6
EVELYN
—... y eso ha sido todo lo que hemos hablado—dijo Monique, con un suspiro—Creí que tal vez su aura reservada era...falsa, pero no, es una tumba. No ha querido dirigirme la palabra para nada más.
Bufo.
—Ese tío es un muermo, déjale solo...No vale la pena arrastrarse por un hombre, son todos gilipollas de nacimiento.
Monique se ríe.
—Tú tampoco andas muy de buenas, ¿Has vuelto a hablar con Brixton?
Niego.
—No le veo desde...ayer, creo. Es como si le importara una mierda, y no sé cómo colarme en su vida.
Monique mira a los lados con gesto pensativo.
—Creo que oí que le gustan los caballos, ya sabes...Tal vez si finges que te lo has encontrado en los establos de casualidad porque también te gustan...
Levanto las cejas.
—¿En Lonkred hay establos?—pregunto, realmente sorprendida.
¿Por qué demonios yo no lo sabía?
A encoge de hombros.
—Son para gente muy exclusiva, pero dudo que alguien tenga autoridad para prohibirte ir a ti.
Volteo los ojos.
—¿Sabes cuándo suele ir?
—Creo que los sábados, en las mañanas. No estoy segura, no lo investigué tan a fondo—se le colorean las mejillas.
—Y menos mal—apunto—o podrías haberme dicho cuánto le mide.
Su rubor se acentúa.
—¡N-no!—chilla—¡N-no soy tan...No!
Me río.
—Era broma, mojigata....—la calmo, termino de meter el estuche de mis cepillos de pelo en el armario y me giro hacia ella con gesto inquisitivo cuando recuerdo algo—¿Sabes qué acostumbra a hacer Brandon los sábados?
Ella frunce el ceño.
—Eh...No estoy muy segura, pero creo haber oído que está en el club de ciencias, tal vez pase el finde en el laboratorio...No sé mucho de él.
Asiento.
—Ya.
Ella abre y cierra la boca antes de preguntar:
—¿También quieres...algo con Brandon?
Niego.
—No, es algo más. Curiosidad, puedes llamarle.
Asiente.
—Vale.
Me doy una ojeada en el espejo, llevo un vestido caído con mangas largas de color azul claro que me sienta comodísimo, unos zapatos de tacón muy bajos y el cabello atado en una trenza, para evitar el aire.
—Voy a los dichosos establos...—informo.
—Vale.
Estoy a nada de salir de la habitación, cuando me giro hacia ella.
—Si ese tío vuelve a ser tan borde, pasa de él. Es un consejo, no vale la pena rebajarse, todos tienen lo mismo.
Se pone colorada al entenderme.
—G-gracias.
Y salgo de allí.
☬
Los establos están en un terreno alejado del edificio, por eso no tenía idea de su existencia. Veo la enorme estructura de madera y siento el ruido de algunos caballos. Entro, empujando la valla de madera y echo un ojo al césped recién cortado. Los animales asoman sus cabezas y se alimentan de tinajas de heno que tienen agua a los costados.
Tal vez nunca lo mencioné, pero los animales me encantan. Creo que son todo lo sincero que el ser humano nunca llegará a ser.
Me acerco a los animales y les acaricio el hocico con suavidad, pensando cómo voy a dirigirme a Brixton si me lo encuentro.
Pero él no me da tiempo a pensar.
Siento el ruido de un galope y cuando me volteo lo veo a lo lejos. Está corriendo, sobre el caballo, mientras brincan obstáculos.
Él se ve relajado, suelto...como si ese palo invisible que siempre tiene en el culo y que lo mantiene tenso hubiera desaparecido. Incluso sonríe. Genuinamente.
Observo la escena, hipnotizada. Hasta que terminan el último obstáculo y él baja de su caballo y lo jala suavemente de la rienda para que camine junto a él. Hasta mi dirección.
Mi falta el aire al verlo, más de cerca. Está sudado y su camiseta se transparenta un poco. Con lo sucia que tengo la mente y él poniéndomelo todo tan jodidamente difícil.
Cuando me ve, frunce el ceño.
—No sabía que le gustaba la equitación, alteza...—deja a su caballo, uno enorme de color caoba oscuro, en uno de los establos y le rellena el cuenco de heno y agua.
Trago saliva.
—Oh, por el amor de Dios, conde estamos fuera de clase, tutéeme—él parece algo incómodo con la idea—Me gustan los caballos, pero paso de montarme en uno. Al menos no sola.
Levanta las cejas.
—¿Y a qué viene?
Miro a los animales a mi lado. Acaricio el hocico de uno de ellos, blanco con manchas marrón.
No me pasa desapercibido que hace el esfuerzo por tutearme pero no le sale.
—Me relaja verles...—trato de sonar interesante, pero la verdad es que de saber que había un establo aquí me hubiera pasado mucho antes —Los caballos son fascinantes, creo que el hombre los infravalora mucho.
Entreabre los labios.
—Sí,puede que sí.
No sé porqué pero me da por contarle algo.
