Taurus: No Se Detiene La Sangre.
El embarazo de Estrella complica su salud a medida que transcurren los meses. Estamos en el último mes y ya ni siquiera se puede levantar de la cama por sí sola. No me molesta ayudarla a realizar la mayoría de sus actividades tales como caminar, ayudarla a defecar y darle de comer. Con el embarazo ha aumentado de peso de tal forma que, su vientre ha crecido tanto que sus trajes ya ni se los puede poner. Su rostro se ha inflamado un poco y su humor es más sensible. Un día puede estar tan susceptible que solo el vuelo de un pájaro la puede hacer llorar y de ese estado a pasar a otro de una increíble irritabilidad. No me he separado de ella desde el octavo mes, soy su pareja y padre de las niñas hermosas que vienen en camino.
Sus amigos de la legión negra la han venido a visitar y a traer obsequios, mantas, ropitas o cuchillos. No digo nada, pero los cuchillos no los tendrán después de los diez cuando empiecen a entrenar. Estrella y yo hemos hablado del futuro de nuestras hijas, estamos creando un fondo económico para ellas. Me gustaría que todas mis hijas fueran a la universidad, que, aunque sea una quiera ser militar, me gustaría una vida sencilla y cómoda para mis niñas. Que no se tengan que angustiar de la vida complicada de la política, pero para ser honesto, eso sería iluso de mi parte considerando que mi familia son los mismísimos dioses.
—Repasemos los nombres —dice Estrella deteniéndose en una silla, ella se sostiene y respira profundo.
—Daphne llevará el color rosa; Emilia, el color verde; Renata, el amarillo y Edwina, el violeta —digo extendiendo mi brazo para que ella pueda tomarlo para que se sostenga mientras que recorremos el pasillo completo de su castillo.
—Bien —ella vuelve a caminar y volvemos a su cuarto. Ella solo usa un camisón con una bata. La ayudo a asentarse en el mueble.
—No quiero acostarme, me siento como una ballena —se queja apoyando sus manos en su vientre abultado.
—Las ballenas son criaturas hermosas —digo tomando una silla, la coloco al frente de ella y me siento.
—No seas condescendiente —se queja y suspira—. No veo el día para que salgan mis niñas, las amo, pero ya no las aguanto aquí —se mira el vientre.
—Yo también quiero conocer a mis niñas —estiro mi mano y ella la toma—. Entrenarlas en combate, enseñarles todo lo que sea relacionado con los números...
—No me acordaba que eras un sabelotodo —se ríe y yo con ella—. Quién diría que, dentro de esa cabeza, habría un erudito adicto a los números como a las vaginas.
—Y quién diría que una princesa sería tan malhablada —ella me fulmina con la mirada y yo mantengo mi sonrisa—. Una princesa guerrera, lista para cualquier campo de batalla.
—Si no estuviera panzona, te daría una paliza —ella vuelve a animarse—. Te daría en ese lindo trasero vulcano.
—Mi trasero vulcano le encantaría que le dieras una paliza, aunque claro, el campo de batalla sería en la cama —exclamo seductor.
—Gracias a ese tipo de batallas, estamos en esto —señala a su vientre—. Pero no me arrepiento, pero si culpo a tus padres por hacerte tan atractivo. Caes mal.
—Puedo ser atractivo, pero eso no quita que no tenga inseguridades como cualquiera —respondo honesto. Reconozco que soy hermoso, pero eso no pasa siempre; hay días que ni siquiera quiero verme en un espejo.
—Y encima humilde —sonríe lujuriosa. Pero su sonrisa la cambia por una mueca.
—¿Qué sucede? —pregunto serio.
—Una contracción —ella se intenta levantar, me levanto veloz y la ayudo a ponerse de pie. Ella arruga la cara y se dobla. Saco mi reloj y lo veo, gracias a los dioses Estrella ordenó poner lámparas para mi visión. Cuento los minutos de las contracciones—. Maldición, esto duele carajo.
Ella me mira aterrada y se levanta el camisón. Yo me aterro igual que ella.
—Rompiste fuente —digo tragando fuerte—. ¡Guardias! —grito. Los soldados entran veloces—. Traigan a las doncellas que la señora va a dar a luz.
Ellos asienten y atraigo a Estrella hasta la silla para que se sostenga mientras que yo aplasto las tres bolas que llaman a mi madre, al señor Beck y a la señora Tabitha. Las doncellas entran y asisten a mi mujer, me aparto para que las tres doncellas puedan trabajar hasta que llegue la familia. Una se va a traer el equipo médico que está en la habitación de al lado junto con las cunas de las bebés, otra le quita la bata a Estrella y la otra está agachada examinando la cavidad vaginal de Estrella.
La primera en llegar es la señora Tabitha acompañada de su madre y su hijo Demian, la doncella que estaba agachada se levanta y sostiene a Estrella. La señora Laila me atrae hacia a ella.
—¿Tiene mucho tiempo? —pregunta la señora Laila firme. Niego con la cabeza—. Bien, vamos a llamar a la familia.
