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Romeo y Julieta (pt.2)

* basado en hechos reales.

Ocurrió una noche de tormenta.

De esas en las que no puedes dormir, donde das vueltas y vueltas a un sinfín de cosas y tu cerebro es incapaz de procesar melatonina, cuando crees estar a punto de conseguirlo pero algo te despierta y pierdes el sueño otra vez.

Eso mismo le ocurrió a Jisung la noche que Minho le dejó solo.

Porque el diablo siempre le observaba hasta dormir, sin que supiera realmente el porqué. Pero esa noche él no estaba, y lo sabía porque la sensación de los ojos de Minho penetrando su nuca era fácil de reconocer.

¿Es que Jisung ahora era dependiente a Minho?

Lo sabría entonces si la razón de su falta de sueño aquella noche se debía a eso, pero no, estaba seguro de que había algo más.

—¿Minho?— Preguntó extrañado por su ausencia.

Se levantó a por agua o cualquier otra cosa que lo despejase de esa lenta tortura.

Fue entonces que lo reconoció; Que aquel pasillo de siempre no era el pasillo de siempre.

Por todos lados; viscosidad.

Una masa negra, o roja, quizás gris, pero la poca luz que alumbraba no le dejaba distinguirlo con claridad.

Su zapato quedó atrapado en ella, y dedujo que si no salía pronto de allí, él acabaría enterrado también.

Pero lo sabía; sabía que era una pesadilla más. Entonces, ¿por qué todo aquello que sentía tan vívido no hacía más que gritarle que corriera?

Dejó atrás el pasillo, y dejó de ver nada. Pronto, todo a su vista se convirtieron en espejos. Espejos arriba, abajo, derecha e izquierda.

Pero no reflejaban nada.

Huyó evitando todo lo que de un momento a otro le rodeaba. No tardó en escuchar voces, llantos.

No cualquier llanto; era el llanto del alma en pena.

—¿Hola?— Preguntó. Quizás si andaba por allí cerca sería capaz de hablar con él.

Pero no respondió nadie.

—¡Lo siento!— Gritó el alma. Jisung siguió la voz, pero la perdió muy rápido. No tardó en darse cuenta de que venía de todas partes.

—Con un lo siento no basta, Jeongin.— Respondió alguien desconocido. Entonces en los espejos se reflejó la escena.

Quien supuso que era Jeongin, el alma en pena, sollozaba tirado en el suelo, sus extremidades no daban a más.

—Y a ver si te callas un rato, maricón.— El chico le agarró de los pelos y le estampó contra el suelo una vez más.—Das puto asco, no puedo creer que hayas tocado así a mi hermano.

—L-lo siento...— Se disculpó Jeongin.

—¡Que te calles, imbécil!

El espejo que Jisung observaba se rompió después de otro puñetazo y luego de ese lo hizo otro más, y luego otro, y otro, hasta que todos los cristales quedaron fracturados y deshechos por el suelo.

Jisung trató de esquivarlos y por inercia acabó agachado. Cuando abrió los ojos, todos los cristales habían desaparecido de allí, y sólo era capaz de asimilar que el lugar en donde ahora estaba era el porche del jardín trasero de una casa, donde una piscina lucía fresca en este.

—Hola, Jeongin.— Habló Jisung, acercándose a la piscina donde el chico recién mencionado hundía los pies en el agua.

Si tan solo el agua no estuviese negra y viscosa, entonces Jisung se habría unido a él.

—Hola.— Devolvió el saludo algo cortante y con mirada perdida. Parecía no molestarle en lo absoluto que la piscina no estuviera llena de agua, y lo estuviese de esa masa pegajosa, esa que antes le arrebató el zapato.

—Ese...¿era el hermano de Seungmin?— Él no dijo nada.— ¿Te pegaba? ¿Era él quien impedía lo tuyo con Min?

—Min y yo no teníamos nada.

—No es cierto, dijiste que él y tú...

—Mentí.— Concluyó.

—¿Mentiste o mientes?

¿Qué más da? Él no va a venir, ya perdí toda esperanza.

—Pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde.

—Entonces lo he perdido todo.

Jisung se sentó junto a él. Evitó tocar aquel mejunje viscoso y probó a intentar sacarle información a aquella alma en pena.

