Capítulo 47: Hermanas por siempre
Hace 10 años...
***Alice***
Veo por mi ventana en un sétimo piso los negros edificios de la Ciudad Desvaría, mientras peino mi cabello frente al tocador rosa viejo de siempre. Hace un frío intenso, pero soportable comparado a las adversidades de la vida, las cuales estoy consciente que todavía desconozco, pero sé que existen. He cumplido quince años, y mi hermanita Hildur cumplió los siete hace unas semanas.
Ella está descalza como siempre, caminando en círculos y jugando con sus peluches negros sin forma definida. A nuestros padres les gustan gracias a que supuestamente le darán una mayor capacidad de comprender conceptos abstractos en el futuro cercano y mejorar sus capacidades cognitivas en el lejano.
—Hermanita, amo tu peinado y tu piel. —Hildur se sienta junto a mí en la cama que compartimos noche tras noche, pues mis padres piensan que de esta manera nuestro lazo de hermandad evolucionaría de una manera positiva.
Ella está sentada y sus pies no tocan el piso. Me ayuda a arreglarme el cabello mientras yo maquillo un poco mi piel frente al espejo. Me encanta mi cara, es algo que me cuido todos los días con cremas que me ha regalado mi madre para ocasiones especiales.
—Gracias Hildur, tu también eres hermosa. —Sonrío mientras le acaricio la mejilla—. ¿Me terminarás de ayudar?
—Claro que sí. Espera, te voy a traer mi adorno del cabello favorito. —Se levanta y va dando saltitos hacia su caja en la que guarda sus "tesoros". De ahí saca un lazo negro, sube a la cama dando un esfuerzo y me lo pone en la cabeza delicadamente—. ¡Listo!
—No sabes lo mucho que te agradezco. ¿Y tú, vas a ir así? —pregunto viendo que anda un vestido negro con diseños de mariposas blancas.
—Sí... pero quiero que me prestes ese lápiz por favor. —Ella intenta alcanzar el delineador de cejas.
—¿Para qué lo necesitas? —pregunto curiosa, dándoselo.
—Quiero tener cejas por hoy, como las tuyas. —Ella está a punto de pintarse, pero la detengo con mis palabras.
—Eh, espera. ¡Tú tienes cejas! También pestañas. Es más, quisiera tenerlas tan exóticas como tú. —Suelto una carcajada—. Si quieres te pones eso, pero te ves linda así.
—No, no me lo pondré entonces. —Ella me lo da para que lo ponga donde se encontraba antes.
—¡Alice! ¡Hildur! ¿Listas? —pregunta mi madre desde abajo—. ¡Ya casi nos vamos!
—¡Ya vamos! —voceo—. Vamos entonces.
Caminamos por el apartamento llena de tecnología de punta. Me detengo cerca de mi computadora, para revisar si lo que he hecho de programación técnica ha servido, al parecer todo funciona a la perfección. Empezamos a bajar las negras escaleras mientras observo lentamente todos los títulos que mis padres me han hecho cosechar, todos en ingenierías y matemáticas... tantas noches de duro estudio que han dado su fruto, más para ellos que para mí.
—Pronto empezarás a estudiar duro como yo. —Dibujo una media sonrisa en mi cara mientras Hildur camina de mi mano—. Espero que nuestros padres decidan que estudies algo más entretenido...
—¡Ah! ¡Espera! Se me olvidó mi lazo blanco... ya vengo. —Hildur empieza a correr por las escaleras hacia el dormitorio de nuevo.
—Te espero abajo. —Termino de bajar las escaleras y camino por un enorme pasillo hasta llegar a la cocina, donde se encuentran mis padres hablando. No han notado mi presencia.
Son dos adultos rubios de tez refinada y ropa finísima. Ambos tienen expresiones serias y formales, nunca se salen de su cuadro, ni siquiera con sus propias hijas. Siempre hablan de los negocios del pasado y del futuro y cómo hacer más dinero para invertir en conocimiento y poder. Sin embargo, esta vez hablan de algo que no comprendo para nada.
—¿Qué tal esa propuesta? Pienso que podemos llegar lejos. —Mi madre sonríe con sus labios carnosos teñidos de rojo, contrastando con sus dientes blancos perfectos y el mechón de cabello rubio que le recorre toda la cara hasta llegar a su cuello.
