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4. ¿Fueron esas premoniciones?, Magna sabe cosas.

El día de ir a Londres se aproximaba, estaba cerca, preparé mis maletas para irme a dormir esa noche en el hotel junto con mi padre y mi hermano, para partir esa misma madrugada a Inglaterra.

—Espero que tengas un buen año, por favor cuídate... aveces las personas pueden ser muy crueles —advirtió mi madres dándome sendo abrazo.

—Si, mami... ya sabía yo que no me iba a ir y ya me ibas a extrañar —me dio un beso en la frente.

Mi hermana también me apachurró y parecía respirar más pesadamente— Te voy a extrañar tanto... si quieres estudiar aquí, puedes decirme, mándame una señal de humo si es necesario.

—También voy a extrañarte, a ti y a tu aire que me hizo pasar un terrible día.

—Lo dañaré otra vez si es necesario.

Sonreí y Fer maulló dentro de su jaula, recordándome así que papá estaba abajo. Igualmente nos dimos un último abrazo las tres y procedimos a decir "hasta diciembre".

Avancé hasta la puerta y fuimos hasta el ascensor (el cual funcionaba perfectamente), al salir en la planta baja el vigilante se despidió amablemente, me ayudaron a subir las cosas al auto y papá pareció saludar a mamá su lugar como conductor, mamá le devolvió el gesto respetuosa y le regaló una amable sonrisa... vaya, no podía existir una persona menos rencorosa que mi madre.

—¿No se te queda nada? —pregunto papá viéndome por el retrovisor una vez entré con la jaula del gato.

—Nada se queda.

—Bien.

—¿Y Javier? —pregunté.

—En la habitación... me parece que perdió su varita y lo ha estado intentando ocultar de alguna manera.

—La tengo yo —reí un poco—, la dejó olvidada bajo la almohada.

Papá rió— Con ese susto que trae encima veo muy difícil que pueda volver a olvidarla... ay, no hay mejor educación que las experiencias —sonrío.

—¿Te alegra que se haya asustado?

Negó con una sonrisa sin mostrar los dientes— No, en realidad —corrigió—, me alegra no tener que comprar otra varita.

Desvíe los ojos divertida a la puerta del auto, este hombre y sus cosas. El camino fue aburrido, no escribo más de eso... lo único bueno eran las canciones de la radio. Al llegar al hotel, más específicamente a la habitación, me encontré a Javier en pijamas mientras se comía algo que parecía un sándwich.

—Bueno... no vayan a salir —avisó papá—, no le abran la puerta a nadie, si sienten algo extraño llámenme, y si nada de eso funciona usen las varitas, ¿está bien?

Asentimos— ¿para dónde vas? —pregunté dejando la jaula de Fer a un lado de mi cama.

—A la calle —nos observó—, no hagan nada malo —entrecerró los ojos y se dio media vuelta, tomó una llave de la habitación y se fue sin decir más.

—No nos quiere —acusó mi hermano dándose media vuelta en la cama—, los padres también tienen deberes que cumplir con sus hijos —bufó.

—Si nos quiere, por eso trabaja... si no nos quisiera nos mandaría a trabajar a nosotros —le respondí sentándome en una cama.

—Como digas —murmuró, volteé a verlo pero tenía su mirada clava en el piso.

—Vamos, de seguro hay algo divertido para hacer en la habitación... podemos saltar en las camas, o, si prefieres, puedo ponerme el pijama y así estar a la moda —sonreí, pero el solo dejó que la fuerza de gravedad lo arrastrara hasta quedar boca abajo en la cama—, papi va a volver antes de lo que esperas... y de seguro podrás llenarlo de tus fabulosas preguntas.

Javier giró su rostro para contestarme pero un toqueteo en la puerta nos hizo sobresaltar, Fer chistó desde su jaula en señal de mal augurio.

—No abras —dijimos Javier y yo al mismo tiempo.

—Podría ser papá —dijo el caminando despacio hacia la puerta.

—Si, también podría ser un demonio pidiendo permiso para entrar —contesté detrás de él—, asómate por el mirador.

—¡¿Qué crees que estoy haciendo?! —se sobresaltó.

