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10. Chuchu


El sol filtraba su luz a través de las cortinas que cubrían las ventanas, miré al frente y me encontré con Amanda plácidamente dormida en la otra cama. Entonces lo supe, observé el teléfono y me fijé en la hora y fecha «8:00am 1 de septiembre».

—¡Es hoy! —brinqué de la cama, Fer salió de debajo de la misma, Amanda saltó en su lugar viéndome adormilada.

—¿Qué pasa? —preguntó de golpe mientras tanteaba la mesa de noche buscando su varita.

—¡Hoy volvemos a Hogwarts!, ¡Javier! —grité alegre.

—¡Camila! —escuché de detrás de la puerta.

—¡Es hoy! —nos dijimos contentos.

Luego de celebrar corrí a baño y me alisté y cuando hube terminado le di paso a Amanda, quien me observaba con evidente cariño.

—¿Empacaron todo anoche? —preguntó papá mientras me servía café con leche.

—¡Claro que si!, ¿cómo no? —habló un tembloroso Javier a mi lado.

—Yo quiero ir —refunfuñó Alejandro.

—El año que viene —le consoló su madre—, ¿cuánto le faltará a mi sobrina? —preguntó refiriéndose a Amanda.

—No mucho, hace rato que entró... —respondí tomando un poco de mi bebida—... ¿qué hora es?

—Son las nueve.

—¡Es muy temprano!, ya quiero que sean las 10, ¿no se puede adelantar la hora? —preguntó Javier ansioso.

—No —respondió papá, tratando de no sonreír.

Escuché los pasos aproximarse, volteé dramáticamente y me encontré a una simpática Amanda.

—¿Me tardé mucho? —preguntó.

—No —le habló papá con un tono de voz claramente paternal—, justo a tiempo, diría yo.

Cuando todos hubimos comido papá nos hizo sufrir al hacernos esperar por nada, el se excusó diciendo que había que «reposar» el desayuno, ¡pero yo no quería reposar!, ¡yo quería acción!

—Papá —le rogó nuevamente mi hermano.

Papi observó su reloj, levantó la mirada, volvió a mirarlo, levantó la mirada y sonrió— supongo que ya podríamos...

—¡Lucifer! —vociferé llamando al gato.

—¡¿Así es como se llama?! —se quejó mi madrastra, interrumpiendo el llamado.

—¿Cómo le pusiste un nombre así al gato? —preguntó papá con el ceño fruncido.

—A-ah —iba a responder pero me encontraba entre la espada y la pared, luego de un año me arrepentí de su nombre... sin embargo sabía que le quedaba como anillo al dedo así que me rehusé a cambiarlo.

—Miau —hizo su aparición. Observó la jaula con resentimiento pero sabía que hasta llegar al tren no tenía más opción.

—Vamos, Fer... sabes como funciona —le hablé, y el gato se introdujo en uno de los lugares que más le incomodaban «la caja».

—Que nombre tan feo —se quejó una vez más papá mientras me observaba incómodo.

—Creo que es el nombre más idóneo para el gato —defendió Amanda con una sonrisa ladina.

Al final, papá nos hizo asegurarnos de haber apagado todas las luces, dió una última vuelta y finalmente cerró la puerta principal.

Entramos al auto dejando las valijas y las mochilas en el maletero, casi todos estábamos alegres, y digo «casi» porque Alejandro estaba un tanto triste por nuestra partida.

—No pongas esa cara, hermanito —le consoló Javier—, te enviaré algo del castillo para alegrarte.

—¿En serio? —sus ojitos parecieron brillar—, ¿qué piensas enviarme?

Javier pareció pensar un momento, entrecerró sus ojos y finalmente chasqueó los dedos— ¡Una piedra!

Amanda y yo intercámbianos miradas dudosas luego de escuchar esa extraña respuesta— ¿u-una piedra? —preguntó finalmente Alejandro, no parecía ser la respuesta que esperaba.

—¡Claro! —sonrió el otro—, la pintaras y me la enviaras de regreso... así haremos algo en conjunto a pesar de todo.

—¡Vaya! —dijo el menor impresionado—, está bien, la pintaré lo mejor que pueda —entre ambos hermanos varones se intercambiaron miradas. Amanda y yo nos encogimos de hombros... pues cada quien con su caso—, y tú, Camila, ¿qué me enviarás?

—Amm —pensé, pero la pregunta fue tan repentina que quedé en blanco—, n-no lo sé... ¿me dejarías pensarlo un poco?

—Por su puesto —afirmó más tranquilo.

—Bueno —habló Amanda, interrumpiendo mi abuso de creatividad—, yo te podría enviar una poción de suerte líquida —se llevó una mano al pecho, orgullosa—, este año debería aprender a hacerla.

—¡Eso es genial! —Alejandro la abrazó.

