2. Siempre puede ser peor
• Verano •
Ese día Magna había sido integrada a la familia, se le notaba diferente, más alegre (lo cual era poco usual). En breve le contó su historia a mi madre y hermana, aunque hubiese sido un poco complicado en un inicio parecieron ser razonables y respetar lo que conocíamos como la verdad.
Bella Elizabeth Spellman comenzó a atacar con preguntas a Magna; porqué me había escogido, que representaba, y si se sentía bien con ella misma sobre su decisión de poner en peligro a una persona tan pequeña. Por otro lado mi madre se encontraba rotundamente orgullosa de mi (aun con las acusaciones de Bella acerca de que se encontraba consintiendo algo realmente atroz).
En un momento dado, Magna, soltó unas palabras que no entendí— me gustaría decirles más, pero me temo que podría ser peligroso para el mañana.
La antepasada siempre llenándonos de sabiduría incomprensible para nuestras jóvenes mentes que no se comparaban a sus años de experiencia en la vida.
—... no puedo dejar que te lleves a mi hermana. Su primer año le dejó una terrible marca en el brazo —señaló mi hermana—, ¿quién sabe qué otras cosas terribles podrían ocurrir si van?... aparte de que no tiene la mayoría de edad.
—Bella —habló mamá en advertencia—. Si esta señorita le confió su existencia a tu hermana deberíamos respetar la decisión que tomaron. Ya han pasado por mucho y lo justo es que se termine de la mejor manera.
—¡¿Cómo puedes decir eso?! —se quejó.
—¿Por qué no van a la habitación? —sugirió mamá mientras le sostenía la mirada a mi hermana.
—Claro —murmuré bajito mientras me levantaba y avanzaba rápidamente seguida de Magna en dirección de mi cuarto—. Esto va a terminar mal —solté cuando hube cerrado la puerta.
—¿Ellas suelen discutir a menudo?
Negué con la cabeza, pero al notar que Fer se puso tenso sobre la cama y Magna me dirigía una mirada de incertidumbre, dudé de la relación de esas dos, e incluso dudé de mi misma— b-bueno, al menos no en mi presencia —dije no muy segura de nada.
—Eso pensé —respondió mirando al gato.
—Miau.
—Si —habló de repente logrando que la mirase—, pido disculpas por el accidente en el tejado de la escuela durante el año pasado.
—¿Cuál accidente? —pregunté rápidamente.
—Oh, bueno... algunas noches tu gato me encontraba sobre el techo de la escuela mirando a la luna, solíamos discutir haciendo mucho ruido.
—¡Si eras tú! —señalé acusándola—, ¡Ugh! —rugí con satisfacción, como si hubiese ganado una gran apuesta—. Sabía que algo tenías que ver en esas noches ruidosas.
Magna solo asintió.
Refresqué mi memoria aquella tarde; por si a alguien le interesa recordar: durante el curso del año pasado, algunas noches, los gatos del castillo parecían montar una fiesta sobre el techo de la escuela profiriendo sonidos realmente escandalosos que llegaban a parecer gritos (aunque en parte así era). El punto es que resulta ser que una parte de mi siempre atribuyó que tenía algo que ver con Magna (en ese entonces solo la conocía como una entidad malvada que quería devorar mi alma y llevarme al más allá); ahora ella misma lo confirma, ¡sabía que mi instinto no fallaba del todo!, recuerdo que una de esas noches las gemelas tuvieron que envolver la habitación con un hechizo aislador para que el sonido nos dejase dormir.
El cuchicheo de la discusión que tenía lugar en la sala se hacía oír hasta la habitación, para tranquilizarme decidí escribir los acontecimientos que se habían llevado a cabo ese mismo día en el diario que llevaba conmigo. Había tomado un cuaderno viejo que tenía lugar en una estantería del apartamento y lo bauticé como: "el diario número 2".
—¿Escribes mucho? —siseó Magna mientras se acercaba a ver.
—Más o menos —hablé distraída—. Es más útil de lo que parece —Magna dejó un espacio en silencio dándome a entender que continuase con mi maravillosa explicación—. Cuando lo releo me encuentro mis errores y trato de corregirlos... algunas cosas me avergüenzan —admití—, pero he aprendido... ¡mira!
