5. Londres
Papá se sentó en la barra (a la izquierda de mi hermano), me terminé de sentar lentamente, tratado de hacer como que no existía para no llamar la atención.
—¿Qué pasó? —preguntó mirando sus manos que se encontraban sobre la barra, podía ver cómo jugaba haciendo pequeños círculos con sus dos dedos gordos.
Javier y yo le contamos la historia entre titubeos y tratando de tranquilizarnos entre ambos cuando relatábamos nuestra huida como un acto heroico.
Papá solo asintió con los ojos entrecerrados, observó a la camarera y le pidió un café, en silencio esperó a que se lo trajeran... mi hermano y yo guardábamos silencio, en un momento dado, ambos nos observando buscando alguna respuesta pero en ese momento papi movió su mano y nos hizo sobresaltar, logrando que ambos quedásemos mirando al frente como si tratáramos de evitar que nos sorprendieran copiándonos en medio de un examen (y ese no era el caso).
Cuando papá terminó su café nos hizo levantar y dirigirnos a la salida, colocó su mano en nuestras espaldas y nos guió hasta un auto que había llegado hace poco, puedo afirmar que era su auto rentado.
Cuando nos subimos me sorprendió el hecho de que mi primo Luis estuviera al volante, ¿recuerdan a Luis?, el que interrumpió mi película de barbie el año pasado para pasarme el teléfono y de ahí me habló mi papá para decirme que iría de viaje a Londres... ¿no lo recuerdan?, bueno, es el.
—Hola, primo —saludé bajito.
—Hola —respondió—, ¿te volviste a meter en problemas? —dijo mirándome por el retrovisor.
—Ellos se meten conmigo —murmuré frunciendo el ceño... yo nunca buscaba los problemas, ¡en serio no lo hacía!, bueno... excepto en la épica paliza que le dio el Aleman a Albert... y esa vez en los ductos de ventilación, y esa otra ocasión con la señorita relleno de sostén... y tal vez cuando le pegué un chicle a Lany en el cabello en segundo grado, ¡pero esas son pequeñas excepciones! Largué un suspiro y vi a mi hermano, su expresión lo decía todo «el fin de acerca», no lo podía culpar... yo sentía lo mismo.
Guardamos silencio hasta llegar al hotel, nuestro primo bajó con nosotros y caminamos por todo eso como si fuéramos gente importante. Nos introducimos al ascensor y sentí como comenzó a subirnos hasta el piso indicado, déjenme serles sincera, luego del accidente con el chico de la bicicleta, el maratón y andar subiendo y bajando escaleras mi cuerpo ya estaba casi listo para entrar al equipo de quidditch.
Papá sacó la llave y abrió la puerta de la habitación, el primero en pasar fue Lucifer, trotó como pudo y se subió a una de las camas... como si lo hubiese ansiado todo el rato, desde su lugar maulló y papi se adentró, detrás de nosotros venía Luis, calmado como siempre.
—No hay nadie —habló mi progenitor ya con nosotros adentro—... ¿están seguros de que era un auror? —Javier y yo asentimos. Luis se posó en la puerta y guardó silencio absoluto—, bien... igualmente mañana nos vamos a Londres.
La tarde trajo buenas cosas, entre una de ellas había seguridad, papá se quedó con nosotros en la habitación y nuestro primo se dirigió a la de el (aunque yo creo que hizo turismo).
—Camila —me llamó papá.
—Dime papi.
—¿Te gustaron tus vacaciones? —preguntó viendo unas hojas.
—Si, hice muchas cosas... aunque el castillo de Universal no se parece mucho al de Hogwarts actual... supongo que por algunas reformas que se le hicieron, ¿no?
—Si —afirmó sin levantar la mirada—, aunque no lo he visto últimamente... hace mucho tiempo que no paso por allá, y no quisiera volver por otro rato más.
—¿Por qué no? —pregunté.
—Malos recuerdos de la guerra.
—¡¿Estuviste en la batalla?! —pregunté sorprendida—, ¡¿de verdad??
—¡Papá, cuéntale! —se levantó Javier de un salto.
—¡Si papá, cuéntale! —sonreí enérgica.
