Capítulo IV: "La sociedad de las Sirenas". (Parte 2).
Ariel estaba nadando en un lago helado y turbio. Llevaba puesta su pulsera de plata sobre un traje de neoprene oscuro.
Nivel Cuatro: Bajo el mar.
Encuentre la Almeja Saltarina.
Ariel soltó unas risitas al leer la consigna que apareció escrita en el agua.
Descendió hacia las profundidades por sí mismo. Jacinto no lo acompañaba ¿Dónde se encontraría?
Se enfrentó con unas sirenas y unos tiburones como si fuera un ninja. Patadas, corrientes de agua, puñetazos. Se defendió como el mejor de los guerreros.
No pude evitar sentirme impresionada.
Luego de estar un rato revisando distintos sitios donde podría hallar almejas, acabó ingresando a una cueva acuática. Como estaba demasiado oscuro para ver, Ariel tomó un par de caracolas brillantes y las arrojó sobre el suelo de la caverna.
'Qué inteligente', pensé, mientras observaba cómo él se adentraba en la silenciosa y oscura cueva.
Ahora una luz tenue iluminaba el ambiente cuyo silencio sepulcral me hizo poner la piel de gallina.
En ese instante, él divisó un cuerpo que colgaba del techo. Parecía haber sido capturado por una tela de araña.
Un escalofrío recorrió mi interior. Se me helaron las venas al pensar que podría tratarse de un cadáver. Por la reacción del joven Escalada, debió de haber sentido lo mismo.
Le tomó unos instantes reponerse del susto y animarse a acercarse al ¿Cadáver?
Aguzó la vista ¡Se trataba de un chico! Tenía el cabello negro y era muy alto y fornido.
Jacinto.
Ariel tragó saliva.
Continuó avanzando lentamente, mientras observaba su alrededor.
De repente, se oyó un rugido, y una enorme ola de agua arrastró a Ariel hacia la entrada de la caverna.
Soltó unas maldiciones, y se puso de pie inmediatamente.
De repente, un gigantesco monstruo se apareció frente al muchacho. Medía alrededor de seis metros, era gordo y rosado, y tenía tentáculos larguísimos. Su cabeza parecía la de un tiburón y sus dientes se veían horriblemente filosos. A su vez, en lugar de una cola, tenía una pinza enorme, como las que portaban los cangrejos.
El monstruo rugió, lo cual provocó que a Ariel se le pusiera la piel de gallina.
—No vas a matarme. Tengo que volver con mi familia —murmuró y tomó una roca del suelo.
Aprovechó la densidad del agua para soltar la piedra y utilizar su Arma para atacar con la misma al calamar gigante.
Hirió a la bestia en el abdomen. Ésta rugió.
Ariel repitió la operación dos veces, hasta que la criatura desapareció.
Detrás del mismo, había una almeja que se estaba moviendo energéticamente.
—Te encontré, Almeja Saltarina.
* * *
¿Por qué los "Cabineros" estaban mostrándome esto? Ya sabía que Ariel estaba desde antes que yo en el juego... ¿Era para que sintiera empatía con él? ¿Qué planeaban?
No pude evitar preguntarme si mi madre tenía algo que ver con aquello.
—Jacinto no tiene suerte con el mar —comenté—. Debemos ir a por él ¡Ya mismo!
—Sí... no sé para qué nos han hecho perder tiempo con esto.
Ariel me cargó en su espalda, y comenzó a nadar. Mientras lo sostenía por los hombros, le pregunté:
—¿Cómo hacías para respirar en ese nivel?
—Del mismo modo que ahora: con baratijas obtenidas en niveles anteriores.
—¿Por qué creés que me mostraron eso justo ahora, cuando Jacinto necesita de nuestra ayuda? —¿Tendría que ver con la similitud de la situación?
—No lo sé, April. Hay muchas cosas que no entiendo aún.
Al cabo de un rato, pudimos ver una enorme mesa de piedra a algunos metros de nosotros. Se hallaba cubierta de algas y peces muertos. En el centro de esta, había un muchacho fornido, de cabello oscuro.
—¡JACINTO! —aullé.
Quise abalanzarme sobre él, pero Ariel me rodeó con sus fuertes brazos.
—¡Esperá! —me susurró al oído—. Debemos ir juntos y con alguna estrategia pensada. No será fácil pelear contra ellos mientras compartimos el collar.
Asentí, inquieta.
