9. Callejón (un día simplón)
No tardé en enviar una carta bastante formal a los Potter agradeciéndoles por ayudar a mi prima (originalmente Amanda se nos presentó como una prima lejana, pero en mi cultura primo es primo).
Lo triste del asunto es que aveces podía sentir a la rubia llorar por las noches, lloraba muy pasito... pero soy experta en llantos así que supe diferenciar las respiraciones. Hoy fuimos al callejón diagon y fue bastante entretenido, un cambio de aire que nos sentó bien a todos.
—¿Ya nos vamos? —preguntó Alejandro por tercera vez esa mañana.
—Aún no —le respondió papá, cansado—, falta tu madre.
—Hay muchas cosas que comprar, los útiles son diferentes... ¿ya viste el libro de transformaciones? —Javier caminaba con la lista de compras en la mano—, Camila ¿llevarás al gato?
Yo asentí rápidamente, pude escuchar a Amanda carcajearse por la presión que ejercía mi hermano sobre la familia— supongo que si, no se ha despegado de mi.
—No se te vaya a perder ese gato —advirtió papá.
—Miau —maulló Fer corriendo hasta los pies de mi padre, el gato comenzó a ronronearle.
—¡Ay! que bonito gatito, mishu —papá comenzó a acariciarle mientras lo mimaba.
—Es un gato muy inteligente —escuché la voz de Amanda.
—¡Lo es! —Javier sonrió—, una vez dejó a su dueña encerrada en un salón bastante viejo —entonces la sonrisa desapareció de mi cara—, es tan listo que hasta el día de hoy nadie ha entendido la razón.
—Ja, ja —me reí sarcásticamente—. Para tu información... ese día tuve mucho tiempo libre y me aprendí casi todo el libro de hechizos.
—¡Si!, y luego te ibas a lanzar por una ventana y todo ese aprendizaje iba a ser en vano —me señaló, ¡mi propio hermano me estaba reprendiendo!
—Espera, ¿cómo que te ibas a lanzar de una ventana? —pregunto papá con una voz seca. Javier me miró triunfante y Amanda no sabía en dónde meter la cabeza... Alejandro solo disfrutaba del show en silencio.
—N-no me iba a lanzar —tartamudeé y aparté la mirada, comencé a jugar con mis dedos mientras trata de explicar—... iba a pasar al otro salón caminando por el tejado...
Pero papá me interrumpió— entonces no llevaremos al gato de compras.
Fer fue el primero en protestar, se levantó en sus cuatro patas y se encorvó... su cola permanecía recta y sus pelos parecieron erizarse en el acto, soltó ese horrible ruido que hace cada vez que amenaza a alguien (o a algo).
—¡Le va a robar el alma! —saltó Alejandro escondiéndose detrás de un cojín.
Yo estaba temblando en mi lugar, tenía sentimientos encontrados, por un lado quería defender a mi papá... pero otro lado por alguna extraña razón me sentía más segura si Fer iba.
Papá se levantó y Fer se agachó como si fuera a saltarle encima— ¡No me vas a retar en mi casa! —le reclamó.
Fer prácticamente gritó en respuesta ante la advertencia de mi papá, quien sacó la varita de su abrigo y apuntó al gato en posición de ataque.
El gato negro chistó y el hombre de la casa permaneció firme... pero en breve su disputa se vio interrumpida cuando una voz femenina salió en dirección del recibidor.
—¡¿Qué está pasando aquí?! —exclamó mi madrastra llegando con su ropa de salir, entonces el maullido de dolor llegó a mi oídos, rápidamente volteé en dirección el gato.
Papá levantó la varita como si no hubiese hecho nada y Fer maulló tristemente en el suelo.
—¡Por Merlin! —soltó la mujer—, ¿pero qué le hiciste al pobre gato?
—Mi amor no le hice nada, en serio —se defendió papá. La mujer se acercó al animal y se aseguró de que estuviera bien.
Mi madrastra se levantó y dirigió su mirada a mi— tu padre aveces puede ser muy malo.
—¡Pero yo no fui! —se excusó—, es el gato, ¡el gato es muy listo!... ¡lo planeo todo!