—¡Shhh! —traté de callarlo, pero el dio un medio giro y llevó su dedo índice a su labio y expandió un poco más sus ojos, en señal de que guardara silencio, en respuesta retrocedí un paso y levanté las manos en señal de paz.

Javier volvió a asomarse pero negó con la cabeza.

—No hay nadie, de seguro era un bromista —murmuró—... iré a ver.

—Papá dijo que no saliéramos.

—No voy a salir... solo me voy a asomar... técnicamente mientras mi pie siga adentro... —pero lo interrumpí.

—Javier, mi primer año en Hogwarts me enseñó que la curiosidad mata al gato.

—Primero —señaló posando una mano en su cadera—, en un principio no tuviste elección, y, segundo... debes aprender a tomar los riesgos correctos.

—Se supone que yo soy la precipitada... ademas, Fer acaba de señalar mal augurio... y esta habitación de hotel me trae una extraña sensación de dejavú.

Javier rodó los ojos y tomó el pomo, lo giró un tanto y abrió la puerta un par de centímetros, primero sacó su cabeza y luego parte de su tronco, rápidamente pegó un salto y tiró la puerta durísimo.

—¡Ay!, ¡¿qué te pasa?!

—¡Papá viene y estoy seguro de que me vio!, escóndete... ¡rápido!

Por su sobresalto hice lo que me pidió, rápidamente corrí hacia la habitación, el baño era seguro pero muy obvio... miré a Javier tratándose de esconder detrás de la cortina pero sus pies se veían y los señalé, yo corrí más adentro y vi el espacio que había debajo de la cama, me mordí el labio y dudé en devolverme al baño... Javier corrió hasta el closet y antes de poder dudar más sentí como el pasador de la puerta sonó, me tiré al piso y me arrastre lo más rápido que pude hasta estar debajo de la cama, podía ver los zapatos de papá y parte del closet.

Sentí como la puerta del baño fue abierta, largué un suspiro silencioso... por poco. Miré la venda de mi brazo y agradecí mentalmente la decisión que la fortuna me hizo tomar. Papá camino y se sentó en la cama. Estaba callado, muy callado... ¿por qué no nos había llamado?, ¿estaría esperando a que saliéramos voluntariamente?

Seguí observando los zapatos, el closet, la ausencia de Fer... ¿por qué sentía que había visto esto antes?... es que, una parte de mi estaba segura de haber vivido esto.

Javier parecía pensar igual a mi en cuanto a lo de salir voluntariamente, la puerta del armario comenzó a abrirse lentamente, entonces mi cuerpo pareció quedarse estático por un microsegundo cuando la voz de mi padre pronunció las siguientes palabras.

—¡¿Quién está ahí?! —se levantó y pareció sacar su varita.

Mis brazos reaccionaron y alcancé los pies del hombre, inmediatamente los sujeté y tiré de ellos ocasionando que el sujeto perdiera el equilibrio y se cayera, una luz verde pareció golpear la pared y luego el golpe sordo llegó a mis oídos.

Sentí como Javier salió del closet y corrió hasta el tipo, vi como tomó la varita y lo apuntó con ella... yo seguía tratando de salir de debajo de la cama, pero era más fácil entrar, lo digo en serio. Con un poco más de esfruerzo y respiraciones cortas logré salir de aquel obscuro y apretado lugar.

¿Quién eres?, ¿y por qué luces como
p..? —pero pisé a Javier, logrando que cerrara la boca y evitara decir una tontería—, ¡¿qué te pasa?!

Lo miré mal y luego volví la vista al sujeto— ¿por qué luces como el señor Spellman? —pregunté finalmente, entonces Javier pareció entender el pisotón.

¿Quienes son ustedes? —preguntó el hombre.

No se si entienda su posición aquí... señor, pero nosotros somos los que hacemos las preguntas —dije, recordando las palabras del oficial.

Yo soy el señor Erick Spellman —habló.

¿Ah si?, entonces ¿qué es una auyama?—dijo Javier.

¿Qué? —preguntó el impostor.

Ya, dinos quien eres... sabemos que no eres Erick Spellman —volvió a amenazar mi hermano dejándome detrás de él.

El hombre levantó aún más sus manos— Soy Antony Blanco... soy un auror.