Yo entré en pánico ¡¿cómo se supone que superaría algo así?!

—¡Vaya! —habló mi madrastra—, ¿estás segura?

—Claro, las pociones es una de esas pocas cosas que se me dan bien —sonrío.

¡¿Qué se supone que yo le ofrecería?!, ¿mi hermandad? Volteé a verlo y se encontraba tranquilo en su lugar mientras miraba por la ventana. ¡No puedo darle algo tan simple!

Dada a mi ansiedad la llegada a la estación fue rápida, tanto que no pude pensar lo suficiente para saber que decir, cuando bajamos del auto mi hermanito no se hizo esperar.

—¿Ya sabes? —preguntó.

—Aún no me ido, espera un poco más —asintió y me ayudó con la jaula del gato.

¡Esto es terrible!

No pude disfrutar de ver a los turistas o de sufrir por el frío, o incluso evité distraerme con el cartel que indicaba la salida de los trenes.

De un momento a otro ya había pasado por el portal y el tren escarlata se encontraba frente a mi, un llamado simultáneo hizo que levantase la mirada.

—Spellman —saludaron ambas voces.

—¡Ah! —gritó espantado Alejandro por la repentina aparición de las gemelas.

—¡Ah! —fue mi oportunidad de gritar espantada—, ¿q-qué les pasó? —pregunté mientras veía estupefacta la imagen que yacía frente a mi. Al parecer las gemelas de cabellos blancos habían tomado una decisión bastante impulsiva.

Una de ellas llevaba el cabello corto, hasta el cuello, se veía bien, pero jamás me esperé algo así.

—¿Cuál de las dos se cortó el cabello? —preguntó Javier llegando a mi lado.

—Eva —hablaron simultáneamente.

—Yo siempre quise gemelas —sonrió mi papá emocionado por la idea de que tuviésemos más amigos—, hola... soy Erick Spellman.

—Mucho gusto —ambas hicieron una sonrisa... cabe destacar que salió bastante humana y natural, cada una levantó una mano... sin embargo era la mano contraria a la otra, así que papá pudo saludarlas al mismo tiempo (utilizando su mano izquierda y derecha a la vez).

—El gusto es mío —asintió, y miró a su esposa—, nuestro —corrigió—... el gusto es nuestro.

—Respondiste a nuestras cartas —habló Zoé.

—Bueno, tampoco iba a dejar de hacerlo —respondí tratando de volver a la normalidad.

—Gracias por eso —habló Eva.

—¡A un lado! —escuché esa voz levemente ronca—, ¡muévete!

—¡Natalia! —exclamó Amanda alegre en cuanto hubo divisado la cabellera negra entre la multitud.

—Que amigos tan particulares —escuché a mi madrastra.

—Y no son todos —sonreí y les vi.

—¡Les debo presentar a Scamander! —sonrió Javier, fascinado—, déjenme buscarlo, ¡no se muevan de ahí! —avisó una vez comenzó a recorrer el lugar.

—¿Ya pensaste en que me darás? —preguntó Alejandro colocándose más cerca de mi mientras observaba con recelo a las gemelas.

—B-bueno... —vacilé—... la verdad es que...

—¡Camila! —exclamó otra voz.

—¡Potter! —sonreí en cuando hube divisado a Albus, que me saludaba contento.

—No te imaginas lo que hizo Lily... —pero sus palabras quedaron en el aire en cuanto les hubo prestado atención a las gemelas—... wow, que...

—Hola, Potter —saludaron ambas. Pude ver como papá hizo una mueca de incomodidad dada la espeluznante sincronía del par.

—H-hola —respondió Albus hacia las blanquecinas, luego se giró levemente y saludó a mi padre, quien le devolvió el gesto amablemente.

Vi como el agarre de Alejandro hizo presión en mi brazo sin vendaje, indicándome que no me quería dejar ir. Pronto Javier llegó en compañía de Scamander y le presentó amablemente a nuestra familia... excepto a mi porque ya nos conocíamos, así que solo nos saludamos como viejos conocidos.

—¿Vienes? —me preguntó Albus—, aún no encuentro a Scorpius... al parecer se ha estado escabullendo —murmuró lo último un tanto extrañado.

Miré a mi padre y el levantó el brazo para iniciar el abrazo de despedida, luego de prometerle que no me metería en problemas nos acompaño a dejar el equipaje en el lugar indicado (exceptuando la jaula del gato).

—Bueno... —nos miró a Javier y a mi—... tengan un buen año, recuerden escribirme... pueden tomarse fotos con sus celulares pero no prometo que vayan a tener cobertura —suspiró—. Y envíenle a su hermano también —papá se levantó y buscó con la mirada a alguien, cuando hubo encontrado a la persona indicada le hizo una seña y esperó un momento.

—¿Si, tío? —preguntó Amanda cuando hubo llegado.

