Stephan: Un Papel Acaba Y Otro Empieza
La escena del departamento me dejó atónito. Cerré con el cerrojo la puerta mientras que el guardia fue a llamar a los demás para que vengan a investigar esto. El lugar huele a animal muerto y putrefacto, y efectivamente hay animales muertos. Examino los cuerpos de las criaturas, no tienen más de un día que fueron asesinados. Con la sangre de los animales, escribieron en el vacío departamento MUERTE A LOS DIOSES Y A LA REINA PUTA en la pared blanca. También hay plantas marchitas, cortadas y llenas de veneno.
—Esto no me gusta, Stephan —comenta mi guardiana—. Esto lo hicieron los agitadores, por eso enfermaron las princesas.
Examino la escena más a profundidad antes que me saquen los guardias del rey. El lugar se encuentra vacío de pertenencias, pero lleno con la frase MUERTE A LOS DIOSES Y A LA REINA PUTA, con los animales muertos y las plantas muertas. No hay indicios de que alguien viviera aquí o haya algo que me indique los culpables. Los animales murieron de forma atroz, degollados, abiertos en el pecho hasta sus genitales y con las tripas saliéndoles del cuerpo. Lo que sí noto es que fueron asesinados aquí, hay marcas de lucha en las paredes, la sangre dispersa por todos lados y abolladuras en el suelo. Me alejo de los animales y espero a que lleguen los guardias, alguien toca a la puerta, me acerco con cautela, la abro y son los guardias, pero con su superior.
Los dejo entrar, varios sellan la entrada.
—Esto tienen que ser llevado con discreción —le digo al superior, con tantas medallas y ornamento me cuesta distinguir su rango. Pero de que lo he visto en el castillo con el señor Taurus, lo he visto.
—Esto es una salvajada —comenta el sargento. Él mira la frase en la pared y exclama llevándose la mano a la frente.
—Por eso se lo digo —replico serio—. Hay que esperar que lleguen los demonios a recoger los cuerpos, dependiendo del demonio, nos arrojará a los responsables. Le sugiero que investiguen quien es el dueño del departamento y allí nos llevarán a los culpables. Estoy lo bastante seguro de que la persona encargada de este crimen, tiene algo que ver con el robo de hace unos días.
El sargento asiente y le ordena al guardia que haga lo que dije. Los demonios aparecen y solo uno reconozco.
—Usier —digo serio.
—Stephan Nieves, estoy impresionado que no seas el responsable de esto —exclama caminando fuera de la escena del crimen. Los demás demonios se van llevando a los animales, su apariencia fantasmagórica y horrenda. Su rostro desfigurado, solo se puede reconocer el color rojo de sus ojos. Cuando lo asesinaron apenas tenía catorce años, y eso pasó hace trescientos años—. Supongo que quieres información.
—Eres listo, habla de una vez antes de que te de sed —exclamo serio. Él se relame los labios de forma sádica.
—Sabes que no puedo decirte el nombre del asesino, eso va en contra de mis principios —se lleva la mano a su pecho fingiendo dolor—. Pero como somos amigos y ya van varias veces que me has acusado con la reina Aryana —él observa la pared y se acerca silencioso—. La persona que escribió, no se dio cuenta que los dioses son inmortales. No pueden ser asesinados, torturados, puede ser. Pero nunca muertos, a excepción de mis dioses, ellos sí lo están —él lame la sangre de la pared—. Sangre de conejo, rica —él vuelve la mirada hacia a mí—. Pero la reina si puede morir y eso es lo que menos quieres.
—Es la hija de tu señora, si algo le pasa, pagarás muy caro —lo amenazo irritado.
—Pagaremos —nos señala—. Te recuerdo que tú eres su guardia, no yo. Solo le tengo lealtad a mi reina. Y solo por eso te diré —se acerca hacia a mí y me llega su mal olor a sangre y miseria— que el asesino se llama Henry Káiser. Lleva haciendo esto por lo menos un mes. Exprimió a varios animales para obtener su sangre y la utilizó para escribir varios papeles con ese mismo mensaje —señala la pared—. El muchacho solo quiere vengarse por la muerte atroz de su padre ¿te suena, verdad?
—¿Dónde lo puedo encontrar? —exijo tomándolo de la camisa negra, los demás demonios se ponen a la defensiva. Pero Usier levanta un dedo.
