Tortura
*Se recomienda colocar la lectura en modo oscuro, con el fondo negro, para así disfrutar mejor de los efectos de este capítulo.
*Contenido fuerte, se recomienda discreción.
Jisung era el hermano ignorado, el de ropa y trastos usados de segunda mano, el mal ejemplo a seguir y opinión indiferente.
Jisung era el hermano mediano, y a veces su familia olvidaba que tenía uno.
El hecho de que tratase de contactar al menor de la casa y este ignorase cualquier mensaje que enviaba solo le convencía aún más de eso.
"Seguro que le compraron la play" Pensó instintivamente, buscando darle explicación a los mensajes que evadía, reafirmando el hecho de que el favoritismo en su familia estaba más que presente.
Todo se complicó cuando el diablo de aspecto elegante y semblante hostil le prohibió solemnemente escapar del edificio, o al menos hablar con alguien que conociera.
—¿Por qué no puedo hablar ni siquiera con mis padres?
—Todo a su tiempo.— Fue lo único que Minho respondía.
Jisung golpeó por instinto la mesa del comedor mientras llevaba un poco de arroz a su boca, recordando la conversación de horas antes con el demonio de chaqué.
—"Tidi a si timpi"— Habló imitándolo, burlándose de él.— A ver si a ti también te dejan sin hablar con tu círculo de amigos, pedazo de-
—No tengo amigos.— Respondió Minho, sentado en el sofá del fondo.
—¿Al menos puedo mandar mensajes?
—Depende de a quién.
—Mis amigos online.
—Bien, supongo que ellos no intervendrán mucho.— El diablo se levantó y pasó por su lado, observándole con la misma mirada que le había estado dando tanto tiempo, esa que parecía que le robaría el alma de un suspiro. Qué irónico, pues Jisung ya no tenía la suya. — Pero sabes el trato. Nada de mí.
—Sí, nada sobre ti.— Asintió, completamente horrorizado por la penetrante presencia de Minho.
—Si vuelves a ver a Hannah o algo de eso...—Jisung levantó la mirada de inmediato al oír su nombre.—Avísame.— Y desapareció al pasar por la puerta.
—¿Y cómo te aviso?
Aunque él ya se había ido.
—¡Es increíble Chris! ¡El demonio en persona! — Gritó Jisung.
—Entonces, tu situación hipotética es... que hiciste un ritual cuando el diablo te incitó a ello y ahora te quitó el alma.— Habló calmado el de pelos rubios al otro lado de la llamada.
—Sí, pero es todo hipotético.
—Claro... ¿tu familia sigue sin responderte los mensajes?
—Así es. El diablo ese... Minho, me prohíbe salir también.
—Hmm. Oye.— Le llamó.— Entiendo que la relación con tu familia no ha mejorado mucho, pero tampoco creo que tengas que ponerme excusas para explicar por qué no quieres verles.
—¡Que no es por eso!— Dijo indignado.
—¿No era todo hipotético?— Jisung no contestó nada.
—¿Sabes? Mejor iré a darme una ducha.
—¡Enhorabuena!— Felicitó Chris. Jisung rodó los ojos y colgó.
No tardó mucho en llegarle un mensaje donde se leía "Come bien, pequeño diablillo :)"
Jisung esbozó una sonrisa. Era demasiado para él.
Ahora, con el agua recorriendo su cuello, el calor inundando la ducha y empañando los cristales, su mente relajándose y quedándose en blanco, sintiendo únicamente el contacto de la humedad por todo su cuerpo, Jisung paró y recapituló todo lo que había pasado.
¿El diablo? Por Dios. ¿Quién sería en realidad Minho? O mejor dicho, ¿qué?
El bote de gel se escurrió de entre sus manos y acabó en los azulejos del baño.
Pero al momento de agacharse a recogerlo, Jisung observó como su brazo temblaba exageradamente. Llevó una mano a su pecho y sintió un vacío extremo, como si alguien hubiera golpeado directamente su corazón. Cayó irremediablemente en el suelo y apoyó su espalda contra la pared. Se encontró mareado en segundos, apenas pudiendo respirar.