—¿Te gustaría verlo de nuevo?

—¿A Min? No lo haré.

—Si lo trajera contigo... ¿te sentirías mejor?

—No, él me prometió que volvería por mí y no lo hizo. Rompió su promesa.

—Aún está a tiempo, ¿no?— Jisung trató de reanimar en él un mínimo ápice de esperanza.

—No lo creo.

—¿Por qué? Te prometo que si-

—¡No!— El chillido que dejó el chico salir aturdió a Jisung en sobremanera.— ¡Otra vez no! ¡Todo el mundo es jodidamente igual! "Te prometo que saldrás de esta Jeong", "te prometo que todo estará bien", "te prometo que volveré pronto", ¡y una mierda! Yo solo soy el recuerdo de miles de promesas rotas.

Jisung estaba tan concentrado en Jeongin que no notó que el charco de agua negra le había agarrado los pies, y ahora tiró de él, escuchando cómo el chico sollozaba mientras lo perdía de vista, hundiéndose en la piscina.

Pronto esa sensación le cubrió de nuevo; esa sensación de estar bajo agua negra. No tardó en perder el conocimiento por falta de aire.

Y cuando despertó ahogándose lo entendió.

Entendió que Jeongin era otra Julieta.

Agarró las sábanas tratando de recuperar el aliento, y volvió a su noche de insomnia, de cansancio y vueltas de mente sinfín.

Escuchó los truenos mientras maquinaba la forma de volver a recomponer promesas rotas, ¿es que habría algún modo de repararlas?

¿Era tanto el dolor causado por una promesa resquebrajada? Sí, tanto como miles de cristales rotos incrustándose en la piel.

Lamentó que alguien le hubiese hecho sufrir de esa manera, y también se lamentó no haberle podido ayudar como debía.

Fue entonces que el estallido del trueno que le robó el aliento le hizo despertar antes de poder conciliar el sueño, y se llevó una mano al corazón, porque se sentía asfixiado, pero no tenía pulso.

Porque ocurrió una noche de tormenta.


—Te estoy diciendo que perdí el pulso.

Jisung había contactado con Minho lo antes posible luego de haber despertado después de estar casi un día entero durmiendo.

Sin embargo, Minho le insistía en que era un simple malentendido y que sólo no sentía su pulso por "tensión baja"

De todas formas, Jisung sabía que algo no andaba bien. Lo sabía porque el diablo había vuelto con esa cara de poker que le caracterizaba, sentado erguido en una silla de la sala, con un tic nervioso en su mano, tocando una y otra vez el cristal de la mesa con sus dedos.

Tac tac tac

¿Vas a explicarme qué mierda es todo esto?

Pum Pum

¿Minho?

Tac Pum Tac Pum

¡Lee Minho!

Su madre le llamó para preparar la comida.

—¡Voy mamá!— Dijo el chico de pelo marrón y mirada felina.

Minho ayudó a su madre y su tía a preparar el almuerzo de toda la familia. En total; eran ocho en la casa. Su madre, su tía, su tío, sus primos y él.

Pero él no tenía hambre realmente, así que decidió dejar la comida para el día siguiente. Cuando tuvo tiempo, llevó consigo una gran maleta usada,probablemente por su padre, y guardó todos los papeles que había estado leyendo dentro. La mayoría eran revistas de temática espiritual. Metió en la bolsa una caja de cartón algo nueva y sin querer dejó caer un papel que decía: "Leo el futuro, cartas de tarot y contacto con muertos. Si está interesado, llame al número..." Cerró apresurado la puerta detrás de sí y visitó a su amigo fiel: Kim Seungmin.

—Lo he traído.— Habló cuando Kim le abrió la puerta. Ambos corrieron a su escuela como si estuvieran a punto de cometer un delito. Al llegar al desván, Seungmin cerró la puerta con pestillo y acercó unas cuantas velas que ya tenía preparadas.

—Hagamos esto rápido. De todas formas, no creo que funcione.

—Cállate. Necesito contactar con él.— Al abrir la maleta, apoyó en el suelo, donde estaban sentados, la caja que había llevado con él. Dentro se encontraba un tablero y se podía leer en grande "OUIJA" con letras aparentemente hechas a mano.

—Sabes qué tenemos que decir, ¿verdad?

