Seraphine: ¿Por Qué Mi Felicidad Es Mi Pesar?
La sola idea que mi papá se vaya por demasiado tiempo me perturba, que detesto con todo mi ser, pero ¿acaso no hay una alternativa? Cuando me convertí en una diosa, pude notar toda la magia y el caos del universo. Es un pulso eléctrico placentero, como si siempre estuviera despierta. Y con eso logré ver a toda criatura que intenta perturbar la paz. De una u otra forma el caos me alimenta, me mantiene poderosa y eso es algo que me agrada y me aterra en partes iguales.
Todavía permanezco en el palacio de Demian, pese a que su boda finalizó una semana. Para la desdicha de la pareja, no pudieron tener una luna de miel como suele ser la mayoría de personas que contraen nupcias. Él al ser parte del consejo de mi padre, tiene que estar en todas las reuniones que se celebran.
—Mi amada esposa está enojada —dice mi primo con una copa de whisky en mano—. Se supone que debería estar engendrando a los nietos de mi madre.
—Luego podrás irte a la cama, ahora tenemos asuntos más pertinentes que los nietos de mi señora —lo miro seria. Nos encontramos en su estudio, él en su escritorio sentado y yo delante de él—. Mi padre me ha dejado a cargo en conjunto contigo del reino, mientras que él...
—Estuve ahí en la reunión Seraphine —dice en tono cansado—. Ya mi padre también me lo dijo. Y planeo hacer bien mi trabajo.
—Eso es algo bueno de oír —digo con una sonrisa—. Necesito me envíes reportes semanales de todo lo que sucede en tus tierras. Que pongas al día la economía y la creación de armamento.
—El armamento ya está en marcha. La economía está siendo vigilada —él bebe de su copa—. Y lo que sucede en mis tierras, es asunto mío.
—Es asunto de la corona, tenemos que trabajar juntos —hablo con un tono serio—. Solo te pido que colabores conmigo.
—Y no me niego a hacerlo, tanto lo que suceda es estas tierras como en las tuyas, nos afecta a ambos —él dice dejando el vaso de cristal en el escritorio—. La parte económica es mi especialidad, las armas se están fabricando para tu padre. Lo que me llama la atención son los soldados. Con la guerra de El Páramo, más las intervenciones de nuestros padres, los números han ido descendiendo.
—Lo sé, mi padre necesita un buen ejército si quiere irse a hacer su gira por los planetas —me llevo la mano a la frente—. Necesito aumentar los números, puedo hablar con mi tía Estrella sobre cómo mejorar la milicia del reino.
—Podría ser, pero te recuerdo que son cosas distintas como se manejan en el reino de mi madre que en el reino de mi padre —Demian habla calmado—. Mi padre nunca quiso la influencia de mi madre en su reino —él se ríe—. Y ahora nosotros tenemos que limpiar el cagadero que dejó Robert y sus amiguitos.
—Por eso te pido que colabores conmigo —lo miro fijo—. Hay que estar unidos.
—¿Qué me ocultas sífilis? —pregunta mirándome fijo.
—¿En serio dermatitis? —lo miro divertida.
—Sí, he escuchado algunos rumores que dicen que los espectros andan inquietos —él dice relajado—. Mi padre está allá para asegurarse que todo esté bien, pero lo dudo.
—La mayoría de los agitadores se esconden en el reino de Olena —mascullo molesta—. De ahí provinieron los secuestradores de mi hermana. Mi padre desconfía de ellos.
—No es de extrañar. Olena siempre quiso el trono sombrío —dice mirándome con cuidado—. Cuando mi padre conquistó el reino oscuro, repartió el territorio a sus guerreros más letales y fieles. Olena al ser la única en domar a los espectros, le dio ese lugar, pero a Robert le tocó la parte más grande. Robert fue importante en la victoria de mi padre, pero Olena puso fin a la conquista dándole la relativa paz. Sería lógico que este reino le hubiese cedido a ella después de la muerte de Robert.
—Mi padre...
—Es el rey, eso no te lo discuto —tuerce los ojos—. Lo que quiero decir es, que es importante entender los motivos de tus "aliados" antes que te puedan atacar. Tu padre necesita de una fuerza descomunal si quiere seguir gobernando.
—Es por eso que...
—Te voy a ayudar, solo porque estas tierras son de mi padre —él se levanta—. Quiero que quede claro algo —rodea el escritorio y se afinca en el filo del escritorio y me mira crítico—. Tú no me das órdenes, tu papi puede ser el rey de las sombras. Pero el mío es al amo y señor de todos nosotros. Estaré en el consejo sombrío una vez por mes y aportaré hasta donde crea conveniente ¿quedó claro?
—Si primo —mascullo resignada. Me levanto—. Ahora si no es mucha molestia. Me iré a mantener el control en el reino de mi padre.
