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Capítulo VI: "El planeta de los Mocasines". (Parte 2).


Por eso no me atacaban los hijos de puta. Estaban esperando que muriéramos por nuestra propia cuenta.

—No somos hijos de puta —bufó uno de los peluches maquiavélicos—. No puedo creer que una jovencita use ese vocabulario.

—¡Váyanse a la mierda! —grité, y a pesar de lo débil que me encontraba y de cuánto me ardía el brazo y la pierna, alcé mi pulsera y apunté a la parte superior del tubo.

Los Mocasines me leyeron la mente y de pronto, perdieron la tranquilidad.

—¡Deténganla!

Esa orden me dio certeza de que estaba haciendo lo correcto.

—¡Ataque! —un rayo de luz súper caliente brotó de mi brazo, estrellándose contra el tubo de cristal y haciéndolo desaparecer automáticamente.

Pronto, Ariel cayó al suelo en cuclillas, debilitado por el gas tóxico que había inhalado.

—¿Estás bien? —le pregunté.

Pronto, caí de rodillas junto a él. Me dolía demasiado la pierna.

—Protección —balbuceó Ariel, y me colocó detrás de su escudo de plata—. Me falta el aire, pero vos estás desangrándote... —tosió otra vez.

En ese momento, los Mocasines estaban rodeándonos. Nos apuntaban con sus revólveres y algunos de ellos se hallaban frente a los ordenadores.

La puta madre, le tenía miedo a un montón de peluches asesinos.

—¡Peluches, no! ¡Asesinos,sí! ¡A la carga! —exclamó el líder de los Mocasines.

Y en ese momento, unos diez seres felpudos se abalanzaron sobre nosotros.

—¡Ataque!

—¡Arma!

Nuestra combinación logró lastimar a la mayoría de nuestros enemigos, quienes fueron derribados de un golpe.

Ahora se encontraban en el suelo, gimoteando de dolor.

Ariel pasó mi brazo por su hombro y me ayudó a levantarme.

—¿Estás...? —no pude terminar la pregunta. La pierna me dolía demasiado.

—Sí, vámonos antes de que recuperen energía.

Nos echamos a andar.

—¡Atrápenlos!

Unos disparos nos obligaron a arrinconarnos contra una de las paredes iridiscentes. Sin querer, rocé la misma con mi anillo...

Y un pasadizo se abrió de repente.

Sin dudas, la sortija de la reina Mía Preciosa era una llave universal.

Ariel aprovechó el momento para volver a pasar mi brazo por sus hombros y ayudarme a andar. Con su brazalete, creó un escudo de plata que nos protegía de los disparos de los Mocasines e ingresamos al pasillo.

Los muñecos asesinos nos siguieron a través de ese túnel oscuro. Podíamos oír los impactos de bala contra el escudo de Ariel.

—Me siento... débil —balbuceé. Me sudaba el cuerpo y sentía que estaba a punto de desmayarme.

—Resistí hasta que aparezca la Puerta Dorada. No podés perder otra vida.

Al final del pasadizo, aparecimos en una habitación... junto con los Mocasines que nos habían seguido.

Nos encontrábamos en una sala cuya pared estaba decorada con empapelado multicolor. Había una gran cantidad de osos de felpa, muñecos sin cabeza y almohadas desplumadas decorando unos estantes de madera. El suelo estaba cubierto por una alfombra bordó de terciopelo y el aire olía a rosas.

Mi sangre manchó el tapete.

—No hay una Puerta Dorada en este puto lugar... —balbuceé, sintiéndome afiebrada—. Voy a morir...

—No morirás. Te lo prometo.

Pronto, entre los osos de peluche, aparecieron un par de Mocasines. Tenían el rostro sucio, y sus ojos eran negro azabache.

¿Estaban muertos?

Tragué saliva. Este sitio era de terror.

—Vámonos —apreté a Ariel del brazo—. Nos queda poco tiempo. No quiero que pierdas tu última vida...

Antes de que nosotros pudiéramos movernos, unas manos de felpa surgieron desde el suelo como si fueran raíces, y nos tomaron de los tobillos. Eran suaves y punzantes al mismo tiempo. No pude evitar soltar un grito.

—¡Arma! —exclamó Ariel, pero no pudo liberarnos.

Y yo me encontraba demasiado débil para generar otro ataque.

