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Seraphine: Derribando Dragones.

Demian y yo recibimos el mensaje de su madre.

La guerra ya va empezar, tienen trescientos dragones, ya cruzaron la frontera central/oscura. Prepárate.

Le escribí a mi madre y ella ya puso protección en todas las costas de mi ducado y los demás por todo el reino oscuro. Alerto a mis consejeros ante la situación y nos ponemos manos a la obra en la defensa de la ciudad en conjunto con Demian. Gracias a mi posición geográfica, yo soy la entrada por el oeste al reino de mi señora. Mi tía Estrella había puesto defensa en mi ciudad y en cierto punto me siento segura al respecto.

Atlas se fue en cuanto recibí el mensaje a alertar y a proteger a su ciudad. En mi sueño, él aparecía estar conmigo acompañándome en la batalla. Pero al parecer no va a ser así. Los que sí van a estar son Demian, Aurora y Alex, ellos ya se iban a ir hacia a El Páramo. Pero por motivos de guerra, los únicos barcos autorizados en zarpar son los del ejército y provisiones.

—Debería estar con mi familia —protesta Aurora en la sala al frente de la chimenea.

—¿Y exactamente qué harás? ¿sabes pelear o algo así? —cuestiona Alex irritado—. A veces ayudamos más no estorbando.

—Tengo un dragón entrenado. Puedo ayudar —se voltea hacia nosotros—. ¿En serio no vamos a hacer nada?

—Me ayudarás aquí si se presenta la oportunidad, pero de resto, te quedarás con Alex. Ambos son muy valiosos como para ponerlos en riesgo —respondo con calma. Intento mantenerme tranquila considerando las circunstancias.

Mis poderes han empeorado en estos últimos meses, se están saliendo de control y ya no sé cómo controlarlos. Quieren salir, quieren destrozar todo a su paso y eso no puede ocurrir. Mi padre sabe de mis poderes y me ha ayudado en manejarlos, pero nada funciona. Solo quiero explotar, solo quiero destruir todo a mi alrededor.

—De todos modos, tu familia no iba a permitir que te vayas a la guerra, así como así —dice Alex recostándose en su sillón—. ¿Seraphine, puedo usar tu piano para relajarme?

—Por favor, adelante —señalo al piano y Alex se levanta para tocar maravillosas melodías.

—¿Estás bien? —me pregunta Aurora acercándose hacia a mí—. ¿Quieres hablarlo?

—No lo entenderías —digo mirándola nerviosa. Me rasco la palma de la mano—. Es algo que se escapa de mi control.

—Te entiendo —ella se sienta a mi lado y me abraza—. Todo va a estar bien, ya lo verás.

Aurora y Alex se quedan en la sala mientras que me voy a planificar la defensa de mi ciudad. Necesito tener la mente ocupada en cosas importantes, que mis poderes esperen. He podido aguantar por veintisiete años, puedo aguantar un mes hasta que llegue la guerra.

Mis consejeros y yo implantamos toques de queda de ocho horas diarias. Los únicos sectores que podrán laborar son los alimentos y productos de primera necesidad. Centros educativos y artísticos estarán cerrados hasta nuevo aviso; centros gubernamentales solo trabajarán los necesarios como la recolección de impuestos y seguridad.

Mi padre viene a verme a las tres semanas iniciadas el toque de queda.

—No deberías estar aquí —le reprocho recibiéndolo en la entrada de mi castillo.

—Esa no es forma de hablarle a tu padre —dice pasando por la puerta. Ambos caminamos por los pasillos—. Vine porque tu madre me lo pidió. Estás en la mira, así como mi hermana.

—¿No vas a combatir con ellas? —le pregunto consternada.

—No, por muchas razones. La primera es que el rey Robert prohibió involucrarme; ya él envío a sus tropas, pero nadie más debe hacerlo —habla irritado—. La segunda, el planeta está tan lejos que ni siquiera nadie sabe sobre esta guerra. Y la tercera es que, nadie me lo pidió. Y así está bien. Tú y yo tenemos poderes muy volátiles como para someternos a ese nivel de estrés.

—Tengo que decirte algo —digo casi en silencio. Mi padre y yo nos vamos a mi oficina y nos encerramos—. No sé que me pasa, mis poderes están descontrolados.

—Poseer la magia del caos no es sencillo. No los poseo, pero comprendo lo que sientes —dice comprensivo. Ambos nos sentamos en el mullido sofá de cuero—. Dime lo que pasa.

—Antes era un pinchazo inofensivo, algo que podía ignorar fácilmente. Pero a medida que pasan los años, ese pinchazo se va haciendo más y más grande. Ahora es como un puñal desde adentro de mi cuerpo queriendo salir —hablo aterrada—. Ahora se aparecen en mis sueños, me muestran como arraso con todo y todos los que amo.

Él me sostiene la cabeza y mira fijo mis ojos. Sé que busca alguna sombra, pero no tengo a ninguna. No son sombras.

—Tus ojos eran gris claro, ahora son más un gris casi negro —él me suelta preocupado—. La magia del caos te está consumiendo poco a poco. Esto es malo Seraphine, este tipo de magia si no se drena. Acabará con tu cuerpo hasta que la liberes por voluntad propia.

Él se levanta y mira todos los libros de la biblioteca buscando uno que no está.

—Hay que liberarla —sentencia abatido. Él me da la espalda aterrado, mi padre sabe que liberar este tipo de magia puede matarte—. Pero no hay garantía de que vivas.

