Capítulo IV: "La sociedad de las Sirenas". (Parte 1)
—¿Colgantes de Agua Marina? —sacó las cadenitas del interior del cofre, mirándolas con desconfianza—. ¿Para qué mierda servirán?
—Deben tener alguna función secreta —sugirió Jacinto.
Ariel suspiró.
—Me recuerda a las alhajas que solía usar mi mamá... A veces pienso que algunas cosas se van tornando demasiado personales.
¿Qué había querido decir con eso?
—Yo también extraño a mi familia —comenté—. Especialmente a mi papá, a mi tío, y a mi mejor amiga, Corina... Pero si queremos volver a verlos, debemos acabar con este juego ¿No creés?
Ariel asintió, y depositó en mi mano uno de los colgantes. Luego, exclamó:
—¡Al Nivel Cuatro!
Aparecimos bajo el mar.
<<Necesitarán el tesoro para sobrevivir>>.
No había que ser Einstein para darse cuenta de que los colgantes nos brindarían la oportunidad de respirar bajo el agua.
Acaricié la piedra preciosa lentamente.
—Se siente extraño respirar a través de branquias —Jacinto soltó unas burbujas cuando dijo eso.
¿Cómo podíamos entendernos?
—¿Tenemos branquias? —me toqué el cuello, y noté unas pequeñas aberturas en mi piel.
Sentí mucha impresión.
Observé atentamente a los chicos: tenían puestos trajes acuáticos de neoprene, y yo también. Todos eran de azul marino, quizás para que combináramos mejor con el ambiente.
—Miren... —Ariel señaló hacia abajo.
Nos encontrábamos a varios metros arriba de una civilización acuática. Las casitas estaban hechas de rocas, e iluminaban el fondo del océano con caracolas brillantes. Diferentes algas marinas decoraban los techos y las paredes de las viviendas.
Por un momento, sentí como si nos hubiesen metido en la película de la Sirenita.
—Nademos hacia la aldea —sugirió Ariel—, allí nos toparemos con nuestra misión.
Descendimos hacia la civilización nadando con cuidado. Observamos cada planta marina y pez que se nos acercaba. No queríamos meternos en problemas.
Apenas aterrizamos sobre unas frías y oscuras rocas, un grupo de hombres salió de una casita a la velocidad de un rayo.
Me quedé boquiabierta.
Eran los chicos más hermosos que jamás había visto. Sus cuerpos parecían tallados por los mismísimos dioses ¡Qué músculos! Medirían alrededor de un metro ochenta, tenían una larga melena brillante, y hermosos ojos azules, verdes y dorados. Me llamaron profundamente la atención aquellos que tenían la piel canela y el cabello negro ¡Y qué miradas!
En lugar de la nuez de Adán, tenían branquias, y sus pies tenían forma de aletas.
Ariel se colocó delante de mí, en actitud protectora ¿Y ahora qué le pasaba?
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó, frunciendo el entrecejo.
Nadie le respondió.
Un joven de cabello lacio y oscuro, de ojos grises como el cielo tormentoso y tez cobriza, se acercó hasta mí.
A través de su mirada, pude ver un mar furioso, decorado por relámpagos.
—Dame la mano, Abril —esbozó una sonrisa que podría derretir hasta el Glaciar Perito Moreno.
Era completamente irresistible. Dejé que enredara mis dedos con los suyos, y también que me tomara por la cintura. Sentí hormigueos en todo el cuerpo ¿Acaso eso era amor a primera vista?
El muchacho me acarició el cabello.
Dios, qué hermoso que era. Podía estar cayendo en una trampa, pero ¿Podría lastimarme un ser tan perfecto?
—Tus ojos pueden compararse a una tormenta marítima... —balbuceé, totalmente hipnotizada.
—Lo son... —me acarició el cabello.
Sentí un hormigueo en el cuerpo.
—¡Suelten a mi amiga, sirenas de mierda! —la voz de Ariel me trajo de nuevo a la realidad.
Me aparté del bellísimo chico de ojos grises a regañadientes. Luego, sentí cómo mis mejillas se encendían. Había pasado un momento bochornoso frente a mis compañeros.
Ariel volvió a colocarse frente a mí.
Me había llamado "su amiga" y estaba protegiéndome... Extraño ¿No?
El grupo de chicos increíblemente guapos nos estaba observando con impaciencia, pero fue el muchacho de mirada dorada el que anunció:
—Joven Ariel, has herido los sentimientos de la Sociedad de las Sirenas... Y un castigo será necesario. Me presento: mi nombre es Margarita. Él es Orquídea —señaló a mi favorito, el de ojos grises—. Él es Jazmín, Edelweiss, Amapola, Girasol, Clavel y Begonia.
—¿Por qué tienen nombres de flores?
—Porque las admiramos todo aquello que crezca de la Madre Tierra...
—Qué interesante —lo interrumpió Ariel irónicamente.
