fourth; Hugo
ℌ𝔲𝔤𝔬
Scorpius Malfoy tenía miedo, no lo iba a negar. La noche había caído sobre ellos como un triste presentimiento, como si la muerte los estuviera vigilando de cerca. Y casi podían sentir su aliento en la nuca. Entre la luz de las cinco velas que había colocado su anfitriona, solo se veían caras asustadas. Los espejos los habían dejado pensando en quién eran en realidad. Cada uno tenía una visión de él mismo, una visión que, quizás, no encajaba con lo que el pequeño artefacto les había mostrado. Y aunque lo intentemos negar, ocultar en lo más profundo de nuestros corazones demacrados, todos tenemos una pizca de oscuridad en nuestro interior, enmascarada con una sonrisa de suficiencia.
—Es hora de empezar -—susurró Alice en la oscuridad-—. Ya no hay vuelta atrás.
Todos la miraron con los ojos desorbitados, pero la chica pareció no darse cuenta. Miedo. Y algo más que ese sentimiento tan macabro. Porque, al fin y al cabo, solo eran unos adolescentes que habían salido de fiesta, y habían acabado en un pequeño descampado, alejados de la sociedad, viviendo una experiencia que parecía ser mortal. La rubia se restregó los ojos. Sabía que se estaba jugando la vida en ese mismo momento, pero también era consciente de que, si no lo hacía, él estaría en su vida para siempre y que acabaría muriendo igualmente. Como Rose.
Al pensar en ese nombre, las velas temblaron levemente, y un trueno se escuchó a la lejanía.
—Alice —la llamó Lily, pero ella estaba ausente, mirando a un punto muerto en el cielo—. Alice, esto no me gusta.
Las manos de la rubia temblaban violentamente, y tenía la boca ligeramente abierta. Parecía a punto de estallar, aunque ninguno de los presentes entendía muy bien por qué.
—¿Qué le pasa? —preguntó Scorpius, intentando acercarse a ella.
La mano del chico rozó un poco su piel, pero inmediatamente, James la apartó de un manotazo.
—¡No! —exclamó el azabache, y todos lo miraron sorprendidos, menos Alice, que seguía en su propio mundo—. No la toquéis, parece estar haciendo algo.
Roxanne negó con la cabeza, y apoyó una mano en el hombro de su primo. La morena era conocida por ser la voz adulta del grupo, la más responsable, y en ese momento, su sexto sentido le decía que la peligrosidad era más que evidente en ese juego.
—No, James, esto me da mala espina—explicó—. Deberíamos irnos.
—Ella dijo que no había vuelta atrás.
Lily suspiró, aguantándose las lágrimas, y Scorpius la rodeó con un brazo. La pelirroja era una completa desconocida para él, pero sentía un gran lazo, como si estuvieran conectados por una cuerda invisible. Y tal vez era así, tal vez, las almas gemelas de las cuales todos hemos oído, sean reales. Dos amantes separados por la muerte.
—Ella está loca, James —susurró Lily, aún mirando a la rubia con desconfianza—. Después de lo de Rose, no me extrañaría.
—¿No lo ves, Lily? —preguntó James—. No está dando la oportunidad de volver a hablar con Albus una vez más, ¿no quieres eso? Nos lo arrebataron sin previo aviso, y, ahora, podemos despedirnos de él.
La pelirroja no pudo evitar fulminar al chico con al mirada. Mencionar ese nombre había sido una táctica cruel. Lily sintió como se le nublaba la vista, y una especie de dolor se le formó en la garganta y en el pecho. Dolía como el maldito infierno, como si el diablo hubiera decidido arrancarle el corazón y comérselo.
—¡Tienes que empezar a aceptar que está muerto! —gritó, y ahora las lágrimas resbalaban por su rostro y por el de James—. Él también era mi hermano, y lo quería, pero no va a volver. Alice nos ha engañado a todos para que juguemos con ella. Albus no querría esto.
El silencio invadió el ambiente, y una extraña incomodidad se respiraba. El azabache respiraba aceleradamente. Miró a Alice, que parecía no ser consciente de la discusión en la que estaban sometidos sus amigos. Negó con la cabeza, obligando a su mente a pensar en la solución más rápida, la mejor manera de llevar los hechos. Finalmente, suspiró, e empezó a levantarse del suelo.
—Tal vez tengáis razón —dijo, con la voz ahogada—. Deberíamos irnos.
Los otros tenían intención de imitarlo, pero en el mismo momento en el que sus pies subieron, sosteniéndose de pie, la rubia pareció volver al presente, y se giró aterrorizada hacia él.
—¡No! —gritó asustada, y James, a causa de la extraña reacción de su amiga, volvió a sentarse—. ¡No podéis iros! ¡Habéis jurado delante de él que le serviréis! ¡Le habéis dado vuestra lealtad!
Roxanne frunció el cejo, y apretó fuertemente la mano de Lily.
—¿A quién?
Una malévola carcajada resonó por los alrededores. Todos se giraron a buscar su origen, aunque Alice se quedó en su sitio, más pálida de lo normal. Ninguno de los presentes la había visto con tanto miedo nunca antes, y eso les provocó un escalofrío. Definitivamente, algo iba muy, muy, mal.
—Alice, ¿a quién le hemos jurado lealtad? —volvió a preguntar Roxanne, temiéndose lo peor.
La rubia sentía sus lágrimas caerle por el rostro. Abrió la boca para decir algo, pero la voz se le congeló.
—A Hugo.
Solo fue un susurro, pero todos lo escucharon con claridad. Otro truena sonó a la lejanía.
—Imposible —respondió James inmediatamente—. Hugo está muerto. Murió cuando tenía cinco años, resbaló por las escaleras.
Scorpius abrió la boca, dispuesto a preguntar quién era ese tal Hugo, pero prefirió no hacerlo. Podía ser posesivo, pero no estúpido.
—Es cierto, Hugo está muerto —aseguró Alice, sin calmar sus nervios—. Pero su muerte no fue un accidente, como todos pensaron.
Roxanne y James abrieron la boca, claramente sorprendidos. En cambio, Lily solo pudo susurrar:
—Rose.
Alice asintió, lentamente. La pelirroja solo inspiró, consciente de que llevaba sospechando de su prima mucho tiempo, demasiado. Sin dejar que los otros lo asimilaran, la anfitriona continuó con su macabra explicación:
—Hugo no era un niño normal, él... —suspiró, demacrada, no sabía cómo decirlo—. Él era la marioneta del diablo. —Levantó una mano, pidiendo a James, que ya estaba a punto de formular la pregunta, que esperara hasta el final—. Fue elegido para servir al señor oscuro, una maldición de la que no se podía librar fácilmente. Pero, algo cambió su destino. Con su muerte, los planes del diablo se desbordaron. Hugo no pudo entrar al cielo, porque una parte de aquel ser maligno seguía viviendo en él, pero tampoco podía surcar por el infierno, ya que el diablo estaba furioso por haber sido engañado, traicionado. Así que, con una candela hecha con una calabaza, Hugo camina por el mundo de los vivos, obligado a permanecer aquí eternamente, queriendo vengarse. Y, ahora, tenemos que jugar y ganar, porque él está aquí, y quiere que lo acompañemos en su viaje eterno, como Rose, Hermione y Albus.
Roxanne, fue la única que se atrevió a hablar, después de escuchar las palabras de la rubia.
—Entonces, este juego es como jugar a las cartas con el diablo.
Alice asintió, pausadamente.
—Exacto.
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