—Si me la quedo, moriré. Si la liberó, moriré —digo con la voz entre cortada. No puedo evitar que las lágrimas broten de mi ser—. En todos lados muero.

—Eso nunca —él se arrodilla y me toma de las manos—. Vamos a buscarle una solución. Tú vas a vivir cueste lo que cueste.

Asiento con la cara embarrada de lágrimas. Nos abrazamos fuerte, él me consuela mientras que huelo el rico perfume de su camisa negra. Nos quedamos así hasta que una fuerte sirena suena estridente en el castillo y sus alrededores, de inmediato nos soltamos y saltamos del suelo. Salimos de mi oficina alterados, corremos hacia el jardín y en seguida viene un soldado de mi madre.

—Su majestad —él se inclina rápido y vuelve a incorporarse—. Barcos enemigos están en los mares atacando las costas con catapultas y se contabilizaron a diez dragones.

—¿Ya están el ejército de la reina Lina y oscuros? —le pregunta mi padre al guardia.

—Por supuesto, su majestad. La reina Lina puso a disposición la armada para protegerlos. Y el señor Demian se fue a combatir a las costas. —el guardia asiente y se retira.

Otra vez el puñal en mi cuerpo. Ya no por favor, solo paren.

—¿Qué está pasando? —cuestiona la voz de Aurora por detrás de mí.

—Empezó la guerra —le responde mi padre. No sé por qué, pero empiezo a caminar por el camino con la poca nieve que se está derritiendo—. ¡Seraphine!

Escucho que me llaman, pero yo no me detengo. Empiezo a elevarme a los cielos con mis poderes, sigo la voz como especie de trance y me empujo veloz a su orden. Llego a la costa donde una feroz batalla librada en el océano, olas comiéndose los barcos y dragones feroces intentando traspasar el escudo de defensa que tiene la ciudad. Demian está peleando en conjunto con algunas sacerdotisas contra los barcos. Miro hacia abajo y los soldados están postrados firmes en la costa esperando que el océano y Demian ganen para que ellos no tengan que morir. Ellos tienen hijos, son hermanos o padres. También son hermanas, hijas y madres que anhelan llegar a casa a salvo.

Yo soy hija, hermana, sobrina, nieta, amiga. Y protegeré a todos si me lleva a la muerte. Salgo fuera del campo de fuerza y empiezo a liberar mi caos. Un halo de materia rojiza brota de mí y me impulso a una velocidad tan grande que la vista se me nubla, pero mi objetivo es claro e impacto con el dragón más cercano. No me importa que el animal hubiera explotado, la sensación es tan agradable que voy con el siguiente. Mi ventaja es que ellos son dragones de la luz y solo se guían por las llamaradas de los barcos restantes. Los jinetes me logran ver y las llamas se dirigen hacia a mí. El fuego no logra herirme, no siento nada. Solo siento a mi caos querer salir y se lo permito, él me guía en mi travesía en derrotar a los dragones que quieren derribarme.

Logro derrumbar a tres, mientras que los demás intentan derrumbar el campo de fuerza. Esos son los que mi ser apunta, me dirijo hacia a ellos, pero varias flechas o piedras bien pesadas son dirigidas hacia a mí por los barcos que quedan a flote. Mi caos me protege y me dispongo a levantar esos barcos con mis poderes, el peso no es problema para mí y se los lanzo a los dragones que sobrevuelan la ciudad. Los tripulantes se lanzan al océano donde también encontrarán la muerte.

—¡Seraphine! —grita Demian detrás de mí. Me hago a un lado y una masa verdusca impacta contra un dragón. Demian logra atacar a los jinetes para darme tiempo. Los dos luchamos en contra de los dragones.

Quedan cuatro dragones adultos que nos persiguen lejos de las fronteras de mi ciudad, los llevamos a mar abierto donde se queda limitado por no poder llegar a las alturas que nos encontramos. Escucho voces de hombres enojados que buscan matarnos. Quiero volver a derrumbarlos, pero me persiguen sin darme tregua. Demian y yo volamos veloces hasta que observamos un portal abierto el cual cruzamos a gran velocidad al igual que mis enemigos. Es tal la velocidad que chocamos con otro dragón, este explota y la carne hirviendo cae en pedazos al océano. Repetimos la acción con cuatro más. La sensación es tan liberadora.

El ambiente es desolador, el campo de batalla en el suelo helado es feroz, el fuego de los dragones no da tegua a los soldados oscuros. Vuelvo la mirada al cielo y me preparo bien para volver a atacar, esta vez sí voy a derribarlos a todos.

Ataco con fuerza a los dragones que tengo al frente y caen al oscuro mar helado. Voy a atacar a otro dragón, pero me doy cuenta que está mi tía Luna está montada en él.

—¿Qué hacen aquí? —grita desde el dragón de la señora Miranda.

—Vinimos volando persiguiendo a unos dragones. Estaban atacando Blacktown, pero los barcos fueron derribados por el océano y los dragones por los dos —exclama Demian acercándome a ella.

—Regresa y quédate en tu castillo —nos ordena volviéndose con el dragón.

—Necesitan a todos los que pueden para enfrentarse a esas bestias —exclamo señalando a las sacerdotisas siendo quemadas por los dragones.

Hacemos caso omiso a sus reclamos e impactamos con el siguiente dragón. Él se va hacia tierras enemigas para provocar el mayor daño posible a sus tropas. Mientras que yo sigo atacando a los dragones y sus jinetes me intenta atacar, pero el caos me protege. Nada puede herirme. Estos idiotas se metieron con la familia equivocada.

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