—Sé hasta qué pelo de las cejas tenemos que mover, Seungmin, lo tengo controlado.

—Qué forma más extraña de decir que lo tienes bajo control...

Las memorias se disipaban. El recuerdo se perdía entre muchos otros. Le costaba saber qué ocurrió después.

—¿Papá?

La imagen flash de ellos moviendo sus dedos sobre el tablero a toda velocidad. El cómo Seungmin huyó luego de escuchar lo que Minho dijo. De nuevo, sus dedos rozando todas las letras del abecedario tallado sobre madera, y una vez más, Minho susurrando palabras indescifrables.

—Papá, ¿estás aquí?

Los recuerdos le frustraban y saturaban con velocidad. Pronto, dejó de ver nada. Sintió un pitido en sus oídos. Una profesora entró y rompió su tablero, Minho se ahogó en el humo que producía la rotura.

—¡¿Papá?!

Cuando Minho abrió los ojos, Jisung le sacudía con desesperación.

—¡Minho!

El diablo se aseguró de apartarlo con cuidado y abandonar el lugar lo antes posible.

—¡¿Se puede saber qué ocurre?!— Gritó Jisung una última vez. Y no le volvió a llamar.

Porque Minho estaba temblando.

—Dios Padre, Jisung, ¿qué te ha pasado?— Preguntó Felix al otro lado de la videollamada.

—Te dije, Jisung, que debías de estar preparado para independizarte. Ahora mira qué cosas pasan.— Habló Chris.

—¿De qué habláis? Si estoy bien.

Sin embargo, sus ojos caídos del sueño, su piel pálida y figura demacrada le daban un aspecto débil, como si en cualquier momento se desplomara en suelo.

—Jisung, pero... te estás pudriendo.

Las palabras de Felix retumbaron en su mente. Recordó entonces que hizo lo mismo tiempo atrás, cuando conoció al alma en pena de Jeongin.

—Sung.

El diablo entró a la cocina luego de llevar días desaparecido.

—Lo siento, chicos, les tengo que dejar.

—¿Qué habíamos dicho de videollamadas?— Se escuchó a lo lejos, y Jisung colgó.

—¿Qué ha sido eso?— Preguntó Felix confundido por lo que acababa de pasar.

—Era la voz de un hombre, ¿verdad?— Cuestionó Chris.

—¿Desde cuándo Jisung vive con alguien? Se le ve destrozado...

—¿Sabes? Hace un tiempo, Jisung me habló sobre... una especie de diablo o algo así.

—No creerás que era realmente un diablo, ¿verdad?

—¿Y si estaba hablando en clave?— Pensó Chris.—¿Y si ese diablo en realidad es...

—Una persona de verdad.— Afirmó Felix.

—¿Estará siendo manipulado por alguien? Quiero creer que no pero...

—¿Deberíamos ir allí? Hasta Corea.

—No creo que sea necesario, tengo el teléfono de su hermano.

—Sung.— Cuando vio al diablo entrar en la cocina, Jisung finalizó lo antes posible la llamada.— ¿Qué habíamos dicho de videollamadas?

Jisung le vio y, por un momento su instinto le gritó que fuera y le preguntaste de una vez por todas si lo que estaba creyendo era verdad, pero retrocedió unos pasos al sentirse acorralado.

Minho lo notó, y le dolió saber que quizás Jisung ahora le temía un poquito más, cuando debería de ser al revés.

—Sung.— Minho le tomó gentilmente de la mano, le acercó a él y con cuidado le proporcionó un sincero abrazo. Jisung correspondió.

Sabía que de alguna forma el diablo le estaba manipulando, que no quería que le preguntase la verdad.

Y de cierto modo funcionó, porque Jisung estuvo abrazado a Minho más de la cuenta, y más de lo que debería.

Sin embargo, el embriagante perfume del diablo, los gélidos toques en su piel, el cómo sentía su respiración cuando estaba tan cerca de él...

—Cuando estabas vivo.— Comenzó Jisung. Minho levantó la cabeza y le miró a los ojos, pero el chico tuvo que desviar la mirada, porque entonces no se sentiría capaz de hacerlo.— ¿Le diste tu alma a un espíritu? ¿A un diablo, como tú?— Minho no respondía, así que siguió hablando.— Y te convertiste en esto. Cuando diste tu alma, te convertiste en esto... y ahora hiciste lo mismo conmigo. Dime, Minho, ¿me convertiré en lo mismo que tú?— Él seguía sin responder.— Porque siento que lo hago, siento que estoy muriendo.

