Sol: Soy El Fuego.
Mi padre me dio la orden de no seguir investigando más nada. Por el bien de la familia y ya no alborotar más el enjambre. Dice que hay algunas cosas que es mejor no investigar por el bien del reino y la estabilidad. Ahora esa lección la estoy pagando por las malas. No tener a Luna conmigo me está matando, ella es mi soporte y tenerla tan lejos solo empeora mi humor. No he querido enviar a Marcus con ella porque no quiero quedarme solo, hago todo lo posible para pasar tiempo con él. Él me dice que entiende mi trabajo, pero de igual forma sigue siendo mi hijo.
Le doy permiso a Taurus para que se vaya a ver a sus hijas, no las ha podido ver desde que nacieron. Y ahora que Estrella es diosa, tiene que estar más cerca de sus hijas por la ocupada agenda de Estrella. Suponía que Luna o Lina serían las primeras diosas considerando el alto nivel que desempeñan, pero me equivoqué, como varios también.
Mi padre me ha ayudado a volver a conseguir los favores de las casas nobles de Solaria. Necesito ingresos y apoyo para que nadie se le ocurra voltearse en nuestra contra. Los dioses de la luz se encargan de perseguir a los agitadores y castigarlos, ellos me han pedido que mantenga las apariencias, que mantenga todo en armonía. No es para nada agradable que por nuestro lado se empiece una guerra y mucho menos con los oscuros. Luna me ha dejado claro que una guerra con ellos es lo más estúpido que se podría hacerse. No solo con la gente de El Páramo, los demás reinos están preparados y han vivido los horrores de la guerra. En cambio, los seres de la Luz e incluso los mismos centrales, nunca han vivido esa angustia. Nunca han vivido la necesidad en carne propia. Solo ha habido movimientos separatistas o revueltas de pandillas, cosas que se aplacaban fácilmente.
Taurus se regresa después de un mes entero de ver a su familia.
—¿Y cómo están mis sobrinas? —pregunto sentado en mi oficina.
—Hermosas, revoltosas y manipuladoras —exclama con una sonrisa radiante—. Me pasé todo el mes con ellas mientras que Estrella trabajaba. Son tan lindas, se me montaban encima, me babeaban y me halaban el cabello. Son revoltosas, por ejemplo, si una estaba llorando, todas empezaban a llorar. Si una se ríe, todas la siguen y así. Quisiera traérmelas, al menos dos. Mientras que Estrella se queda con dos.
—Pero aún están pequeñas —respondo tranquilo—. ¿Y cómo está Estrella?
—Estresada, por las niñas y por lo otro —él se pone serio—. El rey de las sombras le dio parte de su ejército a la reina Laila. Eso es lo poco que pude conseguir de información, y eso me enteré fue porque la escuché hablando con el señor Seth.
—¿Todavía están empeñados en armarse? —cuestiono serio—. Entiendo la visión de nuestro abuelo, pero es mejor evitarlo.
—Ya es tarde para evitarlo Sol. Solo tenemos que hacer lo que nuestro padre diga y mantener Solaria bajo control —él se levanta—. Me voy a poner al día, hazme llamar por si necesitas algo.
—Claro, hermano —me levanto y le estrecho la mano. Él asiente y se va. Termino de firmar algunos permisos y me pongo a redactar varias cartas a mis ministros.
Los tengo a cada uno vigilados, ellos saben que tienen que hacer lo que les ordene y no robarme. Termino casi a la hora de la cena. No quiero perdérmela, no quiero que Marcus note mi ausencia. Él ha crecido y ya tiene catorce años, este año cumple los quince. Luna va a venir con mis niñas, en serio extraño a mis chicas, las quiero conmigo, las necesito conmigo. Me voy cansado al comedor privado, allí como con mi hijo y Taurus. Marcus ya se encuentra sentado al lado derecho donde yo me siento, él se percata de mi presencia y se levanta haciendo una reverencia.
