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Capítulo 20.

Z.

Al llegar a la habitación, mi mundo se derrumbó.

¿Por qué tenía qué ser tan difícil?

¿Qué pagaba?

¿Por qué debía cargar con esto?

Mis manos temblaban.

Ya sabía lo que se avecinaba.

Incluso antes de qué eso ocurriera, tomé mi celular, coloqué mis audífonos y la melodía relajante trataba de calmar los frenéticos latidos de mi corazón.

Cómo sí hubiera corrido un largo e interminable maratón.

El vacío en mí estómago más los inexplicables nudos, me advertían qué tal vez, está vez la tormenta sería difícil de combatir. Aprisione mis ojos con fuerza e intentaba concentrarme en la voz que cantaba esa melodía calmante. Mi cuerpo poco a poco fue deslizándose por la puerta hasta quedar en posición fetal...

Snooze - Agust D.

Esa voz que prometía que todo iba a estar bien, intentaba calmarme.

¿Cuando terminara está tortura?

Necesito que se detenga.

Es más fuerte que yo y no parece querer dejarme...

"Todo pasará"

"Todo pasará"

Desconocía cuándo llegaría ese día... Me parecía tan lejano, tan eterno y tan efímero.

No puedo seguir.

Mis latidos se fueron calmando, al igual que mis nudos se fueron deshaciendo... Mi respiración se volvió tan lenta, mi mente se desconecto.

Por fin descansando.

El gruñido de mi estómago me hizo despertar, tantee con pereza buscando mi celular, la fuerte luz de la pantalla me golpeó con fuerza cerrando los ojos al instante. Como pude me fijé en la hora.

06:00 p.m.

Había dormido seis horas y casi todo el día perdido. En mi celular no había ningún mensaje importante, un vacío se formó en mi estómago pero decidí ignorarlo.

Como siempre.

Para mí era más fácil ignorar todo lo que sucedía a mí alrededor que afrontar mis realidades, me gustaba batallar sola en una batalla que ya había perdido hace tanto tiempo... Era más fácil fingir que todo estaba bien conmigo, cuando a veces el dolor me consumía en silencio, era más fácil fingir amar cuando ni siquiera sé cómo amarme, era más fácil tratar de mantener a esa persona a mi lado porque no sabía lidiar con mi propia soledad. Era más fácil mostrar quién no era y quién nunca fuí. Era más fácil usar una máscara que conocer mi verdadero ser, quién me era tan indiferente porque nunca me tomé el tiempo de conocerle. Nunca me he conocido, tú no me conoces y yo tampoco lo hago. Soy una extraña para ti y soy una extraña para mí.

Soy Zherhan.

Pero nunca sabrás sí soy real o sí es mi máscara.

Yo tampoco lo sabré.

Con pesados pasos me observé en el espejo... Por un momento sentí escalofríos.

¿Quién era?

Yo hasta este día, nunca me lo había preguntado...

«Todo está bien»

«Todo está bien»

La voz de mi hermana intentaba consolarme, pero era estúpido. Nada estaba bien, nunca nada estuvo bien... Es claro que no lo estoy. Pero tampoco haré algo para cambiarlo. ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Realmente cambiará? No creo, viviré así toda mi vida, prefiero eso... ¿Y sí me vuelve alguien qué no me gusta? ¿Y sí me vuelvo tan irreconocible?

No.

No.

No puedo dejar ir a quién soy.

Es la única a la qué conozco y eso está bien.

No necesito nada más...

No necesito a nadie más.

Mis pies retrocedían en busca de la cama, necesitaba un soporte. Sentía que en cualquier momento me caería, me caería físicamente... Sentía esa falta de aire y ese temblor en mis manos, mi saliva cada vez se volvía más seca y mi respiración se agitaba, caí de espalda hacia el colchón, mis ojos aprisionados y mis manos se aferraban en las sábanas.

Detente ahora.

Quiero que se detenga.

No hago nada para que esto se detenga.

Soy mi propia enemiga.

Me llevo a mi propia soledad...

***

Mis párpados se abrieron a la misma hora de siempre.

08:00 a.m.

