Seraphine: Sueños Reveladores.
Llego a la capital del reino oscuro la primera semana del verano. Me dispongo a contarle a la señora Laila mis avances en mi ducado y en el pago de impuestos. Admito que estoy nerviosa, tengo miedo por mi sueño. Es una punzada en mi mente que no me deja en paz, una sensación de descontrol que necesito liberar, pero sé que no puedo. Mi padre siempre me ha advertido las consecuencias de liberar mi poder, él siempre me ha ayudado a controlarlo, a mantenerme serena y tranquila. Pero no sé cuánto tiempo podré permanecer así.
El carruaje se detiene al frente de la entrada del castillo de mi señora. La escalinata es el menor de mis problemas. Demian me recibe con una sonrisa pícara.
—¿Cómo estuvo el viaje querida prima tercera? —cuestiona haciéndose a un lado.
—Excelente —digo sin ganas—. ¿Tu madre está ocupada?
"Sí, está en las reuniones de guerra." Dice en su mente. Los dos caminamos hasta que me lleva a la oficina de sus padres.
—¿Qué te persigue querida prima? —me interroga mientras que va a servir dos copas de vino.
—He tenido un sueño —digo y él se voltea con las copas—. Algo parecido a lo que soñó mis tías sobre la guerra.
—Ya veo —él me entrega la copa y se sienta en el mullido sofá—. ¿Y qué había en tu sueño que ya no se haya contado?
—Que sucedía en mi ducado —con eso capto su atención—. Y que podía controlar el caos. Y no me refiero a las personas, si no a la magia del caos.
—Ese tipo de magia es peligrosa, incluso mi madre la tiene prohibida —él se levanta y se va a un espacio amplio donde activa el mapa del reino del reino oscuro. Él deja la copa en el escritorio de la oficina—. Muy bien tu ducado está aquí —él mueve con las manos el mapa tridimensional del reino oscuro—, donde conecta con el océano que comparte con el reino de las sombras y más allá la ciudad de Atlas —él mueve el mapa ágilmente—. Si seguimos las líneas de costas, pasando por el planeta de las valquirias, llegamos al reino de Luna —él hace una mueca y pone el mapa de forma bidimensional—. Hay una línea recta hacia acá.
—¿Y eso es bueno o malo? —pregunto adentrándome en el mapa holograma.
—Malo, mis padres dijeron que la gran guerra sería en el reino de Luna, pero no dijeron nada por estos lados —dice volviendo el mapa tridimensional—. Tu madre tiene que estar pendiente por el océano, es por allí que vendrán.
—Mi madre está alerta —replico a la defensiva—. De todos modos, voy a incrementar la vigilancia en mis tierras. Solo es un sueño, nada más.
—Es que no es solo un sueño —él desvanece el mapa—. Yo también lo tuve y fue cerca de tus tierras.
—¿A qué te refieres? —cuestiono molesta.
—Que tuve el mismo sueño un poco antes de tu cumpleaños. La diferencia es que yo podía manipular las cosas de tal forma que logré engañar a los traidores y provocar que se mataran entre ellos —dice encogiéndose de hombros—. Y cómo mi madre es mi madre y no tiene respeto por el espacio personal, vio mi sueño y me obligó a revivirlo repetidas veces para cerciorarse que era verdad.
—¿Y ahora qué? —cuestiono preocupada—. ¿Por qué mi ducado?
—No lo sé —él guarda el mapa en un cubo y lo vuelve a poner en la estantería—. Lo que sí sé es tu magia. Tienes la magia del caos y lo mejor es que practiques con ella.
Él toma un libro de cuero de la estantería y lo lee.
—Este diario lo escribió mi madre hace siglos —él se lo pone debajo del brazo—. Vamos, aquí no es un buen lugar para practicar.
Él toma mi mano y salimos del despacho de sus padres. Los guardias y personal del castillo se arrodillan en cuanto ven a Demian, él no les presta atención. A un nivel jerárquico, él está por encima de mis padres, pero por debajo de mis abuelos. Él tiene un aire de despreocupación y arrogancia que lo acompañan la mayoría del tiempo. Convivíamos bastante de niños, pero de adultos, solo nos vemos de vez en cuando.
Demian termina guiándome por un sinfín de pasillos y escaleras hasta llegar a una habitación de entrenamiento lo suficientemente alta donde el techo se pierde. Una arena de combate, en las paredes hay hileras de todo tipo de armas y dianas de heno para practicar con el arco. También hay bancas donde puedes descansar.
—Aquí entrenaron tu abuelo y mi hermana cuando eran niños, incluso tu padre entrenó aquí para convertirse en el heredero del rey de las sombras —él se sienta en las bancas y hojea el diario de su madre—. También yo y ahora tú lo harás.
—Yo controlo mis poderes —digo torciendo los ojos.
—Controlas la telepatía y telequinesis, pero no el caos —él deja el diario en la banca y se adentra en la arena—. El caos es esa punzada de magia que está adentro de nosotros rogando salir. Al estar en contacto con nuestro caos —él mueve su mano y sale humo verde—. Es una buena forma de poder estar en paz, claro ¿si es eso lo que quieres?
—¡Por supuesto que es lo que quiero! ¿quién no quiere estar en paz? —cuestiono cruzada de brazos—. Mira, agradezco que quieras ayudarme. Pero no es necesario. Tengo todo controlado.
