Capítulo 31: Los casos de Aisha
Hace 2 años...
***Aisha***
—Mira. —Él señala a un colibrí que está tomando polen de una flor. Tiene colores metálicos hermosos, son casi como escamas de un pez.
—Hermoso. —Reviso mi libreta de notas. Estamos investigando el secuestro de una persona en la Ciudad Evocativa. El muchacho desaparecido se ha esfumado sin dejar rastro alguno. Se ha desaparecido, así como así.
—Un dato interesante acerca de los colibríes es que baten sus alas de setenta a ochenta veces por segundo, incluso más, a veces. —Él observaba el delicado pajarillo mientras estábamos sentados en las bancas de un parque—. ¿Qué tanto podemos correr nosotros? Más sin entrenamiento previo. Somos presas fáciles... aunque aguantamos más.
—Preciso, preciso. —Volteo a verle. Me acomodo el cabello de manera que el sol me pega en la nuca—. ¿Qué piensas sobre el caso?
—Que no pudo haber ido muy lejos. ¿Vamos a revisar su casa? Travis nos ha dado la ubicación. —Él saca su libreta de apuntes, me ha estado copiando la maña. Me hace sonreír.
—Así es, vamos a echarle un vistazo. —Caminamos hacia mi auto, sé la dirección. Es un edificio de once pisos, con una vista impresionante. Se supone que él vivía en el último piso, teníamos su número de habitación.
—¿Me cuentas sobre tu pasado? —pregunta acomodándose en el asiento—. Creo que es hora.
—Sí. Es hora... —Había estado pensando sobre el asunto, aparte de que ya llevábamos un año de conocernos.
—¿Qué pasó? ¿Por qué decidiste unirte a los agentes especiales? —Él me veía atento como siempre—. Te doy la palabra. No juzgaré, no es mi tarea.
—Es algo no muy fácil de contar. —Tomo un largo respiro, mientras empiezo a conducir hacia la dirección establecida—. Hace... unos cuantos años. Cuando era una niña apenas, pasó algo que no supe digerir. Algo que me marcó de por vida.
—¿Ah sí? —Baja la música de la radio—. ¿Qué fue?
Hace mucho frío. Me pongo guantes en las manos, está empezando a llover un poco, es una llovizna tranquila y débil.
—Yo era pequeña. Muy pequeña... estaba en casa con mis padres. Los recuerdo bien, su imagen es algo borrosa, pero la mantengo al ver fotos de ellos de vez en cuando. ¿Ves? —Saco una pequeña foto arrugada de mis padres conmigo.
—Sí, hermosa foto. —La sostiene mientras sigo hablando y conduciendo, mirando las lentas gotillas caer lentamente, casi como si fueran plumas en el aire. Mojan el parabrisas como si bailaran al son de una canción tranquila.
—Era una noche de Halloween —confieso—. Una noche oscura, ominosa. Estaba durmiendo, era algo tarde. Mi habitación estaba algo lejos que la de mis padres. Empecé a escuchar algunos ruidos en la calle... pero ¿cómo? Si ya habían terminado de pedir dulces los niños.
» Decidí asomarme por la ventana. Lo que vi causó un escalofrío terrible en mi cuerpo y mente. Había dos personas disfrazadas de una manera muy realista. ¡Era el mejor maquillaje que había visto! Solo que... algo tenían. Algo raro.
» Decidí salir del dormitorio por la ventana. ¡Qué niña tan tonta! ¿Cómo se me ocurrió semejante estupidez? Salí en mi pijama. Estaba vestida solo con eso, y estaba descalza, sintiendo el helado concreto entre mis pies. Tomé una pequeña linterna que estaba en mi ventana y me dispuse a ir hacia ellos dos. ¿Cómo pensé en eso? ¿Por qué? Me lo pregunto casi a diario...