Rápidamente abrí uno de los cajones y saqué el diario felpudo, el primero. Abrí la primera página y sentí como el calor abordaba mis mejillas.
—E-este es el primero... —murmuré mientras me daba la vuelta para que Magna no notara mi nerviosismo—... si comparas la primera página con está que escribí hace unos días —señalé para levantar el diario número 2–, verás que incluso he aprendido a escribir un poco más.
Le dejé ambos diarios, Magna se encontraba inexpresiva ante los dos libros. Fer comenzó a notar mis temblores y los apretones de mis manos; saltó de donde se encontraba y se acercó a mi con la intención de levantarme el animo.
—Bueno —habló finalmente mi antepasada—, evidentemente has mejorado algo... —levantó la mirada de los dos empastados y me observó en silencio—... para tener 13 años y hacerlo por tu cuenta, claro.
No sabía si era un halago o un insulto, pero preferí tomarlo como algo bueno; si no le hubiese gustado en nada me lo habría dicho directamente.
—¿Gracias? —deduje.
La mujer me tendió los dos diarios y los dejé descansar sobre la madera.
—... ¡y será tú culpa! —escuché como una voz femenina aparecía en mi campo auditivo.
Al parecer la discusión había terminado, cuando salí a preguntar mi madre había resultado ganadora, eso aunque su humor demostrara lo contrario.
Como decisión final iría con mamá a llevar a Magna, en un principio rechisté ante la idea porque lamentablemente sabía que mi madre no poseía magia; eso resultaría bastante peligroso si la situación se llegaba a poner fea. La pregunta era: ¿cómo podía saber que las cosas se llegarían a poner feas?, pues es muy fácil, con mi mala suerte y la facilidad que tenía Magna Spellman para tentarla no podíamos salir ilesos.
Eso y que yo no podía hacer magia fuera de Hogwarts.
—Así se harán las cosas —contestó firme mi progenitora—. Legalmente no puedo dejar que vayas sola; mucho menos a hacer algo así. ¿Qué tantos días tomará dejarte en tu casa? —le preguntó esta vez a Magna.
—¿Desde la capital?, tres días a lo mucho —respondió tranquila.
Mamá asintió como si esas palabras le hubiesen hecho darse cuenta de algo importante, algo que no había considerado— si... la capital —confirmó mientras se removía en su asiento—. ¿De cuál capital estamos hablando precisamente?
—De la tierra que recibió a su hija menor en cuando usted la hubo traído al mundo.
Mamá intercambió la mirada con Bella y luego ambas me observaron inquietantes. Si, lo admito... naturalmente nací en un país y aún conservaba esa nacionalidad... también soy consciente de que «obvié» decirle a las integrantes de mi núcleo familiar el lugar al cual debíamos ir.
—Se me olvidó decirles ese «pequeño» detalle —sonreí.
—¿Pequeño? —preguntaron ambas. Magna, por otro lado, nos observaba en silencio.
• Presente •
Por la mañana las aves cantaban, el sol nos abrazaba cálidamente mientras la fresca brisa recorría los pasillos inferiores del castillo; mientras avanzaba con mi mochila colgada en mi espalda a la clase de defensa contra las artes oscuras no dejaba de pensar en las palabras de los alumnos.
«Es realmente agradable», decían de buena manera al expresarse de la profesora; «nada comparada al profesor Crull».
Fue imposible que una sonrisa no se dibujase en mi rostro, definitivamente ese era el cambio que esperaba para el nuevo año escolar, cosas positivas (exceptuando los rumores asquerosos que compartían los estudiantes sobre mis amigos).
Por despistada me choque con alguien a cruzar una esquina, inmediatamente nos disculpamos al mismo tiempo; levanté la mirada y para mi mala suerte me encontré con Jim.
¡A ver!, Jim no era una mala persona, de hecho, me alegraba haberme chocado con el ya que jamás se enojaría porque el es muy considerado, amable, respetuoso, atento, hermosos, humilde y todos los pronombres personales que indicasen lo maravilloso que resultaba. El problema con el, es que me hace sacar mi lado más estupido.
—¿Estas bien? —preguntó mientras se inclinaba un poco, como si estuviese realizando una pequeña y entrecortada reverencia—. Lo siento mucho.