La placa —advertí—, enséñenos la placa.

El hombre pareció entender y con cuidado sacó su billetera, y de ahí la abrió, dejando a la vista una placa parecida a la de los policías... sin embargo era muy diferente.

Arrójela —pidió Javier, el sujeto amablemente la colocó en el suelo y yo me agaché para tomarla, al observarla de cerca me pareció bastante real—. ¿Cómo sabemos que es real?

—Bueno, dice su nombre... ademas, se parece mucho a la que los policías suelen utilizar —murmure lo último recordando mi encuentro con los oficiales en la comisaría—, yo digo que no miente.

—Yo digo que si —Javier entrecerró los ojos.

—Veamos —el auror nos miraba sin entender mucho, pero aún así se mantenía alerta, me aproximé a la jaula del gato y la abrí, dejando que el olfato de Fer nos guiara por el camino de la sabiduría—, Lucifer, haz lo tuyo.

El gato bajó maliciosamente, se subió en la cama cercana al auror y pareció examinarlo... Fer sabía cosas. Al quedarse tranquilo asentí, sin embargo el animal seguía moviendo la cola, como si estuviese a punto de cazar algo.

Dale la varita —el hombre me miró desconcertado y Javier también, luego se miraron entre ellos y me volvieron a observar.

¿Quieres darme mi varita? —preguntó el hombre.

¿Quieres que le de su varita? —preguntó espantado Javier.

¡Claro que no!, digo que se la des al gato —Javier me miró más asustado y el hombre nos observó más desconcertado.

—¿De verdad? —preguntó nuevamente mi hermano, asentí.

Fer avanzó y llegó hasta Javier, mi hermano le dio la varita con cuidado y el gato inteligentemente la metió en la jaula junto con el... cualquier ser lo suficientemente inteligente sabe que meter la mano ahí sin permiso era sinónimo de perder la mano.

¿Por qué hiciste eso? —preguntó el auror que se hacía llamar Anthony.

Fue lo más razonable —me encogí de hombro y Javier me seguía viendo con algo de terror en sus ojos—, ¿por qué buscas a Erick Spellman?

Creo que por su bien, deberían saberlo... es sospechoso de vender mercancía ilícita, está siendo investigado.

Por un momento tambalee en mi lugar... ¿qué es mercancía ilícita?, ¿cual es la defunción exacta de "ilícito"?, es decir... no hay que pensar lo peor, en un país es ilegal la goma de mascar, así que dime tu.

¿Tráfico? —preguntó Javier—, ¿tráfico de que?, ¿agua en pepinillos?, ¡¿de qué cosa Anthony, de qué cosa?! —pareciera que mi hermano hubiese recibido el peor diagnóstico dado por un doctor.

Algunos artículos mágicos —Javier y yo suspiramos, bueno... no era lo peor.

Que susto... ¿artículos mágicos cómo? —pregunté tratando de sentarme con más calma en una silla de la habitación.

Bueno... ¿sabes esas cartas trucadas para que los muggles hagan sus trucos? —asentí—, excelente, ese tipo de artículos... sospechamos que se encarga de encantar objetos muggles y venderlos ilegalmente a otros muggles, haciéndoselos pasar por artículos normales.

—¿Y eso es malo? —pregunté y Javier asintió varias veces de manera rápida.

Es ilegal —afirmó—, el hombre siempre parece salvarse de alguna manera de los llamados de atención, demandas y demás... el y esa infeliz abogada.

Me parecía extraño ver a mi padre insultar a alguien que no fuera un político, verlo ahí en el suelo, refunfuñando.

Y ustedes —nos señaló—, deben ser dos de sus hijos... Bella y Javier —apreté mis labios en una fina línea, sabía que aveces nos confundían a mi hermana y a mi... ¿pero que lo haga un oficial que está llevando una investigación? me parece una falta de respeto. Estuve a punto de corregirlo pero decidí dejarlo así, ya que, tal vez y al final era mejor.

Supongo que ya no hay necesidad de ocultarnos nada —dijo Javier yendo hacia
la jaula del gato, Fer asomó la varita y mi hermano la tomó, luego amablemente se la pasó al oficial—, supongo que nos podrá revelar su físico.