Las manos de peluche nos apretaban con tanta fuerza, que sentí que pronto iban a cortarme la circulación.

—No doy más... —caí de rodillas. Ahora mi sangre decoraba gran parte del tapete.

Iba a morir otra vez.

Ellos sólo se rieron de mi estado desesperado.

Si tenía "barra de energía", debía de estar roja como un tomate. No daba más.

Apenas podía respirar del dolor.

—¡Arma! —justo cuando Ariel intentó liberarnos una vez más, dos personas ingresaron a la habitación.

Nicole y Jacinto se habían robado las armas de los Mocasines. Les dispararon unos rayos de color magenta que los prendió fuego de inmediato. Su grito de agonía me provocó arcadas.

Mi amigo uruguayo corrió hacia mí y me cargó en su espalda, tal y como lo había hecho en el nivel anterior.

Nicole se encargó de atacar a los demás Mocasines.

—¡Vámonos! —exclamó Ariel, y salió corriendo.

Jacinto (llevándome a cuestas) y mi "ayudante", lo siguieron.

Corrieron por un túnel que tenía luces brillantes, y cámaras. Cámaras por todos lados.

¿Estás divirtiéndote, mamá? ¿Me estás viendo?

Cerré los ojos, y tuve que contener un gemido de dolor.

La pierna. La puta madre, la pierna.

—Pronto lo lograremos —murmuró Jacinto—. ¡Resistí!

No supe bien cómo ocurrió, pero mis amigos encontraron una salida. Nos hallábamos al aire libre. Podíamos ver el suelo lleno de cráteres, el cielo oscuro y las estrellas brillantes con claridad.

—¿Dónde están los Mocasines? —inquirió Ariel—. ¿Cuánto tiempo nos queda?

—Nos quedan cinco minutos —Nicole miró su reloj—. ¡Debemos apurarnos!

De repente, una enorme construcción de felpa surgió por debajo del suelo. Provocó un pequeño terremoto que hizo temblar la superficie del planeta. Ariel se paró detrás de Jacinto para asegurarme de que yo no me lastimara.

Por favor, que este nivel finalice ya. ¡YA!

Cuando hubo terminado el sismo, alcé la vista, y vi una gigantesca "construcción peluda" de color verde pastel. Tenía ventanas talladas en hilos dorados y una puerta circular. En la parte superior de la misma, se hallaban decenas de Mocasines observándonos.

—Cuidado con sus pensamientos —anunciaron—. Sus pensamientos pueden destruirlos.

Estaba segura de que había un mensaje moral escondido detrás de sus palabras.

Ellos sonrieron.

—Cuatro minutos —comentó Nicole con nerviosismo.

En ese momento, los peluches asesinos comenzaron a lanzase al vacío. Estaban sostenidos por cuerdas metálicas que los protegían de la caída.

Venían... a atacarnos.

—¡Entremos! —Ariel fue el primero en ingresar a la construcción.

El suelo era de algodón, y a los chicos le costaba correr por él. Detrás de nosotros, escuchábamos que los Mocasines estaban preparándose para perseguirnos.

Ojalá no pudieran leer nuestras mentes ¡Así no sabrían hacia dónde nos dirigimos!

Mis amigos escogieron circular por un pasillo que parecía infinito: sus paredes eran de colores iridiscentes y estaban cubiertas de vellón. El sitio olía a vainilla.

—¡Dos minutos!

¡Debíamos hallar la salida antes de que fuera demasiado tarde!

—Este pasillo es larguísimo —gruñó Ariel—. ¡ARMA!

Pronto, las paredes de felpa se hicieron pedazos. Las atravesamos a toda velocidad.

—¡Mierda! —aulló el joven Escalada, al encontrarse con una fábrica de dulces en lugar de la Puerta Dorada.

Estábamos desesperados ¡Nunca había sentido tanto miedo en mi vida!

Había una voz en mi cabeza que se empezó a hacer la cuenta regresiva. Ariel se tapó los oídos. Seguramente también la oía.

Treinta, veintinueve, veintiocho, veintisiete...

Nicole descubrió un nuevo pasadizo.

—¡Por aquí!

Veintidós, veintiuno, veinte...

Deseaba que esa maldita voz se apagara.

Sollocé. Iba a morir.

Diez, nueve, ocho, siete...

