Miranda: Los Bebés
Me dispongo a cargar a mi bebé hermoso, mientras que Stephan carga a mi niña Julieta.
—Vamos a ver sus huevos —digo haciéndoles caritas.
—No sé cómo sean en el reino de la luz, pero aquí el tema de los guardianes no funciona así —dice Stephan abrigando bien a Julieta.
—Es el mismo sistema, solo que Sira se embarazó casi al mismo tiempo que yo. Y según varios escritos, que cuando una protegida y su guardiana se embarazan al mismo tiempo, los hijos de ambos, suelen estar conectados —digo con una sonrisa.
Los dos caminamos hacia el santuario de los dragones en el castillo de la reina Luna. Lo quise construir en el patio de la casa que comparto con Stephan en la capital, pero por problemas con los vecinos y entre otras cosas, me negaron los permisos.
—Entiendo, pero creo que entre más fuerces algo, menos se va a dar —dice observando todo a su alrededor—. Además ¿en serio es necesario que los niños tengan dragones de guardianes? Solo con ver lo que gastas en Sira, se deberían de quitar las ganas.
—Tengo los medios para mantener a mi dragona y a sus hijos, y si quiero que mis hijos tengan dragones —digo entrando al nido de Sira.
Ella se encuentra enroscada alrededor de sus huevos. Le entrego a Julián a Stephan y me dispongo a trepar por encima de Sira.
—¿No es más fácil que le digas que se estire y ya? —pregunta mirándome confundido.
—Se encuentra dormida, y si la despierto se enojará conmigo —comento empezando a subir por su ala retraída.
—No busco insultar tu inteligencia, pero ¿qué clase de ser estúpido tienes que ser para molestar un dragón dormido solo para ver sus huevos? —exclama en voz baja—. Yo me voy, no pienso arriesgar a mis hijos por tu imprudencia.
—Se están rompiendo —exclamo en la cima de Sira, veo como los cascarones se están agrietando—. No se pueden romper, aún mis hijos están pequeños.
—¿De qué hablas? —Él se acerca alerta.
—Que ya están naciendo los bebés de Sira —digo con los dientes apretados—. Esto es tu culpa.
—¿Y yo que hice? —pregunta ofendido—. Yo no soy la loca imprudente que busca despertar a un dragón.
—Tu falta de empatía me resulta repugnante —digo aún sentada encima de Sira—. Pero, ya que estamos aquí. Ve y busca a un cuidador para que esta vez sí podamos seguir el camino que harán hacia su protegido.
—Entiendo, siento lastima por la familia que los tenga —dice saliendo de los nidos de dragones. Admito que esto es un avance por parte de él, no ha querido ver ningún dragón o ver el fuego desde la guerra. Supongo que tampoco quiere que sus hijos tengan dragones por ese motivo y solo usa la excusa del mantenimiento de los dragones. Que sí, son sumamente costosos, por lo general tengo un gasto de tres mil coronas anual solo con mi dragón. Y con los otros tres, dos de los cuidadores y el de Aurora; Gunilda y Arem contribuyen a pagar la mitad de los gastos.
Stephan viene con los dos cuidadores que me miran alterados.
—¡Bájese de allí! —exclama uno de ellos.
—Estoy vigilando —digo en voz baja. Me volteo y los dragones bebés ya están fuera de su cascarón—. Ya salieron de su cascarón.
—Ya se puede bajar, nosotros nos encargamos —dice el hombre mayor. A regañadientes bajo de Sira y llego con Stephan que me mira asesino. Estiro mis manos hacia Julián y Stephan se aparta.
—Es mi hijo —digo molesta.
—Nos pusiste en peligro —dice en su forma serio/enojado.
—Claro que no —digo tomándole de la mano a Julián, él sonríe y se estira para venir conmigo—. ¿Ves como quiere venir conmigo?
Pero me ignora y mira al frente. Los cuidadores mueven con una delicadeza extrema la cola de Sira.
—¿La quieren despertar o qué? —pregunta Stephan con mala cara.
—Sí, tienen que hacerlo. La madre tiene que conceder el permiso para que sus hijos se vayan. Si no lo hace, bueno. Quemará todo el lugar hasta que le devuelvan a sus retoños —digo y él se aterra—. Por eso se aconseja primero despertar a la madre, y se empieza por la cola, ya que si la despiertas por la boca...