Me levanté dispuesta a salir a comprar algunas prendas, tomé mi bolso dónde tenía mi aseo personal, lo único que traje a este corto viaje. Mis ojeras moradas eran notorias, a pesar de haber dormido, me sentía pesada y cansada, el brillo de mis ojos, de mi ser había desaparecido.

Era la misma.

La misma antes de Zherhan.

Y eso estaba bien, era quién yo conocía y me agradaba más.

Salí de la habitación en busca de mi ropa nueva, Los Ángeles no era una ciudad nueva o extraña para mí. Solíamos venir en vacaciones, la conocía perfectamente es por eso que tomé un taxi y me dirigí a la tienda donde solía comprar ropa. Sin tanta distracción y sin pensarlo tanto elegí las prendas, las pagué y volví al hotel. Una vez llegué al hotel, le pedí a la recepcionista que me llevarán el desayuno a mí habitación, no tenía planes de dejar ese cuarto el día de hoy. Subí hasta mí habitación, una vez dentro, fuí directo a ducharme. El agua caliente aun así no parecía relajar mi cuerpo, sentía una presión, cómo sí algo fuera a suceder...

Terminaba de cerrar mi vestido cuando la puerta fue tocada, me acerque a abrirla.

—Buenos días, servicio a la habitación.—, saludo una joven.

—Claro, adelante. —, se adentra a la habitación dejando el único plato sobre la cómoda que se encontraba. — Gracias. —, la joven salió de la habitación y yo me senté al frente del plato.

Comí el desayuno como pude aunque la mitad quedó en el plato y aún así me sentía extremadamente llena. Volví a colocar la tapa en el plato, me levanté y cuando iba a caminar a la cama, la puerta sonó.

No estaba sorprendida, sabía de quién se trataba, aún así mis manos sudaban y mi estómago quería devolver esos panqueques...Traté de respirar mientras me acercaba a la puerta.

—Hola. —, saludo la rubia cuando abrí la puerta.

Vestía un pantalón negro y un top apretado de color blanco, su bonito cabello en una coleta suelta y sus gafas reposaban en la punta de su respingada nariz.

Se miraba increíble.

Sentí envidia por un segundo, nunca perdía esa rojez en sus mejillas. Como si siempre llevará rubor... Sin embargo sus ojos verdes eran opacos y un poco tristes.

—Hola. —, respondí, aún la puerta cubría parte de mí cuerpo.

—Vinimos aquí por un motivo, ¿No? En dos días regresamos. ¿Te parece sí iniciamos ahora mismo?—, fue terriblemente directa y en ningún momento dejó de mirarme.

Eso me hacía sentir nerviosa y aún poco estúpida.

—Eh... S-í, sí, tienes razón.—, solté la puerta, caminé hasta la cama tomando mi celular y mis audífonos, con la otra mano tomé mi mochila.

—¿Compraste ropa?

—Hoy, temprano. —, respondí mirándola, seguía de pie en la entrada.

Asintió sin decir nada más, tomé la llave de mi habitación y la rubia se corrió para dejarme pasar. Caminamos una al lado de la otra, en el mismo silencio, con la misma incomodidad...

—¿A dónde iremos?—, pregunté, el sol me golpeaba en la cara con fuerza.

Me hubiera quedado en la habitación.

—Ya verás.—, me colocó unas gafas y se distanció.

No hubo ni miradas, ni sonrisas...

Esperas mucho.

Subí al auto, me sentía incómoda, el silencio me ahogaba. Suspiré bajito y decidí encender la radio.

Carajo, qué suerte.

Las notas de "Oye" se hicieron presente en el auto. Trague grueso, sin querer prestarle atención a la canción, pero era imposible...

«"Por miedo a perderte y vivir solamente

Pensándote más, sin saber con quién estás

Yo ya no te sé querer, maldita inseguridad

Por miedo a quererte y no ser suficiente

La velocidad, tengo que dejarte atrás

Tantas ganas de volver, tantas ganas de llorar...»"

—Basta. —, bufé apagando la radio.

La rubia conducía con fuerza, sus gafas negras no me permitían observarla, pero apretaba el volante con fuerza. Pasaba mis uñas por mi pierna desnuda, era un tic de ansiedad.

—Te estás lastimado. —, su voz tan plana me asustó.