Ariel volvió a exclamar:

—¡ARMA!

Un nuevo estallido.

Seis, cinco...

—¡La Puerta! —exclamó Jacinto—. ¡Vamos, chicos!

Me aferré a los hombros de mi amigo y cerré los ojos con fuerza mientras la voz continuaba:

Tres, dos, uno...

Jacinto dejó de moverse. Alcé la cabeza ¡Estábamos en la Zona de Transición!

Me depositó suavemente en el suelo, y mis tres compañeros me examinaron la herida de la pierna.

—Has estado peor cuando te capturó el monstruo —comentó Ariel—. Estarás bien.

—¿No perdí una vida?

—Parece que no. Tuviste suerte.

—¿Cómo sé cuando estoy a punto de perder una vida?

—Lo sentís en el cuerpo. Comenzás a debilitarte... ellos pueden ver tu nivel de energía, pero no van a comunicártelo. Tenés que aprender a deducir muchas cosas por vos misma.

Antes de que alguien pudiera decir algo más, aparecieron unas letras enormes en el aire:

TIEMPO UTILIZADO: 119, MINUTOS, 59 SEGUNDOS.

FALLAS: 3.

PUNTOS OBTENIDOS: 500.

PUNTAJE TOTAL: 3530.

HAN PASADO AL SÉPTIMO NIVEL.

—No hemos estado tan mal —comentó Jacinto.

Siempre era él quien opinaba sobre nuestra puntuación.

A pesar del malestar físico que aún sentía —porque no me había curado aún—, observé:

—Éste fue el nivel más difícil hasta ahora. Los Mocasines estaban armados y eran realmente peligrosos. No nos resultó fácil encontrar la Puerta Dorada. Estoy malherida. Y eso de "cuidado con tus pensamientos" ¿Tendría un mensaje moral escondido?

—No podemos decírtelo —intervino Jacinto—, es cierto que la han pasado muy mal. Tenés el brazo rojo y mucha sangre en tu pierna, April.

—Sin ustedes, hubiéramos perdido —Ariel se encogió de hombros—. No hubiésemos sido capaces de encontrar la Puerta Dorada. Los Mocasines vivían en un laberinto de felpa.

—Por eso somos sus ayudantes —replicó Nicole con orgullo—. No piensen tanto, chicos... y traten de tomar las decisiones correctas para sobrevivir.

—Esperen... —recordé todo lo que había sucedido en el nivel seis—. Uno de los Mocasines me amenazó diciendo que Ariel se quedaría atrapado para siempre... ¿Se refería a no salir más de la Cabina? También necesito saber más sobre el juego ¿Nos enfrentaremos con un "jefe mortal" antes de ganar? ¿Será como en la saga de Sonic?

—Yo también jugaba al Sonic en la consola de Sega —comentó Ariel—. Siempre peleaba con mis hermanos por los turnos. Y en respuesta a lo que preguntaste, la Cabina mezcla elementos de varios videojuegos con... cosas raras. El nivel del cine fue súper extraño ¿No creés?

—Sí... Tiene que haber un objetivo grande detrás de esto... ¡Necesito saber cuál es! ¡Quiero saber qué es real y qué no! ¡Necesito saber si saldremos de aquí o no! ¡Ya hemos estado tres meses encerrados!

El rostro de Ariel empalideció... y se limitó a apretar los labios.

Tres meses.

A él le quedaba poco tiempo.

Quería llorar, gritar y romper todo. Odiaba a la Cabina de la Diversión.

—Debés sacar tus propias conclusiones, amiga —intervino Nicole, encogiéndose de hombros—. Vamos al siguiente nivel.

Miré mi pierna herida, la quemazón de mi brazo, y asentí.

Si iba a estar encerrada en este puto lugar, como mínimo quería estar sana.


¡Muchas gracias por leer! 

Bueno, esta fue la última actualización del año. Mañana me voy de vacaciones y hasta la segunda semana de enero no subiré el capítulo siete, ya que me tomaré diez días o quizás doce. 

Espero tengan paciencia. Esta escritora tuvo un año difícil y necesita descansar. De todos modos, pueden seguirme en insta que ahí sí voy a estar un poco más activa: literatura.libros.escritos.ok

Espero que empiecen el 2022 de la mejor forma y que tengan un próspero año nuevo ¡Felicidades, lectores! 

Sofi <3 

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