—N-no te preocupes —sonreí mientras me alejaba un poco, sentía como el calor subía a mis mejillas y eso solo podía significar una cosa: problemas—, yo venía distraída, lo lamento.
—¿Vas tarde a clases?, puedo disculparte con el profe-
Pero antes de que pudiese terminar de relatar lo que se convertiría en un acto caballeroso lo interrumpí— ¡No hace falta!, en serio, ya debo irme... nos vemos. —me despedí mientras planeaba caminar para huir de mis emociones... el problema era que mis piernas no se querían mover, parecían querer quedarse ahí, para siempre... por siempre...
—Está bien —asintió nuevamente—, entonces nos vemos para el almuerzo. —finalmente agitó su mano en forma de despedida y se fue por el pasillo.
No pude evitar seguirle con la mirada, así como el tampoco pudo evitar voltearse para saber si ya había seguido con mi camino o si me había quedado parada como una boba en la esquina.
Definitivamente me había quedado parada como una boba. Mientras me reprendía doblé por el pasillo dirigiéndome a la clase... cuando mis mejillas comenzaron a volver a una temperatura normal me tomé la libertad de volver a pensar.
Era imposible que hubiese desarrollado un crush por el coreano, es decir, apenas lo conocía de una semana (tal vez menos). No era un lujo que podía permitirme.
—Llegaste. —dijeron las gemelas en forma de saludo.
Asentí y tomé asiento a un lado de ellas, Natalia apareció en mi campo auditivo con una frase bastante imprudente.
—¿Por qué tienes esa sonrisa de boba?
De golpe llevé mis manos a mi rostro, irrefutablemente tenía una sonrisa... la cual volvió a ser adornada con un sonrojo luego del tremendo auto-golpe que me di por la acción tan brusca.
—Auch. —logré pronunciar mientras me acariciaba la zona afectada.
—Buen día clase —la profesora había aparecido con una estupenda sonrisa adornando su rostro—. Es un placer informarles que seré su profesora de defensa durante este año... mi nombre es Laura Odisioty.
La señorita Laura nos hizo levantarnos y presentarnos uno por uno. Cada alumno decía sus gustos y disgustos, acompañado de su sueño para el futuro... el pánico comenzó a crecer en mi, ¡¿qué se supone que diría?!, ¿por qué sentía que hasta había olvidado mi propio nombre?
—¿Y usted? —preguntó la profesora, Natalia me dio un leve empujoncito para que supiese que era conmigo.
—Bueno... mi nombre es Camila Spellman, me gusta... —vacilé antes de volver a hablar—... me gustan muchas cosas... —las risillas de mis compañeros llegaron hasta mis oídos, lo que no me tranquilizaba en absoluto—... no me disgusta nada en específico... —¡no sabía que decir!, era como si me hubiesen reiniciado sin hacer un respaldo de seguridad—... y cuando sea grande... bueno, en realidad no lo he pensado... ¡pero!-
El aula estaba sumida en un gran silencio, mis palabras los habían confundido, lo peor del caso es que no pude terminar de hablar porque la misma profesora me había interrumpido— ya puedes tomar asiento.
Rápidamente me senté mientras las ideas de las cosas que pude haber dicho inundaban mi mente, como si quisiesen recordarme que pensar en el chico nuevo me había vuelto estupida... lo cual no es cierto porque no pienso en Jim todo el tiempo.
«rayos», pensé al darme cuenta en lo que me habían convertido, era como Daniela... pero peor.
Mientras respondíamos algunas preguntas sencillas con ayuda del libro (tarea asignada por la profesora), podía sentir la mirada de la señorita Laura posaba en mi... hice mi mayor esfuerzo por no levantar la cabeza y enfrentar mi destino... era una sensación bastante atemorizante, me hacía sentir diminuta, como un ratón.
No me di cuenta cuando se levantó y pasó a mi lado, se detuvo por un momento y luego continuó sus pasos mientras pronunciaba en voz alta— lean bien las preguntas.
Entonces el pánico recorrió mi cuerpo como si me hubiese caído un relámpago. Intercambié miradas con Natalia, quien me veía con su expresión de siempre: «me fastidias»; pero yo sabía que no era así, en el fondo me quiere.