•—Empezar Música (Goetia - Dark magic music)—•
» No estaban bien, estaban llorando. Ellos eran un hombre y una mujer. Él estaba vestido de espantapájaros. Tenía su piel hecha de una tela impermeable llena de paja, aparte de algunas prensas de metal que lo tenían todo junto. Su cara estaba deformada. Olía asqueroso. Su nariz había sido cortada para que pareciera más real, y le faltaban dientes.
» Ella estaba vestida de una muñeca vudú. Tenía agujas por todo su cuerpo, agujas enormes. Tenía suturas también, suturas sangrantes y tétricas. El olor... el olor era tan real. Ella tenía un botón en su ojo derecho, aparte de que en su pecho tenía la piel expuesta, como si la hubieran cortado y estuviera al aire libre. Tenía puesto un traje blanco hermoso, pero estaba todo manchado de sangre.
» Ellos me vieron, caminaron lentamente hacia mí. Ella le ayudaba a él a apoyarse, se veían ambos muy débiles. Me quedé quieta, observando tanta belleza desplegarse ante mis ojos. ¿Belleza? ¿Qué era lo que pensaba que era bello? Eran tan reales... tan perfectos... Y bajo la luz de la luna todo se veía tan celestial, tan intocable...
» —A... yuda... —dijo el espantapájaros a como pudo, la falta de dientes y la piel falsa en su cara le dificultaba el habla. Su aliento era horroroso, me pegó una patada directa en la nariz. Me tapé con el brazo.
» —¿Qué pasa? —pregunté con mi inocencia aún activa... mi dulce y tierna inocencia—. ¿Por qué siguen despiertos?
» —Oh... mi niña... —ella me tocó la mejilla suavemente. Tenía su muñeca llena de suturas, lo que me dio asco... sin embargo no me alejé por respeto. Estaba llorando mucho.
» —Es... tarde... para nosotros... —El espantapájaros estaba desfalleciendo, la muñeca intentaba mantenerlo de pie. Vi hacia abajo, tenía una herida enorme en el estómago. ¡Se estaba desangrando!
» —¡Por favor! ¡No me dejes todavía! —gritó ella desgarrada en llantos—. ¡No todavía!
» —Niña... ellos vienen pronto... y buscarán matar a quien haya sido testigo. ¡Huye! —El espantapájaros me empujó. Caí en el suelo de espaldas, empecé a llorar. ¡Estaban hablando en serio! Él cayó al suelo mientras que al final de la calle, en una cuesta, unas linternas empezaban a alumbrar. ¡Ellos se acercaban a nosotros!
» Me levanté a como pude, dándoles la espalda. Escuchaba el sollozo de la chica, quien estaba intentando levantar a su amigo. Al otro final de la calle aparecieron otras linternas. Me quedé quieta del miedo. ¿Qué demonios estaba pasando? Corrí hacia la casa de mi vecina, estaba a punto de tocar la puerta hasta que por la ventana vi que estaban varios hombres dentro. ¡Estaban dentro de la casa! Me tapé la boca. ¿Cómo habían estado tantas personas involucradas en algo así?
» Estaba a punto de correr a mi casa, cuando escuché un grito espeluznante. ¡Era mi madre!
» —¡Aisha! ¡Ah! —gritó desgarrada. Mi corazón paró de golpe. ¡Mi padre también estaba gritando! Estaba a punto de entrar a mi casa, hasta que la muñeca me tomó del brazo. Tenía lágrimas en sus ojos, ¡lágrimas de sangre! Me metió en un arbusto.
» Empecé a llorar llena de angustia e intriga. ¡Estaba escuchando como mis padres eran asesinados! No dejaban de gritar, hasta que, de un pronto, ambos lo hicieron. La muñeca me estaba tapando la boca. Me tenía pegada a su pecho de carne viva. Podía sentir su corazón latiendo rápidamente, y estaba llorando amargamente la muerte de su amigo el espantapájaros.
» —Tus padres están muertos... han sido testigos —susurró débilmente a mi oído—. Tienes que ser fuerte niña... Aisha... tienes que ser fuerte para lo que viene.