—Cuando era muy pequeña, vi a uno de los soldados de palacio dar golpes a un caballo para que caminara —el frunce el gesto con desagrado—El animal llevaba un carruaje de carga, lleno, muy pesado, y él no paraba de golpearlo exigiendo que caminase.El animal no paraba de quejarse, de llorar... Me dolió mucho, me puse muy mal. Lo vi desde la ventana y comencé a gritarle a mi madre. Mi tía fue la que vino, y le mostré lo que estaba pasando. Le castigaron. Hicieron al hombre cargar muchísimo peso mientras le golpeaban con un látigo, justo como él había hecho con el animal...—sonrío—Mi tía lo castigó justo como se lo pedí. Prohibió el maltrato animal en el reino y hay varios castigos muy severos...Cuando los caballos no quieren ser montados, se dejan. Tienen derecho a elegir. Los más dóciles son los que llevan los carruajes, nunca se sobrecargan, se les da comida y dos días de descanso después de los viajes largos...—miro al animal frente a mí, que sigo acariciando—No me interesa lo que le suceda a los seres humanos, ellos pueden defenderse, pero los animales no.
Brixton me observa con algo que parece...¿fascinación? No lo sé , pero la idea me encanta.
—No sabía que la Ley contra el maltrato animal se había instaurado gracias a ti.
Sonrío.
—Y eso que solo tenía seis años. Imagina lo que hago si pillo a un desgraciado de esos ahora.
Se ríe.
—¿El idiota sobrevivió?—pregunta.
Asiento.
—Mi tía lo sacó del ejército, pero al menos nadie maltrata animales desde entonces...Aunque no dudo que haya gente que lo haga de manera clandestina.
Chasquea la lengua.
—Hay personas que no tienen remedio.
—Sí, las hay.
Brixton levanta las cejas, cuando sus ojos conectan con los míos se me seca la boca. Su mirada es tan intensa...
—¿Quieres dar una vuelta? —señala al caballo que estoy acariciando.
—Ni de coña.
Se ríe y se acerca. Cuando su brazo roza el mío para acariciar al animal me tenso.
—Ella es Ashia, es la hija de mi antiguo caballo.
Levanto las cejas.
—¿Y dónde está?
—Murió...estaba enfermo, no pudimos curarlo.
—Lo siento.
Noto que se siente muy mal al respecto.
—Es una pena...—señala al que estaba montando hace rato—Ese es Oak, es joven pero es muy fuerte.
Sonrío.
—Ambos son preciosos, todos los animales lo son.
Sonríe.
—No podría estar más de acuerdo.
Nos quedamos varios segundos en silencio, hasta que vuelve a preguntar:
—¿En serio no quieres dar una vuelta?
—No quiero...¡Espera!
Cuando me sujeta de la cintura para levantarme, me río porque tengo cosquillas, pero estoy muy muy muy tensa bajo su brazo. Toca la puerta para que se abra y Ashia sale caminando unos pasos para que me suba y este , sin mucho esfuerzo, me impulsa hacia arriba. Me tenso.
—Vamos, alteza, no es para tanto.
—No me gusta montar sola.
Suspira.
—No puedo subirme, es demasiado peso para Ashia.
Trago saliva.
—Tienes razón, yo...
Me paralizo cuando me sujeta de la mano.
—Sostente, yo le llevaré las riendas. Caminaremos suavemente, verás que si les tratas bien, puedes montarles sin problema.
—Jamás haría daño a un animal—digo de inmediato.
—Lo sé—asegura—, por eso sé que ella no tendrá problema con que tú la montes.
Trago saliva.
Ashia camina a paso lento junto a Brixton, cuando nos acercamos al campo abierto, la brisa me da en el rostro y sonrío. Es una sensación muy agradable. Me sujeto suavemente de su crin sin hacerle daño y aspiro profundamente. Los rayos del sol mañanero me calientan el rostro.
Son esos los pequeños segundos dónde encuentro la paz.
Al rato camino por el establo mientras Brixton deja a Ashia en el lugar y le alimenta. Me acomodo el vestido y me quito los mechones de pelo que el aire ha mandado a mi cara antes de mirarlo.
—Gracias por esto...—digo—Hacía mucho que no me relajaba tanto. A veces creo que paso demasiado tiempo tensa.
Se ríe.
—Todos lo pasamos, es el precio de ser consciente de los problemas.
Trago saliva.
—Me...me gusta que pasemos tiempo juntos—no disimula la sorpresa al oírme, pero ya no me puedo echar atrás—Tal vez podamos quedar más a menudo.
Él se pasa una mano por la nuca, nervioso.
—Alteza, no quiero....
—Dime Evelyn—lo interrumpo.
Niega.
—Evelyn...no quiero que esto sea... malinterpretado, ¿Me hago entender? Sigo siendo tu profesor, y mucho mayor que tú así que mejor tomamos un poco las distancias, evitemos conflictos. Por el bien de los dos.
Es el rechazo más educado que me han dado nunca. Pero no esperaba menos de él.
—Como desee, Conde Ledger.
Y salgo caminando.
Más allá de desanimarme, sonrío. Su cuerpo estaba gritando que me acercara, estaba más tenso de lo normal, ahora que sé que provoco algo en él, mi plan puede arrancar en marcha.
El juego acaba de empezar
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