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Capitulo 3; Confianza

Jorge llego a la Hacienda acompañado por sus amigos, Gabriel Tomas y Santiago, desmontaron en las caballerizas.

-¿Te pasa algo? –Santiago miraba a su amigo confundido, lo conocía desde pequeño, de hecho lo quería como si fuera un hijo.

-Esta así desde que conoció a la prometida del gobernador –Tomas trato de hacer un chiste pero ante la  mirada seria de Jorge se trago sus palabras.

-Es una mujer peligrosa –Gabriel lo dijo tocándose la nariz y todos rieron

Jorge camino hacia el interior de la casa y sus amigos fueron a sus labores, Santiago siempre trabajo con la familia de la Vega, Gabriel el mas joven de todos, fue recogido por Miguel de la Vega después de que su familia muriera en un incendio provocado por el gobernador para quedarse con sus tierras y por ultimo Tomas, que se libro de la cárcel gracias a Jorge, después de atentar contra la vida del gobernador.

-Hijo, ya estaba preocupado.  Por el pueblo corre el rumor que la prometida del gobernador escapo de la escolta y huyo con su tía –Miguel de la vega se acerco sonriente a su hijo y cuando vio el corte en su cuello le agarro la camisa para comprobar que no era una ilusión -¿Estas herido?

-La señorita Cortes resulto ser mas rebelde de lo que pensábamos –Jorge hablo a su padre suspirando y levantando los ojos al techo

-¿ella te hizo eso? –Miguel comenzó a reír  -Cuéntame que paso, me parece que va a ser una historia de lo mas entretenida

Jorge contó todo con pelos y señales a su padre, desde la huida de ella de su prometido, hasta el ataque contra el en la cueva.  Miguel miraba a su hijo sorprendido, no era normal que una señorita de la alta sociedad hiciera eso, si no fuera que su hijo se lo estaba contando no lo creería. 

-Hijo, no la tratéis mal –Miguel miraba a su hijo apesadumbrado –a pesar de ser la prometida de Roberto Sánchez, es la hija de José y el siempre fue amigo de nuestra familia.  La madre de Mariana y tu madre fueron buenas amigas, incluso tu peleabas con ella de pequeño.

-Si, recuerdo a aquella mocosa con rizos y sus vestidos de niña buena, nunca nos llevábamos bien y a pesar de que yo era cinco años mayor que ella no me temía –Jorge reía recordando aquellos tiempos

-Y por lo que me has contado sigue sin temerte y eso que ahora te ha enfrentado como forajido –comenzó a reír de nuevo mientras su hijo le miraba con el ceño fruncido

-Espero que se le bajen los humos el tiempo que pasara en la cueva, al menos su tía era mas dócil – Jorge no podía parar de pensar que la había dejado en aquella cueva oscura

-¿Su tía? ¿la hermana de José Cortes esta con ella? –Miguel miro sorprendido a su hijo

-Si ,¿la conoces?

-No, bueno José hablaba todo el tiempo de ella, pero nunca vino a Santa Lucia –Miguel recordaba como su amigo hablaba de su hermana con cariño -¿Cuándo vas a regresar a la cueva?

-Mañana por la mañana –Jorge comenzó a subir las escaleras que llevaban a los dormitorios –Voy a darme un baño y bajare a cenar, ya casi son las once

Mariana y su tía permanecían en silencio sentadas sobre la paja y con las muñecas y los pies atados, ambas necesitaban ir al baño.

-¡Necesito ir al servicio! –Mariana gritaba desde el interior de la cueva

-Esta bien –Fernando se acerco a ella caminando lentamente y apuntándola con su arma, la ayudo a ponerse en pie –Vamos

Caminaron al exterior de la cueva y el la acompaño tras unos arbustos.

-¿Qué no vas a soltarme? –El la miro con los ojos entrecerrados –No puedo hacerlo así

-De acuerdo, pero compórtate –El le quito la cuerda de las manos y los pies –No me obligues a disparate

Después de que Mariana terminara regresaron a la cueva andando despacio, para encontrarse en la entrada con Gabriel y Tomas.

