8
EVELYN
Sigo a Brixton por el pasillo con una sonrisa plasmada en mis labios. Me he soltado el cabello y el aire lo mueve suavemente a ambos lados de mi cara.
Los demás me miran y fruncen el ceño al verme caminar detrás de mi profesor con ese semblante de satisfacción, pero todo me da igual en este momento. Todo.
Me echo el cabello hacia atrás cuando doblamos hacia la derecha en dirección a la biblioteca. Genial, mientras más lejos mejor.
Saludo a la bibliotecaria y ella da saltos en el lugar de la emoción por eso. Escucho a Brixton bufar delante de mí. Me río. Simplemente, estoy de buenas, su característico mal humor no me va a quitar eso.
Cuando entramos al ''cuartito'' lo miro con una ceja alzada desde su espalda.
Cierra la puerta y, sin rodeos, dice:
—Lo que esté tratando de hacer...Deténgalo. Ahora.
Suelto una risa.
—Perdona, ¿Qué?
Él se pasa la lengua por los labios y se despeina con impaciencia.
Dioses, es tan sexy...
—Sabes lo que digo, James...No pareces ingenua en lo absoluto así que deja de fingir. Eso que haces en clases...lo de sonreírme, retarme adrede...Lo haces con segundas intenciones...
—Ah, ¿sí?—finjo inocencia y doy un paso en su dirección. Pongo las manos en estante y entorno los ojos—¿Cuáles, Conde Ledger?
Él niega con la cabeza.
—Eso quiero que me lo diga usted.
Sonrío.
—No tengo segundas intenciones,—me muerdo el labio con toda la inocencia que puedo reunir— Conde...Usted...—me pone, muchísimo, joder—Usted me agrada.
Él enarca una ceja.
—Está dando una idea equivocada, James. Basta ya.
Frunzo el ceño.
—¿Qué idea equivocada? No entiendo, la verdad, yo solo...
—¡Hay rumores de que estoy rompiendo las normas!—brama y da un golpe al estante, haciendo que todos los libros tiemblen. Al igual que mis rodillas, dioses.
—¿Rumores...qué?
Él me mira, alucinado, como si no entendiera de donde coño saco tanta inocencia fingida.
—¡Los rumores, James!—gruñe, esta vez más bajo, viendo que nadie nos oiga—¡Dicen que rompo los límites éticos con usted!
Suelto una risa, entre flipada y satisfecha.
—¿La gente piensa que estamos...enrollados?
Él palidece.
—No se le ocurra decirlo de esa forma.
—Discúlpeme, Conde Ledger...pero es una tormenta en un vaso de agua lo que usted está armando aquí, la verdad.
Él tensa la mandíbula.
Joder, como quisiera morder esa mandíbula...
—¿Está insinuando usted que exagero?¡Mi sustento depende de esto, y a penas empecé hace unos días, James!—me mira como si estuviera loca, lo que no entiendo, la verdad— Yo no nací en cuna de oro, necesito este trabajo.
—Usted tiene un título, un título que...
—Ser un Conde no me hace rico, James, solo me hace conocido, la herencia de mis padres ya ha acabado. Este trabajo es la única buena oportunidad que tuve en muchísimo tiempo y usted...
—¡Dioses, Conde!—protesto, exasperada— Apuesto que no es la primera vez que la vinculan con una alumna, lo superarán en una semana y...—me interrumpe.
—Usted no es una alumna cualquiera, James, es la heredera al trono, podría ir a la horca por esto...
—Ya está exagerando otra vez...—murmuro—Mire, Conde, como no está sucediendo nada entre nosotros, no tiene nada que temer...—estoy dándome la vuelta cuando añado encima de mi hombro—Porque no está pasando nada, ¿verdad?
Él jadea, horrorizado.
—¿Qué clase de pregunta es esa?¡Por supuesto que no!
Me encojo de hombros.
—Entonces no entiendo el por qué de su preocupación, Conde.
Él retrocede cuando comienzo a caminar hacia su lugar a paso lento.
—Sinceramente, un profesor tan joven y apuesto como usted debe estar acostumbrado a esto, ¿no? A tener...rollos con sus alumnas, ya me entiende.
Él niega.
—Por supuesto que no, la ética...—lo interrumpo. Siento que deja de respirar cuando me detengo tan cerca de él que la falda de mi vestido roza su pantalón.
—Que le den a la ética, Conde Ledger,...Usted debe haber cedido a sus deseos, al menos una vez, ¿lo ha hecho, verdad?
—Ya...ya dije que no, James—se separa todo lo que el estante a sus espaldas le permite—Ahora, debo irme...—intenta salir, pero saco la navaja que siempre guardo en mi falda, lo sostengo de la camisa y lo coloco en su lugar.
Él abre los ojos como platos.
—Es de mala educación dejar una conversación a medias, profesor.
Él me mira desde arriba, flipado por mi puño en su camiseta y la navaja contra su costado.
—Es de mala educación retener a una persona contra su voluntad, James.
Me humedezco los labios.
—Hablemos de Historia Monárquica, profesor...—comienzo—¿Sabe la historia del profesor Jasuk Halam?
Él toma aire con fuerza.
—Sí.
—Mmm—murmuro, pasando mi pulgar por la tela de su camisa gris—...Fue un patriota de la Tercera Guerra Mundial, como sabrá...Tuvo muchos líos, salió del yugo de los dictadores y huyó a la zona este,...Y comenzó a trabajar como profesor de la universidad pública, ¿sabe cómo su vida se fue al trasto?