—¿Me dejas ver tus respuestas? —murmuré mientras añadía gestos para que me entendiese. Ella negó con la cabeza—, es solo para comparar.
La pelinegra puso los ojos en blanco por un segundo, dándome a entender que le molestó mi petición, aún así accedió. Estábamos sentadas en la misma mesa así que no había problema para compartir la información, en un santiamén leí sus respuestas; no es por nada, pero las mías eran mejores... me tranquilice y asentí, dándole a entender que ya había acabado con mi análisis.
Al momento de entregar la tarea, la señorita Laura me colocó lo que vendría siendo un 6 de 10... ¡6!, ¡un seis!
Cuando le pregunté el porqué me dijo que me había extendido con mi análisis, que para la próxima lo hiciese un poco más breve y me apegase más a la opinión del libro. Entendí que era una profesora exigente, podría lidiar con eso.
Durante el almuerzo me encontraba sin apetito, definitivamente este había sido un terrible inicio de clases, todo había salido mal... ¿cuando será que tendré un día lleno de cosas positivas en lugar de negativas?
—¿Es posible volverse estupida de la noche a la mañana? —pregunté lo suficientemente alto para que mis amigos me escucharan.
—No —dijo Natalia—. Siempre has sido estupida, solo que hasta ahora te das cuenta.
Había dejado mi cabeza apoyada en la mesa, pero no fue impedimento para voltear y observar a la chica Nott— gracias por tu compresión. —refunfuñé.
—¿Lo dices por la clase con la profesora Laura? —preguntó una de las gemelas.
Voltee para ver a la que debía ser Eva, la miré un tanto sorprendida... esa oración había sido larga.
—Si. —confirmé.
—Has comenzado a cambiar desde que conociste a Jim —soltó sin pelos en la lengua.
—¿Quién es Jim? —preguntó la última voz que quería dentro de la conversación. ¿Recuerdan a la chica Ravenclaw que tiene una obsesión con mi hermano?—, ¿es el coreano?
No respondí, el silencio podía resultar mejor que cualquier otra cosa que pudiese decir... ni siquiera le miré, no podía levantar ningún tipo de sospechas; me hubiese gustado preguntarle qué hacía ahí pero sabía que la chica se hablaba con algunas Gryffindor.
—El mismo. —respondió el par de hermanas que seguramente habían salido de una oferta del 2x1 en un mercado barato porque dijeron la información que claramente estaba evitando decir.
Existen muchas letras, que a su vez pueden conformar un sin número de palabras que suelen utilizarse para formar millones de oraciones, pero, en este caso Georgia decidió utilizar las siete letras y dos palabras más inoportunas de todos los idiomas.
—¿Te gusta?
La pregunta me dejó en blanco, tengo 13 años... era normal que me gustase alguien, pero Jim no me gustaba, pero tampoco pasaba desapercibido ante mis ojos... ¿qué era entonces?
Volví a guardarme mis palabras.
—El silencio dice más que mil palabras. —canturreó el águila.
—¡Claro que no! —salté—, el silencio es un derecho y no puedes sacar conclusiones de el.
—Veremos. —amenazó.
Otras siete letras terroríficas. A ver, Georgia podría ser una intensa y yo no sabía nada de ella, pero jamás creería que utilizaría una información falsa en mi contra... aunque, por como corrían los rumores en la escuela y siendo consiente de que a los estudiantes les importaba muy poco la fuente de ellos, muy posiblemente este pudiese significar el fin.
La memoria del chisme de Scorpius taladró mi cerebro, haciéndome entender que todo podía ser posible... incluso que un rumor falso (como que me gustase el chico) se volviese tan sólido como uno verdadero.
Fue inevitable levantar mi cabeza de la mesa y bruscamente darme vuelta para observar a mis amigos Slytherin's, se encontraban hablando mientras que las personas de su alrededor mantenían una distancia prudente, ¡casi querían hacer parecer que mis amigos traían un virus consigo!
Volví a observar a Georgia, esta vez ella tenía una expresión que me atemorizaba.
Definitivamente tenía miedo, ¡es que ni siquiera podía iniciar una pelea para defender mi honor, ella aún no había hecho nada!
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