El hombre asintió y luego de un movimiento de su varita, el sujeto comenzó a agitarse y su rostro pareció cambiar. Anthony Blanco resultó ser un hombre moreno, de unos treinta, bastante simpaticon (como diría mi abuela), si tan sólo Daniela pudiera verlo.

Creo que a estas alturas podrán decirme hacia donde fue su padre —comentó poniéndose de pie, revelando su altura y complexión física.

Señor, yo a usted le puedo decir con seguridad "si a todo". Javier parecía sentirse pequeño, lo podía ver en sus ojos.

Se fue a la calle —respondió mi hermano enfrente de mi... ¿se estaba esforzando por darme la espalda?

Específicamente —exigió el hombre.

No hacer nada malo —hablé yo.

La paciencia del auror pareció flaquear por un momento, incomodándonos a ambos, ¿qué se supone que debíamos hacer?, el tipo era un auror; estaba muy segura de que si me escupía podría matarme.

Entonces tendré que llevármelos por agresión —afirmó en tono de amenaza.

¡Usted irrumpió en nuestra habitación sin una orden! —ataqué—, y trató de matar a mi hermano con un Avada.

—¿Cómo puedes estar segura de eso? —preguntó Anthony.

No tengo pruebas pero tampoco dudas —dije recordando el sueño que había tenido en primer año (cortesía de Magna), donde el final alternativo era bastante trágico.

No se muevan —habló autoritario para luego concentrarse en hacer un patronus.

—Camila, ¿qué hacemos? —preguntó Javier buscando alguna forma de evitar nuestro terrible destino.

—Confiar.

—¿En qué?

—En la marca —desvíe mi mirada hasta la venda de mi brazo izquierdo, una promesa era todo lo que me quedaba, ¿no? Inconscientemente comencé a jugar con los dedos de mis manos, ya me había puesto nerviosa... todo podía salir mal—, Diosito ayúdame.

—¡Meeewww!

El maullido de Fer fue como una dulce canción para mis oídos, el gato se guindo del pantalón del hombre, ocasionando que este comenzará a decirle "Shu, shu". ¡¿Qué hago ahora?!

Miré a mi hermano pero el estaba en mi misma situación, o tal vez peor, traté de mirarle para buscar soluciones rápidas pero me observó de la misma manera. Miré la puerta y Javier pareció encender su bluetooth, corrió hacia la puerta y yo volteé para ver cómo Fer comenzaba a bajarse del hombre, corrí detrás de mi hermano y sostuve la puerta unos segundos dejando que el gato pasara. El pasillo se veía muy grande en comparación a cuando llegué en la mañana.

—¡¿A dónde vamos?! —chilló Javier deteniéndose frente a los ascensores, yo seguí corriendo en dirección a las escaleras.

Escuchaba mi corazón palpitar en mis oídos y sentía las pisadas de Javier tras de mi, volteamos por el pasillo a tiempo y logramos llegar a las escaleras, entré sin vacilar y corrí escaleras abajo, mis músculos parecían soltarse y cuerpo pequeño comenzó a ser aerodinámico, los escalones eran fáciles de bajar y los cruces fáciles de tomar.

—¡¿Saldremos por el estacionamiento?! —gritó Javier desde atrás.

—¡Si! —respondí llegando al final de las escaleras.

—¿Y después? —me tomó del brazo y me detuvo de golpe. Ambos respirábamos como si la cantidad de oxígeno que ingresaba a nuestros pulmones no era suficiente para la actividad que estábamos exigiendo... pero su pregunta me hizo dudar, la verdad ya había olvidado lo que había fuera del hotel.

—B-Bueno —vacilé por un momento—, con suerte encontraremos a un policía.

—¿Quieres confiar en un oficial en estos momentos? —no, la verdad es que no quería.

—Bien —respiré una vez más—, ¿qué propones?

—Perdernos —guardé silencio ante sus palabras—, si no sabemos en donde estamos menos el —pestañee varias veces sin creer lo que estaba oyendo.

—¿Cómo rayos planeas perderte?

—Es mi especialidad, olvidar direcciones es mi lado Spellman, sígueme.