—Ajá si —dijo incrédula su esposa—, es un gato Erick... jamás podría «planear» una cosa así por más listo que sea.
Mi papá pasó la mirada por todos los presentes, observó al gato, luego a mi y por último a mi madrastra.
Al final Fer se salió con la suya y papi quedó como el malo de la película, durante todo el camino, cada que tenía la oportunidad le dedicaba una mala mirada al gato... cuando hubimos llegado al caldero chorreante Fer bajó elegantemente del vehículo y esperó a que bajara, para ese entonces ya papá miraba con expresión de incredulidad al felino... bueno, por lo menos ya no le odiaba.
—¿Y si no es un gato? —me susurró papá mientras entrábamos al local.
—Ya lo había pensado antes —le comenté viendo cómo Javier y Alejandro hablaban entretenidamente con Amanda—... pero si fuera un animago... el doctor de Orlando me lo hubiese advertido.
Papá asintió relajándose un poco, después de todo a mi también me pondría los pelos de punta imaginar que uno de mis hijos pudiese dormir con un extraño de 50 años... y eso que no tengo hijos.
—¡Señor Spellman! —saludó un tipo el barra, ¡y a ese lo conozco yo!, lo conocí el año pasado... sin embargo ha había olvidado su nombre.
—¡Renko! —sonrió mi padre en respuesta.
—¡Ah!, este año traes a otra persona... ¿otra hija que tenías oculta? —sonrió haciendo referencia a Amanda.
—Lamentablemente no —le respondió igual de amable, mi padre es un hombre de respeto y cortesía (exceptuando esa vez en navidad... y cada vez que se encontraba con Albus el año pasado)—, es mi sobrina... ha venido con nosotros una temporada.
—Oh, pues me agrada el tiempo en familia... ¿les aparto una mesa para más tarde?
—Eso sería muy amable, claro que si —y le extendió la mano para brindarle un buen apretón, el señor la tomó con gusto e hizo un gesto de que debía volver al trabajo.
—Disfruten el día —avisó por última vez el hombre.
Luego de varios «gracias» por nuestra parte procedimos a ir hasta el portal (que se encontraba en el mismo lugar de siempre), esta vez mi madrastra sacó su varita y señaló los respectivos bloques, en breve estos se apartaron y dejaron a la vista aquel maravilloso lugar.
—¡Huele a magia! —saltó el menor quien tuvo que ser detenido por su madre—, mamá —en su rostro apareció un puchero que representaba su queja, el deseo de ir a corretear por las calles lo invadía.
El callejón estaba igual de mágico que siempre, y afortunadamente no se encontraba abarrotado de gente... al igual que el año pasado habíamos llegado anticipadamente.
—Está bien, lo mejor será ir por los libros primero... es lo que tenemos más cerca —habló papá revisando su lista.
—Disculpe —habló Amanda—, pero yo debo ir al banco si debo comprar mis útiles —se excusó con un leve sonrojo en sus mejillas.
—¡Ni hablar! —se opuso mi madrastra—, estas a nuestro cuidado ahora.
—¿En serio? —preguntaron papá y Amanda al mismo tiempo, mientras la rubia miraba a la mujer con admiración, papi la observaba con una expresión de seriedad absoluta... eso significaba que estaba espantado por la idea.
—¡Oh, por supuesto! —exclamó comenzando a caminar—, debes cuidar tu dinero ahora... haremos un plan para tu futuro; mientras estudies —recalcó— tu única preocupación deberá ser graduarte... eres muy joven para andar con tales apuros —finalizó.
Nosotros le seguíamos en silencio, Amanda no se tardó en agradecerle y papá seguía estupefacto al lado de su mujer, quien se dirigía a la primera tienda.
Fer me seguía de cerca y Javier debía llevar a Alejandro agarrado de la mano para que no se escabullera por ahí... una maravillosa mañana de verano.
Comprar los libros fue tarea fácil, al igual que adquirir el nuevo caldero de Amanda, evidentemente hubo unas cuantas tiendas a las que Fer no pudo acceder... por suerte no agredió a nadie y se limitó a esperar amablemente en la entrada de los establecimientos.