» —¿Y la muñeca? —preguntó un hombre caminando casi junto a nosotros—. ¿Dónde putas está la muñeca?
» —Estamos revisando casa por casa y matando testigos. Esto será un escándalo... no podemos seguir matando, así como así. —Respondió otro—. Los de esta casa estaban despiertos, vieron a los sujetos.
» —Pues busca en todo el lugar, para algo los drogamos. No puede estar muy lejos... revisa esos arbustos. —Ella soltó un chillido lleno de pena y dolor.
» —Chica... —interrumpía sus palabras con llanto—. No salgas de aquí, por nada del mundo. Yo estaré bien... estaré libre al fin. Tú... tienes una vida por delante. Sigue adelante... por siempre...
» Estaba traumada. Estaba con la boca abierta y con lágrimas en mi cara, sintiendo cómo mojaban mi pijama las gotas de rocío del pasto. Ella dijo sus últimas palabras.
» —¡Aquí estoy! —gritó con todas sus fuerzas, y empezó a correr. Sonó un disparo, y un cuerpo cayendo en el asfalto. Su cabeza chocó con el suelo. Me estaba viendo directo a los ojos, llena de lágrimas, pero con una sonrisa en la cara. Dejó de respirar, y así se quedó. Me tapé la cara, estaba temblando, no podía dejar de ver lo que sucedía... no podía. No podía siquiera respirar. No sabía cómo reaccionar.
» —Problema resuelto. Hay que encontrar a los demás. ¿Cómo se les ocurrió esta estúpida idea? Vámonos. —Rejuntaron el cuerpo, junto al del espantapájaros y desaparecieron en segundos. No sé cuántos minutos pasaron... ¿tal vez horas?
» La vecina salió de su casa preocupada y entró a la mía. Era evidente que había escuchado los gritos. Un grito espeluznante despertó a toda la vecindad. Mis padres estaban en primera plana en cuestión de horas... salí de mi escondite unas cuantas horas después, cuando los policías habían llegado.
» No pude contarle lo sucedido a nadie. Ni el equipo de psicólogos, ni los de acción social, ni a los policías, ni a los agentes. No pude hablar por días. Estaba muda, simplemente no podía pronunciar palabra alguna.
—... ¿qué pasó después? —Él está consternado.
—Maxwell llegó... Maxwell me adoptó. —revelo—. Él me ha ayudado con todo. Él me ha hecho todo lo que soy. Le debo la vida.
—Maxwell... el agente especial, el jefe de la policía Evocativa —confirma con inquietud—. Entiendo.
—Con el tiempo él supo de mi necesidad sobre resolver casos. Pude hacer exámenes especiales que confirmaron mi intelecto y mis ganas de aprender, así que tomé todos los cursos por suficiencia y hace dos años que soy agente especial; el caso más joven de un agente registrado. —Tomo un respiro, limpio las lágrimas de mi cara—. Si me preguntas...
—¿Qué? —Inclina la cara.
—Si me preguntas, me siento mal todas las noches. No puedo dormir. Tengo todo grabado en mi mente. —Detengo el auto, empiezo a llorar entre suspiros y lamentos.
—Entiendo... —Pone su mano sobre la mía—. Lo siento mucho, en verdad.
—¿Sabes qué es lo peor? ¿Sabes cuál es el peor sentimiento que existe? —consulto con lástima.
—¿Cuál? —Me pone la mano en el hombro—. Tranquila...
—El peor sentimiento que tengo... es el no sentir nada por la muerte de mis padres, sabes... es como si el trauma hubiera bloqueado cualquier sentimiento generado aquella noche. —Empiezo a llorar sin frenos, sacando lo que tenía oculto por años.
—Lo siento mucho Aisha... —Él no sabe cómo ayudarme. Nadie sabe cómo ayudarme, porque nadie podrá hacerlo jamás.