—No es cierto —él desprende su magia y me ataca. Logro esquivar la bola de materia verduzca—. Quieres liberarlo, quieres ser libre y no quieres.
Vuelve a atacarme y logro esquivarlo.
—No puedo atacarte, perdería la vida si tu madre se entera —exclamo corriendo por todos lados.
—Al menos usa tu magia —exclama invocando hechizos poderosos—. ¡Defiéndete!
Me está provocando, pero tengo que mantener serena. No puedo caer en su retorcido engaño. Salgo de mi escondite y brota de mí un humo rojizo, desvío todas las bolas de materia verde que me lanza.
—Sé que puedes hacer un mejor trabajo —él esquiva mientras que se mueve por la arena. Sus movimientos son limpios y su magia poderosa. Es el hijo de la diosa de la oscuridad y el dios de la muerte, por supuesto que será poderoso.
—No busco hacerte daño —digo adentrándome en la arena y un campo de fuerza nos encierra—. ¿Qué sucede?
—Mi madre hechizó el lugar hasta que haya un ganador —él se va a una esquina donde se prepara para atacar.
—¿Qué soñaste? —cuestiono resignada. No puedo liberar mis poderes, desataría un caos enorme. Mi padre me dijo que nunca debemos liberar nuestros poderes, es mejor solo usar una parte para el día a día.
—Lo mismo que tú —me lanza una bola verduzca. Pero de su cuerpo sale un clon de él y así sucesivamente hasta llenar toda la circunferencia de la arena. Me muevo al centro y con mis poderes intento determinar cuál es el original—. La guerra de los traidores a la familia —responde un clon—. Pero la diferencia era que yo ya era un dios —dice otro clon—. Y defendía tu ciudad a tu lado.
—Yo estaba sola —le digo recordando mi sueño—. ¿Y qué clase de dios eras?
—El tipo que no le rezarías —un clon me lanza una bola y esta si logra darme, el dolor es espantoso y me tumba al suelo—. La clase que su moral no está dividida, más bien inexistente. La clase que no me importaría asesinar a inocentes con tan solo ver a mi familia en el poder.
Él vuelve a tacarme, pero no me importa hacerle daño, libero mi poder y este sale disparado como flechas. Los clones se desvanecen y el verdadero Demian se cubre con un escudo de fuerza. Atraigo todo mi poder y ataco a Demian con todo lo que tengo. Un gran destello de materia choca entre sí. Es tanta la fuerza que terminamos volando por los aires y chocando con el campo de fuerza. Me levanto torpemente y él se levanta como si nada.
—No estuvo tan mal —dice ya de pie y se acerca hacia a mí.
—¿Por qué no te pasó nada? —cuestiono molesta. Siento como si mi cuerpo hubiera sido arrollado.
—Porque entreno con mi madre —salimos del campo de arena y me ayuda a sentarme en la banca—. Imagínate solo el dolor que queda después de entrenar con ella. En cambio, tú, fue más un simple rasguño.
—¿En serio es cierto lo que dijiste? —cuestiono con una mueca tocándome mi estómago.
—Sí, ambos éramos dioses y en nuestro combate con los herejes era en las costas de tu ducado —él se siente a mi lado, toma el diario de su madre y me lo entrega—. Morían inocentes por nuestros poderes, pero por ese precio. Ganábamos la guerra.
—¿Por qué quieren ver caer a nuestra familia? —cuestiono mordiéndome el labio por el dolor.
—Poder, venganza —responde sin más—. No importa si nuestra familia haya hecho algo. Ellos tienen el poder de controlar el universo y eso es algo que todos quisieran poseer.
—Pero el costo es demasiado elevado —digo con mala cara por el dolor.
—¿Y a quién le importa cuando el control del universo es el premio? —cuestiona levantándose—. Lo que importa es cumplir con nuestros destinos, aunque no nos entusiasme.
—¿Te irás al reino de las sombras? —cuestiono cayendo en cuenta de sus palabras.
—No tengo opción, mi barco zarpa el mes que viene —me tiende una mano y me ayuda a salir de la sala de entrenamientos y empezamos a caminar por los pasillos del palacio—. Me voy a llevar a Meghan, con ella será más fácil todo.
—¿Y qué opinan sus padres al respecto? —pregunto subiendo por una escalera que nos lleva al ala de las habitaciones.
—Que debo poner un anillo en su dedo para poder llevármela —responde tranquilo. Lo miro consternada—. Llevamos tres meses comprometidos y aceptados por la familia.
—¿Y por qué no habías dicho nada? —le reclamo enojada.
—¿En serio te parece buena idea considerando como está el ambiente? —cuestiona alzando una ceja. Llegamos a mi habitación y me ayuda a acostarme—. Prepárate para esta noche. Aurora y Alex tendrán su presentación y tenemos que estar allí.
—¿En serio tenías que atacarme de esa forma? —le recrimino acostada.
—Se nota que nunca mi madre te entrenó, a ella le gusta que sus estudiantes terminen inconscientes por varios días —me mira haciendo un puchero—. Estás lista renacuajo.
—¡Soy mayor que tú! —le espeto antes de que se fuera y me dejara descansar antes para la presentación de mi amiga.
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