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Capítulo 26: Pájaros en el cielo

Hace cuatro años...

***Aisha***

Trabajo en un caso algo antiguo que no se había podido resolver. Me lo han otorgado a pesar de mi fallo en el caso anterior, a pesar de no haber dado pruebas suficientes... me han dado una segunda oportunidad después de dos meses; y esta vez tengo a alguien a mi lado: alguien con el mismo sentido de justicia que el mío.

—¿Saben que estás aquí? —pregunta él, viéndome a los ojos. Su capucha tapa su cara totalmente, excepto por sus oscuros y profundos ojos, que lo observan todo detalladamente.

—Nadie tiene por qué saberlo. Mientras cumpla con mi trabajo puedo hacerlo desde donde sea. —Caminamos por un parque en la Ciudad Onírica, a pesar de que mi misión esté en la Ciudad Evocativa.

Escucho los pájaros cantar y las hojas de los árboles moverse en esa tarde de verano, en la que el sol sigue radiante sobre ambos. Él es muy callado, al igual que siempre. Se ha reservado todo lo que ha podido incluso ante mí, pues quiere mantener su trabajo anónimo. Me ha dicho que, aunque haga el bien no quiere que su identidad se vea en peligro.

Él saca una bolsa que tenía en su pantalón negro. En ella hay pequeñas semillas; alimento para pájaro. Lanza las semillas de modo que suenan al chocar con el suelo de concreto, junto a una fuente de agua adornada de plateado. Varios pajaritos de diferentes colores dan saltitos hasta llegar al alimento, comiendo rápidamente.

—Los pájaros... son algo interesante. —Está comentando algo por primera vez, en un tono calmado.

—¿Por qué lo dices? —pregunto observando a los animales y sus movimientos rápidos y delicados.

—Son perfectos, son alados. Viven en su propio mundo... ¿en qué afectaría a un pájaro un asesinato como el que estamos investigando? Ellos viven el día a día, y aún así comen, y beben, y siguen viviendo en libertad absoluta... volando por el cielo, y llegando a lugares inimaginables. —Caminamos y nos sentamos en una banca del parque.

Siento el calor de la banca pegar en mis glúteos y mis manos, es reconfortante al ser un día frío. Saco mi libreta de apuntes, mientras repaso las notas sobre el asesinato. Mis sospechas son que unos Evocativos intentaron atacar a uno de los Superfluos; la banda criminal de la Ciudad Superflua.

Los Evocativos se dedican a la venta de marihuana más que todo. Los Superfluos a la venta de heroína y drogas mucho más fuertes que causan una adicción dependiente al químico. Los Superfluos son la banda criminal más peligrosa de todas; sin embargo, hay pocos de ellos.

—¿Qué piensas del caso? No tengo idea de cómo podremos lograr encontrar al responsable del asesinato. Es evidente que ha sido por drogas, mira estas fotografías. —Le di las fotografías que había tomado. En ellas se encontraba el cuerpo de un chico joven con marihuana y heroína en su habitación.

—Es un Superfluo, mira su ropa. Es azul. —Él analiza con cuidado los detalles.

—Pero ¿cómo saber quién hizo eso? —Me rasco la cabeza mientras escucho la relajante fuente de agua.

Él se acercó a mí, me vio a los ojos. Esos ojos reflejaban miles de pensamientos, miles de sentimientos... eran los más profundos que jamás había visto, y los más expresivos al mismo tiempo. Aunque él hablara con una voz monótona, podía sentir lo que él sentía mientras hablaba.

•—Empezar Música (Most emotional music - the red truth—•

Podía sentir impotencia, inteligencia, audacia, enojo, furia, desesperación, pasión, y muy, muy en el fondo... una profunda tristeza. Una tristeza inigualable, que no sería saciada jamás.

—¿Cómo saber quién lo hizo? Buena pregunta, Aisha. No lo sé, no tengo ni idea. Lo que sé es que no hubo una razón real para haberlo hecho. Nunca hay una razón lo suficientemente real, potente, poderosa, para matar a otro ser humano. Nunca será justificable. No me importan ni el cómo, ni el quién, ni el por qué. Me importa atrapar a las personas que les arrebatan a otros las ganas de vivir, o la misma vida. —Se volteó, viendo hacia el cielo—. ¿Piensas igual que yo? Sé que sí, sino no estaríamos aquí y ahora.

