliviate.

—Es una pena que subestimen tanto a los muggles, con lo útiles que son para esconder objetos valiosos —susurró con gozo tras poder al fin robar la pieza que TaeHyung había perseguido con afán.

Le debía a su hermanito la pista para dar con esta muggle a quien mantenía vigilada permanentemente hasta que deje de serle funcional. Si TaeHyung no fuera tan sangrepurista y terco, quizá hubiera llegado a tiempo para obtener la brújula de la profecía, la pieza que completaría el traslador. Con el dije de -curiosamente- plata en la mano, SeokJin se permitió celebrar su primera victoria para dominar a los estúpidos licántropos. Reflexionó, en tanto tomaba asiento en la misma silla y sacaba otro diario de su saco, que si no hubiera hecho dementorizar a sus padres, ahora ellos estarían orgullosos y envidiosos del camino ruin que estaba tomando.




—O—





Déjà vu.

—¿Podrías traerme otro café? Por favor —Lamentó haber desperdiciado su tiempo en leer de nuevo el artículo del diario mágico.

Lo quemó. Tontamente, ya que por poco lo descubren.

—Enseguida regreso, SeokJin —Sonrió la muchacha muggle—. ¿No habíamos hablado que fumar tan temprano era excesivo? —ella se retiró dejando a SeokJin sintiéndose contento.

—Eso estuvo cerca, compañero.

La silla frente a él se movió sola y SeokJin rodó los ojos, recargó los codos en la mesa, y compuso una expresión vacía.

El auror Jung HoSeok estaba allí. Justo a tiempo.

—¿Me seguiste?

—Alto ahí, estoy aquí también por un café —El otro mago paseó la vista por el lugar hasta que encontró a la muchacha y le hizo una señal de que quería un café, luego regresó la mirada a SeokJin que se veía incómodo—; ¿interrumpo algo interesante? Vamos, hyung, no me veas de ese modo.

—¿Cómo quieres que te vea si has venido hasta esta cafetería muggle para... molestar? Y no —dijo enseguida SeokJin, sonando relajado—, no has interrumpido nada interesante. Solo mi desayuno. Y...

La campanilla de la puerta sonó alto en la cafetería y un moreno de vestimenta elegante ingresó en él. Se detuvo a repasar con la mirada las mesas hasta que lo vio y le regaló una perfecta sonrisa de hoyuelos en tanto se acercaba.

SeokJin se levantó cuando llegó hasta ellos para poder saludarlo con un sentido beso en los labios. Tardaron un par de segundos en separarse y luego intercambiaron una pícara mirada, el secreto entre ellos haciendo brillar sus pupilas. No era amor, pero se lo parecía bastante.

—Oh... —escuchó decir a HoSeok y se volvió en su dirección.

—Supongo que lo conoces, pero, vale la presentación. Él es Kim NamJoon, mi pareja.

La conversación, amena y superflua, trató del resultado del último partido de quidditch de la selección. La cafetería no recibió tantos clientes, pareció incluso que nadie notaba que allí había un espacio idóneo para charlar. Cuando el aroma a café ya comenzaba a asquear a SeokJin se dispuso a hacer a otro peón caer en su juego. 





Fin.

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