Seraphine: Mi Futuro.
En serio no me importa delatar a mi padre con mi madre. Él cruzó los límites de la confianza y ahora solo me siento traicionada por la persona que más tenía en lo alto de la sensatez y el respeto. En la corte de mi madre, un sinfín de pretendientes me han intentado coquetear o demás insinuaciones que me repugnan. Pero al menos ella no me presionaba de ningún tipo en que aceptara sus propuestas. Es cierto, amo a Atlas y él me ama, pero la decisión de casarnos es completamente nuestra y de nadie más. Me alegro que su padre lo haya reconocido, pero mi vida es mía. Comprendo que este es una estrategia de mi padre en suprimir cualquier intento de rebelión por partidarios a que un Stonewell siga en el trono.
—Llamar a tu madre es irracional, Seraphine —protesta mi padre acercándose a la puerta para advertirles a los guardias que mi madre está por llegar—. Cumpliré con mi parte.
—¿Y cómo haríamos con mi ducado, dejaría de ir? —cuestiono cruzada de brazos—. Así como tuviste las bolas de comprometerme, ahora tenlas para afrontar las consecuencias.
—No uses ese lenguaje conmigo señorita, te recuerdo que soy tu padre y tu rey —habla autoritario.
—Tantas veces que te quejabas de mi madre y resultaste peor que ella —escupo esas palabras con saña.
—Seraphine, tampoco le hables de esa forma a tu padre —replica Atlas desde el sofá—. Entiendo por completo tu frustración, pero al menos piensa en la nueva posición de tu padre y la tuya. Ahora más que nunca hay que estar unidos y no pelearnos.
—Lo dices así de fácil, pero no sabes...
—¿Tener unos padres que se preocupan por mí? No, por supuesto que no lo sé. Al menos tú tienes la dicha de que te pidan perdón o que se preocupen por ti —reclama frunciendo el ceño—. Además, hablas como si te hubiera comprometido con un monstruo.
—Era nuestra decisión, nuestro momento, nuestra boda, no la de ellos —señalo a mi padre.
—Seraphine, tienes toda la razón de estar enojada. Te lo concedo, pero tú y yo no somos personas normales. Tus padres son de las personas más poderosas del universo, mis progenitores lo fueron o siguen siéndolo. Nuestras vidas son parte de un cruel juego que hemos jugado desde que nacimos. Tenemos deberes, nos guste o no, tenemos que cumplirlo y permanecer juntos. Tu padre necesita de toda la ayuda que pueda conseguir ahora —él se inclina hacia delante—. Ahora más que nunca que mi padre me reconoció, van a surgir más rebeliones en contra del tuyo. Que mejor forma de aplacarlas, al menos una buena parte, que casar al único hijo de sangre de un rey muerto con la hija de un rey vivo.
—Pero ¿no te molesta que jueguen contigo de esa forma? —cuestiono acercándome hacia a él.
—Por supuesto que me molesta, pero prefiero ser la ficha de tu padre que ser la ficha de los míos —él estira su mano y me siento con él—. Tu padre nunca haría algo que te perjudique, incluso a mí. Esta decisión por conflictiva que sea, tiene su lógica...
Él no termina su frase porque entra mi madre a la habitación hecha una furia.
—¡Se puede explicar que clase de mensaje fue ese! —exige mi madre furiosa a mi padre. Él la mira aterrado.
—Lina por favor, siéntate y hablemos —habla mi padre en un tono tranquilo, pero eso no funciona porque mi madre no disminuye su rabia.
—¡De todas las decisiones que pudiste tomar, escogiste la más absurda en toda tu maldita vida! —exclama fuera de sí, incluso se puede escuchar los tenues truenos a las afuera del castillo.
—¿Me vas a dejar hablar o te vas a seguir comportando como una histérica? —cuestiona mi padre cruzado de brazos, él se encuentra en el otro lado de la amplia oficina. En serio es espaciosa, como dos veces más grande que la que tenía en la casa o en el capitolio, aunque está es más oscura.
—¿Soy una histérica por enterarme que comprometiste a nuestra hija en matrimonio ignorando todas las reglas de nuestra familia, e incluso, ignorando la opinión de ella? Entonces si soy una maldita loca —exclama mi madre cruzada de brazos y calmándose un poco.
—No ignoré las reglas de nuestra familia, le consulté a mi señora si su unión era factible y me dijo que si era verdadera —él contesta con más confianza.
—¿Y le consultaste a los involucrados —nos señala a Atlas y a mí— sobre la boda? —cuestiona astuta mi madre. Mi padre duda y mi madre lo capta—. No lo hiciste ¿verdad? Actuaste solo o al menos involucraste a las personas equivocadas.
—Lo hice por su bien, por nuestro bien. Sé que hice algo horrible, pero lo tenía que hacer. Tenía que garantizar nuestra posición —mi padre se acerca a mi madre y la lleva a una esquina, ambos empiezan a discutir. Mi padre le dice la conversación que tuvo con la madre de Atlas. Le explica la delicada situación en la que se encuentra mi padre.