-Vaya ¿La has soltado? –Gabriel miro con precaución a Mariana y esta rió

-Necesitaba ir al baño ¿pretendías que la dejara amarrada? –Fernando suspiro –Venís a relevarnos ¿no?

-Si –Tomas sonrió –Anda señorita vamos para dentro, hace demasiado frío aquí fuera

Mariana sonrió, Tomas parecía un hombre bastante respetuoso.  Entraron a la cueva y después de que Fernando y Raúl se marcharan, Gabriel y Tomas decidieron soltar tambien a Leonor, para que pudieran comer.

Las dos se sentaron alrededor del fuego, con un plato con algo de queso y pan

-Lamento no tener nada mejor –Tomas miraba los platos sonrojado –No esperábamos visitas tan sofisticadas

-¿Qué miras tanto? –Mariana pregunto a Gabriel que seguía cada uno de sus movimientos sin perderla de vista

-Es que no me explico como una señorita tan refinada como tu fue capaz de romperme la nariz y de atacar al jefe –el suspiraba desesperado y confundido

Mariana no pudo contener la risa y Tomas y Gabriel la miraban curiosos

-Siempre ha sido demasiado rebelde e impetuosa –Leonor miraba divertida a su sobrina

-Eso es decir poco –Tomas sonrió a ambas

-Me enseñaron a defenderme, un amigo militar me instruyo en todo lo que pedí –los dos bandoleros la miraban expectantes –Defensa, espada, montar a caballo, manejo de armas.

-Vaya, ahora entiendo muchas cosas –Gabriel volvía a tocarse la nariz y todos rieron de nuevo

-¿Nunca os quitáis los pañuelos? –Mariana les miraba curiosa, en todo el tiempo que había estado en la cueva, ninguno de ellos había mostrado su rostro –Yo respondí

-No,  digamos que nuestro rostro es el secreto mejor guardado –Tomas sonrió guiñando un ojo

-No, lo entiendo –Leonor miraba a ambos muchachos –Parecéis buenos hombres, no entiendo como habéis terminado siendo bandoleros.

-Golpes que da la vida –Gabriel lo dijo de manera triste y Mariana no pudo evitar que la curiosidad la asaltara

-¿Tiene algo que ver en esos golpes mi prometido? –Los dos la miraron serios, pero parecían dispuestos a responder -¿Por qué tanto odio hacia el?

-Mis padres poseían unas tierras, no muy extensas pero lo suficiente para mantenernos a mi y a mis dos hermanas –Gabriel suspiro recordando a su familia –Pero el gobernador quería apoderarse de ellas y mis padres se negaron a venderlas.  Una noche desperté con mi cuarto en llamas, conseguí salir por la ventana, pero mi familia quedo atrapada en la casa.  El señor gobernador había mandado destruir aquello que se interponía en su camino –Mariana contuvo el aliento y pensar que su padre pretendía entregarla a ese hombre

-El gobernador mando a la horca a mi hermano por robar una hogaza de pan –Tomas miraba el pan en sus manos –El solo tenia once años y yo dieciocho cuando paso, la furia me invadió, me colé en la gobernación y trate de matar al gobernador, pero me descubrieron y me encarcelaron.  Solo un hombre me ayudo

-El jefe de la partida –Mariana comprendió porque estos hombres luchaban contra su prometido -¿Qué le hizo a el?  -Tomas y Gabriel se miraron recelosos –No diré nada, lo prometo

-Su familia se negó a venderle sus tierras y el acuso a su padre de traición a la corona, para evitar que su padre fuera a la cárcel el jefe cedió sus tierras y perdió casi la mitad de sus posesiones –Gabriel hablaba lentamente mientras Mariana trataba de imaginarse a ese bandolero vestido como un hombre elegante

-¿Y tu? ¿Cómo has acabado comprometida con un hombre tan despreciable? –Tomas pregunto mirando a Mariana a la cara y pudo ver la tristeza en sus ojos