Asiento y cuando vamos a la puerta y aparece mi madre con su equipo de trabajo en conjunto del señor Beck. Nos salimos de la habitación y afuera se encuentra mi señora Liora con su hija Musa.
—¿Cómo va todo? —pregunta mi señora a su hermana.
—A penas están empezando, Taurus y yo vamos a buscar a la familia —responde la señora Laila tomando de la mano a su hermana gemela.
—Marte y Sol ya fueron avisados, ya deben de venir —responde la señora Musa.
—Bien, yo me encargo de Kenan, Eva. Demian encárgate de Cosmo y Aryana y que ellos se encarguen de buscar a Luna. Taurus encárgate de Tristan y familia —asiento y cada uno va a su misión.
Me teletransporto primero con mi sobrina Seraphine, ella y Estrella son vecinas, además me ayudará buscar mejor a su padre dentro de las tierras oscuras. Llego a su castillo y los guardias me apuntan con sus armas. Logro identificarme y me guían con mi sobrina, menos mal que su castillo tiene lámparas encendidas por el clima. Ya estamos entrando en pleno invierno.
Llego rápido a su oficina y no hace falta que diga nada, ella ya vio mi mente y acude en mi auxilio. Los tres, porque su guardián viene con nosotros; llegamos a la casa de Tristan, nos reciben mi hermana y ella se pone a buscar a sus otros dos hijos. Una sombra se va a buscar a Tristan. Lina sale corriendo piso arriba para buscar las mantas que le había tejido Tristan la semana pasada.
—¡Muévelo! —le grito en el inicio de la escalera. Lucian carga a su hermanita y gracias dios, Tristan aparece en su casa.
—¿Ya nacieron mis sobrinas? —pregunta alarmado, Lina baja con las mantas y todos nos tomamos de la mano para volver al castillo de Estrella.
Aparecemos en los pasillos, los cuales están llenos por nuestros familiares.
—¿Ya nacieron? —le pregunto a la señora Laila.
—Nació la primera —responde con una sonrisa—. Mi hija se encarga de examinarlas mientras que tu madre y Beck se encargan del parto.
—¿Puedo entrar? —pregunto esperanzado. Ella me guía a la puerta y la abren para que yo entre.
Me encuentro a Estrella flexionando las rodillas, chillando y maldiciendo. Me acerco a ella y ella me mira fulminante.
—¿Dónde carajos estabas? —exclama mientras que sigue pujando.
—Lo estás haciendo bien, cielo. Ya viene la segunda —le dice amable mi madre—. Taurus sostén a Estrella para que la doncella pueda vaciar esa bacinica llena de mierda.
Cambio con la doncella y sostengo a mi mujer y madre de mis hermosas niñas. La doncella toma la bacinica y vacía el contenido en un cesto más grande, la vuelve a poner ya cuando sale la segunda niña.
—Muy bien Estrella, vas bien —dice el señor Beck tomando a mi hija y la lleva a una mesa a examinarla.
—No quiero seguir, ya paren —exclama sollozando y con lágrimas cayendo por su rostro.
—No podemos parar —le dice mi madre con un tono de voz conciliador—. Sé que estás cansada y adolorida, vamos a contar hasta diez para descansar ¿sí? —Estrella asiente y cuenta hasta diez; una sacerdotisa le da de beber a Estrella y ella vuelve a pujar—. Eres fuerte Estrella y vas a ver a estas niñas bien ¿me entiendes?
Ella asiente y sigue pujando. Llegamos a la segunda hora de trabajo de parto, ya han nacido dos niñas y la tercera está costando para que salga.
—Respira y exhala, respira y exhala —le dice mi madre mientras que introduce su mano dentro de la cavidad vaginal para sacar a mi tercera hija. Estrella grita y maldice, pero la acción resulta efectiva y mi hija nace. El señor Beck toma a la niña y la examina veloz—. Solo falta la cuarta y terminamos, hija. Solo una más y nos vamos a descansar.
Ella asiente ya débil, su rostro se ve demacrado y pálido. Mi madre palmea el vientre de Estrella y mi última hija nace. Todos celebramos discretos, mi madre saca la placenta, pero una cantidad anormal de sangre empieza a salir por la vagina de Estrella. El señor Beck me pide que acueste a Estrella en la cama mientras que levanta el espíritu de ella.
—Su ritmo cardiaco va descendiendo —exclama alarmado. Me apartan de la cama y los médicos empiezan a detener el sangrado platinado. El pánico se apodera de mí porque Estrella no reacciona a ningún método de reanimación. Y no es solo que esté cansada, sus signos vitales están cayendo al punto de la muerte.
Las puertas se abren en par y entra la señora Laila sosteniendo una copa de hielo, ella aparta a todos y sostiene a Estrella dándole de beber de la copa. Todos están consternados mientras que Estrella en su último aliento bebe la infusión. Los dioses oscuros entran en la habitación y recitan hechizos de transformación. Luna y Tristan entran y la escena los deja desmoralizados, sostengo a Luna para que no vaya a ver a su hermana desangrándose.
—¡Suéltame! —chilla Luna dándome golpes en el pecho.
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