Salió de la ducha lo más rápido que pudo. Vistió únicamente un albornoz blanco.
Ambulancia... debía... pedir ayuda. Pero tropezó con su propio pie, terminó en la madera del suelo, tratando de apoyarse con la única mano libre, pues la otra sujetaba su pecho, como si fuera a desprenderse si la separaba de allí.
—¿Qué ocurre?
Levantó la mirada y vio al mismísimo demonio. Su mirada roja, su sonrisa descarada y su postura prepotente, allí de pie, justo enfrente de él, convencido de no ayudar, ¿cómo podría? Ayudarle el diablo...
Sin embargo, Jisung no podía hablar. La taquicardia empeoraba rápidamente y su único pensamiento era "Ayuda"
—¿Tan débil eres?— Comentó burlón e imponente al mismo tiempo. Le agarró del brazo y le levantó solo de este, como si Jisung fuera solo una pluma, un trozo de basura.
Volvió a soltarle sin previo aviso y se estrelló abruptamente, causándole una grave contusión, desmayándose al instante.
Al despertarse, todo fue negro por unos segundos, pero a medida que comenzó a pestañear se aclaró el mundo poco a poco.
Aunque la imagen de la pequeña Hannah observándole inconsciente le perturbó bastante.
—¿Hannah?— Dudó unos instantes.
—¿Qué dices?— Preguntó confuso Minho, quien se había encargado de llevar a Jisung a su cama.
—Hannah... la he visto.
—¿Qué?— El diablo saltó curioso.—¿Dónde?
—Ahora mismo...— Jisung aún no se había recuperado del todo del aturdimiento, pero pudo distinguir la figura de la niña a un lado de la puerta, viendo solo la mitad de su cuerpo, haciendo un gesto con la mano para que el chico se acercara.— Ah mira, está allí.
Minho volteó la cabeza.—¿Dónde?
—¿No la ves?— El diablo negó.
—Ten cuidado niño, no debes fiarte de ellos.— Advirtió.
—¿De ellos?
—De espíritus como ese.— Minho le ofreció una mano para ayudarle a levantarse, pero Jisung lo rechazó. La actitud tan bipolar del diablo le estaba cansando. Él mismo se levantó por su cuenta. Minho sin embargo, rio un poco, como si pudiera leer sus pensamientos.
¿Débil? Si fuera débil, él ya habría muerto del susto.
—Creo que es el momento, Jisung.— Llamó el de mirada rojiza.— Te contaré sobre estos espíritus.
El recién mencionado tragó un tanto nervioso, ¿qué podría ser tan urgente como para que el mismísimo demonio le haya llamado?
Ambos se dirigieron al pasillo de la casa, donde la niña Hannah esperaba pacientemente.
—¿La ves?— Preguntó el diablo. Jisung asintió un poco aterrado.— Yo no puedo, pero te voy a explicar por qué. Cuando un cuerpo muere, el alma huye de este, no son más que recipientes útiles, incluso cárceles.
—¿Y dónde van esas almas?— Cuestionó curioso.
—Al más allá, a la vida siguiente, al otro mundo.— Hizo una pausa.— Pero almas como ella...— Miró a Hannah, quien solo tenía puesto sus ojos en Jisung.— Se les denomina almas en pena.
—Almas en pena...— Repitió.
—Sí. Son almas que quedan estancadas entre esta vida y la siguiente. No llevan rumbo fijo, pero buscan deshacerse de los remordimientos que les anclan a este mundo.
—¿Sus remordimientos les impiden pasar al otro lado?— Minho asintió.— Pero entonces habrán miles de almas en pena esparcidas por el mundo.
—En realidad, las almas en pena solían divagar en Ningún Sitio, se perdían en el lugar donde hay todo y nada al mismo tiempo.
—¿Dónde es eso?—
—Ya lo he dicho; Ningún Sitio. Aunque hay quienes le llaman limbo. Ese sitio inimaginable para personas que nunca estuvieron allí, pero últimamente han estado apareciendo en este, buscando a alguien que les libere.