—Bueno... espero que tengas un buen año —le comentó.

—Procura escribirnos, ahora eres de la familia —continuo mi madrastra.

—Con gusto... —pareció vacilar en sus palabras—... n-no se como agradecerles todo.

Ambos adultos hicieron un puchero y la abrazaron sin permiso, al contrario de lo que uno podría esperarse, la rubia no se quejó y les devolvió el abrazo gustosa.

—Cuídense —habló papá por última vez.

—Y-yo también —comenzó Alejandro—.... quiero... quiero... —pero sus palabras quedaron en el aire cuando se hubo ahogado reprimiendo el llamado—... que tengan un buen año.

—¡Te quiero tanto! —exclamó Javier mientras se agachaba para abrazarlo.

—Yo también te quiero —le dije uniéndome al abrazo.

—¡El tren partirá en quince minutos! —se escuchó un grito.

Nos separamos y nos encaminamos a abordar el tren, Alejandro me pasó la jaula del gato y la tomé con una sonrisa sin mostrar los dientes. Nos vimos por última vez y nos introdujimos al transporte, varios estudiantes estaban corriendo y otros tantos buscando un lugar disponible.

En breve me topé a las gemelas, abrí la puerta sin permiso, al poner un pie adentro decidí hablar.

—¿Se puede? —pregunté y ambas asintieron.

Javier entró detrás mía y colocó a su lechuza temporalmente en el suelo mientras se quitaba su mochila y el abrigo. Imité su acción viendo por la ventana, mi hermanito nos miraba con sus ojo brillosos desde el otro lado... pero un grito dentro del tren me interrumpió, volteé alarmada, Javier ya se había dado vuelta.

—...¡Te juro que te mataré, Weasley! —escuché la queja.

Javier y yo negamos divertidos... entonces, ¡se me prendió el foco!, rápidamente abrí la ventana y Alejandro se acercó un poco más. Vi a los Potter de lejos así que aproveché de saludarles, ambos me devolvieron el gesto gustosos

Volví la vista a Alejandro así que hablé— ¡Ya se que te voy a enviar!

—¡¿Qué cosa?! —preguntó curioso.

—¡Una mandragora gritona para que así no pienses tanto en Hogwarts! —sonreí, entonces su rostro palideció. Comenzó a negar y el tren se movió un poco.

—¡No, no! —atacó mientras papá lo sujetaba para que no se lanzase al tren.

—¡Si! —respondí mientras el tren se movió indicando que comenzaba el viaje.

Alejandro comenzó a caminar aterrado a medida que el tren avanzaba— ¡Camila, por favor no!

—¡Ya veras que te va a encantar! —avisé asomándome más.

Entonces Alejandro comenzó a trotar mientras llamaba la atención de una buena parte de la estación— ¡No me...! —pero fue interrumpido por el silbato del tren, así que comenzó a correr y finalmente gritó—... ¡NO ME MANDES UNA MANDRAGRORA GRITONA!

—¡QUE SI! —le respondí mientras asentía varias veces con una sonrisa y levanté mi mano con el dedo pulgar extendido, Javier me tuvo que sostener para que no me lanzase por la ventana. No me introduje al vagón hasta que dejé de ver la cara aterrada de mi hermano.

—No lo debiste espantar así —sonrió Javier negando con la cabeza.

—Tuve que —avisé una vez que me hube sentado, divisé la jaula del gato así que la abrí, liberando a la bestia.

Fer no tardó en saltar hasta el par de gemelas para recibir atención.

—Hola, gatito —sonrieron las hermanas.

¿Irás con tus amigos? —le pregunté a Javier, el asintió avanzando hasta la puerta.

Al rato vuelvo —avisó mirándome mientras salía y a cerraba la puerta corrediza. Asentí ante su comentario y estiré mis piernas en el asiento (aprovechando que ya Javier no estaba para ocuparlo).

—Está más pesado —habló Zoé refiriéndose al gato.

—Ha comido mucho durante el verano —respondí frunciendo el ceño—, me sorprende que no se le note tanto.

—Sus orejas parecen más puntiagudas —señaló la misma gemela de cabello largo.

—Supongo —murmuré—, ha cambiado mucho durante los últimos meses... incluso se ha vuelto más listo.

Las gemelas asintieron y se miraron entre sí.

—¿Aún hablas con Potter? —preguntó Eva.

Me sorprendí de que estuviesen tan conversadoras hoy, así que no quise incomodarlas y seguí con la amena conversación— ¡claro!, de hecho nos vimos durante el verano y... —iba a contar más pero la misma de cabello corto me interrumpió.

—¿Y has hablado con su amigo, Malfoy? —preguntó nuevamente.

Cerré mi boca abruptamente unos segundos y luego volví a hablar— ehh... no —sonreí incomoda—, hablamos un poco al principio pero luego dejé de...

