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Luna: No Tengo Más Lágrimas Para Llorar

Me hubiera gustado que Lina me dejara a Louisa conmigo. Así no estaría tan sola al regresar a mi palacio. Mis hijas se tuvieron que ir con sus bisabuelos a los dos días de la boda de mi sobrina.

El verano casi finaliza, pero aun así me quedo sentada observando una chimenea apagada. Tengo esposo e hijos y ninguno conmigo. Ahora con este maldito bloqueo, no me puedo teletransportar con Sol, no puedo ir a verlo por ningún concepto. No puedo ver a mi hijo mayor por lo mismo. Esto es una real mierda y no sé cómo lidiar con ella.

Lina me había ofrecido que me podía llevar de contrabando a Solaria el mes próximo, ya que ella tiene que ir a lidiar con algunos asuntos con los seres de la luz. Por mi desesperación, acepté. Aceptar migajas es mejor que no tener nada. Mi viaje será casi en secreto, solo estaré como unos cinco días por Solaria. Solo me llevaré a Stephan esos días por precaución. Me llevo poco equipaje para esos días.

Por fin pasa el condenado mes y me voy en el barco de Lina. Ella viaja con Louisa y ella me abraza cuando entro en la sala común del gran barco de Lina. Por fuera no tiene grandes decoraciones como los barcos del reino de la luz, pero la decoración se encuentra dentro de las salas, camarotes y oficinas. Lo que sí es evidente es lo fuertemente armados que van sus guardias y el barco.

—Me gusta que viajes con nosotras tía Luna —Mi sobrina dice sin soltarme. Las dos nos sentamos en el cómodo sofá, mientras que Lina se encuentra fuera en una reunión.

—A mí también, pero cuéntame ¿cómo te llevas con tu madre? —pregunto apartando algunos cabellos de su frente.

—Bien, me sacó del colegio y ahora tengo a varias sacerdotisas que me dan clases —responde acostándose en el sofá y usando mis piernas como su almohada—. Ahora me la paso con ella en este barco.

—Al menos estás con ella, eso es lo que querías —le digo mirándola a sus ojos grises. Ella es una mezcla de Tristan y Lina, pero en este caso particular, Louisa es una calca de Lina. Su nariz respingada, ojos grandes y rostro ovalado. Pero tiene los ojos de mi hermano y su mirada nostálgica.

—Yo quiero a mi papá, y por culpa de la guerra ya no lo tengo —replica enojada.

—Te entiendo, yo no puedo ver a mi esposo y a mi hijo por lo mismo —comento malhumorada. Ella y yo entrelazamos las manos y empezamos a hablar de nuestras cosas, ella me dice cuanto odia ya no tener a su padre con ella—. Te entiendo, cuando mi padre se iba de viaje por meses era lo peor, a veces estaba mi madre. En cierto punto, no era tan malo. Tenía también a mis hermanos.

—Sí, pero mis hermanos son mayores. Ya con sus responsabilidades definidas —refunfuña molesta—. No tienen tiempo para mí.

—Es una pena eso. Pero de igual forma, busca la forma de pasar tiempo con ellos —la animo—. Nunca es tarde para crear vínculos con tus hermanos.

—Así como mi papá y tú —Me mira fijo.

—Exacto —respondo nerviosa. Lina llega después de un gran periodo de tiempo.

Las tres cenamos tranquilas y Louisa se va a dormir.

—Es una gran niña —digo nostálgica.

—Lo sé —responde Lina con una sonrisa—. Tus niñas también lo son.

—¿Piensas que soy una buena madre? —pregunto de la nada. Ella me mira pasmada, no nos hemos levantado de la mesa.

—Mejor que yo, sí —dice tomando de su copa de vino—. Tienes tiempo para pasar con tu familia, tu trabajo no te consume el alma como a mí.

—¿Y entonces, por qué mis hijos no les gusta pasar tiempo conmigo? Yo veo a Louisa arrastrándose por tu atención, cazando el más mínimo momento para estar contigo. Pero mis hijos les desagrada pasar un fin de semana conmigo —digo cabizbaja.

—Bueno, tus niñas son seres centrales y mi señor tiene planes específicos para cada uno de nosotros —Ella se endereza en su asiento—. Es normal que tome su tiempo en prepararlas para el futuro.