—Entonces, ¿Hannah está anclada a este mundo porque sus remordimientos le impiden salir?
—Así es. Lo has pillado bastante rápido, niño listo.— El diablo pasó una mano por su pelo y le despeinó un poco. Jisung no pudo evitar encogerse del susto. No lo esperaba para nada.
—¿Y qué pinto yo aquí? ¿No puedes hacer que se deshaga de eso que no le deja irse?— Volvió a dudar el chico.
—Ese es el problema.— Minho se concentró más en observar a la niña que se encontraba de pie en el pasillo y que no despegaba su vista de Jisung, hasta que por fin pudo localizarla.— Ella no me ve.
Jisung volvió a mirar a Hannah. Era cierto que había estado ignorando al diablo, pero no llegó a pensar a que simplemente se debía a eso.
—¿Y no hay alguna forma de hacer que se sienta mejor?— Jisung se limitó a ver a la niña apenado. ¿Tan joven y muerta?
—No. Las almas en pena sufrieron en vida y ahora están condenadas a hacerlo en la siguiente. No hay forma de hacerle sentir tan siquiera algo.
—¿Por qué?— Cuestionó con cierta impotencia.
—Así son las reglas, niño.— Minho se acercó y colocó una mano en el mentón del otro. Elevó su rostro y lo deslizó a cada lado, contemplando todas las partes de este, acto que horrorizó a Jisung.— Yo no puedo cambiarlas.— El diablo le miró fijamente a los ojos, leyendo los miedos del chico.— Tú tampoco puedes.
Minho se apartó de su lado y se dirigió a la puerta, preparado para desaparecer de allí y dejarlo todo en manos del novato.
—Jisung.— Le llamó demandante por última vez, aunque su voz pareció ablandarse cuando continuó.— Es una niña, ayúdala a ser feliz.
Y cuando pestañeó ya no estaba allí.
El chico veía a Hannah y esta le devolvía la mirada.
—¿Qué crees que pueda hacerte feliz?— Interrogó, luego de un largo tiempo en silencio.
—El chocolate.— Habló inmutable.
—¡De eso tengo!—Exclamó, y se dirigió a la cocina, buscando algún rastro de chocolatina que a cualquier niño le pudiera gustar.
Aunque le costó un poco percatarse de que esa ya no era su casa, y que todo en las neveras había cambiado.
—Mamá y papá no compran chuches. Dicen que no las merezco.
La niña se veía igual que siempre, sin expresión, sin sentimientos.
Igual que Minho.
—¿Cómo que no?— Jisung parpadeó hasta comprender por qué unos padres le harían eso a su pequeña hija de apenas seis años.
Pero las palabras de Hannah no fueron suficientes para pararle, así que prosiguió buscando algo que le pudiese gustar.
Quizás no era chocolate, pero las golosinas le gustaban a todos los críos, ¿verdad?
—¡Hannah, encontré algo!— Exclamó ilusionado.
Pero Hannah tampoco estaba allí.
—Minho.— Llamó Jisung.
—¿Mmh?
—¿Podrías irte?
—¿Por qué?
—¡Porque me voy a duchar, joder!— Se quejó, montando una pataleta con todavía una toalla rodeando su cuerpo, observando cómo el diablo no apartaba su mirada, penetrándole con esta de una forma pavorosa, fría, indiferente, pero a la vez tan intensa que le provocaba emociones innombrables.
—¿Crees que es motivo suficiente...— Se apoyó sobre la puerta.— ...para irme?
—¡Pues sí, no me jodas!— Jisung agarró el bote de gel y lo estampó contra la pared, cerca de Minho.
—¡Ay, ya, ya, era broma!— Excusó asustado, marchándose al instante.
—¿Cómo es posible que sea tan infantil a veces...?— Pensó en alto, dejando la toalla de lado y dándose esa ducha que antes no pudo terminar.
Aunque quizás esa sensación de sentirse observado seguía allí.
—Minho...—Le nombró cabreado.
La actitud tan bipolar del diablo le tenía confundido. ¿Le quería matar o necesitaba verdaderamente su ayuda?