—No lo sé, solo soy un simple sirviente de mis señores, igual que tú —dice estirando su mano hacia mi rostro—. Cuanto quisiera que te murieras para torturarte en el infierno.
—Pero no será hoy y nunca —lo suelto y él se ríe a carcajadas.
—Eres divertido —exclama mirando a sus demonios—. ¿A caso no es hilarante? Pero bueno, ya me tengo que ir. Tengo a otros idiotas que piensan igual que tú y aun así terminan conmigo.
Usier y los demás se van al infierno a través de un portal. La habitación queda en un absoluto silencio, hasta que tocan la puerta y los guardias se espantan. El soldado va a abrir la puerta y me volteo para ver quién es. Aparece el sargento Griffin y llega a la pared.
—El mismo mensaje —masculla irritado—. Limpien esa mierda y píntenla. Búsquenme al dueño de este departamento ahora —él gira la mirada hacia a mí—. Ya se puede ir señor Nieves, esto es asunto del rey.
—Y de la reina también —replico serio.
—Y es por eso que debe ir con su reina, ella lo necesita a su lado y no aquí estorbando —la habitación se queda en silencio, miro a los presentes que no dicen nada.
—Por supuesto sargento —digo con una sonrisa—. Me retiro para que su especializado grupo de guardias puedan trabajar en paz y dar con el criminal para esta semana.
Me retiro con un soldado de mi guardia. Nadie dice nada y no me miran en lo absoluto. Ellos saben que, al verme se mueren. Guío al soldado a un callejón vacío y le entrego un frasco, el soldado se lo toma y yo bebo el mío. De una forma dolorosa y rápida cambiamos de forma. El frasco fue hecho por la reina Luna para poder espiar mejor en este reino sin que nos reconozcan; el frasco tiene duración de tres horas. Las suficientes para dar con el dueño de ese departamento. John cambió su pelo blanco como su piel, a una tostada y cabello pelirrojo. Yo cambié a alguien de piel oscura y pelo crespo. Nuestros guardianes los guardamos en nuestras mentes y la ropa nos la cambiamos por las mudas que tenemos por debajo.
Nosotros no usamos armaduras, eso es algo inútil para nosotros y encima pesado. La ropa la tenemos en un bolso hechizado de espacio. Salimos como si nada, los guardias acordonaron la zona. Tenía que ser sutil, sin llamar la atención, e hicieron todo lo contrario. Ahora tienen a medio reino a las afuera del edificio y los inquilinos están siendo interrogados en plena vía pública. Si no fuera por el hecho que el rey de este horrible reino no fuera el esposo de mi reina, ni me inmutaría. Pero no es el caso.
Gracias al bullicio, John y yo pasamos desapercibidos. Mi reina desde que se casó, nos ha pedido investigar y espiar todo lo relacionado con la familia Calore. Pasado, finanzas, vida social; todo lo relacionado con esa familia. Los informes de Miranda son útiles, pero no es suficiente. Nada es suficiente si no tienes el poder sobre ellos y no al revés.
John y yo caminamos hasta un prostíbulo en la calle de las rosas. En mis múltiples espionajes, me había dado cuenta que casi todos los hombres importantes van al prostíbulo de la señora Carmen. Ministros, soldados, duques, aristócratas, hombres de muy alta alcurnia; todos en busca del placer de las mujeres, aunque, algunos estén casados. Los seres de la luz no tienen claro lo que la fidelidad se refiere. La calle se encuentra concurrida con mujeres semidesnudas escoltadas por hombres borrachos e ingenuos. Entramos al local y una trabajadora se percata de nuestra presencia y nos guía al piso de arriba donde se encuentra las habitaciones a punto de reventar por la increíble clientela. Los gemidos y gritos de hombres y mujeres llenan mis oídos, no me molesta el sexo. Pero considero que esa es una acción intima por respeto a la mujer y a la mía. Seguimos hasta el final donde se encuentra la oficina de la señora Carmen. La chica toca la puerta.
—Adelante —exclama la señora Carmen desde adentro. La chica abre la puerta dejándonos entrar, la mujer menuda y algo gruesa nos recibe con los brazos abiertos. Su cabello castaño perfectamente recogido, es una mujer arreglada, un poco exagerada con las joyas. Pero al menos viste decente a comparación de sus trabajadoras—. Justo a los hombres que quería ver. Cierra la puerta querida —le dice a la chica, calculo que debe tener unos dieciocho. Una niña para que esté en este tipo de lugares—. Tengo un trabajo para ustedes.