—El abuelo nos da un mes al año para que Sol y yo las visitemos y siempre escogen irse con él. Solo fue este año que se quedaron conmigo, pero odiaban estar en mi palacio por más que buscaba una actividad diferente. Se alegraban cuando no estábamos en El Páramo —Unas cuantas lágrimas se escapan—. Marcus no deja a Sol por nada del mundo. Solo ha estado pocas veces en mi reino. A veces mis consejeros o ministros se sorprenden cuando se percatan que tengo hijos. ¿Soy tan horrible o he hecho algo mal para que mis hijos no me quieran?

—He visto como eres con tus hijos y no eres una mala persona o una mala madre. A veces nuestros trabajos no son del agrado de todos, incluyendo a nuestros hijos —ella me toma de la mano—. Eres una gran mujer, y una gran madre.

Las dos nos abrazamos y lloramos un poco. Ella y yo hablamos de otras cosas a parte de nuestros reinos. Empezamos a sincerarnos sobre la vida y nuestros miedos con las nuevas responsabilidades.

—Ahora que Tristan no está, tengo miedo de no poder llegarle a los talones en tema del vínculo que tiene con las niñas. Seraphine y yo nos hemos unido por el reino de las sombras, Lucian es una bendición y Louisa es un desafío.

—Creo que todos los hijos son un desafío. Una vez escuché que no siempre los padres se llevan bien con sus hijos, ya que son personas distintas a ti, pese a que una los haya creado —comento reflexionando—. Creo que mis hijos no se llevan bien conmigo, aunque los ame.

—Te entiendo —ella sonríe comprensiva.

El viaje es tranquilo, no hay tormentas o delincuentes que perturben la serenidad del barco. Supongo que tienen sus ventajas al viajar con la diosa de los océanos y el clima. Louisa se une a nuestras conversaciones de mujeres. Lina hace sus esfuerzos en conectar con su hija como mostrarle todo el barco y como funciona cada cosa. Louisa escucha tranquila, yo las sigo por detrás.

Llegamos a la frontera con el reino central. Es bastante notoria por el campo de fuerza que se extiendo por todo lo largo y ancho del océano y parte de tierra. El barco se dirige a un puesto de control, donde los soldados del mar se aseguran que su señora viaje a salvo. El control dura medio día, pero por fin nos deja ir.

—¿Por qué tardó tanto? —le pregunto a Lina cuando ya nos encontramos de nuevo a la sala común.

—Por el cargamento —es lo único que responde. Llegamos en cinco días al palacio de Lina a través de los portales—. Hubo un cambio de planes —Lina y yo nos encontramos en la cubierta. Louisa a su lado—. Por la complejidad de la visita, Sol y su consejo nos verán aquí.

—No hay problema —digo un poco aliviada, no me sentía cómoda en estar en Solaria y mucho menos como una fugitiva.

Bajamos del barco, Lina me dice que se reunirán mañana. Pero que yo tengo que esperar al menos tres días para que Sol pueda estar disponible. Accedo, no puedo exigir demasiado. Esta situación de la prohibición me tiene con los pelos de punta.

Louisa y yo pasamos los días juntas, la llevo por el palacio de su madre. La llevo al mar y pasamos el día allí. Ella es una niña hermosa, con una gran suspicacia digna de sus padres. Puedo ver a mi hermano en su mirada perdida. Me hubiera gustado poder pasar más tiempo con él, los años perdidos por mi orgullo extremo me costaron bastantes momentos sagrados con mi hermano.

El tercer día llega y Sol por fin se encuentra disponible, nos reunimos en mi habitación. Corro de inmediato a sus brazos. Él se queda de pie abrazándome.

—Te he extrañado tanto, mi amor —digo en el hueco de su cuello. Su olor a especias y colonia costosa sigue siendo igual. Me separo y lo veo, él se ve cansado y con pequeñas arrugas en los ojos—. ¿Sucede algo mi amor?

—Todo sucede —responde desanimado—. Lina me dijo que estabas aquí.

—Sí, le pedí que me hiciera el favor para verte —le digo acariciando su apagado rostro—. ¿Sol, qué sucede? Me preocupas.