—¿Eh?

—Deja de rasguñarte. ¿Qué te sucede?—, preguntó sin mirarme pero con leve preocupación.

—Nada, solo es ansía.—, admití, mirando su perfil.

—¿Por?—, está vez sí me miró o eso creo.

—No es nada. —, desvíe mi mirada, cruzando mis manos sobre mi regazo.

—Bien. —, respondió por lo bajo.

Encendió la radio, dejándola en segundo plano, aunque sea no me ahogaba en el silencio... El silencio me estaba cansando.

—Llegamos. —, aviso.

—¿Dónde estamos?— era una zona boscosa.

Habían varios sets con muchos equipos, creando diferentes locaciones, se veía todo tan real... Me sentía en Italia de verdad. Existía el amor, pero también el miedo, la confrontación, el alejamiento, la verdad...

—¿Cómo hiciste eso?—, pregunté sorprendida.

—Mi abuela me ayudó. Iniciemos antes de qué se vaya el sol. —, bajó del auto y se dirigió a la cajuela del auto para sacar todo su equipo.

Poco tiempo después, llegaron dos autos negros, baje del auto confundida y un poco asustada. La muchacha hablaba con ellos con tranquila y amabilidad, luego el señor se dirigió al auto entregándole algo para luego subir al otro auto y marcharse.

Me acerqué hasta ella, tenía la mirada perdida y parecía estar en una lucha mental.

—Hablemos. —dijo despacio.

—¿Cómo-..?

—Reconozco tus pasos, Zherhan...—, me regaló una corta sonrisa, se sacó sus lentes de lectura y me miró fijamente.

No entendía qué quería expresar, había tantos sentimientos que era imposible descifrarlos uno a uno...

—¿Qué quieres hablar?—, mi voz era tan baja que podría jurar qué no me escuchó.

—Nosotras. —, sus ojos verdes no dejaban de mirarme, los sentía.— Tenemos que hablarlo, Zherhan.—, su voz fue plana, mas no quebradiza.

Tal vez ella ya conocía lo que yo me negaba a aceptar...

Negué frenéticamente, miraba las puntas de mis zapatos deportivos y me abrazaba buscando mi propio calor.

¿Por qué de repente hacía tanto frío?

No puedo.

No quiero.

—No quiero.—, admití por lo bajo con debilidad.

—¿Por qué?—, su voz se quebró al final.

—No es el mejor momento, puede ser luego. —, pedí aún si mirarla.

"Déjame procesarlo un momento, aún no creo que vuelvas a dejarme".

Eso fue lo que en realidad quise decirle en ese instante. El nudo en mi garganta era creciente y mis ojos picaban.

—Para ti, nunca será el momento.—, murmuró, sus ojos me seguían acribillando.

Lo sentía y me hacía sentir peor.

—No digas eso, no digas eso, suena como sí fuera egoísta.—, me atreví a mirarla y ya era una cascada de llantos.

—¿Acaso no lo eres?—, refutó, apretó sus puños.

Sus ojos verdes se veían tan lejanos, como si ese color solo fuera una ilusión...Se observaba tan rota, tan perdida... Tan lejana, parecía otra persona.

No era mí Veronicca, era totalmente diferente.

La había dañado...

—¿Eso crees qué soy?—, me exalte, acercándome un poco a ella. Mi pecho subía y bajaba, sus palabras dolían.

—Eso creo qué eres. —, el tono de voz aumentó y su mirada se oscureció un poco más.

—¡Es ridículo qué lo pienses! ¡No es cierto!—, chillé alterada, apretaba mis manos, mi enojo comenzaba a crecer.

La odiaba, odiaba que me conociera tan bien, odiaba cuando me decía las verdades. Odiaba esa parte de ella.

—¡Eso es lo único qué me has demostrado, Zherhan! Qué solo vuelves cuando tú quieres.—, me señaló con enojo y no me pude sentir más herida.

Herida porqué tal vez tenía razón...

—¿Me quieres?—, preguntó mi cielito entre lágrimas...

Lo hago...

O eso creo, ¿Cómo se siente querer?

¿Sé querer en serio?