—Tienes toda la razón. Sígueme. Te quiero presentar a alguien. —Empezamos a caminar hacia mi auto.

—¿A quién? —pregunta él tirando el resto de las semillas antes de irnos. Los pajaritos se reúnen a comer más, quedan atrás.

—Travis, mi asistente. Es muy capacitado, él nos ayudará con el caso definitivamente. —Nos montamos en el auto e iniciamos el camino hacia la Ciudad Evocativa.

—Recuerda que tendré que regresar antes de mañana, es domingo. —Menciona, toma su celular y pone música.

—Tranquilo, volveremos hoy en la noche. —Disfruto de su compañía. Es alguien reservado y leal. Me inspira una confianza y lealtad eterna.

—¿Por qué decidiste empezar en esto de la investigación? —pregunta—. Jamás te he preguntado sobre eso.

Veo hacia el horizonte. La pregunta... me pone algo pensativa. No sé si sea el momento de hablar de eso.

—Tranquila. No importa ahora. —Me toca el hombro—. Ya tendremos tiempo para hablar de eso.

—Gracias. —Sigo conduciendo en silencio, ya hemos salido de la Ciudad Onírica.

Las llanuras con vacas son algo relajante después de haber estado en un ambiente tan pesado y depresivo como lo es la Ciudad Onírica; y marcan la diferencia entre las dos Ciudades, siendo la Ciudad Evocativa mucho más rural, claro, sin ser menos tecnológica que las otras. De hecho, es la más actualizada de todas.

Escucho la música que mi acompañante ha puesto. Él está recostado en la ventana, relajado, viendo hacia el cielo... ve a unos pájaros negros que nos acompañan a lo largo de la infinita carretera; una representación pura de la vida, con sus curvas y paisajes.

—Increíble. —Él toma un respiro hondo. Está muy pensativo el día de hoy.

—¿Qué pasa? —Observo a los pájaros, son dos y van más rápido que el auto, pero a veces desaceleran para esperarnos. Es algo interesante y un detalle lindo. Me siento acompañada.

—¿Crees que te he ayudado en algo en este tiempo? —pregunta él—. No sé si estaré haciendo la diferencia.

—Apenas llevamos dos meses trabajando juntos. Claro que haces la diferencia, me has ayudado en un caso. —Lo volteo a ver, él no me ve. Sigue viendo al eterno firmamento, el cual no tiene ni una sola nube. Sé que él sonríe, aunque no lo pueda ver. Puedo sentir un tipo de energía positiva en su voz.

—Gracias Aisha... prometo que seguiré dando mi mejor esfuerzo. —Me ve por unos segundos, luego se voltea y cierra los ojos, recostándose en el asiento. Sé que ha estado durmiendo mal, siguiendo con su vida normal en el día y ayudándome por las noches...

—Sé que lo harás. —Es algo interesante al fin conocer a alguien con mis mismos pensamientos. Es importante, después de todo lo que he pasado... el tener confort en alguien. El tener a alguien para mí, sin riesgos de traición alguna.

Sonrío tibiamente mientras los recuerdos fluyen por mi mente... es algo que quiero dejar atrás, definitivamente... pero el estar en el presente me obliga a estar consciente del pasado. Qué ironía... jamás hubiera pensado que el pasado y el presente estuvieran tan conectados.

Decido dejar esos pensamientos rotativos para después, para la noche, para mi taza de café de media noche, en mi salón de investigación... en medio del frío y la soledad. En medio del silencio y el vacío. Tomo un largo respiro, y dejo ir todo. No puedo estar pensando en momentos como estos. Las personas me necesitan, ¡las personas necesitan de nosotros! Los pensamientos son un lujo que nadie se puede dar al ser una agente especial. ¿Habrá sido por eso que soy lo que soy?

El sentirse útil daba un sentido a la vida... el sentirse útil para obras buenas, o para obras malévolas: esa era decisión personal, que tarde o temprano se debería de afrontar. Eso era lo que podía asegurarle a quien fuera.

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