Cuando haya por en medio grandes sumas de dinero lo más prudente es que no se fíe de nadie.

Estela me miraba con la boca abierta mientras yo sonreía comiendo unos dulces que había en la mesa. Sabía que esa historia le impactaría. La verdad es que llevaba un tiempo queriendo contársela a mi amiga y ver su reacción.

—Pero, Mérida, ¿esa historia es real?

—Pues...

—No, no, espera —dijo tapándose los oídos y cerrando los ojos—. No quiero saberlo. Así podré contarla sin mentir a los demás. Parece increíble, pero peores cosas hemos visto estos años con el juego.

—Tienes razón —contesté mientras apartaba la mirada.

Los refrescos se fueron sucediendo y me estaba empezando a empachar de tanto azúcar, como Estela había pronosticado. El lugar parecía bastante seguro y no habíamos sufrido ningún intento de ataque. El anochecer ya había pasado y la oscuridad se adivinaba por las pequeñas ventanas blindadas de la cabaña. Muy pronto su hora terminaría y pasaría a ser la mía.

—Parece que va a ser más tranquilo de lo que creías —dijo Estela, acercándose y mirando por la ventana—. Solo quedan cinco minutos, supongo que la noche ha sido superada.

—Es una noche, Estela —dije levantándome y estirándome—. Aún quedan muchas más y no sabemos si alguno de tus compañeros ha recibido el mensaje y sabe que eres un Medio. Podría divulgarlo o esperar una oportunidad mejor.

Las primeras noches en el juego eran las menos peligrosas. Si recibías un mensaje siendo Sexto sin saber que tenías un Medio cerca, era menos probable que actuaras. Son datos de los que disponíamos en la brigada tras mucho tiempo de análisis. Sin embargo, en el momento que la gente lo sabía, era más fácil trazar un plan para ganar el premio.

—Tienes razón, pero lo conseguiré. Tengo que hacerlo.

Estela se acercó a la puerta mientras miraba su móvil. Parecía estar esperando algo, nerviosa, y eso me alegró. Que estuviese pendiente de cualquier contratiempo hasta el último momento era exactamente la actitud que quería ver en ella. Los siguientes minutos pasaron en silencio mientras sopesaba las opciones que tenía para poder escapar si la cosa se torcía. Me gustaba ese sitio, podría visitar a Estela mientras fuese Medio y pasar las dos nuestra hora aquí, charlando y esperando.

—Bueno, creo que es el momento de que me ponga yo en alerta. Voy a encender mi móvil – dije mientras me acercaba hacia donde lo había dejado, en un cuenco al lado de la puerta.

—Espera —respondió Estela, colocándose delante de mí—. Hay algo que tienes que saber.

—¿Qué te ocurre? Puedes contármelo.

En ese momento sentí un ruido. No lo reconocí al principio, pero acompañándolo se empezó a abrir lentamente la puerta. Miré a mi amiga, que había comenzado a llorar y evitaba mirarme a los ojos. Ante esto, todo mi cuerpo se puso en alerta e instintivamente me alejé de ella.

—Oh, mierda...