—La guerra Luna. Esta situación me tiene estresado —Él se aparta de mí y se va a la cama donde se acuesta—. Traidores por un flanco, deudas impagables por el otro. Y todo porque no pude mantener mi boca y mi honorabilidad apagada.

—Te estaban desangrando Sol...

—Luna, a comparación de lo que nos toca pagar al gobierno de tu señora. Eso era una miseria —él me mira molesto—. Tengo a todos; reyes, y dioses insultándome hasta el mal del que me voy a morir por esta maldita guerra.

—Quisiera ayudarte —Me acerco a él, pero se aparta.

—No, gracias. Escucharte en primer lugar, fue lo que me ha llevado a esta situación —masculla molesto recostado en la cama. Me quedo parada observándolo—. Lo único que quiero en este momento, es paz y más de veinte millones de coronas.

—¿Y Marcus, cómo está él? —pregunto para hacerlo cambiar de tema.

—Ayudando lo mejor que puede —suspira aflojándose el cuello de su camisa. La casaca color ocre se la quita y la deja a un lado de la cama—. Te extraña, quiere a su madre de vuelta.

—Me gustaría que me visitara. Tal vez sea bueno para él —digo tomando la casaca de Sol y la dejo en el sofá. Me regreso a la cama y me acuesto al lado de mi esposo.

—Marcus se queda en Solaria —exclama tajante.

—Las niñas pasan tiempo contigo en Solaria. Tal vez ellas puedan...

—Son mis hijos, ellos estarán con su padre.

—Pero ¿y yo? También son mis hijos —le recrimino.

—Pero ellos quieren estar conmigo. Yo les puedo complacer en todo lo que deseen. Están felices conmigo y es todo lo que importa —dice mirándome sin emoción.

—¿Y lo que yo quiero no es importante? —pregunto irritada.

—Tú dejaste bien en claro que tu reino era tu prioridad. Que tenías un deber sagrado y que nada ni nadie podía cambiarlo. Tuviste la oportunidad de tener a la familia unida y la rechazaste en tu afán de gloria y poder —Él me mira fijamente—. Que tus hijos no quieran pasar tiempo contigo no es mi asunto.

—¿Cómo puedes decirme algo tan cruel? —pregunto alejándome de él.

—¿Cuántas veces te supliqué que estuvieras con nosotros, cuántas veces te dije que te podía dar la vida de reina? Te prometí y planeaba en cumplir con mis palabras. Teníamos una vida maravillosa y la desaprovechaste —exclama molesto.

—Porque es sencillo dejar todo lo que peleaste, lo que te costó sangre y lágrimas. Toda tu vida y tu ser —exclamo iracunda—. ¿Por qué no lo dejas tú, deja tu reino, tu poder, todo tu ser y ven a vivir conmigo? ¡Déjalo si tanto te estresa!

—No compares situaciones —él se levanta enojado—. Mi reino es por mucho mejor que el tuyo.

—O claro, tu reino lleno de traidores chupa sangre, hipócritas y ladrones. Por supuesto que es muchísimo mejor que el mío —digo sarcástica—. Es tan bueno tu maldito reino que no sabes ni mierda de lo que sucede en tus narices. Por favor Sol, no me jodas. Puedes tener más dinero que yo, pero al menos yo sí sé mantener a todos bajo mis órdenes y me son leales a mí hasta la tumba. Donde no me cambiarían ni por todo el dinero del universo.

Él se queda mirándome furioso y yo igual.

—Vine porque quería estar con mi esposo, no pelear con él —digo llevándome la mano a la frente—. Y mucho menos a que me insultes y uses a nuestros hijos para herirme de la peor manera —Hago una pausa—. Vete de aquí si tanto mal te hago.

Él se endereza y se lleva las manos al rostro.

—Perdón —dice derrotado. Intenta acercarse a mí, pero me alejo—. No quería herirte, no es propio de mí.

—¿Y qué si es propio de ti? —cuestiono cansada—. ¿Por qué yo sí tengo que atravesar todo el universo para estar contigo?

—Yo quiero a una esposa que esté para mí, así como tú necesitas un esposo que esté para ti —él habla con la voz entrecortada—. Pensé que podíamos hacer funcionar esto...