Aunque tampoco tenía otra opción.
—¡Estúpido Jisung!— Se insultó a sí mismo.— ¡¿Por qué no lo pensaste antes de aceptar el trato?!—Lloriqueó, aún enjabonando su pelo.
—¡Eso! Ahora tienes que vivir por y para mi...— Burló el diablo.
Un momento. ¿El diablo?
—¡Minho!
Jisung acostó su cabeza sobre la almohada y por primera vez le costó desahogarse con ella.
Había, literalmente, vendido su alma al diablo.
Y ahora este le veía descarado al otro lado de su habitación.
—Minho.— Llamó.—¿Qué eres?
—Ya sabes, soy eso que decís diablo.
—Eso es lo que decimos, ¿pero qué eres de verdad?— Jisung se incorporó aún en su cama y le miró curioso.—Porque no te alejas tanto a lo que es un alma en pena.
—¿Me acusas de ser un alma en pena?— Habló indignado, pero Jisung le miró incrédulo y dejó ese tono de broma.— Es más complicado de lo que parece.
—Entonces no me lo dirás.
—No.
—Pero si vamos a trabajar juntos en esto...— Insistió.
—No te lo diré. Simplemente no quiero y no lo haré. Tampoco me importa si opinas que trabajaremos juntos, porque no lo haremos. Solo te guié para que hicieras tú el resto. No olvides quién tiene las de perder.— Sentenció para luego esfumarse, como si nunca hubiera estado allí.
Jisung quedó en shock por unos segundos. Aunque comprendió la frialdad de sus palabras.
¿Qué puede pedir? Al fin y al cabo, es el diablo.
Así que Jisung, Minho tiene razón, no olvides quién tiene las de perder.
—Jisung.— Alguien susurró.— Rápido, despierta, él ya se fue.
—¿Hannah?— Le costó abrir los ojos. ¿Cuándo se había quedado dormido?— ¿Él? ¿Te refieres al diablo?— La niña frunció el ceño.— ¿Aquel hombre que estaba junto a mí?— Ella asintió.—Pensé que no podíais verlo...
—Sí. El hombre con barba y ojos rojos. Él piensa que no lo veo, pero me da tanto miedo que le ignoro. Mamá siempre dijo que era el coco, que venía a comerme porque me portaba mal. —Unas llaves se escucharon fuera de la casa.—¡Vamos, rápido! Papá está a punto de llegar.— la chica le sacudió hasta que despertó por completo y huyó al armario, escondiéndose aterrada.
—¿Papá?— Jisung se levantó con desánimo e ignoró el evidente hecho de que Hannah se había refugiado entre las puertas de un mueblucho cualquiera.
Sus pasos alcanzaron el pasillo y justo en ese preciso momento "Papá" llegó a casa.
Jisung paró todo un segundo y algo no le llegó a cuadrar.
Minho no tenía barba.
—Hola, Joseph.— La mujer le saludó, pero no parecía nada grata con su llegada.
El hombre, sin embargo, pasó de largo, ignorando todo a su paso. Empujó un mueble del pasillo y cayó varias fotos familiares. Quien supuso que era la madre, ahogó un grito.
El hombre pasó por su lado y el olor a alcohol inundó sus fosas nasales.
Jisung parecía invisible ante toda la situación y, de hecho, lo era. Solo la pequeña Hannah podía verle, aunque esta se había escondido en el armario de su cuarto.
El chico alcanzó una foto enmarcada que había sido víctima del tropiezo del padre, y en realidad ahí se veían diferentes. Se veían felices. Ahora ellos parecían rotos.
—¿Es un recuerdo?— Murmuró, tratando de darle un sentido a lo que ocurría.
—Es un recuerdo de Hannah. Un recuerdo perdido. Uno de esos remordimientos, Han.— El demonio habló a sus espaldas, de tal forma que su voz penetró directamente en los tímpanos de Jisung y pudo sentir el aliento en su nuca, formulando cada palabra que decía.
Jisung brincó. Claro que brincó, ¿desde cuándo estaba allí Minho?