—Hola padre —él exclama educado. Me acerco a él y nos sentamos juntos. Mi hermano entra un momento después y se sienta a mi lado izquierdo—. Hola tío ¿cómo te fue con mi tía Estrella?
—Muy bien, tus primas ya están enormes —la servidumbre termina de servir la comida y Taurus toma una hogaza de pan y se la come—. Cuando tengan unos dos años, me traeré a dos.
—¿Y qué opina Estrella al respecto? —pregunto mientras que pico el chorizo. Él se pone nervioso.
—Que le parece bien, tiene muchas responsabilidades ahora que es una diosa —responde tomando sus cubiertos para comer y cambia la conversación.
Marcus me cuenta lo que ha hecho esta semana, él ve sus clases en la biblioteca. Dos años faltan para que Marcus asista a la universidad, él no sabe aún a dónde irá. Está entre la técnica de Vulcan o la de Solaria. Me gustaría que se quedara, la universidad de aquí es muy buena.
—¿Y no te gusta la de Solaria? —pregunta Taurus tomando de su copa.
—Sí, es buena. Me gustaría por... —no termina de hablar porque irrumpe un guardia y se acerca a Taurus a decirle algo al oído.
Él se levanta de inmediato y se va con el guardia veloz. Me levanto y le ordeno a Marcus que se vaya a su habitación. Recorro el mismo camino que Taurus, ya los pasillos de este palacio ya me los conozco lo suficientes como para saber el lugar exacto de mi destino. Taurus se encuentra gritando varias órdenes y una buena parte de las tropas salen veloces a caballo.
—¿Qué está pasando? —exijo molesto.
—Están atacando al banco nacional —me saca de la armería—. Se presume que es un robo de alto nivel. Necesito que me des la autorización de tomar cualquier medida arriesgada.
—La tienes, por favor apresa a todos y si los tienes que matar hazlo. Pero deja a uno para sacarle información —le ordeno y él asiente. Él le ordena a la guarnición que proteja el palacio a toda costa.
La guardia real me escolta por todo el palacio. Me detengo en la habitación de Marcus, entro y él está sentado en su escritorio. Él se voltea nervioso hacía a mí.
—¿Padre qué ocurre? —pregunta levantándose de su silla.
—Nada serio —miento—. Sigamos hablando de la universidad —le propongo acercándome a su cama.
—Ya no soy un niño ¿qué está pasando? —él se cruza de brazos y me mira serio—. Déjame ayudarte.
—No eres un niño, pero eres mi hijo y mientras que estés bajo mi techo, obedecerás a todo lo que te diga —digo mirándolo fijo. Tiene esa mirada de Luna de no flaquear ante nada, de pelear hasta conseguir lo que quiere—. Es mejor que duermas y descanses —me levanto de la cama—. No podrás salir del palacio por una semana —él protesta enojado—. Es por tu seguridad, pasado de ese plazo, no saldrás sin guardias escoltándote. Y si te escapas de tus guardias, es mejor que ni aparezcas aquí porque esa vez si no saldrás nunca ¿entendido?
—Sí, señor —suspira resignado. Le toco el hombro y le hago que me mire.
—Que descanses, hijo —le digo dándole un abrazo y salgo de su habitación. Me dispongo a ir al primer castillo a esperar a tener noticias de mi hermano.
Un ataque de esa magnitud sería garrafal para mí, esto era lo que me faltaba. Un puto robo a un banco, nunca nadie ha robado un banco aquí en Solaria. En Vulcan pasó como dos veces y ya. No me tienen que decir quién está detrás de este ataque. Ese hijo bastardo del infeliz de Bon Káiser me está haciendo la vida miserable; Taurus empezó a darle caza, igual mi padre y mi señora. El dinero declarado que dejó Bon Káiser cuando murió, lo tomó el estado como pago de sus delitos fiscales; pero pues claro, una cosa es el dinero que declara y otra muy distinta es la que tiene oculto. Una estimación de la fortuna de Káiser declarada era de doscientas mil coronas y la fortuna no declarada, ascendía a más de dos millones de coronas.