—Bueno... ya que insisten —ambos corrimos hacia su lugar y nos preparamos para la historia (aunque ya Javier se la sabía), papá soltó sus papeles y nos miró atento—. Eran tiempos obscuros... la tensión se podía pinchar con una varita, el aire pesaba y se sentía frío, se... se solía sentir una mirada posada sobre ti...
Papá siguió relatando su perspectiva de la guerra, como se sintió ese año y el momento de la batalla, en ese entonces el estaba en sexto año, cuando hubo terminado no pudo volver al castillo... no especificó porqué pero tampoco hizo falta, realizó sus últimos dos años en Beauxbatons (no quiso ir a España). Su relato era cada vez más interesante, pero se detuvo junto con la puesta del sol, dejando como excusa que ya era hora de dormir.
Como dos niños pequeños mi hermano y yo nos alistamos para ir a la cama a descansar, Fer se encaminó a debajo de la cama, en un principio traté de evitarlo pero luego recordé el incidente en primer año y como habíamos terminado por destrozar una almohada en el proceso, así que preferí no hacerlo.
*
—Pasajeros del vuelo 937 con destino a Londres, por favor dirigirse a la puerta número A26.
—¿Por qué el gato puede venir en la cabina con nosotros? —preguntó Javier molesto mientras caminaba.
—Porque el psicólogo firmó la carta y ahora es un gato de ayuda emocional —respondió mi papá.
—Además, si se cae el avión el gato tiene posibilidades de salvarse, válgame el cielo —dije espantada.
—Pero si está sedado, aún si eso pasara no sentiría nada —respondió Javier nuevamente.
—¡Pero sería un final muy horrible para el!, no lo escuches minino, perdónalo, no sabe lo que dice —miré la jaula y traté de guardar la calma ante la situación.
—Ni siquiera te escucha.
—Silencio —le mal contestó papá—, hijo, deberías ser un poco más consciente.
Las aromosas nos atendieron con amor y dedicación, nos pidieron colocar los teléfonos en modo avión y eso hicimos... si, leíste bien "los teléfonos" "los" de "plural". Papá creyó que era buena idea darnos unos teléfonos para comunicarnos en "casos de emergencia", obviamente les descargamos juegos para el camino, el accidente con el auror y con el chico de la bicicleta habían dado sus frutos... como dice la abuela de Sofia: "no hay mal que por bien no venga".
Jugamos como pudimos, lo que pudimos... e incluso nos intercambiábamos los artefactos tecnológicos, pero al fin y al cabo el sueño nos ganó y tomamos la sabia decisión de dormir.
Me desvelé entre sueños, dormir en un avión no era fácil; con miedo menos. Entre tanto desvelo decidí escribir en el diario, ponerme al tanto de los acontecimientos más recientes antes de que alguien quisiera borrarme la memoria.
*
No pienso gastar papel en 11 horas de vuelo, me niego, también me niego a narrar el viaje hasta la casa, ya que una vez que llegamos tomé el desayuno-almuerzo y me acosté a dormir, Fer estuvo sedado así que una vez tomó el control de su cuerpo fue a vomitar en una parte de la habitación y luego no supe más.
Desperté más tarde, el cielo estaba poniéndose un tantito amarillento (producto del atardecer) y me entraron unas terribles ganas de ir al baño, hacer pis luego de un tiempo fue una experiencia agradable, la recomiendo. Me lavé las manos y me miré en el espejo, pasé una de mis manos mojadas por mi reflejo, tratando de obviarlo. Salí del baño y me senté en mi cama, miré al frente y observé la otra cama disponible... ¿en dónde rayos estaba?, esta no era la habitación en la que me había quedado en casa de la tía Elizabeth, miré a mi lado derecho y observé con más lucidez las puertas que daban a una especie de balcón.
Me levanté y efectivamente era un pequeño balcón, no salí, pero podía ver la grama verde como fondo. Al darme vuelta miré como la habitación hacía una pequeña forma de círculo, bueno... esto era diferente. Al final de la cama, en el suelo, había un baúl; avancé hasta el y lo abrí... el mío no contenía nada, supongo que era la primera vez que alguien dormía aquí. No voy a entrar en detalle con respecto a la decoración y los muebles... abrí la puerta con cuidado y me encontré en medio de una sala de estar, con sus sofás y tv. Tenía una sola salida, ya que del lado derecho (al igual que mi nueva habitación prestada) tenía una puerta que daba a un balcón, y del lado izquierdo una salida hacia el resto de la casa, la sala tenía otras tres puertas las cuales no abrí.