—Sí, podemos llegar lejos... sin embargo falta tiempo para eso. ¿Lo quieres hacer tan anticipadamente? ¿Tú, yo, Alice... o Hildur? —pregunta mi padre pensativo, con su traje formal y con una mano en la mejilla tocando su amarillada barba corta y perfectamente bordeada.
Mi madre se levanta caminando con sus tacones púrpura y toma un vaso del armario fino de roca de ónix. Camina para servirse agua y el ruido de sus tacones es el único que se escucha en el lugar. Ella se sienta de nuevo, le da el vaso a mi padre.
—Creo que Hildur es la indicada. Hay tantas opciones, con esa piel blanca y esa falta de pigmentación. Tenemos una parte asegurada, aparte de que es nuestra hija fiel y querida. Hará lo que sea, y todos saldremos victoriosos. Hemos hecho un buen trabajo al criar a nuestros hijos de una manera tan fiel... —Se sienta y se recuesta en la silla de vidrio rojo.
—¿De qué hablan? —pregunto entrando en escena.
—Alice, querida... ¿ya está lista tu hermana? Ya se hace tarde. —Ella se levanta y toma las llaves del auto—. Vamos.
—Ya estoy lista. —Hildur se ve preciosa con su lazo blanco—. ¿Hacia dónde vamos?
—Un evento de negocios. —Todos salimos del apartamento para tomar el elevador y llegar al primer piso del lujoso edificio.
Estamos en la acera, estoy esperando a que todos se suban al auto para adentrarme también... pero antes de meterme veo a una chica de cabello oscuro de mi edad, toda maquillada de negro y con un vestido violeta. Ella está junto a un muchachillo sucio y flacucho de la misma edad. Ambos fuman un cigarrillo. Me asquea que fumen siendo tan jóvenes como yo. Ella me voltea a ver y me saca el dedo del centro, riéndose. Escupe el suelo.
—Vamos Jael, algún día estaremos de ese lado, de los millonarios. —Se van caminando por un callejón oscuro.
—Estúpida... —digo en voz baja y me meto en el auto de último modelo. En el camino intento preguntar de nuevo sobre la discusión que estaban teniendo mis padres.
—¿Qué van a decidir al final? —cuestiono sin saber nada.
—Eso lo veremos luego Alice, no hables de más. —Mi madre me voltea a ver con una sonrisa plástica, que se transforma en una mirada desafiante y seca. Voltea a ver hacia el frente de nuevo.
—Sí señora... —Volteo los ojos mientras Hildur suelta una risilla.
—Pónganse cómodas, que falta un rato para llegar —anuncia mi padre—. En fin, les voy contando a qué es lo que vamos: es una cena de negocios para que podamos cerrar el trato con la nueva constructora y crear nuevos edificios. Nos reuniremos con el dueño y su esposa en su casa.
—Entendido. —Tengo memorizados todos los protocolos a seguir en una mesa formal, al igual que Hildur a su corta edad. En eso no hay problema.
Mi padre maneja por las oscuras calles de la Ciudad Desvaría hasta llegar a una larga calle de lastre. A partir de ahí hay una enorme cuesta y al final de la misma hay una casa grande y lujosa. Nos bajamos del auto y la pareja nos espera fuera de su hogar. Son un hombre y una mujer de cabello café claro, se ven agradables.
—¡Richard y Maritza! Y sus adorables hijas. Bienvenidos sean todos, ¡pasen! —saluda el anfitrión junto a su esposa. De inmediato mi madre empieza a dialogar con ella sobre cosas superficiales que no me importan. Hildur es muy tímida ante nuevas caras, así que está escondida detrás de mí, aunque saluda formalmente y sonríe para aparentar: lo que nuestros padres nos han inculcado desde pequeñas, y las reglas normales de esta sociedad.
Entramos a la casa y la cena está servida. Hay muchas velas y es una mesa enorme para aproximadamente diez personas, pero solo usamos la mitad evidentemente. El salón es enorme para una mesa que es grande, el piso es blanco y hay un enorme candelabro sobre nosotros con tonalidades cálidas. Nos sentamos a comer de inmediato.