Minho se aferró mas a él. Le obligó a abrazarle de nuevo.

—Lo siento... tú no merecías esto...— Minho levantó la mirada y apoyó sus frentes.— Siempre lo intento... lo intento una y otra vez.

—¿De qué estás hablando? ¿Entonces es cierto que estoy muriendo?

—No, no estás muriendo, es más complicado de lo que parece. No sé por qué me convertí en esto, sólo sé que lo soy. Lo que te está pasando... es porque estás en contacto con el más allá constantemente. La única razón por la que sigues aquí... es porque tengo tu alma.

—Entonces...todo el tiempo en el que pensaba que estaba soñando...

—Estabas en el más allá. Pero no te preocupes por eso, yo siempre estoy contigo, incluso si no me ves.— Jisung cayó en los brazos de Minho, porque no podía asimilar todo de una vez.— La única razón por la que sigo aquí es para protegerte, mi Sung.— Susurró a los oídos del cuerpo desmayado del chico.

Cuando abrió los ojos, lo único que vio fue un espejo, otra vez.

Al principio no se reflejaba nada, como la última vez. Pero al acercarse más, les vio; a Jeongin llorando desconsolado en los brazos de Seungmin.

—No te preocupes pequeño, saldremos de esta Jeongin, te lo prometo.

—Me duelen...

—¿Te duelen los moratones? No pasa nada, voy a volver a ponerte hielo, ¿si?— Dijo para luego besar sus labios fugazmente.

El espejo cayó, y detrás de este había otro que reflejaba una escena distinta.

Jeongin entrelazó sus manos por debajo de la mesa del comedor de la casa. Seungmin le miró con dulzura y besó su mejilla. Sin embargo, al momento de entrar su hermano mayor, rompieron su unión y Seungmin volvió a apoyar los brazos en la mesa.

Cuando su hermano se fue, Jeongin le miró con lástima, pues Seungmin ya no quería tomarle de la mano otra vez.

—Lo siento, Jeong, si él se entera...

—Lo sé, todo acabaría muy mal.

—Para el resto, sólo somos mejores amigos, ¿bien?

—Mejores amigos...

El espejo volvió a caer, y como si de una cadena se tratase, detrás de este había otro.

Seungmin besaba desesperado los labios de Jeongin y este último le correspondía como podía. Parecían escondidos en una especie de cobertizo. Pero Seungmin se separó de un momento a otro, dejando a Jeongin confundido.

—No... esto no está bien.

—¿Qué?— Susurró el menor, aturdido sin comprender sus palabras.

—Esto que hacemos no está bien.

Otro espejo apareció.

—¡¿Quién te ha hecho esto, Jeong?!— Gritaba Seungmin luego de ver las heridas catastróficas en la piel de su... mejor amigo.

—N-nadie... sólo... fueron mis primos otra vez.

—No te creo.— Las últimas palabras que pronunció resonaron como eco.

No te creo, no te creo, no te creo, no te creo...

Luego Jisung vio como un espejo se formaba muy lejos de donde él estaba. Parecía que de nuevo se encontraba bajo agua negra, pues la sensación volvía a ser la misma.

—No le digas nada a Seungmin.— Su hermano mayor le agarraba por los pelos, parecía que le había estado pegando un buen rato.— Quiero que te alejes de él. Como no lo hagas, te prometo que te rompo todos los dedos, uno a uno.— Jeongin le miraba aterrado. Su labio inferior echaba sangre a chorros, su nariz y pómulos destrozados. En general, le había dado una buena paliza.

—Está bien si me haces esto... pero no pienso alejarme de él, porque le amo...

—¡Joder! Cállate, mierda.— Y antes de que pudiera ver cómo le propinaba una patada en el estómago, el espejo volvió a romperse.

Al quebrarse, sólo quedó el marco del espejo en pie.

Dentro de este se veía a Jeongin hundiendo los pies en la piscina, otra vez. Jisung se aprovechó de esto y entró por el espejo.

—Hola, Jeongin.