—Su madre falleció —soltó abruptamente. Por un momento sentí que el tren se detuvo y que mi estomago se subió a mi garganta.

—¿C-como? —pregunté sin pensar.

—Escuchamos a nuestro padre —habló una.

—Pensamos en darle el pésame... —continuó la otra—... pero al no hablarle, parecería un poco...

—... hipócrita —terminaron.

Yo asentí una vez, tiritando en el proceso... no quería comparar nada pero, el año pasado cuando noté la ausencia de mi madre (incluso antes de nuestra separación), me sentí bastante mal. De hecho, había llorado un par de veces... suponía que era algo que le pasaba a muchos de primer año... pero, ¿alejarte de ella definitivamente?

—Rayos —dije bajito, sin poder creérmelo. Duré un rato pensando en que decirle cuando lo viera... tampoco podría llegar de golpe y decir: «lamento la muerte de tu madre, no te sientas mal», ¡eso era absurdo! Sabía que el estaba preocupado a final de año pero... no sabía que era tan... grave.

—Miau —maulló Fer acercándose a mi.

—Supongo que peor es estar solo el primer día —miré al gato—. Iré a buscarlo, ¿se quedarán aquí? —les pregunté y ambas asintieron.

—Esperaremos al carrito —anunciaron. Yo sonreí un poco y me dispuse a irme.

Al salir del compartimento tuve que agacharme fugazmente ya que un avión encantado viajaba a toda velocidad por el pasillo. Sonreí ante la magia y a las alegres voces, el camino hasta los vagones del final se me hizo un poco tardío ya que me detuve a saludar a varias personas, conocí gente e intercambie palabras con las de siempre. Al llegar hasta casi el final me detuve gracias a un golpe de adrenalina, nadie me había molestado... sin embargo mi cerebro me recordó rápidamente que Albert ya se había graduado y que no debía preocuparme más por esa rata de dos patas.

Cañería —murmuré con el ceño fruncido, y en ese instante me había olvidado de que habíamos acabado en buenos términos... rompiendo así con la enemistad que venía desde el problema entre Magna y Thompson.

Fer maulló de repente, me detuve a verlo y pareció olfatear algo en el suelo, comenzó a avanzar y lo seguí un par de metros hasta que llegamos a una puerta de cristal, allí se encontraban Scorpius y Albus.

Suspiré, me concentré y abrí lentamente la puerta corrediza.

—Hola —sonreí un tanto incómoda, no quería demostrar nada ya que Malfoy se mostraba tranquilo y Albus, por su parte, alegre—... ¿puedo pasar?

—Por su puesto —respondió el rubio señalando el asiento que yacía en frente de el—, ¡oh!, hola gatito —sonrió viendo a Fer.

—Miau.

Me introduje tratando de mantener la calma y me senté al lado de Albus, ambos nos sonreímos y volvimos la vista a Scorpius.

—¿Interrumpí su conversación? —pregunté.

—Para nada —habló Albus rápidamente.

—Hablamos sobre la prima de Albus, Rose —respondió Scor.

—Ya veo —ambos me miraron esperando a que dijera algo más—. La verdad es que al principio no me agradaba mucho —comenté—, pero luego de conocerla un poco... —no terminé de hablar cuando ya Albus había bufado—... resulta ser más agradable.

—Le dije algo parecido a Albus cuando la vi más temprano, ¡me saludó! —sonrió el rubio.

—¿Te impresiona eso? —el asintió cuando le hube preguntado—, pero si el año pasado habían hablado en el pasillo.

Scorpius intercambió una mirada rápida con Albus, ¿de qué me perdí?— n-no se de que hablas... eso nunca pasó —me dijo con un dejé de confusión.

—Claro, cuando buscabas a Albus para entregarle su hurón —respondí y ellos se volvieron a ver confundidos—, que te encontraste a Rose en el pasillo y...

—Estoy muy seguro de que recordaría algo así —respondió el rubio un tanto divertido por la situación.

—Juraba... —murmuré y en milisegundos resolví el problema dentro de mi cabeza... existían tres opciones: la primera es que es un efecto secundario por el obliviate lanzado por el profesor Crull, la segunda opción es que fue una visión de Magna, y la tercera es que de alguna manera me involucré en un viaje espacio-temporal y mi yo del ahora sufre las consecuencias de las acciones de mi yo del futuro, ¡y!, creé una especie en efecto mándela al convivir con un afectado del espacio-temporal—... haber visto algo, bueno, supongo que pudo ser por el «incidente» del año pasado.

—¿Cuál? —preguntó Albus, logrando que temblara en mi lugar.

—¿C-como que cuál? —murmuré asustada, ¡¿qué es real y que no?!—, ¿t-te refieres a cual de todas las cosas o...?

