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Capítulo 21: Vehemente Aflicción

Era la madrugada del día siguiente, y mi madre tenía que trabajar ese día. Por lo tanto, salimos de la playa muy temprano. El sol apenas estaba saliendo, todo estaba pintado de un color celeste fantasmal en aquella oscura mañana.

Estábamos en el carro, mi madre ya sabía la enorme noticia de que era novio de Serina, por lo cual estaba feliz. Nos veía por el retrovisor y sonreía de vez en cuando. Era una mañana linda... fría... y podía sentir algo en mi corazón.

Conducimos por las calles de la Ciudad Onírica mientras el sol iba saliendo, y junto con él los pájaros despertaban y cantaban. Las personas estaban saliendo de sus casas para ir a trabajar. Serina estaba durmiendo, recostada en mi hombro.

Iba escuchando música mientras veía los vehículos pasar, y la gente. Se veían somnolientos, sin muchas ganas de ir a hacer sus rutinas de todos los días, sin embargo, mi madre sí iba contenta, porque ella amaba en lo que trabajaba.

Pasamos dejando a Serina en su casa. Revisé mi celular, Lyra todavía no había visto el mensaje, así que lo borré para poder darle la sorpresa en persona. Sabía que ella se alegraría por nosotros, ella me había ayudado a hablarle a Serina la primera vez que lo hice.

—¡Nos vemos, novio! —Ella me dio un beso y salió del auto con su bolso en la espalda.

—Adiós, nos vemos pronto. —Sonreí mientras ella iba entrando a su casa.

—¡Muchas gracias por todo! —Se despidió de mi madre.

—A ti, nos vemos Serina. —Ella hizo una seña con su mano. Serina entró a la casa y empezamos nuestro recorrido hacia la nuestra, para que mi madre me dejara y fuera al trabajo de una vez.

—Estuvo excelente el viaje, muchas gracias madre. —Estaba viendo por la ventana, mi corazón estaba palpitando cálidamente.

—Con gusto, me alegra verte feliz. ¿Me ayudas poniendo todo en la casa? Te voy a dejar y me voy, que voy tarde. —Ella estaba maquillándose en el auto mientras conducía.

—Claro que sí. —Empecé a alistar todo. Llegamos a mi casa, bajé las maletas y le di un beso a mi madre en la mejilla—. Buena suerte en el trabajo, nos vemos.

—Nos vemos, adiós. —Se fue.

Agarré todas las maletas que pude, para no tener que hacer varios viajes y meterlas en la casa rápidamente. La puerta... estaba abierta, por alguna razón. No le di importancia y caminé hacia la sala. Logré meter todas las maletas, y me dio sed.

Caminé hacia la cocina para tomar agua y desayunar, pues no había tenido tiempo en la playa. Puse un pie en la cocina... y la escena... era algo imposible de creer.

•—Empezar Música, repetir si necesario (Heavy rain - piano)—•

—¡...! ¿Padre...? ¡Padre! —grité con todas mis fuerzas, viendo que él estaba en el suelo, con un charco de sangre a sus alrededores. ¡Junto a él había un hombre! Un hombre con barba, horrible y maloliente. ¡Ambos estaban muertos!

—¡Padre, por favor! ¡Padre! —gritaba desgarrado, intentando tocarlo, moviéndolo, pero él estaba frío... su piel estaba pálida como nunca, y la sangre estaba coagulada. ¡Había llegado tarde! Tenía el cuello cortado. Había sangre pringada en toda la cocina. ¡Él había intentado defenderse!

No soporté más. Vomité en el frío suelo. Empecé a temblar e hiperventilarme mientras veía la cruda escena de crimen ante mis ojos. Cerraba los ojos con fuerza, me golpeaba la cabeza. ¡Tenía que ser un sueño! ¡Tenía que ser una asquerosa pesadilla! ¡¿Por qué?!

¡Era mi culpa, todo era mi culpa! ¡Yo mismo le pedí que no fuera! ¡Yo mismo le pedí que no fuera porque estaba enojado con él! ¡Debí de haber sido yo el que me había quedado! Todo era una enorme y repulsiva mentira...