—¿Qué quieres decir? ¿Qué te rindes? —Lo miro con las lágrimas a flor de piel—. Porque yo no quiero rendirme. Y no pienso hacerlo ahora. Solo estamos atravesando una mala temporada.

—Te necesito Luna. Quiero que estés conmigo, que estés con Marcus. Que podamos ser una familia unida. No que cada uno de sus miembros estén esparcidos por el universo —Él también está llorando.

—Podemos arreglar esto, hay que luchar por nosotros —Me acerco a él—. Sé que esta pesadilla de la guerra pasará. Que estamos atravesando las consecuencias, pero lo nuestro debe prevalecer. Cuando todo esto termine podemos recobrar las visitas. Yo dos meses en Solaria, tú dos meses en El Páramo. Buscar todos los huecos para poder estar juntos.

—¿Y te parece que eso es justo? —replica mirándome con los ojos rojos—. Para ser honesto. No quiero buscar huecos, no quiero verte solo dos meses al año. No quiero hacer maromas para vernos. No quiero seguir estando solo cuando se supone que estoy casado.

—Sol...

—Lo mejor es que estemos un tiempo separados. Que repensemos esta situación con la mente más fresca —habla con la voz entrecortada.

—Dime que no me amas, dime que ya no me quieres en tu vida. Dime que te cansaste de mí y te dejaré en paz —Le sostengo su húmedo y caliente rostro—. Dímelo, sé hombre y dímelo de frente.

—No... puedo —Él empieza a llorar desconsolado. Es la primera vez que él se rompe de esa forma. Me abraza y llora en mi hombro, no lo suelto por ningún motivo. Lo llevo a la cama y los dos lloramos hasta que ya no nos queda más lágrimas—. No quiero estar solo, no lo soporto. Te necesito Luna, no sé qué hacer. Todo se ha vuelto un infierno. Te necesito, no me dejes.

—Nunca te dejaría, primero me tendrían que matar para que me aparte de tu lado —digo acariciándole la cabeza. Él se desahoga conmigo sobre como han sido sus últimos dos años y medio.

Su padre despotricando en su contra por haber arruinado el buen nombre de los seres de la luz. Su señora tan enfadada con él que por poco le quita su reino. Una crisis financiera por el pago de la deuda y como todos los reinos de la luz se la lanzaron a Sol. Él vino a hablar con su hermana para que ella sea una intermediaria y poder concretar un acuerdo de pago donde su gobierno y de varios más se comprometen a pagar la deuda completa.

—Cuatrocientos años, más un diez por ciento de interés —habla mientras que sorbe por la nariz, él toma un pañuelo de su chaleco y se limpia la nariz—. He disminuido los impuestos para que las personas no se vayan y he hecho alianzas comerciales. Todo con tal de pagar. He disminuido los gastos hasta un punto inimaginable. Pago por una guerra que no inicié, por una maldita gente que solo buscaba hacernos daños. Y por muy desagradable, lo logró.

—Ganamos...

—Una batalla, pero la guerra aún la libramos Luna —él se acuesta y mira al techo, lo imito—. En el reino de la luz, hay disputas y revueltas que juzgan a los dioses. Donde quieren sus cabezas. Lo que me parece irónico es que, ese lado del universo es el más beneficiado de los dioses. Y aun así se quejan, les damos casi en bandeja de oro todo lo que desean. Pero nada es suficiente.

—Son niños mimados, cuando le cortan el grifo, harán un gran desastre a sus padres —digo tomándole de la mano—. Esos niños necesitan a un padre con mano dura. Que les enseñe que hay consecuencias en desafiar a su protector. Eres un rey, un dios, un padre y mi esposo. Yo sé lo que eres y las personas que te queremos también lo saben. Pero para estar en el poder, no puedes ser una buena persona. Tienes que apagar tu moral y tu corazón, si quieres tener esa corona por un largo tiempo.

—Tienes razón, siempre la tienes —él me besa en los labios.

—Yo estoy para ti, apóyate en mí todo lo que necesites. Eso es lo que hacen los esposos, sin importar la distancia. Yo estoy contigo —le digo quitándole la ropa. Él me ayuda a desnudarme y me besa cada parte de mi cuerpo. Él se toma su tiempo en olerme, besarme, manosearme—. Estamos juntos en esto Sol para siempre.

Él asiente y me hace el amor.

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