—¿Cómo lo controlas? —pregunta Demian cruzando sus brazos por su pecho.
—Los ciudadanos están acoplándose a mi forma de gobierno, pero...
—No me refiero a nivel político, me refiero a ¿cómo manejas el tema de ser la diosa del caos y la destrucción? —me mira menos arrogante.
—¿Cómo manejas ser el dios del engaño? —replico de pie en el medio de la sala.
—Supongo que soy todo lo que la gente espera que sea —él apoya las manos en el escritorio—. Por fin salió el maligno hijo que se espera de la diosa de la oscuridad y el dios de la muerte.
—¿Y qué esperas tú de ti mismo? —cuestiono ladeando la cabeza—. Porque las personas ahora me tienen un miedo terrible. Esperan que acabe con el universo en un arranque de ira y lo peor del caso, es que quiero hacerlo.
—Supongo que todo recae en que no perdamos la cabeza, mi padre dice que le provoca matar a todos. Pero se contiene debido a que, después tendría que verlos en el inframundo todos los días y se le pasa.
Eso me saca una sonrisa y él sonríe también.
—Las personas piensan que cada palabra que digo es una mentira —él mira al techo cansado—. Aún no sé qué en consiste mi labor de dios.
—Decir que vivas como lo hacías antes es una estupidez, considerando todo lo que ha cambiado desde la guerra —me llevo una mano al cabello—. Yo tampoco sé que debo hacer o ser. Destruir el universo, ser una genio malvada o proteger a los míos. Me inclino a la tercera con algunos tintes de la segunda. Estamos en el mismo lado Demian, no soy tu enemiga y no busco serlo. Quiero a mi familia y tú eres parte de ella.
—Me gustó hablar contigo —sonríe estirando la mano y yo se la estrecho—. Solo espero salir vivo de esto.
—Creo que no podemos morir —le digo soltándole la mano.
—Hay muchas formas de morir sin la necesidad que nuestro corazón deje de latir. La pérdida de algo preciado por nuestra culpa es mucho peor que la muerte misma —dice decaído—. Ya te puedes ir, yo quiero terminar de poner un hijo en el vientre de mi mujer.
—Que sutil —digo torciendo los ojos. Él y yo tomamos caminos separados ese día.
Hay una parte de mí que se va muriendo como lo dijo Demian. La culpa de matar, es un ejemplo significativo. Antes defendía el debido proceso de justicia, pero ahora sí encuentro lo más mínimo en la mente de alguien, es suficiente para mí en terminar con su vida. No siento remordimiento, no siento nada en lo absoluto. Y tengo miedo de seguir de esta forma.
Una buena parte de invitados de Demian ahora se dirigen al ducado de Atlas para nuestra boda. Él se encarga de la celebración en conjunto con mi madre. No me entusiasma mi boda, la preparación, nada y me siento culpable por sentirme así. Se supone que las mujeres deberían estar encima de su fecha importante, su momento de brillar. Meghan así lo hizo con su boda ¿por qué yo no puedo ser así?
El vestido, no lo escogí yo y no me importa. Ahora tengo que ser practica en todo, no me puedo detener por cosas superficiales. Mientras que yo pierdo el tiempo en escoger que tela quiero, hay agitadores que buscan derrocar a mi padre. Mientras duermo, hay personas que conspiran contra mi familia. Incluso en la hora de la comida, tengo que estar alerta a cualquier eventualidad.
Mi madre me obliga a irme al ducado de mi prometido a estar presente en los últimos preparativos de la gran celebración. Llego al ducado con tan solo cinco días restando para la gran celebración. Mi madre y Atlas me muestran todo, la catedral donde se llevará a cabo la boda, luego el salón de baile del castillo de Atlas. Él ha hecho remodelaciones del lugar por todo un año y ha tomado mejor aspecto. Ellos me hablan de cada punto importante y yo solo sonrío y asiento a todo.
—Esto sí debe ser tu elección —dice mi madre enseñándome los vestidos para el gran día. Mi hermana pasea por los seis vestidos. El primero es uno negro mostrando los hombros, con corpiño en forma de corazón con mangas blancas y abombadas. El segundo es uno rojo sangre con mangas amplias y con bastante pedrería en el corsé. El tercero es clásico blanco, el que usaré al altar—. Ese lo diseñamos tu padre y yo basándonos en tus gustos.
—Está hermoso —confieso honesta. El vestido tiene los hombros descubiertos, las mangas caen lisas por el vestido blanco con apliques dorados. La falda amplia con distintos pliegues que terminan con líneas doradas.—. ¿Este lo usaré para la ceremonia?