Era muy tarde... para todo... era muy tarde para pedir perdón por haberlo tratado tan mal... por haberme enojado con él, por no prestarme atención por trabajar siempre... ¡era tarde para decir que lo amaba!

Todo mi cuerpo estaba temblando. Tropecé. Caí al suelo, con los ojos cerrados. ¡¿Qué le iría a decir a mi madre?!

—Dios... por favor... ayúdame... —rogaba al cielo por fuerzas, mientras me retorcía en mi tristeza, en mi vehemente aflicción. ¡Era la primera persona cercana a mí que moría! ¡No estaba preparado para algo así!

Todo daba vueltas en mi cabeza. ¿Quién era ese tipo? ¡¿Por qué justo tenía que venir a mi casa y matar a mi padre?! ¡¿Por qué no a alguien más?! El tipo tenía una cuchillada en el estómago, mientras que mi padre la tenía otra en la espalda, según lo que podía ver.

Saqué mi celular. Mis manos temblaban, y mi respiración estaba como loca, no la podía controlar, estaba a punto de desmayarme. Mi mirada no lograba enfocar bien. Llamé a la policía, ¡no me salían las palabras!

—Emergencias, ¿cuál es su emergencia? —preguntó una señora.

—Padre... muerto... ayuda... —el nudo en mi garganta se sentía como una bola de billar. Vomité de nuevo. Emergencias encontraron mi ubicación, estaban mandando policías y una ambulancia.

—Quédese conmigo, respire hondo. —Caí de rodillas, y junto a mí el celular. Las lágrimas caían mojándolo como la lluvia en un charco de una fría autopista en una transitada noche.

—No puedo... —Me levanté, tambaleándome, y caminé a como pude a la sala. Ahí caí al suelo. Un sueño terrible me atacó mientras los pensamientos me consumían totalmente. Estaba siendo absorbido por los eventos que me rodeaban.

Llegaron autos de la policía, y la ambulancia. Las luces llenaron el lugar, y un policía me tomó.

—Ven conmigo, la ambulancia está aquí. —Me ayudó a levantarme, me llevó a la ambulancia. Ahí me senté, viendo hacia el vacío... mientras las lágrimas salían involuntariamente.

Un señor me pedía que hiciera algunos movimientos, y yo los hacía involuntariamente. Estaba muerto por dentro. Una duda me consumía totalmente... ¿qué hubiera pasado sí...? Si yo hubiera estado aquí con él, si no hubiéramos ido a la playa, si se nos hubiera olvidado algo y nos devolviéramos... ¿Qué hubiera pasado entonces?

Fuera de la casa había algunas botellas de licor regadas. Mi padre jamás en la vida había sido un tomador... había sido el tipo desconocido, el borracho indigente... el que las había puesto ahí. ¡Un asqueroso borracho sin algún sentido de la vida decidió arruinar la de otra persona!

—Abran paso por favor. Policía investigativa. —Una chica mostraba su placa de policía, era una novata... entró a la casa, era una de las primeras que llegaba.

—Ya estamos marcando a tu madre, en unos minutos llegará seguramente. —Él sostenía mi mano, la cuál estaba temblando.

—Por favor no le digan... ¡no quiero que se rompa su corazón! —Pegaba alaridos, intenté pelear contra el señor que sostenía el celular.

—Lo sabrá de todas maneras, seré lo más sensible posible. —Él me intentaba tranquilizar. Me tapé la cara con ambas manos. No podía parar de llorar. Me dolía la cabeza y el estómago.

Pasaron unos minutos. La policía se acercó un poco hacia mí.

—Buenos días... ¿cómo te llamas? Soy la policía Aisha. —Era muy respetuosa...

—Sonnet... —contesté desanimado—. No tengo información. Lo único que pude ver... es lo mismo que viste.

—Entiendo Sonnet... —Hacía apuntes en una libreta—. ¿Te incomoda que te haga unas preguntas? Sé que no es el mejor momento. Puedo regresar después.