Salí cuidadosamente en dirección de la izquierda, la cual rápidamente se volvió mi frente... al llegar a la abertura observé cómo se extendía el suelo un par de metros al frente, al final había una valla y dos escaleras a cada lado, cuando llegué a la valla pude observar lo que sería la recepción y una araña de luz.
—Por Merlin, somos ricos —murmuré estupefacta, ¿por qué yo tenía que echarle agua al champú?, tenía la sensación de que ninguna de las personas que habitaban en esta casa lo habían hecho... o por lo menos, ya no se veían en la necesidad de hacerlo.
Caminé y comencé a bajar por la derecha, al final, ambas escaleras me llevaban al piso de abajo, entonces descubrí que la parte de abajo era como un ocho "8", al pasar por entre medio de las dos escaleras se abrió ante mi una sala, una sala bastante elegante, a la izquierda habían dos puertas... supuse que una era el baño.
A mi derecha se extendía un pasillo que parecía una "I" caminé en esa dirección... ahora la derecha se había vuelto mi frente, la parte de la derecha era el comedor; por descarte y por lo qué mi memoria me hace ver , la izquierda debería ser la cocina. Fui en esa dirección y me encontré algo realmente fascinante.
No fue la cocina y su hermosa isla lo que me impresionó, si no el hecho de ver a mis hermanos pelearse por una bolsita de gomitas.
—¡Es mía! —señaló el menor—, ¡me quedó a mi luego de que te fuiste!
—¡Te las comiste todas mientras no estaba, déjame esta a mi!, ¡espera a que vayan por mas mañana! —le respondió Javier.
—¡Espera tu a mañana! —contraatacó el menor.
Yo me quedé en el marco esperando a ver como se desenvolvía la situación.
—Te despertaste, ¿no? —habló mi padre detrás de mi, pegué un salto y mis hermanos voltearon dramáticamente para ver que pasaba.
—Si —respondí dejando con cuidado una mano en mi pecho—, si me desperté pero no se en donde estoy.
—Estas en nuestra nueva casa, luego de que tu tía Elizabeth nos corriera de la familia —hizo una mueca de disgusto—... tuvimos que mudarnos.
—Pues esta casa es hermosa —respondí adentrándome más en la cocina.
—Tuviste que verla cuando la compraron —dijo Alejandro—, lloré tres días... ¡tres!
—Era horrible, las paredes parecían estacas amarradas a piedras y daba la sensación de que en cualquier momento una mano iba a atravesar el suelo y llevarte al más allá —agregó Javier—, era un crimen de casa.
—Así es —sonrió papá—, pero con un poco de presupuesto, amor y trabajo pudimos hacerla como lo que ahora es —respiró orgulloso—, un hogar.
—¡Vamos a darte un tour! —Saltó Ale—, sígueme.
—No... —iba a oponerme pero Javier me empujó.
—¡Anda, vamos!
Papá nos abrió el paso y comenzó a seguirnos.
—Justo al frente —comenzó Javier—, tenemos un comer bastante aceptable, tiene sillas, una mesa y este mueble de aquí que no se para que sirve.
—Se llama decoración —avisó papá.
—Eso, un acumulador de polvo —sonrió mi hermano. Mi papá se rió y yo solo seguí a mis guías.
—Aquí, ahora a mano izquierda (porque vamos de regreso) tenemos la sala elegante en la cual no solemos recibir visitas... mucho menos familiares —avisó mi hermano menor.
—Al frente —avanzó Javier rápidamente para que le diera chance—, tenemos dos puertas... esta es un baño —avisó—, y esta una biblioteca.
—¡Yo quiero verla! —salté y corrí hasta que alcancé la puerta, la abrí de golpe y los que debían ser los muros de la habitación eran estanterías empotradas—, lo siento —dije al ver a mi madrastra leyendo.