—Te come —Él termina la frase y se pone firme.
Los cuidadores logran despertar a Sira y ella ruge tan fuerte que provoca el llanto de mis hijos. Ahora Stephan si me entrega a mi hijo y lo consuelo, él no para de llorar, al igual que Julieta. Los cuidadores le explican la situación a Sira y ella mira a sus bebés, se les acerca y los lametea a los dos y ellos rugen tan bajito. Sira se aparta de ellos dando su permiso para irse a ser guardianes.
Los dragones empiezan a caminar fuera del nido de su madre y los cuatros empezamos a seguirlos por fuera del santuario. Hay una gran ventisca que me dificulta ver más allá, incluso con las gotas de la reina, siento que me toman del brazo.
—Yo los guiaré —exclama Stephan, los cuidadores y yo caminamos lento, mientras que no perdemos de vista a los bebés dragones.
Estamos en la cima de una gran cordillera, los guardias postrados en los extremos nos ayudan a seguir de pie. Caminamos un gran trozo hasta llegar al palacio de la reina.
—¿Qué? —exclama Stephan confundido—. No hay niños aquí.
—Los dragones no se equivocan —exclama un cuidador—. Si nos guían hasta aquí, es porque su protegido debe estar aquí. O este cao, dos de sus protegidos.
—Esto es confuso —Es lo único que dice y las grandes puertas de hielo se abren ante nosotros. Los cuatros entramos y por fin puedo ver de forma decente. Julián tiene una gran sonrisa, como si salir con una gran ventisca fuera algo tranquilo.
—Vamos —Nos indica los cuidadores, los dragones ya empiezan a correr por los pasillos y nosotros vamos detrás de ellos.
Los guardias se quedan consternados por nosotros, pero al ver a Stephan se tranquilizan y mantienen la formación. Seguimos por los pasillos hasta que empezamos a escuchar varias voces discutiendo, los dragones empiezan a acelerar y entran en la sala. Pero Stephan y los cuidadores se quedan en el pasillo, mientras que yo entro en la sala. Me petrifico al darme cuenta que casi todos los dioses están allí y me miran molestos.
—Hola —Saludo y me inclino con mi bebé—. Disculpen la intromisión.
—Aleja esas cosas de mí —Una mujer que carga a una niña se aleja del dragón bebé.
—¡Sí había niños! —Les digo a los cobardes de afuera.
—¿Qué está pasando? —exclama un hombre fornido alejándose con otra niña en brazos y el otro dragón va con ellos.
—Esos son los hijos de mi guardiana —digo buscando haciéndole señas a Stephan. Él entra desconfiado y le entrego a Julián—. Y al parecer, son guardianes de ellas —digo nerviosa. Los dioses me miran furiosos.
—Tiene sentido —dice la amiga de Aurora—. Ustedes son los tíos de Aurora. Y ellos son los hijos de Sira ¿cierto? —Señala a los dragones que buscan trepar por las piernas del hombre y de la mujer.
—Así es, en serio disculpen esto. Pero los dragones son así —digo acercándome para cargar a un bebé dragón y este busca morderme. La princesa Seraphine me ayuda a contener los dragones—. Gracias, princesa.
—No hay de qué. Usted, Aurora y él —señala a Stephan—. Fueron grandes aliados con la guerra de dragones. Demian, ayúdame con esta cosa —Un joven de pelo negro se levanta y toma el dragón bebé de las piernas del hombre fornido. Tiene cierto parecido con la reina.
—Quien diría que esta cosita tan tierna te puede comer vivo con un solo mordisco —dice mirando al bebé dragón, este estira los bracitos para arañar el rostro del joven—. No a la cara. Así que dragones guardianes ¿quién lo diría? Mira mamá ¿hermoso, no? Ya quiero ver la cara de la tía Liora cuando se entere.
—Vaya, ¿y soy yo la que está predestinada al caos? —exclama la princesa cargando al bebé, que increíblemente se encuentra tranquilo a diferencia del que carga el joven Demian.
—¿Usted estuvo en la guerra de hace un año? —pregunta la señora que intenta alejar a la beba de su guardián.