—¿Es esto un deja vu?— Jisung rio un poco.

—Quiero que me cuentes todo.— Habló serio luego de sentarse a su lado.

Un chico de piel de porcelana jugaba solo en una esquina de la clase. El resto de niños pertenecían a un grupo, sin embargo, él no parecía encajar del todo.

—Hola.— Un niño un poco más alto que él se sentó a su lado.— ¿Tú tampoco tienes grupo?

—Hm.— Asintió con una muñeca entre sus manos.— Me llamo Jeongin, ¿y tú?

—Yo soy Seungmin.— El recién presentado le arrebató la muñeca y la miró extrañado.—¿Cómo se juega con esto?

—Le doy de comer.

—Pero eso es lo que hacen las niñas.

—No es verdad. ¡Mi papá le da de comer a mi hermanita cuando mamá no está en casa!

—Entonces, ¿puedo ser el padre?— Preguntó señalando al muñeco.

—Está bien, pero yo también soy el padre.

—No pueden haber dos padres.

—¡Si que pueden!

—¡No, no pueden!

—Sí. Yo soy el padre uno y tú el padre dos.— Jeongin sonrió orgulloso tras su idea.

—Está bien.

Y aunque el principio de su relación se basase en dar de comer a una muñeca que llamaban "hija", todo floreció con el paso del tiempo.

—Me llamo Sohee, ¿puedo jugar con ustedes?— Preguntó una chica de su edad. Luego de seis años, ahora tenían catorce y quince, su amistad nunca se perdió de por medio.

—Pero estamos jugando los chicos.— Reprendió Seungmin.

—Está bien, puedes jugar con nosotros.— Jeongin le sonrió con amplitud.—¡Y el fútbol no es solo de chicos, a mi hermana le encanta jugar con la pelota!

Desde que Sohee se unió a su pequeño grupo de tres, todo fue en picado. Porque Seungmin sabía que a Sohee le gustaba Jeongin, y si seguían así, muy pronto le declararía sus sentimientos.

—En realidad, me gustas mucho Innie, pienso que deberíamos ser novios.

—¿Novios?

—Sí. Además, he visto cómo me miras. Cuando estamos juntos, siempre estás muy sonriente y feliz... haríamos buena pareja.

Jeongin no respondió, pero le dejó dudando. Era verdad que cuando estaban los tres, era más feliz que nunca, pero no pensó que se debía a que le gustaba Sohee.

—¿Crees que me guste Sohee?

Seungmin dejó de hacer todo lo que estaba haciendo y volteó a mirar a Jeongin.

—¿Sohee?— Asintió.—¡Claro que no! Quiero decir, bueno, no sé, deberías de saberlo tú.

—Sohee se me ha declarado hace un par de horas.— Le dijo a Seungmin. Entonces a él se le vino el mundo abajo.— No le he dicho nada, pero dice que me gusta, ¿es eso cierto?

—Bueno... yo no he notado nada entre ustedes, pero si quieres darle una oportunidad...— Seungmin no quería decir eso.

Pero lo dijo.

—Entonces, ¡ire a decírselo ahora mismo!— Seungmin no quería hacer eso.

Pero lo hizo.

Le agarró de la mano y le besó. Le besó hasta que todos los músculos del cuerpo del menor dejaron de funcionar. Hasta que sus ojos se cerraron y trató de corresponderle.

—No te vayas con ella. Siempre hemos sido nosotros dos, ¿por qué te vas ahora?—Jeongin no sabía qué estaba pasando, pero se dejó caer en él y apoyó sus manos en los hombros del mayor.—No me dejes solo...

Y ahí empezó todo. De vez en cuando, ellos dos se besaban a escondidas. Había veces que Seungmin apartaba a Sohee del lado de Jeongin si esta estaba muy cerca, y cuando por fin Jeongin le rechazó y dejó de hablarles, Seungmin decidió que sólo serían ellos dos y nadie más. Todo se volvió más intenso. Cada vez que veía al menor, sentía eso que llamaban "mariposas" pero estas eran más agresivas. Cuando alguna chica se interesaba por Jeongin, Seungmin siempre se las arreglaba para que dejara de hacerlo.

—¿Por qué haces todo esto, Min?— Cuestionó Jeongin cuando se encontraban a solas, abrazándose de esa forma tan melosa que habían desarrollado con el tiempo.