—No pasa nada, ¿te están enseñando la casa? —asentí—, bueno... solo ignórenme y sigan en lo suyo.
—Si... —luego cerré delicadamente la puerta, al darme vuelta los tres varones me miraron con esa típica mirada de «Ush... por poco».
—En fin —avisó papá tomándome del brazo y llevándome hasta la recepción—, aquí recibimos a la gente... a la derecha está mi oficina (conecta con la biblioteca) y arriba las habitaciones.
—Excepto la habitación de invitados —señaló Ale en dirección opuesta a la oficina—, esa está ahí.
—¿Dudas? —preguntó Javier.
—Si —levanté la mano—... ¿y la lavandería? —pregunté sintiendo como mis manos picaban por los nervios... ¿en serio pregunté eso?
—Atrás de la cocina —respondió Javier nuevamente—, hay una puerta, ¿no la viste?
Negué— me distraje con la isla —respondí sincera.
—Vaya... ya veo. Papá —mi contemporáneo giró sobre sus talones para enfrentarse a papi—, ¿hace cuanto enviaste a Goku?
—Hace una hora... no debe tardar en volver.
—Hablando de mascotas, ¿han visto a mi gato?, a Fer —murmuré lo último.
—No ha salido de tu habitación —respondió el menor—, ha de estar ahí todavía.
—Bueno, lo iré a buscar... debo hacerme cargo de mi bebé.
—Te acompañó —volvió a decir Alejandro.
—Andando —comenté entusiasmada subiendo las escaleras. Cuando llegué a la habitación me encontré todo exactamente igual, avancé hasta mi cama y luego me agaché—. Hola, minino.
—Miau.
—¿Qué haces ahí?, ¿es tu único territorio ahora? —pregunté pero el animal seguía sin ganas de salir—, pues me parece excelente... podrías robarte unas cuantas cosas para armar tu fuerte cuando te sientas más en confianza.
Fer no respondió, solo entrecerró los ojos.
—¿Por qué no sale? —preguntó mi hermanito sentándose a mi lado.
—Nos hemos movido demasiado últimamente —comencé—... supongo que después de todo sigue siendo un gato y el sacarle tanto se su "territorio" lo puede estresar.
—¡Pobrecillo! —pareció pensar un momento—, lo tengo, espérame aquí —salió corriendo de la habitación y yo me acosté en el suelo (a una distancia prudente del gato).
Más al rato llegó mi hermano con una lata de atún en su mano, sin decir nada la abrió y la dejó un tanto retirada de la cama. Entonces esperamos pacientemente como un depredador a su presa.
Eventualmente Fer salió y comenzó a degustar del alimento enlatado, una vez comió se quedó en el mismo lugar relamiéndose los bigotes, en esta oportunidad me levanté yo y tomé la lata vacía, me dirigí al baño y la limpié; le rellené con agua y la dejé a un lado del gato. Fer bebió.
Posteriormente el gato se acostó entre nosotros dos y tomó una siesta, desde mi lugar podía sentir la tranquilidad del gato y sus ocasionales ronroneos.
—Ya podemos hablar —dijo mi hermanito. Yo asentí estando de acuerdo con el—, ¿qué es el libro blanco?
Levanté mi cabeza bruscamente y clavé los ojos en mi hermano— ¿en dónde escuchaste eso?
—Papá y mamá estaban hablando el otro día sobre eso, se escuchaban preocupados, nos mencionaban a nosotros.
—¿Escuchaste que decían?
—Un poco —vaciló—, decían algo de herederencia, no, espera... hederede...
—Herencia —corregí.
—¡Si, eso! —guardé silencio con la esperanza de que siguiera hablando—, entonces ¿si sabes que es?
—Es... bueno —pensé un momento mis palabras, a ver, mi hermano tampoco era tonto... solía ser un niño muy listo... así que tampoco le podía hablar como a un bebé—, es un regalo que se nos da a los Spellman.
Me interrumpió— ¿por qué?
—Por ser Spellman, déjame seguir —hablé rápidamente para que no volviese a llevarse las palabras—. El libro tiene las respuestas de todo... a absolutamente todas tus preguntas.