Mientras tanto, las Sirenas tarareaban:
Banquete de La Noche
Al Dios del Mar se lo vamos a dedicar
Sueños de Magnolia
Esta cena jamás se olvidará
Huesos jóvenes para disfrutar
Una vida humana para devorar
Al Dios del Mar le ofreceremos
La mejor de nuestras ofrendas
Banquete de la Noche
Dulzura marina sin igual
A los terrestres desagradecidos les enseñaremos
Que no se pueden burlar del Mar.
Se tomaron de las manos, y empezaron a danzar alrededor de la mesa. Luego, Margarita y sus secuaces repitieron una y otra vez los mismos doce versos, como si fuera una canción de iglesia.
—Tengo miedo —confesé, apretando el brazo de Ariel—. ¿Cómo haremos para salvar a nuestro amigo, y luego encontrar la verdadera salida?
—En el caso de que no podamos hallar la Puerta Dorada correcta... Continuá, ganá el juego. Tenés que volver a ver a tu familia y cuidar de los animalitos...
—¡No digas esas cosas! —sollocé—. ¡Mejor pensá en una estrategia para salvar a Jaz!
—Lo siento —se encogió de hombros—. Se me ocurre que podés lanzar un ataque con tu pulsera cuando te dé la señal. Entretenelos, yo iré a buscar a nuestro amigo. Luego, trataremos de encontrar una salida.
—Entendido.
Esperó unos largos minutos. Me sentía increíblemente nerviosa.
—¿Por qué los estás observando tanto? —murmuré—. ¡Deberíamos atacar!
—¡Chist! No estarán de pie para siempre ¡Nadie come parado! ¡Aguardá!
Dicho y hecho.
Una por una, las seductoras sirenas empezaron a tomar asiento.
—Ahora, Abril ¡Ahora!
Sin dejar de sentirme súper inquieta, me coloqué frente a Ariel, apunté hacia Margarita y exclamé:
—¡Ataque!
Un estallido de luz ardiente atravesó el agua lentamente, y llegó hasta los guapos muchachos. Todos se dispersaron de la mesa, sobresaltados.
—Voy a rescatar a Jacinto. Mientras tanto, distraelos. Luego compartiré el collar con él.
—¡Es demasiado peligroso que vayas solo! ¡Si ya no tiene su colgante, te ahogarás!
—Tranquila, aún lo tiene —se deslizó por debajo de mi cadena y se alejó de mí.
Si queríamos superar el nivel, debía confiar en él. Justo cuando Ariel se perdió de mi vista, pude ver que Girasol, Orquídea y Amapola nadaron rápidamente hacia mi dirección.
A pesar del miedo que sentía, continué lanzando rayos de luz hasta el cansancio. Ellos los esquivaban grácilmente.
De pronto, una mano suave y delicada me jaló del tobillo. Solté un grito ahogado y varias burbujas escaparon de mi boca.
Se trataba de Margarita, el líder, a quien había intentado herir con mi pulsera. Detrás de él, había diez jóvenes más ¿De dónde habían salido? ¿Acaso Orquídea, Amapola y Girasol me habían distraído para que ellos pudieran sorprenderme?
Margarita acortó la escasa distancia que existía entre nosotros, provocándome un hormigueo desagradable por todo el cuerpo.
—Si te portás bien, no saldrás herida... Abril.
Debía ganar tiempo para que Ariel salvara a Jacinto.
—¿Cómo funciona su Sociedad? —pregunté—. ¿Ustedes son reales?
—Sólo podemos decirte que somos como cualquier otra civilización. Tenemos nuestras creencias, nuestras costumbres y un sistema sociopolítico inigualable. El Banquete es una de las más especiales celebraciones, y Jacinto tenía mucha carne para ofrecer en sacrificio al Dios del Mar, quien mantiene la economía del océano. Nada es gratis en el mundo, Abril. Sin embargo... con vos podríamos hacer una excepción.
—Esperen, quiero saber...
No pude terminar la frase.
Margarita me tomó de la cintura, y me estrechó contra sí. Me contempló con sus hermosos y cautivantes ojos dorados. Ojos de oro, como las joyas de un rey. Ojos de oro como el sol. Ojos brillantes. Qué maravillosos.
El líder me acarició el cabello, y me dedicó una sonrisa.
No quería dejarme llevar, pero... Pronto olvidé cuál era mi misión, olvidé a mis amigos y también a mi familia.
Abril, volvé... Volvé a ser vos misma.
—¿Alguna vez... has besado a un chico? —inquirió con voz musical.
Negué con la cabeza, consciente de que me había hechizado. No podía moverme, me encontraba increíblemente cautivada por su belleza.
Una belleza letal.