—Porque te amo.—Y le volvió a besar. Jeongin sintió que enrojecía.

—Yo también te amo, Min.— Ambos estaban construyendo un castillo con las piezas de su amor. Pero como les faltaba cemento, decidieron usar veneno, y ese fue su mayor error. 

Jisung entendió entonces que Seungmin no era el Romeo de la historia.

Seungmin era otra Julieta.

El hermano mayor de Seungmin amenazaba constantemente a Jeongin para que dejara de hablar con él, para que pararan aquello que tenían, pero no le decía nada a Seungmin porque entonces él mismo forzaría a que dejasen de hablar para que el menor no siguiera sufriendo.

Hasta un día.

Un día de tormenta.

—En unas horas vendrá Jeong, sus padres irán fuera de la ciudad y no quieren dejarle solo en casa con la lluvia torrencial.— Habló Seungmin en la comida familiar.

—Estáis todo el día juntos, ¿es que no podéis separaros ni un segundo o qué?— Espetó su hermano.

—¿Qué mas te da? ¿O es que estás celoso porque tú no tienes un amigo fiel?— Burló.

—Ya está bien, os comportáis como críos.— Dijo su padre, y ellos callaron.

Cuando el timbre sonó, Seungmin corrió hasta la puerta y pasaron la tarde en su cuarto. Sin embargo, al subir las escaleras, la mirada que su hermano mayor le dio era más fuerte que la de costumbre. Ese día estaba distinto.

Sus padres salieron a saber por qué motivo, y cuando Seungmin tuvo que salir también a recoger un encargo de la tienda, dejó a su hermano y Jeongin a solas.

—Quédate en mi habitación, Jeong, no tardo mucho, te prometo que vuelvo en nada.

Seguramente, nunca se habría arrepentido más.

Él hizo lo que Seungmin le dijo, se quedó en su habitación. Observó cada parte de ella. Su corazón latía con fuerza. El hecho de estar en la misma casa que su hermano mayor le producía arcadas. El reloj del cuarto no dejaba de sonar, y cada vez que la manija cambiaba de lugar, Jeongin tragaba con fuerza.

—Tú, marica, ven aquí.— Llamó el hermano desde el piso de abajo.

Él no hacía más que obedecer. Si le hacía saber a Seungmin sería su fin. Hasta entonces supuso que se había convertido en su peluche antiestrés.

Cuando olió aquello maquinó por qué su mirada estaba tan cargada de ira, estaba roja.

Por Dios, ¿estás drogado?

Y cuando él mismo respondió a su pregunta, Jeongin ya estaba inconsciente en el suelo.

Al despertar, en su pie derecho unas cadenas le cortaban la circulación. Estas estaban enganchadas a un ladrillo, y por más que trataba de quitarlas, más daño se hacía en la piel.

No tardó en reconocer que el lugar donde se encontraba era el cobertizo de madera de su patio, ese mismo donde Seungmin y él escapaban cuando nadie les dejaba a solas.

—¿Q-Qué...?

—Te lo advertí una y otra vez... — Vio a su hermano acercarse con un martillo en las manos.— Y todas esas veces contestaste lo mismo... "yo le amo, le amo de verdad"... ¡Claro que no le amas, marica de mierda!— Las paredes de madera retumbaron cuando pateó una silla de por medio.— Así que, voy a cumplir mi palabra.— Se agachó a su altura y agarró su mano derecha.

—¡No!—Jeongin trató de liberarse cuando leyó sus pensamientos.—¡No, no, no, no, no! ¡Ayuda!

—Nadie te va a escuchar, estás solo.—Alzó el martillo y cuando cayó contra su objetivo, el sonido de huesos rotos fue opacado por el desgarrador grito del chico.

—Uno.

Fue el primero de muchos. Mientras más golpeaba, Jeongin sentía menos. Antes de desmayarse por completo, cuando ya no podía mover ningún dedo, el hermano mayor le agarró a él y el ladrillo, lo llevó frente a la piscina y lo tiró al césped.

—Quiero que tengas una muerte lenta. Quiero que te ahogues en tus mentiras. Tú no amas a mi hermano, estoy seguro de que sólo le das pena.