—¿Entonces esta es la casa en la que vivía Hannah?— La pregunta sonó mas a afirmación.
Al darse la vuelta, la niña había abandonado su escondite y se asomaba temerosa por la puerta de su habitación. Sus pies vacilaban si daría un paso o no, pero lo hizo.
—Mamá, ¿estás bien?— Hannah se acercó poco a poco. Su expresión se había tornado tierna, casi compasiva.
—¡No!— Ella gritó, y asustó a la chica, quien solo pudo detenerse en el sitio.— Quiero decir... ven aquí.— Su madre abrió los brazos para poderla estrechar, pero Hannah ladeó la cabeza. ¿Qué trataba de hacer su madre?
La mujer bajó los brazos, derrotada por cómo su hija le había rechazado.
—Hannah... yo... no quiero que tengas una vida miserable.— Su madre se acercó y le acarició la mejilla con el pulgar. Hannah aterrada por lo que ella hacía. — Por eso...— Llevó sus manos al cuello de la pequeña y volvió a acariciar allí.— Deberías de irte.— Y entonces la mujer le estrujó. Le apretó tan fuerte que los ojos de la niña se tornaron rojos, al igual que su rostro, quedándose sin respiración, ahogándose poco a poco. Ella quería hablar, quería decirle que parara, suplicarle con ayudarle con tareas de la casa, pero no podía moverse. Su madre le penetraba con una mirada que nunca antes había visto en ella.
Estaba drogada.
Jisung corrió a separarla, pero por más que lo intentaba, simplemente eran humo.
—¡No! Joder.— Maldijo.
—Ya te lo he dicho, es un recuerdo.— Volvió a avisar el diablo.
La mujer de repente despertó, apartó a la niña de ella y comenzó a disculparse.
—Oh Dios, lo siento mi niña, lo siento...— Y por primera vez le abrazó.— Oh joder, lo siento tanto, tanto...
Pero Hannah solo trataba de respirar correctamente. No se inmutó, no preguntó nada.
Porque no era la primera vez.
Y de eso Jisung estaba seguro.
Entonces ellas desaparecieron, dejando un vacío en la sala.
—Mi madre siempre tenía un bote de píldoras.— Habló la pequeña, detrás de Jisung, volviendo a ser esa alma en pena.— Cuando papá llegaba o estaba por llegar, las tomaba. Se ponía muy nerviosa.
Los recuerdos volvieron a aparecer y le alarmó la voz de su madre irrumpiendo en la sala.
—¡¿Donde mierdas está el bote?!— Gritó. —¡Hannah! ¡¿Lo has cogido tú?!
—No mamá.— La pequeña se asomó con miedo.— No llego tan alto.
—¡Dime donde lo has puesto!— Su madre le gritó, y ella se aterrorizó.—¡Hannah!— De repente, el bote cayó a sus espaldas desde la estantería.
Jisung lo había empujado para que lo viese. Él mismo se sorprendió de eso, pensaba que eran simples recuerdos.
—¿Cómo es que lo caí?— Dudó. Sin embargo, el diablo detrás de él no respondió nada.
Su silencio no aportó ninguna respuesta. O quizás si.
La duda.
—Está aquí...— Murmuró la mujer, y el recuerdo se disolvió de nuevo.
—Un momento.— Habló Jisung.— ¿Crees que esa sea la razón de por qué el bote apareció en mi apartamento? ¿Porque yo lo toqué?
Pero Minho no dijo nada.
—Pero lo toqué ahora... ¿por qué apareció hace unos días?
—Fusión de realidades.— El diablo por fin se dignó a hablar.— Es porque golpeaste un objeto que no pertenece a tu realidad, en un espacio-tiempo distinto al que te encontrabas.
—¿Y el peluche?
—Creo que... algo está intentando hacer que te olvides de los recuerdos de Hannah en vida, porque estás interfiriendo en una realidad, cuando no deberías.
—Muy bien, no entiendo nada.