—Pero bueno. —Termino de limpiar mis últimas lágrimas—. No es tiempo para estar en el pasado cuando en el presente hay tantos casos por resolver.
—Hemos llegado. Vamos. —Sabe seguirme la corriente, no quiero hablar de lo sucedido jamás.
Subimos por las escaleras al ver que el ascensor no funciona. Son muchas gradas y vamos lento. A medio camino se encuentran dos personas vestidas de negro, formal. Ella se detiene en medio de las escaleras de color verde claro, me ve directo a los ojos y sonríe.
Lo que veo... me deja desconcertada. Su cabello es totalmente blanco, y sus ojos son plateados. Están evidentemente modificados, son como si estuviera viendo metal puro en ellos. Aún más extraño, observo a su acompañante, quien tiene un traje negro y sus ojos son dorados.
—Buenas tardes —dice ella dándome la mano—. ¿Quiénes son ustedes?
—Aisha, agente especial de esta ciudad —respondo—. Él... viene conmigo, puede ser que ayude en el caso. ¿Ustedes?
—¡Agente especial! Casualidad. Me llamo Gretta. Agente especial de la Ciudad Cursiva. —Enseña una placa original de oro. Frunzo el ceño de inmediato.
—La Ciudad Cursiva no tiene agentes especiales. —Él toma la palabra.
El acompañante de Gretta se hace presente en la conversación.
—Sí, yo también lo soy. Mucho gusto, Haziel. —Muestra una sonrisa que no me da buena vibra para nada—. ¿Cuál es tu nombre, chico misterio?
—Prefiero mantenerme anónimo. Gracias —contesta él, hay un ambiente extraño... algo no me cuadra.
—Muy bien, muy bien... Aisha, anónimo, vamos a ver qué hay arriba. Supongo que también buscan al desaparecido, ¿cierto? —Gretta se asoma por la ventana del quinto piso, la llovizna junto con los rayos del sol crean un arcoíris que se refleja perfectamente en sus ojos, como si fueran espejos.
—Sí. A eso vamos, sin embargo, no me han reportado nada sobre otros agentes viniendo a ayudar. —Tomo el audífono para comunicarme con Travis.
—Oh, claro, pregunta. —Haziel sigue subiendo las gradas, Gretta lo sigue. Están vestidos con ropa de marca finísima. Ella tiene un vestido negro precioso y él un traje completo. Volteo a ver a mi aliado.
—Travis, ¿unos agentes de la Ciudad Cursiva están autorizados? —pregunto directa, Gretta me voltea a ver levantando una ceja.
—Déjame ver... sí. Aquí están reportados. Extraño... no sabía que la Ciudad Cursiva tenía agentes. Espero que les ayuden, cualquier cosa sigo acá. —Travis está trabajando como siempre.
—Gracias. —Tomo un respiro—. Bien, vamos.
Los escalones son grandes, es un edificio que al parecer está vacío en su mayoría de habitaciones. Mi acompañante está de cuarto lugar, está fijándose hacia atrás cada cierto tiempo. Sé que él desconfía en ambos, al igual que yo.
—¿Qué saben del caso? —pregunta Gretta con una sonrisa de labios apretados. Por alguna razón le encanta tocar las paredes a sus alrededores.
—No mucho. —Me guardo la información—. ¿Ustedes?
—Un joven de veintidós años, ¡casi nuestra edad! —dice con alegría—. Somos gemelos.
—¿Veintidós? —pregunto impactada... es imposible que sean agentes especiales... tienen mi misma edad.
—¿Gemelos? Interesante... —Él intenta controlar su sorpresa.
—En fin, ha desaparecido hace cuatro días. Nadie sabe nada. ¿No han subido antes? —pregunta Gretta, lamiéndose los labios, saca un confite de su bolsillo y lo mete en su boca, masticándolo sin chuparlo, crujiendo mucho.
—No, no hemos subido. —Ya casi llegamos al destino.
Tanto pasaba hacía dos años... ¿qué de aquello tenía peso en el ahora?
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