-Mi padre me comprometió con el a los quince años, yo ni siquiera le conocía, le he visto apenas dos o tres veces en mi vida y no me agrada –ella miro a su tía –El día de mi veinte cumpleaños recibí la noticia de mi enlace, y la orden de mi padre de dirigirme a Santa Lucia

-Y escapamos –Leonor continuo hablando mientras sonreía a su sobrina –Mi sobrina muy decidida aprovecho el despiste de los guardias y sin explicarme su plan tomo las riendas del carruaje y guió a los caballos como una loca

Todos comenzaron a reír, lo cierto era que Mariana y Leonor se sentían cómoda con aquellos muchachos y Gabriel parecía mas relajado, como si hubiera olvidado el golpe en la nariz.

Jorge no paraba de dar vueltas en la cama, no conseguía conciliar el sueño, la imagen de Mariana se le venia  a la cabeza a cada momento, sus ojos, sus labios, su cuerpo, se estaba volviendo loco.  Aun quedaban unas horas para que amaneciera pero el no podía permanecer mas en la cama, se levanto y se puso su ropa de forajido, como ella le decía.

Cabalgo a galope camino a la cueva, pensando en ella, con unas ganas irresistibles de verla.  Dejo su caballo atado a la entrada e ingreso lentamente en ella, entonces oyó las voces de Gabriel y Tomas riendo, junto a Mariana y su tía  ¿pero que estaba pasando?

-La verdad nadie sabia como reaccionar cuando le pusiste la daga en el cuello al jefe, yo pensé que lo matabas ahí mismo –Gabriel reía sin parar

-Lo pensé –Mariana sonrió –Pero no me dio tiempo

Todos volvieron a reír animadamente

-¿Se puede saber que esta pasando aquí? –Jorge con el rostro cubierto se apareció en la cueva y sus amigos se pusieron tensos de inmediato –Atad a las prisioneras y regresadlas a su lugar

-Claro jefe –Gabriel se levanto con una mirada de disculpa guió hacia el interior de la cueva a Mariana y Leonor

-No te pongas axial Jorge –Tomas le miro con cara de suplica – No estaban haciendo nada malo, solo comían

-Claro comían a las cuatro de la mañana desatadas y riendo –El lo dijo con cara indignación

-¿Qué es lo que te molesta? ¿Qué las soltáramos o que Mariana charlara relajadamente con nosotros y no con tigo? –Tomas dio en el clavo, solo tuvo que mirar la reacción de Jorge para darse cuenta

Gabriel y Tomas pudieron dormir un poco en la cueva mientras Jorge montaba guardia lo que restaba de noche, aunque quedaba poco para que amaneciera.  Mientras montaba guardia le apeteció ver a Mariana dormir, se levanto de su lugar junto al fuego y camino al interior de la cueva. Allí estaba, junto a su tía, tirada sobre la paja y con sus manos bajo la cabeza, parecía un ángel, si no fuera por que conocía su comportamiento.   Pensó que quizás tendrían frío, tomo una de las manta y tapo a las dos con ella  después regreso a su lugar junto al fuego.

-¡Jefe! ¡Jefe! –Santiago entro agitado a la cueva, todos se sobresaltaron, Gabriel y Tomas se despertaron y Mariana y Leonor se quedaron atenta a la conversación de sus secuestradores –Los guardias del gobernador van a trasladar la recaudación de la semana en una hora, por el camino viejo.  Lo acabo de oír en la plaza

-Pues ya sabéis chicos –Jorge se levanto comenzó a tomar sus armas –Hoy tenemos acción –señalo a Santiago –Tu quédate aquí vigilando a las prisioneras

-¿Y los demás? –Tomas pregunto buscando a sus compañeros

-¡Aquí estamos! –Todos entraron armados –Los Ángeles atacan de nuevo

-Vamonos –todos salieron de la cueva armados, dejando a Santiago sentado junto al fuego

Mariana y Leonor sintieron el alboroto de los hombres saliendo de allí y se quedaron mirándose una a la otra, habian oído todo, iban a robar la recaudación, seguro que eso molestaba bastante al gobernador. ¿Ángeles? ¿era así como se llamaban?