***Hildur***
La sopa estaba deliciosa, ¡un manjar! Era crema de pejibaye y estaba caliente, contrastando al frío que nos rodeaba en esa enorme casa. Estaba concentrada comiendo, mientras Alice prestaba atención a lo que hablaban mis padres con sus amigos. Me empezaba a aburrir, pero intentaba no "quedar mal" como mi mamá había advertido repetidas veces...
Al final del salón había una salida a un pasillo o algo así. Desde ahí vi que alguien se asomó. ¡Un chico de mi edad! Era pálido, muy pálido. Se ocultó rápidamente y escuché una carcajada entre las sombras. ¡Tenía que investigar!
—¿Puedo ir al baño? —titubeé entre labios.
—Tranquila, ve. —Alice sonrió—. No creo que se den cuenta.
—Ya vengo hermana. —Me levanté para buscar a mi nuevo posible amigo, pues casi no estaba en contacto con otras personas de mi edad debido a mis estudios avanzados.
Fui de puntillas, alejándome del calor de la mesa y de la luz del candelabro para andar por la casa llena de muebles de diferentes materiales y colores, todos apagados por la falta de luz. No tenía idea de dónde estaba el baño, pero no me importaba ya. Quería hacerme amiga del chico, quien supuse que era el hijo de los amigos de mis papás.
Solamente podía escuchar su risilla por la casa, por los pasillos de esta, pero no podía verlo... caminé hasta entrar a un dormitorio. Luego al baño de este. En una gaveta había una nota.
"Toma un par de las verdes"
¿Un par de las verdes? Abrí la gaveta y había varias pastillas, tomé dos verdes y las mantuve en mis manos. Seguido de esto escuché un portazo. Mi miedo se activó. ¿Qué estaba haciendo? ¿Y si ellos me regañaban? Empecé a regresar cuando escuché otra risilla proviniendo de otro baño. Llegué y había una cajita con otra nota.
"Toma esta roja y nos vemos en la parte trasera"
¿Parte trasera? Me dirijo sigilosamente hacia la salida de atrás de la casa, y me doy cuenta al abrir la puerta de que la neblina ha consumido todo. Estoy descalza y siento el frío penetrar en mis pies directamente. ¡El niño está ahí!
—Hola... —pronuncio tímidamente—. ¿Cómo te llamas?
—Sígueme, ¡tienes que ver algo! —dijo entre risas corriendo entre la neblina. Sin pensarlo fui tras él. Sentía varias ramas en mis pies lastimándome hasta que el terreno era arenoso, era cómodo para caminar y correr tras él. Salimos de la propiedad rápidamente y seguimos corriendo por la calle de lastre.
Él se me adelantó inesperadamente, hasta que no pude ver nada más cerca de mí. Estaba rodeada de neblina totalmente. La voz de mi acompañante se hizo presente entre la neblina, juguetón como siempre.
•—Empezar Música (Now, Now - Window (Audio)—•
—¡Ya te las puedes tomar! Todas juntas, ni una más ni una menos. ¡Adelante! —gritó.
—Bien. —Me las tomé, y me mareé por un par de segundos. El frío se hizo más soportable al hacer esto y la neblina se hizo menos densa. ¡Podía ver a mi amigo!
—Me llamo Sigurd. ¡Mucho gusto! —sonrió. Tenía ojeras enormes y cabello desordenado—. Ven, ¡que vamos tarde! Hagamos un juego. Si crees algo que te digo darás un paso hacia adelante.
Me jaló de la mano y cuando volteé a ver hacia arriba había luces de feria. ¡Nunca había estado en una feria! La música empezó a sonar. Sigurd bailaba a mis alrededores, hasta que se detuvo al ver que yo no bailaba.
—Los designios son importantes. ¿Crees esto? —cuestionó directo—. Si lo crees, da un paso hacia adelante.
—Lo creo, lo creo. —Di un paso hacia adelante.
***Alice***
Hildur no regresa... me levanto de la mesa y voy al baño. ¡No está ahí! Decido no entrar en pánico ni alertar a mis padres. No les puedo arruinar la importante cena... ¿en dónde se habrá metido esa niña? Empiezo a buscar por la oscura casa susurrando su nombre para no causar escándalo.