—No es cierto.— Tosió. La lluvia le escocía.— Siempre hemos sido él y yo, me alegro de que se haya mantenido así hasta el final, así que me da igual porque; yo le amo de verdad.

Me das asco.— Escupió, para después tirar el ladrillo al agua, seguido del cuerpo destrozado del pequeño.

Al hundirse en el agua y sin forma de escapar, las heridas de sus manos tornaron la piscina negra, la sangre ocultando a Jeongin a su alrededor, sus pulmones quedándose sin oxígeno, su pie encadenado al fondo de la piscina. Su muerte sería lenta, y sin embargo, su mente sólo era capaz de imaginar la sonrisa de su Min.

"Él dijo que volvería"

Pero cuando Seungmin volvió, Jeongin ya no estaba allí.

—Entonces, esta piscina...

—Es la piscina de Min. De alguna manera, sigo encadenado aquí.

—¿Y qué crees que te desencadenaría?—Preguntó secando las lágrimas de sus ojos.

—Quizás... me alegraría saber qué es de él ahora... ya sabes, si tiene hijos... si se casó con alguien quien realmente amaba...

—Yo... yo me encargo de eso. Lo traeré aquí, y él mismo será quien-

—¡No! No... no le hagas eso... él, seguramente esté bien sin mi.

—Pero...

—Sólo quiero saber... cómo es que es su vida sin mí en ella.

—¿Kim Seungmin?

—Sí...— Se preguntaba si la mujer le miraría extrañada por esa marca rara que adornaba su cachete. Minho siempre le obligaba llevar eso si salía de casa.

—No está aquí.

—Pero esta es su casa, ¿verdad?

—Sí, pero él ya no está aquí.— Jisung no le entendía. La mujer le miró frustrada.— Que él ya está allí arriba.— Señaló al cielo.

Jisung quedó petrificado.

—¿C-Cómo? ¿Q-Qué ocurrió?

—Ocurrió que... el avión despegó.

—¿Qué?

—¡Que él está en un viaje a Bulgaria!

—Oh...ya veo.— Suspiró aliviado.—Y tú eres...

—Soy su sobrina.

"La hija de su hermano mayor" pensó.

—Y tu padre...

—Está muerto.

—¿A-Ah?

—Murió en la cárcel.

—Oh... pero-

—Entra, ¿te apetece un café?

—Sí. Estaría bien.

—Así que conoces a mi tío por... la muerte de su mejor amigo hace años, ¿verdad? ¿Leíste algún periódico antiguo?

—Algo así, supongo.— Se encontraban sentados en el sofá de la casa en la que alguna vez Seungmin y Jeongin disfrutaban de su compañía a solas, cuando ellos dos eran felices con lo que tenían.

—Sí, bueno. Cuando a mi padre se le declaró culpable y le metieron entre rejas... mi madre ya estaba embarazada de mí. Murió por cuestiones de salud. Ya sabes, él se inyectaba cosas y yo qué se...

—¿Y Seungmin? ¿Cómo sobrellevó aquello?

—Bueno, nunca supe realmente mucho sobre eso porque es un tema tabú en la familia. Siempre que le pregunto algo él responde con un "Pude haberlo hecho mejor" o "Quedó entre él y yo"... ¿Sabes? Cuando cosas así ocurren, se espera un tipo de ayuda psicológica, una decaída mental... pero él lo llevó bien, como si algo le dijera que tenía que ser así...

—¿Y qué hace él ahora?

—Estudió magisterio y trabajó como profesor de primaria durante toda su vida. Es extraño, él odiaba los niños y sin embargo, a los niños parecían encantarle él. Desde que se jubiló, viaja por el mundo con el dinero ahorrado todos estos años.

—Así que eso hace ahora...

—Sí, pasará unos días en Bulgaria, volverá y se irá al siguiente destino.

—Es bueno que lleve una vida estable ahora.

—Oiga... todos los que vienen a preguntar por mi tío y su amigo salen diciendo que fueron una amistad muy fuerte y verdadera... ¿pero no crees que hubo algo más? No sé, por todo lo que pasó... ¿por qué mi padre le mató si sólo eran buenos amigos?— Jisung sonrió, aunque entristecido.

—Sí...yo también pienso que lo hubo.