Minho suspiró, su paciencia agotándose.— Básicamente, has provocado un cambio en la realidad de otro momento, años atrás, en el recuerdo que acabas de vivir, y esos daños han tenido consecuencias ahora, en el presente. Bueno, hace unos días. El caso es, que Hannah sí te dio el peluche ese día de feria, solo que tu memoria trata de borrarlo, de ti y de todos los que tuvieron que ver algo con ella. No recuerdas bien esa noche porque, la realidad está cambiando, no sé realmente por qué, pero lo está haciendo.
Jisung trataba de entender lo cojonudo de la situación, pero en realidad su pobre cabeza no daba a más.
—¿Y qué tengo que hacer?
—¿Ah?— Minho le miró pasmado.— ¿Te he explicado todo esto para nada?
—¡Solo dime qué hacer, joder!
—¡Ese vocabulario!— Regañó.— Si te vas a olvidar tú también de Hannah... mierda, hay que hacerlo rápido. Ven aquí.— Demandó.
—¡Pero si acabas de— Minho le interrumpió agarrándole del cuello, y el mundo se distorsionó a sus ojos.
Sintió un sueño inimaginable consumirle, y el susto del diablo sobre él, tirados en el suelo mientras le ahorcaba con fuerza, desapareció.
Se despertó en medio de la nada, y poco a poco su alrededor fue tomando forma.
Pero algo había cambiado.
Todo se sentía más vívido, veía y escuchaba mejor.
Eso ya no era un sueño. Él se encontraba allí, de verdad. Ya no había humo.
Se levantó tambaleándose. Parecía su habitación, pero como evidentemente no lo era, dio por hecho que sería de Hannah y que, se encontraba en su casa de nuevo.
Un reloj se escuchaba al final del pasillo. Las manecillas de este chocando una y otra vez.
Tic tac
...
Tic tac
La madera vieja del suelo chirriaba con cada paso que Jisung otorgaba. La oscuridad de la noche le nublaba los sentidos. Su corazón palpitaba en demasía, volviéndose más rápido con los segundos.
Un trueno resonó en todo el edificio y Jisung casi cae al suelo. El breve segundo de luz le dejó ver a alguien al final del interminable pasillo por el que andaba. De pronto, los pasos de esta persona se consiguieron escuchar por encima de la prominente lluvia, llevando al chico a un estado de cólera.
—¡No!— Suplicó con impotencia. Huyó a la habitación más cercana y cerró la puerta detrás de sí.
Los truenos comenzaron a escucharse más seguido y la luz que iluminaba por segundos le hacía perder la cordura.
Hasta que escuchó a Hannah gritar.
—¡Mamá!
Jisung corrió a su auxilio. No supo realmente si fue por la extrema valentía que se apoderó de él al querer ayudar a la pequeña, o el sentimiento de impotencia que le quiso robar la poca estabilidad que le quedaba.
Pero, lo hizo, encontró a Hannah.
Y realmente quisiera que no lo hubiera hecho.
Otro trueno iluminó la sala.
Un hombre, quien dio por hecho que era el padre, tirado, arrollado, golpeado, mutilado, malherido.
Acuchillado.
Quizás fueron unas tres, o más, las veces que esa mujer le acuchilló, frente a sus ojos.
Y frente a los ojos de Hannah.
—¡Mamá, no!— Ella gritaba. Sin duda ese hecho le traumatizaría de por vida.
O el resto de esta.
—Hannah...— Su madre tatareó.— Oh, mi Hannah, por fin, por fin... ¡no vas a tener que sufrir más, Hannah!
La chica se mantuvo paralizada del miedo, así que Jisung le agarró de la muñeca y corrió con ella.
No veía bien por la oscuridad de la casa. El suministro de luz permanecía ausente.
Tropezaron un par de veces, alertando a su madre hacia dónde se dirigían.
Jisung encontró un armario, y junto con Hannah, se escondieron ahí.
—Hannah... sé que estás ahi... oh, Hannah, no intentes resistir.— Un golpe se escuchó y la mujer maldijo.— ¡Joder, mierda! ¿Dónde demonios estás, Hannah?
Las respiraciones se entrecortaban, y Jisung sintió como Hannah comenzaba a temblar, presa del miedo. Llevó una mano a la boca de la pequeña para evitar que se escuchase su inminente llanto.