—¿Qué cosas?, el año pasado fue completamente normal —respondió, cada parte de mi tembló a causa del aire frío que se filtró en mis pulmones, no debía ser muy lista para saber que mi cara debía estar pálida... en breve noté como la sonrisa comenzó a aparecer en rostro de Albus.

—¡Eres! —comencé y escuché su risa—... eres un malvado —estaba seria mientras el traba de camuflar su risa tapándose el rostro con su manga—, no juegues con cosas tan serias —le di un golpe suave en el brazo—, ¡Potter, yo no me estoy riendo!

—Pues yo si —me respondió mientras reía más, miré a Scorpius buscando ayuda. pero el solo sonreía mientras nos veía.

—¿Tu no vas a hacer nada? —me quejé viendo al rubio, el sonrió tímido.

—Puedo reírme también, si quieres.

Entonces inflé mis mejillas por la rabia contenida, ¡era algo serio!, ¡¿cómo podrían reír con algo así?!

Miré a Fer, pero el se encontraba al lado de Malfoy; se le veía contento por la compañía de más personas que no tenía que soportar todo el día.

—E-eso me recuerda —habló Albus aún manteniendo una sonrisa—... hablando de asuntos serios, ¿cómo sigue tu madre?

En ese momento se me heló la sangre, Scorpius pareció volver a su realidad y bufó.

—¿Tan mal está? —preguntó el de ojos verdes inclinándose más a su amigo.

—De hecho —comenzó— está tan mal que no puede empeorar —murmuró el otro desviando la mirada a la ventana.

Albus me miró un tanto confundido, tal vez no había terminado de procesar las palabras o su mente simplemente no lo quería aceptar.

—Su madre falleció —le comenté bajito, sabía que ambos chicos habían escuchado a la perfección... pero no era una oración que uno dijese con ánimos.

—L-lo siento —le dijo Potter posando la mirada en el Malfoy.

—Tranquilo, no fue tu culpa —le respondió el otro tratando de brindarle una sonrisa, pero en su lugar salió una mueca que me dejó triste, de echo, ni siquiera Fer tenía ánimos de lamer su pata o mover la cola... así que apoyó su felina barbilla en la pierna del oji-gris.

Albus, al igual que su padre... no pudo aguantarse y preguntar que había pasado. Scorpius explicó brevemente lo que sabía, alguna maldición sanguínea que había sido arrojada a un antecesor suyo tuvo repercusión en la vida de su madre (o algo así).

—Cuenta conmigo para lo que sea —finalmente tomé el valor para hablar—, ya sea para llorar a las tres de la mañana o robar comida de las cocinas —sonreí un poco sin mostrar los dientes y el rubio asintió.

—Gracias... siempre quise una compañera para asaltar a los elfos en las cocinas —respondió con una sonrisa que si parecía más de alegría... fue sarcástico, si... pero no era un tema que entrara a discusión.

—¿Y yo quien soy?, ¿el vecino de enfrente? —preguntó Albus, ofendido por la exclusión de su amigo.

—A ti te veo todo el tiempo, estoy agradecido de ver un rostro diferente entre nosotros —respondió, logrando que Potter se hiciese el dolido.

—Por Merlin, que falta de tacto —le dijo en forma de queja.

Luego de ese momento tan infortunio comenzamos a hablar de cualquier cosa, pensé en irme de regreso con las chicas... pero sabía que por el momento era más útil y sincero estar con el dúo renegado de Slytherin.

Naturalmente la señora del carrito no tardó en llegar, Scorpius no tenía hambre... pero yo, por el contrario, decidí comprar una rebanada de cheesecake. Me devolví a mi asiento y fue inevitable ofrecer de mi rebanada.

—No, gracias —murmuro Scorpius... pero en unos segundos de silencio su estómago dictó lo contrario.

—Iré por otra rebanada, toma la mía —y se la dejé en sus piernas sin su consentimiento—, si, anda —dije en cuanto se opuso—. No me desprecies el gesto —sonreí en su dirección y el asintió con sus ojos levemente brillosos.

Tuve que salir del cubículo para ir tras la señora del carrito, naturalmente tuve que hacer una pequeña fila, no debía esperar tanto... eran como tres personas, al llegar al frente hice mi pedido.

Cuando extendí la mano con las monedas correspondientes la señora las tomó con amabilidad y me pasó los alimentos. Asentí en agradecimiento y me dispuse a retirarme.

Un leve empujón hizo que volteara, me encontré con Natalia, esta me vio levemente molesta... como siempre.

—Al parecer ya no saludas —me fulminó con la mirada—, ¿se te olvidaron los buenos modales luego de juntarte con el chico Potter? —se quejó cruzándose de brazos.

—Lo siento —le respondí tratando de no ocasionar problemas innecesarios—, no te había visto.

—Amanda si me saludó —contestó tajante.

—¿Quieres un abrazo? —le pregunté alzando mis ocupadas manos que cargaban los pedazos de pastel.