No podía responder, incluso yo misma me cuestionaba mi cariño y qué tanto merecía estar aquí. Las lágrimas que luche retener, caían cómo cascadas.

Maldita inseguridad.

—Solo he hecho una pregunta, Zhenhan. —, su voz fue plana, llena de decepción, tal y cómo su mirada. — Una sola. —, levantó su dedo índice, el cuál temblaba. — Una pregunta tan simple y compleja a la vez y aún así no has sido capaz de responder. A veces tú miedo es más fuerte y grande que tú y sí tú no puedes luchar contra él... No tengo porqué hacerlo por tí, ese no es mi trabajo. Mi trabajo es ayudarte a combatirlo, pero qué tú también estés dispuesta a hacerlo... Para luchar juntas, no puedo hacerlo yo sola, no quiero, ni debo.—, cerró los ojos y parecía luchar para retener sus lágrimas.

Nos hundimos en un profundo silencio, la rubia seguía de pie al frente de mí. Sus hombres hundidos, manos apretadas y ojos cerrados.

—No vuelvas. —, pidió extremadamente bajo, luego de varios segundos.

Sus ojos verdes se encontraban terriblemente fríos. Un escalofrío me recorrió y mi llanto empezó a ser protagonista.

—No te atrevas a volver, sí no sabes lo qué quieres, no planees regresar. Lucha contra tus miedos e inseguridades tú sola, nunca te atreviste a pedirme ayuda, solo te callaste y fingías estar bien. ¿Para quién? ¿Para qué? ¿De qué sirvió? ¿¡Dime!?—, su voz se elevó y mi cuerpo se alteró por un segundo, la rubia respiró sin embargo ya no lograba retener su llanto. — Nunca confiaste lo suficiente en mí.

—Y-yo...—, estaba dispuesta a refutar.

Si negaba sus palabras, sería mentirle... Otra vez.

—Nunca lo hiciste, no te atrevas a negarlo. Nunca intentaste explicarme, nunca intentaste abrirte a mí... ¿Por qué hiciste todo esto?... ¿Por qué? ¿Nunca te lo preguntaste?

Agaché mi cabeza, me sentía tan avergonzada.

—Nunca lo hiciste...—, susurró con voz rota.

—No es fácil despedirnos, ni siquiera sé sí puedo ser tú amiga...¿Cuántos universos hemos inventado? ¿Cuántas vueltas hemos dado? Y mira cómo hemos terminado... No merecemos esté daño, en un día... Han muerto años, parece que todo lo que soy nunca te ha llegado a gustar, tenemos destinos separados, lo he entendido... Pude ver lugares bonitos e imaginarlos contigo, hubiera caminado descalza y con frío, si hubieras querido... Llegamos a ser la envidia de tanto y por Dios que ahora envidio a quienes nos miraron, somos más pasado que futuro porque ninguna de las dos pudimos con esto que nos ocurría... No puedo destruir sola este maldito muro que has construido, Zherhan. No puedo amarte, sí nunca has dejado que lo haga.

—Ya no es mi problema lo que suceda con tú vida, Zherhan.—, pareció luchar cuando dijo esas palabras, su labio tembló y por un momento agacho su mirada. — No vuelvas a mí sí no planeas mejorar...—, rogó en su susurro, sus lágrimas no paraban de caer, al igual que las mías.— No puedo batallar con algo con lo qué tú tampoco planeas hacerlo, no quiero ser tú psicóloga, ni siquiera lo soy. No puedo cambiarte, ni "mejórate" con amor. Mi amor es un complemento para tu vida, no tú terapia... Cuando decidas hacer un acto de amor por tí y quieras mejorar... Puedes regresar, sí quieres vivir ese proceso sola, sanar y sí aún estoy en tú corazón, puedes volver a mí. Tú estarás en mí corazón siempre, en caso de qué sea todo lo contrario pero aún así decides mejorar, te deseo lo mejor del mundo, mi sol... Está no será nuestra segunda despedida, será la definitiva, por mí bien y por el tuyo. Adiós.

Me entregó unas llaves y se subió en el auto qué antes había llegado... Se alejó de mí y entonces fue cuando lo entendí.

La perdí y está vez... La perdí para siempre.





Fin.

(De la primera temporada.)

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