—Hannah...— La voz esta vez parecía más lejana, así que Jisung se atrevió a hablar.
—Hannah, tienes que escapar de aquí, te llevaré a la salida no te preocupes.
Pero Hannah no podía verle.
—¿Hannah?— Le meció el hombro.— ¿Me escuchas? Hannah.
Pero era imposible, él era como un ente.
La niña no soportó mas, y se desmayó ahí mismo.
—Hannah.— Pronunció con preocupación.
Pero esta vez no fue Jisung quien habló.
Su madre abrió el armario de un tirón, y con una sonrisa en su cara, se llevó a la niña consigo.
—Hannah, mi niña, ¿es que no has aguantado lo suficiente?— La colocó en la cama.— No te preocupes, mi amor, pronto dejarás de sufrir.— Alzó el cuchillo.
Y entonces Jisung rezó por primera vez para un milagro. Para que, de alguna manera, Hannah pudiese salvarse de aquello.
Porque, él, de todas formas, no podía interferir en nada.
Un sonido nauseabundo le despertó de sus pensamientos y le trajo de vuelta a la realidad.
A esa realidad.
Su madre le había clavado el cuchillo en el pecho, y lo fue deslizando poco a poco, abriendo la brecha cada vez más.
Las ganas de vómito despertaron en Jisung en cuestión de segundos, y su paladar pronto se sentía asqueado.
Hasta que escuchó la puerta ser golpeada.
—¡Policía! ¡Abran la puerta! ¡Hemos recibido una llamada de emergencia de una vecina!
Jisung no lo podía creer, ¿es que rezar había servido de algo? ¿Era ese el milagro que estaba esperando?
La policía echó la puerta abajo y no tardaron en encontrar a la mujer abrazando a Hannah, estrechándola en sus brazos, como si no le hubiera acabado de clavar un cuchillo.
Pero cuando la policía le arrestó, Hannah ya no estaba allí.
A sus seis años de edad, Hannah había muerto acuchillada por su madre, siendo presa de una familia destructiva y conflictiva, donde nunca pudo tener un día de paz.
—¿Todo bien?— Minho le sonreía con socarronería, mientras Jisung lloraba dormido.
—Hannah... ella...— Sintió fatiga, iba a vomitar de verdad.
—Lo siento, a veces, la vida es así. Injusta, ¿no crees?
—Tan injusta que no merece la pena vivirla.— Al escuchar esto, Minho dejó salir una carcajada.
—Bueno, creo que es el momento de que te encargues de ella.
A su lado, Hannah le miraba del mismo modo que siempre había hecho, pero ahora su mirada no estaba vacía, no era una simple niña muerta. Ahora ella tenía una historia. Una historia que Jisung conocía, y debía hacer algo para que, por lo menos, se sintiese en paz de una vez.
—Hannah, dime realmente, ¿qué te haría feliz?
Ella miró al suelo y tardó un rato en contestar.
—Quiero hablar con mi madre, una última vez.
—Busco a Kang Jiwoon.— Espetó impaciente, en recepción del hospital psiquiátrico en el que se encontraba su madre.
La mujer le miró un tanto incrédula. Era la primera visita que tenía en años.
Aún seguía aturdido porque, una hora antes, en la puerta del apartamento, Minho le concedió permiso para salir, pero a cambio tenía que dejar que le mezclase un mejunje raro en la cara. ¿Qué demonios?
—Segunda planta, habitación treinta y cinco.
Tocó un par de veces la puerta y, con el permiso otorgado, abrió esta, entrando a la habitación.
La mujer lucía diferente a hace años. Juraría que no pasaba de los cincuenta, pero su pelo descuidado y piel arrugada le hacían ver muerta por dentro.
—¿Jiwoon?
La mujer le miró, pero no contestó.
—Hola, me presento, soy Han Ji-
—¿Quién eres?— Le interrumpió.
—S-sí.— Contestó un tanto despistado.— Soy Han Jisung.
—¿Quién?
—Han Jisung, pero no es necesario que me conozcas, no es conmigo con quien vas a hablar.