—¿Incluso el futuro?
—... no exactamente, sabe profecías... ¿sabes que son profecías? —negó—, son escritos que algunas veces predicen el futuro, pero no les creas mucho, aveces son imprecisas y otras veces suelen fallar —comenté—... sin embargo, hay algunas que si son ciertas —murmuré dándole algo de misterio a la situación.
Mi hermano sonrió y volvió a preguntar— ¿y eso es todo? —intentó indagar más—, ¿que tiene que ver la... la... hedere..?
—Herencia —corregí de nuevo—, bueno... hay —carraspé—, puede que haya otra cosa —me observaba atentamente—, si, verás... si por lo menos alguno de nosotros cuatro (hice referencia a los hermanos), llegase a obtener el libro primero que los demás, este, al fallecer nuestro padre (o madre) Spellman, heredaría una parte más grande de lo que dejase papá al fallecer... o cuando decidiese repartir la herencia.
—¿Qué es una parte más grande?
—La casa de ese núcleo familiar... en nuestro caso sería (ahora) esta casa.
—La tía Elizabeth no tiene hijos. ¿Qué hará ella?, ¿a quien le dejará su casa?
—A papá... porque es su hermano.
—¿Y si papá quiere repartir la herencia?, ¿serían dos casas, no?, ¿para quien sería la segunda?
—Supongo que para el segundo que haya obtenido el libro.
—No es justo —se cruzó de brazos molesto—, Bella es la mayor, luego están tu y Javier... ¡y por último yo!
—Bueno, pero no es por orden de nacimiento... tu podrías recibir el libro primero que los demás.
—¿Y cómo se que tú no tienes el libro? —preguntó.
—Bueno Ale, hasta donde sé... no se sabe quienes tienen o no el libro, lo puedes intuir o incluso verlo... pero no puedes andar diciendo "Javier tiene el libro" por la familia... es como un secreto, así que en caso de que yo lo tuviera no te lo diría —entretuve mis manos con el gato, no podía mirar a mi hermano, ¿cuando comencé a mentirle?
—¿Papá lo tiene?
—Es probable.
—¿El libro niega respuestas?
—No que yo sepa.
—¿Alguna vez te ha negado una respuesta?
—Cuando tenga el libro te lo diré —sonreí.
Mi hermano bufó—... bien, te creo que no lo tienes... se que jamás me mentirías.
—Jamás —afirmé.
—Bueno, ya va a ser hora de la cena y quiero bajar —se levantó y se dirigió a la puerta—, ¿bajas ahora?
—Si, dame un momento —vi que salió pero algo en todo esto me incomodaba.
No trancó la puerta y solo la dejó a medio cerrar, ¡que cosa más molesta!
Me levanté de mi lugar y a zancadas me dirigí hasta el pedazo de madera que abría y cerraba la habitación, le di un empujoncito y se cerró completamente... dejando sonar un ligero "crak".
¿Para que querría papá reclamar su herencia?... ¿o acaso pensaba que yo...?, no, no... el jamás desconfiaría de mi, ¿o si?, de todas formas... ¿cómo podría saber el que yo tengo el libro blanco?, ¿se puede preguntar eso?
Dirigí mi mirada hasta el baúl, noté como mi corazón pareció latir más fuerte, rápidamente aparté la mirada y me concentré en el gato.
—Miau.
—¡Me lleva! —salté y entré con todo y baúl al baño, cerré la puerta y abrí mi armario portátil... rebusqué y encontré el libro a la mitad—, ¿quienes en la familia Spellman tienen el libro blanco? —pregunté bajito.
Para mi real sorpresa no se escribió nada, la hoja quedó en blanco, como si no hubiera preguntado nada.
—¿Erick Spellman tiene el libro blanco? —pero el libro no mostró ni una pizca de tinta—, ¡excelente! Muchas gracias... ¿siempre eres tan genial? —automáticamente me arrepentí de mis palabras cuando vi como la tinta comenzó a aparecer rápidamente en una de las páginas, comenzó a definirse a sí mismo y a juntar la palabra "genial", luego habló algo de historia y la respuesta final era un "si"... que caprichoso—. Aveces te detesto.
*
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