Al llegar a casa, un espejo le esperaba en la puerta del apartamento. Dentro de él se reflejaba la piscina de la casa de Seungmin, pero él ya no estaba.

—¿Vas a entrar?— Le preguntó Minho a su espalda. Jisung dio un brinco.

—¡Me has asustado!— Llevó una mano a su corazón. Extrañamente, tenía pulso.—Sí, hablaré con Jeongin y dejaré este asunto zanjado.

—No creo que hagas mucho allí dentro.

—¿Por qué?

—Porque ya le has liberado.— Minho señaló con la cabeza el espejo, y cuando Jisung volvió a mirar, el recuerdo del alma en pena de Jeongin abrazando a Seungmin se reflejaba en este.

—Lo siento tanto...— Seungmin sollozaba en su hombro, apretaba su camisa, no lo quería dejar ir.

No te preocupes, no debes estar triste, tú... ¿podrías hacer algo por mí?— Seungmin levantó la mirada y asintió frenéticamente.— Siempre quise ser profesor de primaria, y luego viajar por el mundo para contarles a mis nietos lo bien que viví. ¿Sabes? Pensé que serían nuestros.

El espejo no se rompió esa vez, porque no fue una promesa rota.

Tenían tanto por hacer...—Una lágrima se escurrió por su mejilla.— No sé, últimamente estoy sensible.

Y el diablo hizo algo que nunca pensó que haría. Pasó su mano por la espalda del chico y dejó que se apoyase en él. Le dedicó una mirada fugaz. Le vio roto, frotando sus dedos para impedir que salieran a la luz más lágrimas, pero lo hacían.

Minho no quería verle más así. Jamás.

—Lo siento.— Jisung le miró extrañado. Fue suficiente para hacer parar su llanto.

—¿Por qué?

—Porque tú nunca podrás tener una historia de amor con final feliz.

Escuchó una risita escaparse de sus labios.

—No es como si creyera en el amor.— Dijo sonriente.

Minho agarró su mano y la apretó con fuerza, llevó su rostro al cuello del chico y se escondió allí, hasta que el espejo desapareció y su corazón se calmó lo suficiente como para dejarlo ir.

Y para inmortalizar la memoria de esta firme conciliación, ordenó el señor de Verona que los cuerpos de los dos infelices amantes fuesen colocados juntos en el sepulcro que les vio morir...

—¿Qué haces leyendo Romeo y Julieta? ¿No es un clásico muy quemado...?— Preguntó el diablo.

—A mí siempre me sorprende cada vez que lo leo. Es increíble cómo la gente es capaz de modificar tanto la historia original...

—Bueno, es un clásico después de todo...

—¿Crees que puedan haber dos Julietas?—Dudó Jisung.

—¿Ah?

—Si la historia original fuese de dos Julietas... también habría sido trágica, ¿verdad?

—Julieta no amaría a Julieta.

—Romeo tampoco lo hacía.

—Entonces Julieta está destinada a morir sola.— Concluyeron.

Porque, para Jeongin su romeo fue Seungmin, pero Seungmin veía a Julieta en él.

Julieta nunca amaría a Julieta.

Pero es triste pensar que una vez sí fue así.

*Basado en hechos reales: El Expediente Vallecas. Tiene lugar en Madrid donde, en un piso se produjo una secuencia continua de fenómenos paranormales que también requirieron la intervención policial. La protagonista del caso es una adolescente madrileña que vivía con su familia en el piso de Vallecas. Ella comienza a interesarse por los fenómenos ocultos y un día, en la escuela, dirige una sesión de evocación de espíritus con una tabla Ouija. La sesión fue descubierta por una profesora, que rompió la tabla en dos. Las muchachas presentes dicen que vieron salir humo de la mesa de ouija, el cual fue inhalado por ella. Un 14 de julio sufrió un severo ataque de catalepsia: la llevaron al hospital, entró en coma y esa misma noche murió. La autopsia no logra explicar los motivos de la muerte, hablando de "muerte súbita y sospechosa"

N/A:

Voy a confesar que lloré un poco escribiendo esto. No sé, me emocioné.

¿Conocíais algo del caso? ¿Habéis visto la película de Verónica?

Quizás si releéis el capítulo lo entendáis mejor.

¡Adiós!

3・🐱

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