—No tengo nada más qué decir... ¡Te dije que has visto lo mismo que yo! —grité desalmado—. ¡Eso es todo!

—Entiendo... lo lamento mucho. Me retiraré ahora. —Empezó a caminar lejos de mí. Se montó en un auto y se fue.

Pasó algún tiempo. Mi madre finalmente llegó. A como era de esperar, empezó a correr hacia la casa. La policía la detuvo. Ya nadie podía interferir en la escena del crimen.

—¡Sonnet, hijo! —gritó al verme. Corrí hacia ella. La abracé con todas mis fuerzas.

—Perdóname... —lamentaba en medio del llanto—. Todo esto... es mi culpa.

—No digas eso... no es culpa de nadie... —Ella estaba quebrantada. Nos fuimos del lugar, a un motel cerca del vecindario.

Era un lugar sucio y descuidado. Frío... y solo. El cuarto estaba medio arreglado, había manchas de humedad en las paredes, y olía a guardado, a polvo... a vejez. Las paredes gritaban historias lacónicas y confusas.

Me encerré en el baño apenas llegué. Mi madre lloraba sola en la vieja cama con sábanas sucias y desarregladas. Me senté en el asqueroso inodoro, y vi dos cucarachas moverse por el lavatorio. Mi pecho dolía con tan solo respirar...

Pasé un largo tiempo en ese andrajoso e indecente baño... lamentándome por todo lo que sucedía... ¿cómo era posible, que aquel hombre que estaba tan lleno de energía, estaba muerto en el suelo? Las imágenes no se iban en mi mente. Cada vez que cerraba los ojos aparecía mi padre tirado en el suelo, con el charco de sangre.

Lloré amargamente hasta quedar dormido en el suelo, en posición fetal, junto al musgo que había crecido en las esquinas del baño... junto a mi corazón roto, y junto a mis esperanzas marchitadas... así como los pétalos de una flor caían al acercarse el invierno, que había llegado de golpe directo a mi vida.

Desperté, sin saber el tiempo. Desperté... deseando no haberlo hecho... volviendo a la realidad...

—Sonnet... —Una voz conocida llamó a la puerta. No respondí... no tenía ganas de siquiera ver a Serina—. Siento mucho lo que ha sucedido... pero aquí estoy, para ti.

—... —No me salía la voz. El nudo en mi seca garganta no me permitía siquiera pronunciar algún sonido.

—Estaré esperando aquí. Tómate tu tiempo... no puedo imaginar cómo se siente perder a un padre. —Escuché cómo ella se sentó en el suelo, al otro lado de la puerta que nos dividía ligeramente.

Negaba con mi cabeza, mientras la sostenía cerrando los ojos fuertemente. El frío físico aumentaba al contacto con el piso, que me daba cierto confort. El frío me daba un tipo de dolor diferente, uno con el cuál distraer a mi corazón.

—Intenté contactar a Lyra... al parecer su celular se ha quedado sin batería. ¿Quieres que la vaya a buscar? —Serina tenía una voz débil, desanimada, empática.

—Quédate... —hablé.

—Está bien. Aquí estaré. —Cambió su voz a una un poco más alegre al escuchar la mía.

Tragué duro. Me intenté levantar, pero no tenía energía. Me sostuve del lavatorio para poder hacerlo. Abrí la puerta del baño. Serina estaba llorando callada, en el suelo. Estaba sentada con flores y chocolates de mis favoritos. Apenas me vio se levantó y me abrazó.

Sentía su cuerpo caliente contrastando al mío. Podía sentir el latido de su corazón, y sus lágrimas en mi pecho. Empecé a llorar de nuevo, hasta calmarme. Nos sentamos en la cama.

—Gracias Serina —dije con una media sonrisa.

—Tu madre ha ido a comer algo, volverá en un rato. —Ella había estado llorando muchísimo, incluso como si fuera un familiar de ella el que hubiera muerto.

—Está bien... ¿qué hora es? —pregunté secándome las lágrimas.

—Las ocho de la noche. Has estado ahí todo el día... —Confesó—. Me alegra que estés aquí.