Le propiné un codazo para que se callara la boca. Él me miró con resentimiento.
—Como te decíamos, tu castigo será entregar tu collar de agua marina. Nos pertenece ¡Nosotros lo hemos fabricado!
—¡No! —me llevé las manos a la boca, y contemplé a mi amigo rubio.
Ariel estaba apretando los puños a los costados de su cuerpo.
—No voy a darles nada. Han montado todo este circo porque sabían cómo reaccionaría ¡Los odio!
—Vos te lo buscaste.
Y en ese momento, Girasol, Clavel y Begonia se abalanzaron sobre Ariel. Unos tridentes de hierro aparecieron mágicamente en sus manos, y rodearon a mi amigo con los mismos.
Jacinto y yo temblábamos de miedo ¡No queríamos que lo lastimaran!
Margarita, sin vacilar, le arrancó el collar a Ariel de un tirón. Éste empezó a contener la respiración, soltando burbujas por su nariz ¡No lo lograría!
—¡Tengan piedad! —sollozó Jacinto.
Pensá rápido, Abril.
Me acerqué a mi compañero rubio.
—Quieto, te salvaré el culo por segunda vez.
Él estaba concentrado en contener la respiración, y por eso no protestó cuando, sin sacarme el colgante, pasé parte de la cadena por su cuello.
Estábamos tan cerca del uno del otro, que podía sentir el calor que emanaba su cuerpo.
—Gracias... —colocó una mano sobre mi hombro.
Dios mío, esa proximidad me hacía temblar las piernas. Traté de disimular mis emociones:
—Todo tiene un precio ¡De ahora en más, vos nadarás por mí!
—¿Qué...?
—Sí, serás mi caballito de mar ¿Qué te parece? ¡Y tendrás que mantener esa bocota cerrada durante la mayor parte del tiempo!
Mi amigo me contempló con rabia.
Las sirenas hicieron muecas burlonas, y decidieron alejarse de nosotros.
—Vamos —Ariel me susurró al oído, y pequeñas burbujitas rozaron mi piel—. Necesitamos hablar sobre este nivel.
—Bien —me coloqué detrás de él y lo tomé de los hombros—. Llevame a donde te parezca.
Bufó, y empezó a nadar hacia abajo. Podía notar el movimiento de sus músculos sobre mis dedos... era muy fuerte para su edad.
Jacinto nos siguió.
Nos detuvimos en el fondo del mar, donde apenas nos alumbraban las luces de la aldea. A mi izquierda, había una piedra enorme y llena de moho.
—Abril, necesito que tomes este juego en serio. Es peligroso que coquetees con esos tipos.
—Lo sé, perdón, me dejé llevar por un momento... Tengo tantas ganas como vos de volver a casa.
Se pasó la mano por el cabello.
Debajo del agua, vestido con un traje de neoprene azul marino... pude notar que Ariel era bastante lindo.
—La familia Escalada, en la ciudad de Mendoza, está esperándome hace más de seis meses. Tengo el tiempo contado, April.
¿Qué quería decir con eso? ¿Por qué tenía el tiempo contado?
—¿Sos de Mendoza? —inquirí, porque sabía que no me respondería nada sobre el juego.
—Sí. Mi familia tiene una bodega, suelo trabajar allí en mi tiempo libre, junto con mis hermanos mayores. Vivo en el valle más lindo del mundo.
Era cierto. Había ido a Mendoza de vacaciones ¡Tenía unos paisajes muy bonitos!
—Yo soy de Santa Fe. Nuestras familias están a novecientos kilómetros la una de la otra ¿Cómo fue que ambos terminamos aquí?
—No puedo decírtelo... sólo debemos esforzarnos para salir ilesos de cada nivel, para poder regresar a casa.
—Chicos...—nos interrumpió Jacinto.
En ese instante, unas letras enormes y negras empezaron a tallarse sobre la roca llena de verdín.
Nivel Cuatro: Sociedad de las Sirenas.
Encuentren la verdadera Puerta Dorada.
—Esto será complicado —Ariel se pasó la mano por el rostro.
Estaba tan cerca de mí, que su brazo rozó el mío. Me aparté, ya demasiado contacto físico tendríamos durante este nivel por culpa de su bocota.
—Señor Escalada —lo miré a los ojos e insistí—: ¿Por qué nos eligieron a nosotros? ¿Hubo más jugadores?
—No puedo decírtelo ¡No quiero perder una vida!
—¿Qué es lo que te hace perder una vida? ¿Cuántas tenemos? Si perdemos aquí ¿Morimos en la vida real?
—La Cabina es real, Abril. Tenés tres oportunidades. Cuando morís por tercera vez... dejás de existir en la Tierra, y te convertís en parte del software del juego.
Su respuesta me hizo estremecer ¿Y si no volvía a ver nunca más a mi padre, y a Cori? ¿Cómo se sentirían ellos con mi desaparición?