Margarita comenzó besándome el cuello, justo donde estaban mis branquias. Sentí que me faltó el aire cuando sus labios rosados se encontraron con mi piel. Continuó subiendo hasta la mandíbula, por donde pasó su lengua juguetona. Me estremecí ante el contacto.
Alejate, Abril. Tenés que ir a ayudar a tus amigos.
Lo peor era que quería más.
Apreté sus pectorales, rasguñándolo, rogándole que me besara.
Una voz en mi interior insistió para que reaccionara, pero sentía que la atracción que ejercía la sirena sobre mí era aún más fuerte.
—Nadie puede resistirse. Mientras tus amigos mueren, vos recibirás tu primer beso.
Y en ese instante, apretó sus labios contra los míos.
Una ola de calor invadió cada célula de mi cuerpo cuando su lengua —con sabor a fresa—, se enredó con la mía.
Su mano derecha recorrió mi espina dorsal hasta llegar a mi cabello. Su mano izquierda jugueteó por mi abdomen, hasta posarse demasiado cerca de mis pechos...
—¿Querés más?
Quería decirle que no, pero mi cuerpo se limitó a asentir. Margarita ejercía un poder magnético sobre mi cuerpo.
Noté que descendíamos mientras él besaba mi cuello, mis labios y mi rostro repetidamente.
—¿Me entregarías tu virginidad aquí y ahora? —murmuró, y buscó con sus dedos la cremallera de mi traje de neoprene.
No fui capaz de responder. Me encontraba extasiada.
Abril ¡Huí!
No podía hacerle caso a mi voz interior.
El líder de las Sirenas me besó hasta hacerme sangrar los labios, y luego me apoyó sobre una superficie recta y rígida. Extendió mis cuatro extremidades de un tirón.
Me estremecí ¿Tan rápido lo haríamos?
—Te haré sentir como si hubieras hallado la Puerta Dorada —musitó.
De pronto, Margarita se apartó y con un leve movimiento de su tridente, ató mis piernas con una soga mágica de color plata.
—¡NO!
¡Abril, sos una estúpida!
Su traición me hizo reaccionar. No permitiría que inmovilizara mis manos también. Alcé mi pulsera y grité:
—¡Ataque!
Un rayo dorado hirió el hombro de Margarita. Arremetí contra la soga que amarraba mis extremidades inferiores, y pronto, me liberé. Empecé a nadar tan rápido como pude, buscando a mis amigos con la vista, o alguna puerta dorada.
Estaba tan arrepentida de haber caído en el hechizo de la Sirena ¡No debería haberlo mirado a los ojos!
—¡Síganla! —exclamó el líder de la sociedad acuática.
Varios chicos guapos estaban nadando velozmente hacia mí, intentando lastimarme con diferentes ¿Caracolas? Marinas.
Cuando encontré la oportunidad de escabullirme, me escondí detrás de un montón de piedras gigantes. Tardarían un buen rato en localizarme ¡El sitio era enorme!
—¡Encuéntrenla! ¡Hoy mismo el Dios del Mar debe recibir su Banquete!
¿Acaso Jacinto había huido con Ariel y por eso querían sacrificarme a mí? ¡Ojalá fuera así!
Mientras me escondía, un brillo extraño en la superficie de un alga rojiza llamó mi atención. Antes de moverme, eché un vistazo a mi alrededor, para asegurarme de que las sirenas no me habían encontrado.
Corrí las algas con las manos, y para mi sorpresa... ¡Había una pequeña puerta dorada!
Justo detrás de mí, aparecieron dos réplicas de la salida.
—¿Ésta será la real...? —giré el pomo del primer acceso que había visto.
Se abrió.
Tragué saliva ¿Debía entrar, o esperar a los chicos?
Recordé que Ariel me había pedido que continuara con el juego si él se quedaba atrás... y realmente, deseaba volver a ver a mi familia.
—¡Allí está! —la voz de Orquídea me puso la piel de gallina.
Me habían encontrado.
Sin vacilar, abrí la puerta y me deslicé al interior de la Zona de Transición.
Para mi sorpresa, dos personas se encontraban allí. Un joven alto y fornido, quien sostenía a un muchacho rubio entre sus brazos ¡Mis amigos estaban a salvo!
—¡Cuánto me alivia haberlos encontrado! —exclamé, y me acerqué hasta ellos. Miré a Ariel con preocupación—: ¿Qué pasó?
—Ariel... Ariel no respira —balbuceó Jacinto, entre sollozos—. Ha perdido una vida.