—Ocho de la noche... ¿qué se ha sabido del caso? —Tomé mi celular. Los mensajes de ex compañeros del colegio, a quienes ni hablaba llegaban sin parar.

—No tengo idea sobre eso. Tu madre deberá saber algo, esperemos a que regrese. —Serina me agarró la mano—. Estás helado... ¿Quieres comer algo?

—No tengo hambre. —Me senté más para dentro de la cama, me cobijé junto a Serina. Ahí me acosté. Lancé el celular al suelo, lejos de nosotros.

—Está bien... —Ella se quedó en silencio, acariciándome el cabello suavemente.

Mi madre llegó en unos minutos, le pedí que se acostara junto a nosotros. Ya ninguno estaba llorando. No había más lágrimas para derramar...

—Mañana será el funeral. —Mi madre se acostó junto a mí—. Estaba haciendo todos los trámites.

—Está bien madre... gracias. —La abracé fuertemente.

Dormí rápidamente. Tenía que encontrar la manera de parar mi sufrimiento, y al parecer esa era la única por el momento.

Desperté al día siguiente. Serina se había ido, y mi madre estaba vistiéndose.

—Tendremos que pasar a la casa por ropa. ¿Está bien? —preguntó suavemente.

—Sí señora. —Me levanté, me vi al espejo. Me veía tremendamente horrible. Estaba despeinado y pálido. No había comido nada en el día de ayer.

Tomé un chocolate y lo empecé a comer mientras salíamos del asqueroso motel. Llegué a mi casa. No quería pasar de la puerta principal... mi madre me tocó el hombro.

—Iremos juntos. —Pasamos.

Pasé por el mismo lugar en el que me había asomado. Todo estaba limpio ahora. ¿Cómo habían actuado tan rápido los policías? ¿Qué había pasado con la autopsia? ¿Tan rápido había terminado? Esos procesos duraban días... ¿qué había ocurrido?

Entré a mi cuarto. Me bañé en mi baño, salí de nuevo. Todo se sentía tan vacío... mi vida se sentía tan vacía, tan insignificante... gente moría todos los días por cosas como esas, gente que era familia de otra gente. ¿Tan cruel era realmente el mundo?

Lo peor de todo... era que yo vivía en un mundo de fantasía. ¡Cómo no sabía de esto! Me vestí con el único traje que tenía. Me peiné. Me miré al espejo. Mi mirada estaba muerta, inspirada por un odio que me carcomía por dentro.

—Sonnet... hoy te prometo algo. —Lágrimas caían de mis ojos lentamente—. Te juro con mi vida, que voy a proteger a mis seres queridos, cueste lo que cueste. No habrá... —Me intentaba ahogar con las palabras, era la promesa más poderosa que estaba haciendo en mi vida—. No habrá límites en mi vida, no habrá sacrificio que no valga la pena por las personas a las que amo. Lo juro... con mi alma y corazón.

—Sonnet, ¿estás listo? —Mi madre llamó.

—Sí señora... —contesté—. Ya voy.

Me limpié las lágrimas, y me puse lentes de sol. No quería que todos vieran mis ojos rojos...

Llegamos al cementerio. Ahí estaba Lyra, en los portones. Tenía puesto un vestido negro. Salí del auto. Ella me abrazó con mucha fuerza.

—Lo siento mucho... siento no haber contestado antes. Aquí estoy Sonnet. Te quiero mucho. —Se separó, tenía ojeras enormes y se veía muy cansada. Serina llegó unos minutos después.

Al funeral asistieron compañeros de mi colegio, algunos de la universidad, amigos de mis padres... y alguien que me llamó la atención. Aisha estaba presente en el lugar. Estaba observando a las personas que llegaban, y anotaba cosas en su libreta.

Había alguien más en el lugar... alguien desconocido. Un muchacho con una capucha negra, y diseños dorados caminaba algo lejos de donde nos encontrábamos. Él observaba a Aisha con mucha atención, todo el tiempo... ¿Quién era aquella persona?

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