Ingreso a mi oficina y les ordeno a los guardias que me informen de todo lo que está sucediendo en el banco nacional. El banco nacional es donde se guarda todo el dinero que se recolecta de los impuestos, de los embargos, en general de todo el dinero de gasto público y de más personas importantes. Es por eso que el nivel de seguridad que tiene, lo hace un lugar impenetrable.
Pasa los minutos y los minutos se vuelven horas. La verdad es que la ansiedad me está volviendo loco ¿por qué no viene Taurus y me informa que ya todo sucedió? ¿por qué tengo que pasar por esto? Quería hacer las cosas bien al principio y me costó la estabilidad de mi familia. Y si hago las cosas mal, robo o dejo que otros roben, tengo el favor de los nobles y políticos; y con eso, tengo paz relativa. Porque las personas menos desfavorecidas se revelarían en mi contra. En conclusión, si soy el bueno o el malo, nunca sería suficiente para obtener paz.
Alguien toca a la puerta y me levanto de inmediato. La puerta se abre y aparece Luna.
—Marcus dijo que tenías problemas y al ver las mentes de tus guardias, me lo confirman —cierran la puerta y ella se encuentra inmutable en el medio de mi oficina.
—No debió haberte llamado —exclamo molesto, rodeo el escritorio para posarme delante de ella.
—Es tu hijo y se preocupa por ti, así como yo soy tu esposa y me preocupo por ti —ella me toma del rostro—. Estás tenso, no has dormido. Me lo dicen tus ojos cansados.
—Lo estoy, solo quiero que todo termine —confieso abatido. La abrazo y apoyo mi cabeza en su frío hombro.
—Toda saldrá bien, mi amor —ella me consuela. Me guía hasta el mueble donde ella se sienta y yo me acuesto, mi cabeza recae en su regazo y ella me acaricia mi cabellera—. Las niñas te extrañan y yo también.
—Quisiera que vinieran a vivir conmigo, tú siendo mi reina cuerpo presente y mis niñas destrozando el jardín —digo concentrándome en el rostro de mi esposa. Ella me mira amable mientras que me acaricia el cabello y el rostro—. Sé lo que haces.
—¿Qué hago mi amor? —cuestiona con su dulce voz—. Solo te cuido como la buena esposa que soy.
Mis ojos lentamente se cierran y yo me quedo dormido en las piernas de la mujer que amo.
Mi sueño es tranquilo. Me encuentro volando a lomos de mi dragón guardián, no veo nada más que las nubes y el cielo azulado. Todo es tan tranquilo, tan liberador, es una sensación que no he experimentado en tanto tiempo. Sobrevuelo mi reino y todos los problemas se ven tan pequeños, insignificantes. Me adentro a mar abierto y dejo que mi dragón me lleve a donde él quiera. Estoy acostado en su lomo boca arriba, el cielo se va haciendo más oscuro conforme se adentra más en el universo. Empiezo a sentir frío y la nieve cae en mi rostro. Me vuelve a sentar y me percato de algo extraño. Se supone que entre más te adentras a la oscuridad, todo rastro de luz desaparece; seguimos volando y me doy cuenta que es el fuego de múltiples dragones lanzándolo al suelo donde se encuentran varios grupos de soldados peleando entre sí.
Tomo las correas de mi dragón y rodeo el campo de batalla. Observo muy vagamente que los que están peleando son los soldados de mi esposa contra soldados que tienen pinta de ser de la luz. Es la guerra que tanto habían hablado. Tengo que hacer algo para ayudar a mi esposa, veo a los dragones y empiezo a controlar su fuego, ellos me miran enojados. Su instinto es quemar, pero mi instinto es proteger a los que amo. Me levanto en mi dragón y me transformo en un cambia fuego. Mi cuerpo se enciende con fuego celestial y me adentro en las llamas para alejarlas lo más que puedo de los soldados de mi esposa. Una nube de fuego me envuelve y yo me uno a ella poseyéndola a tal punto que todo en mí se hace más liviano.
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