Ahora más que nunca que Robert ha muerto se han alzado varias casas en pro de Atlas para que sea él el que porte la corona sombría. Al casarnos sería una forma de aplacar, aunque leo la mente de mi padre y veo que ya ha ordenado a arrestar a los señores de varias casas. También está lidiando con su propio consejo que no lo quiere y que encima, quieren irse a la guerra con los seres de la luz. Las palabras de Atlas cobran fuerza muy a mi pesar.
—Mamá —la llamo y ambos me miran. Mi madre molesta y mi padre cansado—. Ya mi padre me explicó la situación. Y lo entiendo, hay que estar unidos y no pelearnos entre nosotros.
—Hija, jugar con el amor de esa forma... —dice acercándose a mí—. Es demasiado peligroso y tu padre debería saber lo que implica —dice eso mirándolo de forma venenosa.
—Mi padre solo adelantó lo que ya se venía venir —digo escogiendo las palabras correctas. No estoy de acuerdo con lo que hizo, pero igual querré que viva y que esté conmigo—. Casarme con Atlas es una buena idea, seré su duquesa y él mi duque —lo miro con una sonrisa leve, aunque no sincera. Lo amo, pero sigo enojada.
—¿Y tu ducado qué? Tú tienes tus obligaciones en Blacktown —cuestiona con el ceño fruncido.
—¿El ducado que lo controla George Hasen y no su duquesa proclamada? Supongo que al no tomar mis opiniones en cuenta o que vayan en contra de mis mandatos y que solo sigan tus órdenes. Supongo que les irán bien sin mí —hablo con todo el aplomo que mi cuerpo me lo permita.
—Ya hemos hablado de lo mismo Seraphine —exclama llevándose las manos a la cintura—. Solo es cuestión de tiempo que ellos se adapten a ti y que las cosas fluyan. No puedes abandonar a los tres años. Imagínate si yo hubiera abandonado cuando no hacían lo que les ordenaba.
—Pero yo no soy tú —replico molesta—. Solo admite que ese lugar es solo tu tapadera para hacer todo lo que te dé la gana y solo necesitas a alguien que no te cuestione tus decisiones.
—No vas a dejar ese ducado, esa es tu herencia —dice mi madre seria—. Sin él, te quedarías sin nada.
—Mi padre me dará una compensación económica y me encargaré del ducado de Atlas —digo un poco más tranquila. En serio me quiero quitar ese ducado de encima. Y como dice Atlas, solo somos fichas de un tablero de alguien más, pero eso no significa que yo pueda crear mi propio tablero y crear mis propias fichas—. George es lo suficiente lame culos hacia ti como para robarte, aunque, igual si toma sus tajadas de vez en cuando.
—No me parece esto, no estoy de acuerdo —mi madre rodea el mueble y se sienta al frente de nosotros.
—Su majestad, sé que no soy el pretendiente que hubiera deseado para su hija. Pero le doy mi palabra de mi amor por su hija es honesto. La cuidaré con mi vida y me encargaré de proveerle todo lo que necesite —Atlas mira a mi madre sincero. Sus palabras son genuinas, su amor es genuino.
Mis padres empiezan a ponerse de acuerdo después de una hora. Mi madre, Atlas y yo nos vamos de la oficina de mi padre porque él tiene otros asuntos que atender. Los tres nos vamos a mi ducado a terminar acordar mi boda.
—No quiero poner a nadie más Seraphine —exclama mi madre desde la ventana de la sala de mi castillo—. Sé que eres la heredera de tu padre, pero... te di esto —señala el lugar— para que estuvieras cómoda, para que tuvieras un futuro.
—Y estoy agradecida mamá, pero sabes mejor que nadie que un cambio de gobierno no es fácil y mi padre necesita todo el apoyo que le podamos brindar —me acerco a ella—. No sé si quieres dejar este lugar a cargo de Lucian o dejárselo a Louisa.
—Tu hermano es mi heredero, ya tiene sus responsabilidades en mi reino —ella me toma de la mano—. Y no sé si va a pasar lo mismo con Louisa, no sé si tu padre la vaya a casar con otro o le de tierras en su propio reino. La señora Laila ha dejado claro que ya no le dará tierras a la descendencia de tu padre —ella me abraza—. ¿No los puedo convencer para que no se casen? Creo que Doha no tiene mar.
—No, no tiene. Solo un río que lo separa con el ducado de Fedra —responde Atlas sentando en el mueble—. El canal lleva a otros ducados y a la frontera con los planetas —él se levanta—. Voy a hablar con mi hermano sobre mi nueva situación. A tantear la zona para tomar Doha, eso me debe tomar un par de meses.
—Está bien Atlas, cuando puedas, ponte en contacto con nosotras —mi madre se despide de él. Me suelto de ella y le doy un abrazo.
—Todo va a salir bien —él me susurra en el oído y me suelta.
Mi madre y yo pasamos los siguientes meses en planificar el manejo de mi ducado, ella reconoce que yo no tengo el suficiente poder como se supone que debía y ella destina el control otra vez a la asamblea. Pero esta vez no destina a ninguno de sus hijos como duques. Louisa es muy pequeña para ponerla en un papel crucial, aunque también es bueno porque ella podrá escoger lo que querrá en su futuro o solo es una ilusión de nuestra familia.
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