—¿Quién eres?
Jisung sonrió un poco. Debía ser paciente. Tampoco es como si pudiera echarse atrás ahora.
—Conoce a Hannah, ¿verdad? Su hija.— Si bien la mujer había desviado su mirada hace tiempo en la conversación, ahora sus ojos le penetraban con curiosidad.
—Yo no tengo ninguna hija.
—Sí, aunque murió hace años, ¿verdad? Estabas bajo el efecto de drogas y...
—¡No!— La mujer se levantó furiosa.—¡No, no, no! ¡Es mentira! ¡No es verdad! ¡Todos dicen lo mismo! ¡Que estaba drogada, que no era yo, que la mataron mis putas píldoras! ¡Te digo a ti que no, no, no!— La mujer se acercó precipitada hacia Jisung y este realmente se asustó.—¡Fui yo!— Ahora su tono se relajó.— Fui yo... yo la maté, la maté, la maté yo...—Continuó.—¡La maté yo, la maté yo!— Se llevó las manos al pelo y comenzó a estirar.—¡Fui yo, fui yo!— Deliraba.
Jisung no sabía cómo debía de reaccionar, hasta que la mujer colocó su mirada detrás de él y dejó de autolesionarse.
—¿Hannah?— Dudó.— Hannah...— Ahora lo afirmó.
Jisung, en realidad, no veía a Hannah. Tampoco podía escucharla. Dejó de hacerlo desde que tuvo aquel sueño.
Pero sabía que ella se encontraba hablando con su madre.
Y cuando Jiwoon dejó de llorar y una sonrisa se dibujó en su rostro, supo que Hannah ya no sería más un alma en pena, y que su madre supo lo que tenía que saber antes de que ella se fuera.
Hannah por fin pudo decirle lo que hace tantos años tenía que decir.
Y así, sus remordimientos se disiparon, como lo hizo ella ahora, y como lo hizo ella años atrás.
Aunque su madre no pudo soportar la tortura que tuvo que sufrir durante tanto tiempo, Hannah ahora podía descansar como ella prometió que haría.
Ya no había cadenas que le atasen a ese mundo.
Y fue Jisung quien pudo romperlas.
—Realmente, no sé cómo lo has hecho, pero te estoy agradecido.— Minho le esperaba en la puerta de su casa, que había vuelto a la realidad. Ya no había ningún bote de píldoras, ni ningún peluche de dudosa procedencia. Tampoco cuadros melancólicos ni aura oscura.
Esa volvía a ser su casa.
—Estoy agotado, voy a dormir lo suficiente como para poder afirmar que he estado hibernando.
—Adelante, es tu recompensa.— Minho frotó un poco su flequillo y Jisung cada vez se confundía más con la actitud del diablo.
—Oye, Minho.— Este respondió con un murmuro.— ¿Puedes explicarme por qué Hannah dijo que tenías barba?
—Ella no puede verme.
—Bueno pues lo hacía. Pero tú no tienes barba.
—Entonces debería de ponerse gafas, porque no tengo barba.
—¿Vas a explicarme de una vez a qué se refería o este también es un tema que "puede esperar"?— Preguntó con fastidio. Minho no dejaba de evadir todo lo que le decía.
—Adopto un aspecto diferente para cada persona, supongo.
—¿Adoptas?
—Sólo... sigo una especie de... código.
—¿Qué código?
—¡Anda, mira! ¡Un puerco espín! —Jisung frunció el ceño. —Ahí, en la tele.
Jisung suspiró y se echó al sofá, dejando que este le engullera.
—Supongo que eso sí puede esperar...— Susurró, cansado de todo el día de locos que había vivido. Definitivamente, tenía que contarle todo eso a Chris. Y a Felix.
Aunque Jiwoon no pudo soportar la tortura y quiso elegir la muerte, esa decisión no llegó caer en manos de Hannah, y su madre decidió por ella.
Solo esperaba que Hannah ahora estuviese descansando en paz.
Toda esa paz que una vez se le negó en vida.
N/A
Im back.
3・🐱
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