Sentí que se me partía el corazón, y la culpa invadió mi fuero interno. Mientras yo había estado besándome con Margarita, Ariel...
Ariel...
Lágrimas involuntarias aparecieron en mi rostro. Toqué la piel fría y húmeda de mi inconsciente amigo.
—Lo siento tanto... ¡Lo siento tanto! —sollocé, sintiéndome increíblemente desdichada.
De pronto, unas palabras flotantes aparecieron en el aire, interrumpiendo nuestro duelo:
TIEMPO UTILIZADO: 265 MINUTOS, 17 SEGUNDOS.
FALLAS: 4.
PUNTOS OBTENIDOS: 300.
PUNTAJE TOTAL: 1730.
HAN PASADO AL QUINTO NIVEL.
Me sentía más triste que nunca ¿Cómo querría pasar al próximo nivel, cuando Ariel ya no respiraba? ¿Cómo podría seguir adelante sin mi amigo?
Una horrible angustia atravesaba mi corazón, y la culpa me carcomía por dentro.
No debería haberlo dejado solo. Esto es mi culpa.
—Si le queda una vida —comentó Jacinto—, ya debe estar por despertar.
Justo en ese instante, una luz cegadora de color plata se originó desde el brazalete de Ariel. Una vez que el resplandor menguó, el joven Escalada abrió los ojos.
—¡Estás vivo! —lloré de alegría, y me abalancé sobre él.
Ariel no fue recíproco con el gesto de cariño.
—Mientras yo me ahogué salvando a Jacinto, vos estabas abrazada con una sirena —reprochó.
—¡Perdoname! ¡Caí bajo su hechizo!
—Has sido una inútil en este nivel. Te hacés la fuerte, pero a la primera que ves a un chico lindo, te comportás como cualquier adolescente "hormonal".
—Estaba bajo un encantamiento —intervino Jacinto—, no seas tan duro con ella. A mí también me enredaron bajo sus redes...
Ariel ignoró a Jacinto. Sus ojos cafés estaban rojos de la furia.
—Tenemos que trabajar en equipo si queremos sobrevivir, Abril. Te había pedido que no coquetearas con esos tipos ¡Y lo hiciste de todos modos!
—¡Lo siento mucho! ¡No fue a propósito!
—Contame ¿Qué te has dejado hacer?
—Ariel, ya basta —lo detuvo Jacinto—. Abril es novata en este juego, y aún no sabe cuidarse de los hechizos...
—Ya aprendí la lección —retruqué—. Además ¿Por qué te molesta tanto que Margarita me haya besado?
—El cierre de tu traje está desabrochado —observó, furioso—. Mientras vos disfrutabas de sus caricias, yo tragué agua hasta ahogarme. La muerte duele como si fuera real ¿Sabías eso?
—Si te sirve de consuelo —sollocé—, casi no entro a la Zona de Transición por esperarlos...
—No necesito consuelo —negó con la cabeza—, necesito que seas inteligente. Necesito que usemos estrategias para ganar. Debés ser más cuidadosa la próxima vez. Me queda una sola vida, y no puedo morir sin volver a ver a mi familia.
—Yo también quiero volver a ver a mis seres queridos... Seré más cuidadosa la próxima vez.
Ariel soltó un bufido.
—Dos sirenas nos persiguieron hasta la zona rocosa. Aparecieron varias puertas doradas. Cuando encontramos la indicada, te dejamos algas sobre la misma para que la identificaras.
Su último gesto antes de morir había sido dejarme una señal para que yo sobreviviera. Sentí una punzada de culpa.
—Nos rompieron el collar cuando estábamos allí, por eso Ariel se ahogó —explicó Jacinto.
—¿Por qué a vos no te pasó nada?
—Tengo mayor resistencia —contestó con indiferencia.
—Mmm... —me froté el brazo—. Lo siento, chicos. Seré más cuidadosa la próxima vez.
Ariel se paró frente a mí, y me contempló fijamente con sus ojos cafés:
—Este juego... no se trata solamente de ser inteligente y tener destreza física. Aquí testean nuestra psicología y nuestra habilidad para la toma de decisiones. No lo olvides, Abril.
Sus palabras me pusieron la piel de gallina. Me pregunté si mi madre estaría observándome, tratando de adivinar qué haría en cada situación.
Jacinto, ya aburrido de nuestra conversación, exclamó:
—¡Al Nivel Cinco!
¡Muchas gracias por leer!
Recuerden que la primera semana de enero no actualizaré :) Intentaré hacerlo antes de Navidad.
¡Saludos!
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