Él asiente.
—Lo...lo atraparon...en una...situación comprometedora con...con una alumna suya.
Me río al ver su rostro pálido por el miedo al resultado de mis temas de conversación.
—Sí...ambos eran mayores de edad, sabían lo que hacían y...
—Se llevaban más de veinte años, James...y había...influencia de poder, él estaba ahí para enseñarle, no para...intimar con ella. Estuvo mal. No importa qué tanto la literatura lo ramantice.
Jadeo, sorprendida.
—Vaya, vaya, vaya...—frunzo los labios—Veo que tienes una postura firme del tema, ¿Has tenido tiempo para meditarlo?
Él bufa.
—Mi tesis de profesorado fue sobre su caso.
—¡Woa...!—me río— Ya veo...Dígame, Conde Ledger, ¿Cuáles son sus impresiones sobre mí?
—Por Dios, James, ya basta de...—cuando acerco más el cuchillo se calla de inmediato—Es mi alumna, y la futura monarca de Glodark, así que...
—No me refiero a eso, y lo sabe, Conde...—me acerco más a él, me pongo de puntillas y nuestros rostros quedan a escasos centímetros— Me refiero, a qué piensa usted de mí, como mujer.
Él se muede el interior de la mejilla.
—No veo a mis alumnas en forma de...
—¡No mienta!—gruño—Conozco a los tíos como usted, Conde...Van de niños buenos, pero son los peores. Me niego siquiera a creer que no haya al menos mirado un poco más de la cuenta a alguna de las chicas. O a mí. Así que hable, le aseguro que puedo pasarme todo el día aquí con usted si me deja.
Él traga saliva.
—Usted...—cierra los ojos y maldice por lo bajo—Usted es...guapa.
Levanto una ceja.
—¿Solo guapa?
Él frunce el ceño.
—¿Qué quiere que le diga?
—Todo lo que le pase por la cabeza, cuando piensa en mí...¿Qué siente?
Él bufa.
—Esto es...ridículo, yo...
—Conde Ledger...—amenazo.
Él mira el techo.
—Me recuerda a su padre.
Jadeo.
—¿Qué?
—Cuando...cuando yo era...un adolescente su padre era príncipe en Mordark...—hace el cuento con la vista perdida en la nada—Hubo...una época en la que mi yo pequeño admiraba a su padre, su determinación y su valentía. Era mi héroe...—niega con la cabeza, cuando voltea y me mira a los ojos, siento que me derrito— Veo la misma...llama en sus ojos que veía en los suyos...es...es una mezcla de astucia, perspicacia y...otra cosa que no sé identificar, yo...El caso es que...me recuerda a su padre.
Frunzo las cejas.
—¿Eso es lo que soy para usted, Conde?—lo miro a los ojos—¿O eso es lo que quiere hacerse creer? Le pedí la verdad de cómo me veía como mujer así que...
—Ya le dije que era guapa.
—Sabe que no me refiero a eso.
Él voltea los ojos.
—Usted es...muy guapa—parece que escupiera las palabras—, tiene...el rostro muy...expresivo, muy natural, con rasgos muy característicos... el mismo tipo de belleza que posee su madre.
Decido provocarlo.
—¿Y mis labios, Conde?—murmuro, acercándome un poco más. Él maldice en voz baja y clava la vista en el suelo—¿Cómo son mis labios?
—Gruesos.
—¿Qué más?
—¡¿Qué demonios quiere que le diga?!—grita por lo bajo, para evitar que nos oigan fuera.
—¿Son besables?
—James, ya basta de...
—¿Son.Besables.Conde?
Él cierra los ojos y aprieta los labios con fuerza.
—Todos los jodidos labios son besables, James.
Niego. Su voz en una maldición suena tan bien...
—Eso no es lo que le pregunté...—acerco más el filo, su camisa empieza a ceder y las costuras se abren.
—Mierda, James, sí, ¿vale? Son besables, ¿contenta?
Muchísimo, pero aún no termino contigo, guapo.
—Mmmm...no, la verdad...
—James, deje que me vaya, esto es una locura que...
—Algunos tenemos que cometer locuras para sentirnos bien, Conde...
—Estás poniendo en juego mi puesto de trabajo por una estupidez, James, basta de...
—Conde, le aseguro que...
—¡Evelyn!—gruñe, dejándome atónita—¡Ya es suficiente!
Suspiro.
—¿Qué debo hacer para ganarme un beso suyo, Conde?—ronroneo, cerca de su rostro. De ser posible, se pone aún más pálido—Porque creo recordar que mis labios le resultan besables, ¿no?
Él maldice.
—Ha llegado demasiado lejos.
—Y que lo diga, y todavía no he empezado.
Él levanta la vista hacia mí.
—Evelyn, detente.
—Deténgame, Conde...—susurro,tiro de él hacia abajo, su cuello se encorba y sus ojos se abren como platos—A ser posible, hágalo con un beso.
Él niega.
—Estás loca.
Me encojo de hombros.
—Me lo dicen mucho, pero le aseguro que nunca había sonado tan...—excitante—satisfactorio.
Él voltea los ojos.
—Suélteme, James.
—Ya dije mis condiciones, ¿Un beso...o la opción misteriosa? Usted elige, Conde Ledger. Y no le recomiendo perder contra mí. Soy una pésima perdedora...
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