—¿Un abrazo de un león?, no gracias —arrastró las últimas palabras; no se movió de su lugar, ni siquiera titubeó cuando miró en otra dirección, por inercia la abracé... aún si esas no eran sus intenciones lograría molestarla lo suficiente como para hacerle olvidar que no la saludé—, como sea —susurró.

No le veía el rostro pero sabía que no estaba enojada, cuando me separé me preguntó si sabía en dónde estaban las gemelas, le dije el lugar indicado y volví al cubículo.

No me di cuenta de cuánto tiempo había pasado hablando con los chicos hasta que dieron el aviso de que llegaríamos dentro de poco, yo me despedí de ellos y fui hasta mi cubículo con la intención de cambiarme.

—Regresaste —soltaron las gemelas.

—Si —murmuré mientras cerraba la puerta y corría las cortinas con la intención de que nada se viese—, en realidad fue mejor de lo que creí, pensé que estaría llorando o algo así —les comenté mientras me quitaba los zapatos y Fer terminaba de dar otra vuelta para acostarse en el asiento.

Las Blair se miraron entre ellas y asintieron levemente— estará bien.

Por un momento había olvidado que la madre de las chicas también había fallecido, no quise comentar nada más al respecto así que cambié drásticamente de tema y les comencé a hablar de lo emocionada que estaba por transplantar mandragoras.

Cuando hube terminado de guardar la ropa que llevaba antes dentro de la mochila y de asegurarme de que las gemelas estuviesen listas corrí las cortinas. Las luces del tren ya estaban encendidas dado que la noche ya había arribado.

—La noche será fría —dijeron ambas.

—¿Y cuando no? —pregunté sarcásticamente—, Fer... deberás entrar a... —pero el gato ya se había levantado perezosamente hasta dentro de su caja—... gracias.

—No nos has contado cómo fue tu travesía con Magna Spellman —dijo una de ellas, Eva, para ser más específica.

—Bueno, tendremos mucho tiempo... ya saben, todas las noches son como pijamadas —las chicas parecieron sonreír ante mi comentario, compartir habitación con esas dos era una terrible arma de doble filo, pero estaba segura de que era muchísimo mejor ser tres en lugar de 10, ya sabíamos cómo hacer que todo funcionase y no nos debíamos preocupar (casi) todo el tiempo de malentendidos.

—Estamos de acuerdo —terminaron por asentir un poco más alegres.

No pasó mucho tiempo y Javier llegó apresurado pidiendo que nos saliésemos del lugar para poderse cambiar, mientras esperábamos en el pasillo observamos a los estudiantes ir y venir... la mayoría ya parecían cansados y otros estaban ansiosos por poner un pie en el castillo.

Entonces sucedió el mítico momento... el tren comenzó a reducir su velocidad y a hacer sonar su característico silbido, por seguridad apoyé una mano en la pared, para evitar cualquier incidente que nos involucrara a la gravedad y a mi. La puerta del cubículo se abrió rápidamente, dejando ver a un Javier despeinado y sonrojado por el apuro que tuvo al momento de vestirse.

Acomódate bien —le advertí entrando al lugar con el, tuve que ayudarle a acomodarse más la túnica y a ajustar el cuello de su camisa, como pude acomodé alguno de sus mechones de cabello pero inmediatamente me detuvo—, ¿qué pasa?

Quiero un estilo más rebelde —me dijo mientras pasaba una mano por entre su cabellera—, roar —soltó y utilizó sus manos como si fueran alguna especie de garras de tigre.

¡Cuidado tigre!, no le vayas a sacar un ojo a alguien —sonreí, el soltó un poco del aire contenido en sus pulmones dándome a entender que mi comentario le había hecho gracia, pero no la suficiente para una carcajada, y eso estaba más que bien.

—¡Los de primer año, síganme! —escuché la voz de Hagrid.

Chillé de emoción y tomé mi mochila, agarré la jaula del gato y procedí a esperar a que Javier tomara sus cosas, ambos salimos y nos dirigimos a la puerta mas cercana... naturalmente formamos parte del grupo que saludó a Hagrid, el semigigante parecía disfrutar de su fama.

Las gemelas no tardaron en aparecer y caminaron a nuestro lado mientras nos dirigíamos hacia los carruajes, no se si debía sentirme triste o agradecida de no ver a los Thestrals... sin embargo un número mínimo de estudiantes se detuvo para «acariciar» a las criaturas mágicas, cosa que a mí me parecía extraña porque los veía como si acariciasen el aire.

—Vamos, subámonos a este —señaló Javier.

Las tres le seguimos como patitos persiguiendo a su madre, cuando nos hubimos montado, esperamos a el resto de pasajeros que nos acompañarían en el camino de llegar hasta el castillo.

—Hace bastante frío —le comenté a mi hermano, quien asintió cerrando un poco más su túnica.