—Así será, el resto serán para la recepción. Es cuestión que escojas el que más te guste. Los demás serán puestos en tu guardarropa —Mi madre se apoya en mis hombros—. ¿Te gustan?
—Nunca he negado tu buen gusto —digo sin mucha emoción.
—Pero... —Me gira para que la mire, al ver mi rostro, pone una mano en mi mejilla—. ¿Qué sucede?
—Se supone que debo estar emocionada por todo esto, pero no siento nada. No me emociona mi vestido, no me interesa planear nada. Siento que tengo otras cosas más importantes que hacer que perder el tiempo —expreso desmotivada.
—Tu vida y tus cosas nunca son una pérdida de tiempo —Ella me abraza—. Entiendo por lo que estás pasando, porque yo también estuve en tu lugar. Entiendo que todo esto sea abrumador y es completamente valido lo que sientes.
—Soy una horrible persona —Sollozo en su hombro.
—No lo eres. Eres una mujer que tiene el peso de un reino en sus hombros y eso es todo —Nos separamos y ella me sonríe—. Te vas a casar con el hombre que amas y todo va a salir genial ¿de acuerdo?
—Sí madre —respondo limpiándome un par de lágrimas. Al final escojo el vestido negro con mangas blancas para la recepción. Aunque voy a usar igual el vestido blanco para parte de la celebración, es muy bonito como para usarlo unas pocas horas.
Por fin llega el día de la celebración, tengo un mejor ánimo. Al menos ya no me siento tan pesimista conmigo misma. Me arreglan mis doncellas con el vestido blanco. Me peinan el cabello en ondas y suelto. Me ponen una tiara —obsequio de mi madre— de diamantes y oro blanco. Pendientes y collar a juego. Mi madre si sabe como regalar.
Me siento en una silla alta a observar por la ventana mi hogar provisional. Por lo de mi padre no viviré con Atlas por un tiempo, él lo entiende por completo; él hace todo lo que mi padre le ordena y no protestó por el hecho que su esposa no lo atenderá como se debe. Haré todo lo que pueda para venir para estar con él, sé que ahora no verá los problemas, pero yo si los veo, o al menos por como es la relación de mis tías. Sé por su experiencia lo que es llevar un matrimonio a distancia.
Escucho el sonido de alguien tocando a la puerta.
—Adelante —digo levantándome de mi silla. Mi padre entra a la habitación y se queda petrificado al verme—. ¿Qué te parece?
Él no dice nada, pero las lágrimas le traicionan y salen sin parar. Me voy hacia a él y lo abrazo.
—Aún recuerdo cuando naciste, eras tan pequeña y frágil —dice en mi oído sin soltarme—. En ese momento eras mi pequeña...
—Aún sigo siendo tu pequeña —le digo soltándolo y él me mira con los ojos llorosos—. Y casada o diosa o como sea, soy tu pequeña.
—¿Lo prometes? —cuestiona limpiándose las lágrimas.
—Lo prometo —Le tomo de las manos—. Y tú siempre serás mi padre y te amaré como a nadie.
—Eres la mejor —Él me besa la mejilla—. Ya debemos irnos, te he venido a buscar. Tu madre ya está con tus hermanos en su carruaje.
Mi padre y yo salimos de mi habitación. Los guardias nos siguen por todo el trayecto hasta que subo al carruaje negro y dorado, mi padre me ayuda a subir. Los dos nos acomodamos en el mismo asiento. Puedo escuchar la muchedumbre a las afuera del castillo vitoreando de alegría, me sorprende, pero por lo menos no son gritos de odio. Salimos en el carruaje y mi padre y yo saludamos a las personas que se amontonan en las calles de la ciudad.
Atlas ha trabajado arduamente para mejorar en su ducado y eso es algo que me llena de orgullo. En serio me estoy casando con un buen hombre. Estoy segura que seré feliz en mi matrimonio, y después de un largo tiempo, me siento que por un momento disfruto de mi felicidad.
Llegamos a la catedral y bajo del carruaje con ayuda de mi padre, él se ve guapísimo con su casaca verde bosque con bordado plateado. Él ha mejorado su forma de vestir gracias a las exigencias de mi madre, debido a la nueva posición de mi padre que se tiene que vestir como un rey. Él me escolta al interior de la catedral gótica. Puedo escuchar el sonido de la música ascendiendo y las puertas abriéndose dejando ver a una gran cantidad de invitados. Mis damas y padrinos de boda ya están en el altar junto con Atlas.
Mi padre y yo caminamos por el medio del alto edificio. Los presentes se levantan e inclinan la cabeza o hacen breves reverencias. Yo mantengo la cabeza al frente, mirando a mi futuro esposo. Él es mi ancla, mi fortaleza y mi mejor amigo. No hay nadie con quien quisiera estar, que no sea Atlas Stonewell Dumont.
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