Guardé silencio y observé a Fer, quien no podía apoyar bien su pata herida... lo tomé en brazos y seguí a mi hermano sin decir absolutamente nada por el resto del camino.

*

—Camila, ¿en dónde estamos? —preguntó mi hermano observando un pequeño restaurante.

—En Juniors diner —respondí largando un suspiro—, vine a comer panqueques aquí el otro día con papá.

—¡Demonios! —pateó el suelo.

—Está bien —dije mientras sentía como pequeñas explosiones tenían lugar en mis piernitas—, podemos parar aquí.

—¡Pero no estamos perdidos! —se quejó agitando un tanto sus brazos y moviendo las piernas molesto.

—Pero estamos lejos, muy lejos, ademas... estoy cansada, Fer también y tú estás en pijama, nos vendría bien tomar un poco de aire acondicionado, y con suerte podremos llamar a papá —respondí tratando de darle ánimos.

—Supongo que tienes razón —comentó exhausto y se dedicó a avanzar los metros que faltaban hasta llegar al modesto lugar, acogedor le diría yo.

Abrimos la puerta y el fresco aire hizo bailar un tanto mi piel, el restaurante tenía más personas que la última vez, una camarera nos sonrió y se acercó a nosotros.

¿En que puedo ayudarlos?

Estanos buscando al señor John —hablé una vez salí de mi estado de cansancio extremo.

—Claro, ¿de parte de quién?

—De Camila —dudé un momento en seguir hablando, tampoco sabía cual apellido utilizar—, la hija de Erick.

—Okey... dame un momento.

Los adultos son muy extraños —me dijo Javier rompiendo el pequeño silencio que se había formado entre nosotros. Yo solo asentí, el tenía razón.

En breves momentos mi padrino apareció por la puerta que daba a la cocina, se veía que estaba trabajando... ahora me da un poco de pena molestarle.

—Hola chicos —sonrió el tipo—, ¿qué pasó?

—Ocurrió algo feo, necesitamos hablar con papá —apresuró Javier—... por favor.

—Claro, no hay problema... ¿pero están bien? —volvió a preguntar ahora más preocupado, nosotros asentimos de igual manera y soltamos un pequeño "si". Nos prestó su teléfono personal e hicimos la llamada tan rápido como pudimos desbloquearlo, nos dirigimos hasta el baño para no estorbar y estar un tanto más "seguros".

—¿Hola?, papá... soy Javier —mi hermano se despegó un momento el teléfono de su oído—, n-no salimos porque quisimos... un sujeto entró a la habitación... no, no le abrimos —otro momento de silencio—, si entró solo, tenía una llave... tal vez la robó del servicio —otro silencio más—, decía ser auror, nos mostró la placa y era muy real... ajá... si —luego Javier se quedó totalmente callado y levanté las manos haciéndole un pequeño gesto de «¿qué dice?», pero en respuesta recibí otro movimiento de manos por parte de él que significaban «cállate», acompañado de un movimiento de labios.

Fruncí las cejas y me crucé de brazos, que acontecimiento más feo.

—Está bien, adiós —dijo y colgó.

—¿Qué dice?, ¿qué hacemos? —pregunté rápidamente.

—Que nos quedemos aquí en lo que viene por nosotros... la palabra para reconocerlo será "auyama" —contestó.

Miré a Fer (que se encontraba al lado del lavamanos), el gato parecía cansado de ser mi mascota... sus ojos lo decían a grititos.

—Gracias Fer, sin ti ya estuviéramos en un interrogatorio.

—Miau.

Estuvimos esperando en la barra del pequeño restaurante hasta que papá apareciera, no pasó mucho... en realidad no había pasado nada, de hecho, no había terminado de poner mi trasero en el banco cuando el hombre regordete salió del baño donde mi hermano y yo habíamos estado segundos antes. Su cara estaba seria, no podía ver enojo o alguna emoción más que neutralidad, cada vez se aproximaba más y más hasta nosotros... desprendía un aura que hacía temblar a los comensales y me revolvía las tripas, termino de avanzar hasta nosotros y pronunció las siguientes palabras.

—Auyama.

















*




Nota que rompe la cuarta pared: no revisé el capítulo, perdón... jeje.

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