—¿Si, eh? —respondió mirando al cielo con impaciencia—... bueno, hoy la luna está menguando.

—¿Eso es relevante al clima? —el se encogió de hombros divertido—, bueno... me alegra saber que te sientas atraído por el calendario lunar —sonreí mirando en dirección de los estudiantes que se aproximaban.

—En definitiva el calendario lunar es importante para las brujas... —defendió dirigiéndome una mirada cautelosa—... pensé que lo habíamos aprendido durante el año pasado.

—Pff —bufé fingiendo obviedad—. Claro,
si —le sonreí nerviosa mientras jugaba con mis manitas—... siempre estoy al tanto de aprender de las experiencias vividas.

—Camila... —soltó en tono de advertencia.

—je, je —me reí aún jugueteando con mis manos.

—¿Podemos acompañarlos? —soltó una voz que conocía a la perfección.

—Claro —respondí rápidamente—, ¿te imaginas que te diga «no»? —le hablé a Amanda, quien asintió y se subió al carruaje seguida de otro miembro de la casa Hufflepuff... si no me equivocaba era su capitán de quidditch.

—¿Qué tal tu verano, Abraham? —preguntó mi hermano mientras le saludaba.

—Mejor de lo que creí —sonrió—, la verdad es que ganar la copa de las casas el año pasado me trajo buena suerte... he decir que incluso me encontré cinco galeones antes de subir al tren esta mañana.

—Quiero un poco de tu suerte —señalé desde mi lugar, el chico negó aun alegre y me dijo que el secreto también estaba en la suerte líquida... supongo que si iba en el mismo curso de Amanda la euforia por hacer dicha poción la compartía con más de una persona.

El carruaje comenzó a andar y nos dio el suficiente tiempo para hablar un poco más (a excepción de las gemelas quienes permanecían atentas a la conversación).

El camino en carruaje era bastante bonito, se tenía otra perspectiva de la escuela; era casi tan encantadora como la que se tenía desde los botes.

A medida que nos acercábamos el castillo se veía más grande e imponente, cuando hubimos llegado al lugar de desembarque un profesor nos recibía en la entrada, dándonos las pertinentes indicaciones de dejar a nuestras mascotas y el equipaje de mano en el área indicada (que era casi a un lado de la entrada).

Dejé mi bolso sobre otros para que no estuviese directamente en el suelo... evidentemente todos pensábamos igual en ese particular, así que la montaña de equipaje no tardó en agrandarse... el asunto de las mascotas si fue más ordenado, especialmente por el hecho de que nadie quería incomodar a los animalitos... excepto por los sapos, todos los sapos estaban en un rincón aparte.

—Tranquilo Winks, algún día estas personas sabrán valorarte —dijo un alumno, en respuesta su sapo solo croó.

Luego de esa pequeña escena nos dirigimos en dirección del gran comedor, las puertas estaban abiertas de par en par y apenas parecía comenzarse a llenar, cundo entré el olor a salón inundó mis fosas nasales y las velas desprendían un aroma magnífico, como siempre, se podía ver el cielo... hoy se veía parcialmente nublado y las pocas estrellas que relucían lo hacían con un esplendor fascinante.

Nos despedimos de nuestros amigos (y familiares) Hufflepuff's para ir a tomar asiento en la correspondiente mesa de Gryffindor, este año sobre cada mesa colgaba un telar con el escudo de cada casa.

—¡Uh! —célebre—, este año cambiaron la decoración.

—Si, ya hacía falta un cambio —comentó una voz que salió de la nada y vaya que tenía sentido que no le hubiese detectado con anterioridad—, supongo que es por el regreso de la profesora McGonagall —finalizó el fantasma de Fred Weasley.

—Pensé que no saldrías hasta que comenzara el banquete —señaló uno de sus sobrinos que recién llegaba.

—¡Seguir reglas incluso después de muerto! —dramatizó el fantasma en respuesta—, Helena —llamó—, ¡¿puedes creer eso?!

—Creo que ahora si lo ofendiste —riñó Rose.

—Estará bien... —defendió con calma—... aún tiene la eternidad para perdonarme.

Ese último comentario me hizo voltear a las gemelas— no creo que Scorpius se sienta cómodo viendo fantasmas —comenté por lo bajo. Ambas se encogieron de hombros, «en la mañana precian más conversadoras», pensé.

Cuando pareció que entraron todos los alumnos (excepto por los de primer año), las puertas se cerraron y el bullicio comenzó a detenerse.

—¿Nos secuestraron? —le pregunté a las hermanas, pero ellas se volvieron a encoger de hombros—, ¡pueden hablar, no sean así! —me quejé bajito, pero ellas precian disfrutar sacarme de mis casillas.