Llegó el mítico momento de pasar enfrente de una tienda de escobas, me hacía ilusión la idea de comprar una, a Amanda se le veía emocionada, especialmente porque hubo encontrado a uno de sus amigos ahí con los que se quedó charlando mientras papá nos dejaba en ridiculo preguntando por la variedad de escobas.
Era una tarea complicada... jamás se habían visto en la necesidad de preguntar por la calidad de las escobas ya que volar no era su fuerte, pero la ilusión de que hiciese las pruebas para el equipo de quidditch lo motivaba a todo.
—... si señor, es de madera —sonrió el vendedor.
Papá parecía dudar de sus palabras—, es muy brillante —le respondió.
—Oh, eso es porque está barnizada con... —pero papá interrumpió al buen hombre.
—Parece de plástico.
El sujeto pareció meditar unos segundos aquellas palabras, hasta a mi me había resultado ofensivo ese comentario.
—Papá —le llamé—, ¿y si mejor esperamos a ver si entro en el equipo? —me observó con cuidado—, de todas formas no es seguro que... —pero pensé un momento en mis palabras, yo no quería hacerle sentir mal y mucho menos hacer que perdiera su orgullo por mi—... que mis aptitudes sean suficientes para el equipo.
—¿De qué hablas? —se quejó Alejandro—, puedes montar una escoba, ¿qué más podrían pedir?
Luego de una leve charla en la que el vendedor se excusó con ir a atender a otras personas, mi padre aceptó la realidad de que no entraría al equipo... sin embargo es tan terco como sus hijos así que no se fue sin antes comprar unas rodilleras «para estar precavidos», aseguró.
Mientras salía de la tienda con las rodilleras en una bolsa, Fer vino corriendo hasta mis pies.
—¿Te hicimos esperar mucho? —le pregunté al gato.
—¡Lo sabía! —exclamó una voz alegre. Las pisadas me alertaron y levanté la mirada—. Donde está el gato, está la dueña.
—Hola, Potter —saludé a James con una sonrisa.
—Hola, Spellman —me sonrió de igual manera, levantó la mirada y saludó amablemente a mi familia quienes recibieron con gusto el gesto... a excepción de Javier y mi padre, ellos permanecieron serios.
—¿Y tu hermana? —le pregunté—, tenía mucha ilusión de que nos viésemos aquí.
—No te imaginas, esta mañana parecía una alarma.
Antes de que pusiese hablar una mano en mi hombro hizo que voltease, mi papá sonreía amablemente... algo no estaba bien.
—Muy bonita charla, pero... —sin embargo papá no pudo continuar con su excusa para llevarme lejos luego de que mi madrastra apartase la mano que papá había dejado reposar en mi hombro, y, con un gesto maternal le sonrió a James.
—Pero nosotros debemos seguir haciendo las compras —habló la mujer y papá le sonrió—, así que para no retrasarnos más, Camila —me llamó y en respuesta volteé en su dirección—, nos veremos en la entrada del callejón a la hora acordada por tu padre.
En segundos la sonrisa de mi padre había desaparecido de su rostro, un deje de seriedad se había apoderado de él... ¿cómo era posible que su mujer le hiciese algo así?
—O-oh —habló Amanda—, pff si, no queremos que se lleven las botellas frescas de hierbabuena en la tienda de tónicos —habló atropelladamente la rubia—, démonos prisa.
—Si, Javier quédate con tu hermana por si se le ofrece algo —respondió rápidamente papá con recelo. Antes de que Javier pudiese sacar algún argumento del código familiar, Alejandro tomó la palabra.
—¿Puedo ir con ellos? —preguntó el menor.
—No —respondió su madre antes de que papá pudiese decir «si», y en breve comenzó a caminar.
—¿Por qué nunca puedo estar con mis hermanos? —fue lo último que escuché por parte del menor.
—¿Nos acaban de excluir del plan familiar? —le pregunté a Javier, pero en lugar de recibir un comentario consolador o una respuesta simple, recibí una mirada bastante compleja para mi... ¿significaba que era una tonta?, o más bien parecía entre ¿constipado y enojado?—. No entiendo tu expresión.