—Sí, estuve en la división aérea en conjunto de mi sobrina. Las dos estuvimos con nuestros dragones, el de ella era el dragón de hielo y el mío solo de fuego. La reina lo domó mientras que yo peleaba en el aire —respondo tranquila—. Y el padre de mis hijos estuvo en la división terrestre.
—¿Así que es padre? —pregunta un señor de piel oscura bien fornido y con grandes rastas—. Felicidades, debe ser una tarea difícil.
—Lo es, pero entre mi mujer y yo nos las apañamos cuidando estas bellezas —dice enseñando a los bebés.
—¡Qué hermosos! —exclama la princesa acercándose a Stephan—. ¿Cómo se llaman?
—Julián y Julieta —responde Stephan con una sonrisa—. Tienen seis meses.
—Mira Lou —dice la princesa Seraphine a su hermana menor y miran a mis hijos maravilladas.
—No se parece a usted —dice la princesa Louisa. Me encanta el color de su cabello—. Son mellizos, ¿duele parir?
—Muchísimo —respondo con una sonrisa.
—Y más si son múltiples —Interviene la mujer con su hija en brazos—. Así que mis hijas tienen dragones guardianes. Taurus se pondrá extasiado.
—Pues sí hija, —responde el padre de la mujer. Ya poco a poco voy descubriendo quien es quien—. ¿Cómo es el proceso de unión en estos casos?
—Es sencillo —Les explico cómo funciona la unión entre un dragón y su protegida, más los hechizos en cuestión.
—Entonces es mejor buscar a Marte y a Taurus para que lo hagan —comenta el padre de la reina.
—Kenan fue por ellos, pero pareciera que se habrá perdido —comenta la diosa Laila.
—¡Alguien que aleje esta cosa de mí! —grita el joven Demian y suelta al bebé dragón. Este cae torpe al suelo y empieza a chillar.
—¡Viste lo que hiciste! —Le riña la princesa Seraphine, esta se acerca al bebé dragón y este se enrosca en su pierna—. ¡Me aman!
—Por supuesto, entre bestias se entienden —Refunfuña el joven Demian y este se sienta al lado de su esposa.
—Que bestias, son un amor mira como me quieren, Atlas —Un gran hombre con cuernos y piel grisácea la mira con ternura.
Después de varias discusiones, dejan a las niñas en el suelo y estas se van con sus respectivos guardianes. Los dragones dejan a la princesa Seraphine y ella se entristece, pero se sienta en el piso con los demás, al igual que la madre de las menores, el abuelo y la hermana de la princesa Seraphine. Hablo con los cuidadores y ellos se quedan afuera como especie de protección. La señora Laila y su esposo nos interrogan sobre nuestras vidas.
Las niñas de la señora Estrella, llaman a mis hijos. Stephan y yo nos sentamos en el suelo con los niños y las niñas se acercan y empiezan a jugar con ellos. Julieta empieza a gatear y una de las niñas hacen lo mismo.
—Mami, la bebé atea —dice una niña sin pronunciar la G.
—Gatea —le corrige la madre y su hija asiente. Julián empieza a gatear hacia su hermana, pero un dragón lo detiene y empieza a empujarlo. La niña que no está con Julieta se acerca y empuja al dragón de mi hijo.
—No con el bebé —La niña arrastra al dragón desde la cola y este se deja. Mi hijo se regresa conmigo.
—¿Puedo tenerlo? —pregunta la princesa Seraphine.
—Sí, claro —digo entregando a Julián y este mira asustado a la princesa—. Mamá está aquí, Jules.
Julieta gatea hacia a su hermano y se empieza a levantar y yo empiezo a hiperventilar.
—¡Stephan, mira! —señalo a Julieta. Él mira orgulloso a nuestra hija.
—Los primeros años, siempre son motivos de celebrar —dice la señora Laila.
Julieta se levanta teniendo a la princesa Seraphine de soporte. Julián le toma la mano a su hermana y empieza a halarla y ella se cae, mira mal a su hermano. Julián le da un abrazo y ella lo aparta. Él vuelve a abrazarla y ella se deja la segunda vez.
Las niñas de la señora Estrella se acercan y les dan un abrazo a mis hijos, también se les une los dragones bebés.
—¿Qué está pasando? —pregunta una voz masculina y nos volteamos y la señora Estrella se levanta veloz y se lanza a los brazos del hombretón rubio. Y me doy cuenta que es su esposo.
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