—Su atención, por favor —escuché la voz de una señora, al observar el área de profesores, una mujer se encontraba levantada hablando... si no me equivocaba debía ser ella, la única, la inigualable—. Como sabrán este año retomaré mis actividades como directora... —la renombrada profesora McGonagall quiso continuar pero los virotes por la noticia no se hicieron esperar, la profesora se rió y movió la mano como quien no quiere la cosa—. ¡Ay!, por favor —la alegría cesó cuando la ahora «directora» levantó sus manos en señal de que quería continuar hablando—. Gracias, pero sabemos que detrás de esas puertas —señaló las grandes puertas del gran comedor— están los impacientes alumnos de primer año... y no queremos ponerlos más nerviosos. Ya todos ustedes saben el protocolo así que no los impaciéntenos mas.

Los alumnos de segundo año nos mirábamos entre nosotros como girasoles que no encontraban el sol, «cuál protocolo?», discutimos entre nosotros, «¿hay un protocolo?», «¿qué es un protocolo?».

No tuvimos suficiente tiempo para encontrar una respuesta así que cuando las puertas se abrieron volteamos como búhos, los niños (y adolescentes) avanzaban maravillados por lo que se encontraba enfrente de ellos. Verlos ahí, todos chiquitos, nerviosos y soñadores me daba esperanzas... ¿para que quería esperanza?, pues no tengo ni idea, pero me hacía feliz y eso es lo que importaba. Al igual que el año pasado, no pudieron faltar los alumnos más grandes que recién se integraban al mundo mágico. Lo cual parecía importarle poco al resto de alumnos.

Con las otras chicas de segundo año murmurábamos emocionadas sobre el asunto de los nuevos, entre los más chismosos se comentaba sobre las figuras relevantes que entraban este año. En breve, el sombrero seleccionador empezó a cantar su nueva composición para los nuevos alumnos... cuando hubo terminado todos aplaudimos emocionados.

La selección se llevó a cabo con completa normalidad, los pequeños fueron repartidos y naturalmente Lily fue electa para la casa Gryffindor... no pude evitar buscar a Albus con la mirada, se le veía un poco decaído, bueno, ser el único de su familia en esa casa debía ser bastante triste, ese pensamiento me hizo darme vuelta para ver hacia la mesa de Hufflepuff, Javier y yo chocamos miradas, mi hermano me saludó sonriente y yo le devolví el gesto.

Si, es bastante triste.

—Hola —saludó Lily en cuanto tomó asiento enfrente de nosotras... que casualmente era el puesto que estaba junto a su hermano.

—Hola —saludé mientras las gemelas solo asintieron—, lograste entrar a Gryffindor, ¿ya estás más tranquila?

Ella largó un suspiro, como si se hubiese quitado un peso de encima— bastante —sonrió tímidamente—, no se como habría hecho de no ser ese el caso.

—Pero lo lograste, papá se va a emocionar mucho cuando lo oiga —le dijo James mientras le daba unas palmaditas en la espalda a su hermana.

La directora se levantó a dar su pequeño discurso de bienvenida y a dar a conocer las reglas, el asunto del bosque prohibido, el toque de queda, las cocinas y blah, blah, blah.

La mejor parte fue cuando comenzó el banquete, Fred finalmente pudo aparecer y asustar a los niños recién llegados.

—¿Por qué tienes esa cara?, parece que viste a un fantasma —molestó a un chico de primer año.

—¿Qué tal tu verano, Charles? —preguntaron.

—Me enyesaron dos veces —respondió el mencionado un tanto extrañado.

—Que feo —dije incluyéndome en la conversación, el me observó y asintió.

—¿Por qué te enyesaron dos veces? —preguntó otra persona, Charles amablemente pasó su mirada hasta la otra voz.

—La primera vez me enyesaron porque me caí sobre sobre una roca —levantó su brazo indicando en dónde estuvo el yeso, automáticamente arrugué la nariz, eso sonaba muy feo.

—¿Y-y la segunda? —preguntó Lily un tanto dolida por esa noticia.

—Ah —expresó Charles como si lo hubiese recordado de repente—, traté de esquivar a mi perro para que no mordiese el yeso y me doblé el tobillo en el proceso... pero está bien, el yeso del pie duró solo una semana —sonrió alegre.

Yo fruncí las cejas como si pudiese sentir el dolor físico que causó esa historia.

—Deberían permitir perros en la escuela, extraño al mío —dijo Charles frunciendo los labios.

—Supongo que no los permiten porque son muy ruidosos —respondió alguien.

—¿Ruidosos? —se quejó otra—, nada puede ser más ruidosos que los gatos cuando comienzan a gritar «Raúl» en el tejado a media noche.

No pude evitar reírme y el resto tampoco, en parte me sentí mal porque Fer en múltiples ocasiones formó parte de ese grupo de gatos... sin embargo eso no impidió que disfrutáramos del resto de la cena.


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