Fer me sacó de mi burbuja de ignorancia cuando maulló algo molesto, apreté la bolsa que yacía en mi mano y volteé hacia James que permanecía con esa sonrisa de alegría malévola... esa sonrisa que indicaba que en cualquier momento podría lanzarte un globo con pintura y salir corriendo.
En breve emprendimos camino, comenzamos una amena conversación gracias a que Fer quiso agredir a una chica que iba de paso por el callejón, por suerte pude detenerle y pedirle disculpas a la joven de parte del gato (que seguía mirándole mal).
—Jamás habías actuado así con un desconocido tan desconocido —le hablé al gato, pero el seguía malhumorado con sus ojos entrecerrados.
—¿Le hablas con tanta confianza a tu gato? —preguntó James.
—¡Claro! —afirmé—, observa esto —le avisé y antes de que dijera nada Javier ya había soltado una carcajada—. Fer, ¿quieres que te cargue?
El de orejas puntiagudas se detuvo un momento haciendo que dejáramos de caminar, levantó sus dos patas delanteras y las apoyó en mi pierna— Miau —maulló.
—Bueno, tengo la mano ocupada... pero no te incomodará compartir lugar con la compra, ¿cierto? —le avisé al animal.
Abrí la bolsa y moví las rodilleras para que el felino entrara con facilidad, bajo la estupefacta mirada de James, Fer se introdujo en el lugar y se preparó para ser paseado.
—Ese gato es... —comenzó Potter, pero Javier terminó la oración por el.
—... muy inteligente —afirmó con simpatía y James asintió—. Lo sabemos, pero te aseguro que está mejor en manos de Camila que en el Area 51.
Cuando mi hermano hubo terminado su frase me enderecé, asegurándome de que Fer hubiese entrado bien en la bolsa.
—Espero que no tenga una batalla con las rodilleras —dije observando al animal.
—¿Vas a entrar en el club de baile o algo? —preguntó James volviendo de su estado de impresión.
Abrí la boca para contestar pero Javier se adelantó— en realidad piensa hacer las pruebas para su equipo de quidditch.
—¡¿En serio?! —dudó alegre—, eso es genial... —sin embargo pareció vacilar en sus palabras—... no pienses que tendrás preferencia.
—Me sentiría mal —le vi mientras hablaba—, prefiero fracasar con honor.
—¡Ese es el espíritu! —celebró Javier pasando un brazo por mis hombros—, ella no necesita de tus «preferencias» —dijo la última palabra con desdén.
Finalmente llegamos a la tienda de mascotas, un lugar apto para Fer, el gato amenazó con salir de la bolsa, así que me agaché para que puedo ese hacerlo.
—Volviste —se escucharon dos voces sobre el resto, la primera podría apostar mis nuevas rodilleras a que era la pequeña Lily alegre por volver a ver a su hermano mayor; la segunda sonaba más a un Albus fastidiado de ver a su hermano mayor... otra vez.
—Claro que si, y traje amigos conmigo —respondió con una sonrisa viendo a sus hermanos.
Me erguí en mi lugar, demostrando mi presencia, Fer salió corriendo en dirección de los pies de Albus quien no tardó en saludarle con unas leves caricias.
—Spellmans —saltó Lily con alegría mientras avanzaba a saludarnos.
—Hola —le regalé una sonrisa.
—Que gusto volver a verte —le sonrió Javier.
—¡Uh!, llegaste en un buen momento, ¡estoy escogiendo mi mascota! —rió un poco—, ¿me ayudas?
—Claro —dijimos mi hermano y yo al mismo tiempo.
Lily tomó a Javier de la muñeca y se lo llevó más adentro de la tienda, yo me quedé congelada en mi lugar... ¿qué había pasado?, ¿desde cuando eran tan amigos?
—No te preocupes, estoy más que seguro de que James los mantendrá vigilados —habló Albus llegando a mi lado.
—Eso solo si no se entretiene mucho con la cajera —advertí aún anonada.