No sabían exactamente cuanto tiempo paso, pero Mariana ya estaba desesperada sin saber nada de sus captores, temía por ellos, si, por ellos.  No quería que nada les pasara, eran buenos hombres, al menos los que ella había tratado

-¡Santiago! –Tomas apareció en la cueva junto con Jorge, entre ambos cargaban a Gabriel que tenida una buena herida en el costado -¡Gabriel esta herido!

-¡Mierda! ¡¿Qué ha pasado?! –Santiago ayudo a tender a Gabriel en el suelo

-¡Nos tendieron una emboscada! –Jorge gritaba furioso acomodando a su joven amigo sobre unas mantas

-Dejad que le eche un vistazo –Mariana apareció tras ellos, había oído el alboroto y cuando se entero que Gabriel estaba herido salio para ayudarle

-¡Regresa a tu lugar! –Jorge le grito enfurecido -¡Santiago ocúpate de Gabriel, nos vamos que dejamos a los demás solos en mitad del tiroteo!

Jorge y Tomas salieron de la cueva con nuevas armas y Santiago se quedo sosteniendo la cabeza de Gabriel que no paraba de quejarse

-Puedo ayudarle –Mariana se acercaba al muchacho tumbado en el suelo

-El jefe ha dicho que regreses adentro –Santiago se levanto y le indico con la mano el lugar, donde Leonor permanecía de pie mirando

-Déjala –Gabriel hablaba muy bajo –Ella no me hará daño, deja que me ayude

-De acuerdo –Santiago soltó las ataduras a Mariana y a su tía y las dos se acercaron al muchacho

Mariana pidió un poco de agua y mientras su tía sostenía la cabeza del muchacho poniéndole compresas frías de agua, ella le desvestía y comenzaba a curarle la herida.

Tenia un roce de una bala en el lado derecho del costado, no era grave, solo tenia que limpiarla y curarla adecuadamente para que no se infectara.

-Ya estamos aquí –Fernando entraba con sacas de dinero y se quedo parado en la puerta observando la situación

-¿Qué pasa? –Raúl se quejaba de que no se movía su amigo y cuando vio el porque se quedo igual de pasmado

-¡Moveos! –Todos se hicieron a un lado y Tomas miro sorprendido la escena, sabia que a Jorge no le haría gracia ver a Mariana sin atar

-¿Qué pasa? ¿Qué miráis? –Jorge entro en la cueva mirando a sus amigos preocupado, se habian quedado pasmados, entonces siguió sus miradas y lo entendió todo Habian desobedecido su orden, Mariana estaba desatada, en la cueva y cuidando a Gabriel  Sabia que no tenia razón en gritar a Mariana pero ahora no se podía echar atrás –Dije que regresaras adentro y aquí mis ordenes se cumplen

-Tus hombres cumplen tus ordenes –Ella se levanto desafiándole con la mirada –Yo no tengo porque hacerte caso, solo soy tu prisionera

-¡¿Y tu?! ¡Te dije que no la dejaras hacer lo que le da la gana! –Miraba a Santiago serio y el miraba al resto de sus compañeros

-Yo le pedí que la dejara ayudarme –Gabriel hablo despacio y con poca voz

-Ella le curo la herida jefe –Santiago miro a Mariana y a Leonor que sonreían al ver que las estaban defendiendo

-No han hecho nada malo jefe –Tomas se unió a sus compañeros –Solo han ayudado

-¡Esta bien! –Jorge reacciono antes de que todos sus hombres se revelaran –Ahora que ya has ayudado regresa adentro ¿o tendré que atarte de nuevo?

Mariana no dijo nada, simplemente se arrodillo al lado de Gabriel le dio un beso en la mejilla, ante lo que el se sonrojo y después se levanto y junto a su tía regreso al interior de la cueva sin siquiera mirar a Jorge.  Todos miraban de reojo a su jefe. 


OS DEJO UNA FOTO DE MIGUEL DE LA VEGA, PADRE DE JORGE PARA QUE OS HAGAIS UNA IDEA

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