Veo que la puerta está abierta, la puerta trasera. ¡Oh no! No creo que Hildur sea tan tonta de salir con este frío... y descalza. ¿Algo habrá sucedido? Salgo al jardín de una vez.
***Hildur***
—Los designios son irrefutables. Los designios son todo. ¿Estás de acuerdo? —preguntó Sigurd.
—De acuerdo. —Di otro paso hacia adelante.
—Te vas a divertir mucho con nosotros. ¿Estás de acuerdo? —insistió.
—¡De acuerdo! —Di un salto hacia adelante. De inmediato otra voz se hizo presente. Una señora con un velo negro tapándole la cara totalmente.
—Veo que tenemos una invitada. ¡Perfecto! Una niña linda, delicada, perfecta. Joven... casi nunca vienen así de jóvenes, hoy estamos de suerte. ¡Bien chica! Si quieres estar con nosotros eres bienvenida... —ella daba vueltas a mis alrededores junto a Sigurd.
***Alice***
—¡Hildur! ¡Hildur! —grito desesperada entre la neblina, hasta que distingo sus huellas en la arena—. ¡Hermana, por Dios! ¿Dónde estás? El frío es tan intenso que los dedos de mis manos empiezan a tornarse rojizos y mi quijada no deja de temblar. Empiezo a llorar de la desesperación. ¡Estaba a cargo de mi hermanita!
Corro sin siquiera saber hacia dónde ir hasta que veo una silueta a lo lejos. ¡Tiene que ser ella!
***Hildur***
—Los designios son perfectos. Son importantes, intensos y deseosos. Los designios son lo que hacen el universo seguir rotando y viviendo. Son lo bueno y lo malo a la vez... son todo y nada, a la vez que eres tú y nosotros, y ellos. Hildur, ven más cerca... un poco más cerca. Así, y solo así, estarás con nosotros. —La mujer del velo me hablaba con una voz tan tierna y dulce...
—Sí... —ella extendía su mano hacia mí suavemente. De mis ojos caían lágrimas sin significado y con todo el poder del mundo a mi favor. Estaba por darle mi mano.
—¡Hildur! ¡Hildur no! ¡Hermana! —Un grito interrumpió todo. Caí al suelo y empecé a vomitar y a llorar desconsoladamente.
***Alice***
¡Estamos a la orilla de un precipicio! Un paso más y Hildur caería por cientos de metros. ¿Qué estaba haciendo mi hermana? La abracé con todas mis fuerzas mientras ella terminaba de vomitar. Estaba a punto de sufrir hipotermia gracias a las bajas temperaturas en las que nos encontrábamos. La alcé a como pude, pero caímos ambas. Estábamos llorando.
—Alice... perdóname... los designios... —Ella estaba muy débil.
—Silencio Hildur, ¡no me vuelvas a hacer esto! ¡Estaría sola en el mundo si algo te pasara! Estás loca... ¡no vuelvas a hacer algo así! —grito desconsolada.
—Lo prometo hermana... —ella estaba temblando del frío.
—Hagamos una promesa justo en este momento y para toda la vida, Hildur. —Le di la mano mientras intentaba darle calor—. Seremos las hermanas más fieles del mundo, y nos querremos con todo el corazón. No me importa nada, nadie nos separará jamás.
—Así será. Lo prometo... —Suelta una sonrisa con sufrimiento.
—Mira mocosa, mis padres no sabrán de esto o nos matarán a ambas. Llegaremos y todo estará normal. ¿Entiendes? —pregunto estresada, limpiándome las lágrimas.
—Entiendo... —ella se levanta lentamente y me da un abrazo. Juntas caminamos a la casa.
Nunca se sabe con lo que realmente se está lidiando hasta que es hora de enfrentarlo... nunca se sabe lo que puede traer el pasado hasta que se pudre y es evidente.
Notas del Autor:
—¡Espero que les gustara mi regalo de Navidad! ¡Les deseo unas felices fiestas y un feliz año nuevo, que Dios los bendiga mucho y que disfruten como siempre! En enero voy a seguir escribiendo más seguido. ¡Nos vemos!
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