Albus me miró confundió y se dio media vuelta, no pude ver su reacción pero estoy segura de que reflejaba decepción. James había comenzado a «¿coquetear?» (si es que se le puede llamar así) a la simpática trabajadora.
—Por Merlín —se quejó el azabache.
Yo coloqué una mano en su hombro, por inercia volteó a verme un tanto apenado por la situación.
—Tampoco es como si fuera la primera vez que nos sucede algo extraño —le sonreí.
El chico me sonrió de vuelta, haciendo que el leve rubor en sus mejillas tomara un poco más de fuerza, iba a hacer un comentario al respecto pero vi como una niña comenzaba a acariciar a Fer.
—¡Hey! —me quejé, haciendo que Albus saltara un poco en su lugar por el acto tan inesperado—, ese gato ya tiene familia —advertí mientras emprendía camino hasta la posible ladrona de michis.
*
Mas tarde (mientras los Potter adquirían sus nuevos uniformes con la presencia responsable de sus padres), Javier y yo nos encontrábamos mirando un anaquel, intercámbianos miradas nerviosas... frente a nosotros se encontraba una cantidad de productos trucados (de magos para magos), la razón de nuestra incomodidad era obvia y no decidimos comentar nada al respecto, las miradas lo decían todo.
—¿Quieres hacer algo en particular? —me preguntó mi hermano tratando de romper el hielo.
—Para nada —volteé a verlo—, de hecho te quería contar mi idea de negocios.
—¿Ah, si?
—Verás... he pensado en vender dulces dentro de la escuela.
—¿Estás segura? —cuestionó observándome con el ceño levemente fruncido—, ¿no crees que deberías hacer un estudio de mercado primero?
—¿De qué hablas? —le miré.
—Los de tercer año suelen hacer eso, compran dulces en Hogsmeade y los revenden a los alumnos que no pueden ir —explicó con calma.
—¿Chucherias muggles?, no creo que alguien venda Doritos —el negó con una sonrisa, demostrando que alguien ya lo hacia—, ¿flips? —volvió a negar—, ¿raquetis?, ¿oreos?, ¿takis?
Sin embargo el siguió negando... ¡rayos!, las cosas eran más fáciles cuando estaba en tierras conocidas.
—¿Cómo es que no te habías dado cuenta? —me preguntó.
Suspiré, suponía que había perdido mucho tiempo con Magna y pasé por alto lo que sucedía a mi alrededor— ni idea, suelo ser muy despistada —sonreí.
—¡Oye!, pero podrías hacer algo propio... no lo sé, ¿qué tal smoothies?, ¡¿o cachitos de jamón y queso?!... mmmh... chachitos —murmuró.
—Me tienes mucha fe —le interrumpí espantada por la idea de preparar cosas por mi misma—, solo se hacer brownies que no se quemen.
—¡Oh, vamos!, debes intentar... aun nos queda el verano para practicar.
—¿Nos?
—Obvio... siempre y cuando yo tenga una parte de las ganancias.
Lo miré sonriente, ¡eso si era un hermano!, la idea comenzó a gustarme cuando me demostró su apoyo tanto moral como real. Ese mismo día terminamos metidos dentro de Sortilegios Weasley, en donde el pana Albus me enseñó las maravillas de slime pegajoso.
Cuando hubo terminado el maravilloso día nos encontramos con papá en el lugar indicado, me despedí de mis amigos y nos dirigimos a comer un poco en el caldero chorreante... les recomiendo la carne a la plancha en salsa de hongos, suena aterrador pero es delicioso.
Se que estoy dando increíbles saltos en el tiempo pero... no hay mucho que contar y mi mano se comienza a acalambrar, debí aprovechar ese día para comprar una pluma encantada... o encantar mi pluma por mi misma.
Mientras escribía observé el portaminas en mi mano, podría encantarlo, la tentación era mucha y faltaba nada para comenzar clases... podría aprovechar de hacerlo en Hogwarts. Enfocándome en el tema principal, ya tenía todo listo... solo faltaban días, maravillosos días.
¿Qué podría ser más emocionante que volver a Hogwarts?
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