—Es terrorífico —me pasé la mano por el brazo.
—Lo es. Y a mí se me está acabando el tiempo —enfatizó.
Quería preguntarle cuánto le quedaba, pero algo nos interrumpió.
En ese momento, sentimos un ruido extraño debajo del agua, una especie de zumbido agudo.
—¿Qué carajos...? —intenté taparme los oídos, pero fue inútil.
Observamos nuestro alrededor para conocer el origen del sonido ¡Y notamos que Jacinto no estaba a nuestro lado!
—¡No puede ser! —exclamó Ariel, señalando hacia arriba.
Nuestro compañero parecía encantado con Girasol y Orquídea. Les tocaba el cabello, e incluso, cerraba los ojos cuando éstos hablaban.
—Lo han encantado —comenté, horrorizada—. ¡Tenemos que rescatarlo!
—Subí a mi espalda. Nadaremos hasta él y lo rescataremos.
Me trepé rápidamente, y rodeé su cuello con mis brazos. Estábamos demasiado cerca el uno del otro...
—¿Qué comés que sos tan pesada? —protestó, acomodándose—. ¿Carne todos los días?
—Soy vegana, pedazo de...
No pudimos decir nada más.
Alguien presionó unos objetos metálicos y filosos sobre nuestra piel.
Tridentes.
Me vi obligada a contener un grito.
—Si pretenden quitarnos a Jacinto, pagarán caro las consecuencias. Nunca encontrarán la puerta verdadera —advirtió Girasol con su voz musical, y se marchó nadando a toda velocidad.
Sus amigos lo siguieron.
Empecé a temblar de la rabia, sin bajarme de la espalda del joven Escalada ¡Pobre Jacinto! ¿Qué harían con él?
Tuve que contener las lágrimas.
—No te va a gustar lo que voy a decirte... pero creo que tendremos que seguir nuestro camino sin Jacinto.
—¡No podemos hacer eso! —protesté, propinándole un suave puñetazo en el hombro—. ¡Él ha sido leal con nosotros!
—Ya lo he hecho antes... Él siempre me encuentra.
—¿Cómo...? —balbuceé.
Estaba muy confundida. Si la Cabina era real ¿Cómo haría Jacinto para hallarnos?
Nada tenía sentido.
Me empezó a doler la cabeza.
—¿Acaso algo es imposible en este juego? Tenemos brazaletes que nos dan poderes, colgantes que funcionan como branquias, anillos que abren cerraduras... Sin mencionar que nos enfrentamos con criaturas y mundos inexistentes en la Tierra ¿Por qué pensás que Jacinto no nos encontraría?
Me tembló el labio.
—¿Quién es Jacinto? ¿Cuál es su rol en el juego? ¿Por qué nosotros somos diferentes?
—No puedo decírtelo, April. No me hagas perder una vida.
—Perdón... es que me siento tan confundida...
—Lo sé, y es horrible. Lamento no poder ayudarte. Ahora, sigamos adelante.
Estuvimos nadando —bueno, él estuvo nadando conmigo sobre su espalda—, durante un rato. Rodeamos la aldea, intentando buscar un lugar en donde pudieran hallarse las Puertas Doradas. Levantamos rocas, ahuyentamos cangrejos, entre otras cosas.
—Mirá —Ariel señaló hacia adelante.
Se trataba de un cartel plateado, que tenía unas inscripciones. Nos acercamos para leerlas:
<<El banquete empieza dentro de quince minutos>>.
—¿El banquete? —pregunté—. Pensé que estos tipos comían peces.
Ariel no respondió. Se quedó atónito, mirando el letrero. Al cabo de unos instantes, apretó los puños contra su cuerpo.
—¿No te diste cuenta todavía? —sollozó—. ¡Seducen a sus presas, para luego, comérselas!
—¡NO! —me llevé la mano a la boca, obligándome a contener un llanto—. ¡Tenemos que ir a salvarlo!
Justo cuando estábamos por emprender nuestro viaje una vez más, Ariel se estremeció.
—¿Qué ocurre? —le pregunté—. ¿Estás bien? ¿Querés que me baje?
Negó con la cabeza, y se tocó la pulsera con la yema de los dedos.
—Apoyá la mano ahí —señaló las palabras talladas en la plata de su brazalete—. No tengas miedo.
—¿Ahora? ¡Pero si tenemos que ir a rescatar a Jacinto!
—Es necesario. Hacelo, por favor —sus ojos brillaron.
Le habían dado una orden... y yo no quería que él perdiera una vida.
—Está bien —me paré frente a mi amigo, y lo miré a los ojos antes de apretar su pulsera de plata.
¡Muchas gracias por leer!
Pronto subiré la segunda parte de este capítulo.
Recuerden que la primera semana de enero no actualizaré (pues vacaciones) <3
¡Nos leemos!
Sofi.
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