—Sabes cómo trabajamos —digo sentándome en la silla al frente de su escritorio. John se queda detrás de mí custodiando la puerta.
—Sí, sí. Tu querida información —ella se va a los cajones de su escritorio—. Sabes, este si fue difícil. Por poco matan a una de mis chicas por conseguirla. Y es por eso que el precio esta vez aumenta.
—¿Qué quieres? —exijo inmutable.
—Tres muertes —dice con la información en la mano—. Estos clientes pagan bien por mis chicas, pero se han vuelto un problema para el negocio. Me han estado extorsionando con la guardia del rey, ya he tenido tres redadas esta semana y eso no es bueno para mi imagen. Se supone que este es un lugar sin los ojos de los dioses.
—¿Quiénes son? —cuestiono sin poner objeción—. Más te vale que valga la pena.
—Toda la información que te he dado ha sido buena ¿o me dirás lo contrario? —cuestiona cruzándose de brazos. Suspiro resignado y acepto. Ella dice los nombres de los clientes y gracias a los dioses no son importantes en la vida política de este reino. John se va a ejecutar a los hombres, mientras que Carmen me muestra la carpeta con la información que le solicité hace un mes. Vine yo solo a Solaria a ejecutar esta misión, mi reina lo había ordenado, me dio una bola de transportadora.
Pasé el mes entero buscando cualquier información sobre Henry Káiser. Salí de mi anonimato cuando la reina me envió un mensaje para venir a escoltarla formalmente. Carmen me cuenta que el tal Henry si está reuniendo un ejército en las dunas de Deserta. Ha estado reclutando mercenarios y soldados de otras familias en su cruzada contra los dioses. También ellos fueron los responsables del asalto del banco nacional. Habían robado justo la cantidad que el rey le había quitado a su padre. No tiene un lugar claro donde se esconda. Eso lo sé porque la casa de su padre está embargada por el estado.
—Eso es todo lo que he podido recoger —dice entregándome todos los papeles—. Como te he dicho, esa información es valiosa. Tan valiosa para matar.
—Lo sé —digo guardándome el sobre en la chaqueta.
—Puedes vestir como un solariano, pero no eres de aquí, Fabian. Ni siquiera sé si ese sea tu nombre —ella dice ladeando la cabeza, mientras que me observa crítica.
—Mientras que no sepamos nada el uno del otro, irá todo bien —comento serio.
—Trabajas para los dioses, pero no eres como los idiotas de abajo —ella se va al mini bar y se sirve una copa de vino—. No te ofrezco porque ya me lo has despreciado. Eres discreto y sin una pizca de sentimientos. Características que hasta yo envidio.
—Características que los idiotas de abajo deberían de aprender —digo eso y me quedo callado hasta que llega John una hora después. Nos queda solo treinta minutos de poción. John le entrega las identificaciones de los hombres cubiertas de sangre. Él se ve desarreglado y con un moretón en el ojo.
Carmen se ve complacida y nos vamos de ese lugar. Ella nos observa irnos desde su ventana, salimos de la calle de las rosas. Vamos deprisa hasta un callejón vacío y nos transformamos de nuevo en nosotros mismos. Nos cambiamos y doblo los papeles, los guardo en mi chaqueta. John y yo volvemos al castillo del rey a pie. Esta vez sí levantamos la mirada de uno que otro ciudadano, pero no lo suficiente para iniciar un pleito. Tardamos una hora exacta en regresar al castillo de su majestad.
En la entrada estaban asombrados que volvamos caminando y no en caballos o en un carruaje. Pero igual nos dejan entrar. Ese es problema de los militares de aquí, se olvidan que, aunque tengas un rango alto, eso no quita que tengas que hacer trabajos de campo de vez en cuando. La falta de humildad es inmensa. Nos adentramos en el palacio del rey hasta encontrarnos con mis soldados, ellos me llevan con la reina.
Ella se encuentra con sus hijos y su esposo. La dejo en paz, hasta que se desocupe y hablemos. Tengo información que apresura su opinión, pero algo que he aprendido es la discreción. La reina ahora es madre y esposa, cuando ese papel termine, yo entro. Nadie debe saber, nadie debe enterarse de nada y es así como debe funcionar las cosas aquí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro