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Luna: Un Ser Puro

La señorita Calore, Stephan y yo nos encontramos sentados en la cómoda oficina del señor Calore. Él escucha atento a cada declaración. La primera en hablar es su sobrina explicándole la situación de la junta directiva. Luego sigo yo con mis deseos de continuar nuestra alianza, bajo perfil, pero legal.

—La situación aquí es complicada —habla el señor Mario rascándose su barba rubia—. Solaria y la gran mayoría de los reinos de la luz se están armando y resguardando por una posible invasión por parte de los seres oscuros. Y han limitado el flujo marítimo de cargamentos no esenciales —él nos mira preocupado—. Su majestad, nosotros como pueblo de la luz, no tuvimos nada que ver en esa guerra. Nadie de las grandes casas de este reino estaba involucrada o al menos donde yo sé —él se acomoda en su asiento—. Por supuesto que quiero seguir trabajando con usted, pero no puedo mover mis barcos al reino central sin un permiso especial y me imagino que usted tampoco.

—¿Y si se consiguiera, cómo se trabajaría? Hay una prohibición por parte del gobierno oscuro de comerciar con este lado del universo —cuestiona la señorita Calore.

—Podemos comerciar desde el reino central, tengo una sucursal allí, pero con otro nombre. Así lo hemos hecho, pero esta vez se tendría que hacer con otros nombres o un intermediario —responde el señor Calore un poco más optimista—. En teoría, nada cambia. Seguimos trabajando igual, pero no podemos involucrarnos formalmente. Debido a nuestros gobiernos. Y lo de la junta directiva, está bien que se vengan para acá. Entre menos gente involucrada, mejor será todo.

—¿Me aceptas que dirige la empresa? —pregunta la señorita Calore esperanzada.

—¿No te quedarás? —cuestiona su tío cayendo en cuenta que Miranda no se había regresado con la junta directiva—. ¿Estás consciente que no nos verás más o al menos en un buen tiempo?

—Lo sé tío —es lo único que dice.

—No quiero ser grosero, su majestad. Pero ¿se podrían retirar para que pueda hablar con mi sobrina? —pregunta el señor Calore ocultando su enojo.

Asiento y Stephan se levanta al igual que yo. Él me abre la puerta y los dos abandonamos la habitación. Al frente nos queda un jardín hermoso, en el medio se encuentra una mesa con sus sillas; el lugar donde la familia Calore toma su desayuno. Me siento en un banco de piedra grisácea y Stephan se queda de pie supervisando todo. El señor Calore ha contratado varios hombres para custodiar la casa en caso de una posible invasión oscura. Llevo dos días en Solaria, no he hecho ningún acto protocolar de proclamación de mi llegada. Me mantengo en un perfil bajo para evitar malos entendidos. Sol ha estado sumamente ocupado en evitar que otra casa quiera tomar venganza, ha habido una persecución feroz en la búsqueda de cómplices. Aunque el señor Calore diga que no había casas involucradas, si las hubo. Porque ¿cómo justificas que trescientos dragones, un ejército de casi veinte mil soldados y una flota naval atraviese el universo casi sin ser detectados y su financiamiento?

Taurus, Sol y su padre están liderando la caza y están furiosos. Ellos prácticamente están llevándose a cualquiera que haya sabido lo más mínimo del ataque. Hubo tres familias que participaron en la masacre del Páramo (así bautizaron a la guerra por estos lados) de las cuales, la mayoría de sus miembros están en prisión, muertos o se dieron a la fuga. El gobierno de mi esposo ha tomado las fortunas de las tres familias, ni siquiera cumple con lo pedido por el gobierno oscuro. La familia Arcan, La familia Reida y la familia Káiser son los responsables de la masacre. Cada familia tenía sus propios motivos para atacarme. Los Arcan, por motivos económicos; querían apropiarse de mis ricas tierras en hierro y acero. Los Reida, por venganza ya que la mayoría de sus miembros trabajaban para el gobierno de mi esposo y los embargaron con grandes sumas de dinero. Los Káiser, por ordenar la muerte de su patriarca, quitarles sus negocios fraudulentos del océano y al parecer tenían algunos asuntos bastante grandes con mi familia hasta el punto de querer derrocarnos.

En conclusión, la gran mayoría morirá por sus crímenes, otros verán la destrucción de sus casas o desaparecerán por su propio bien. Mi familia estará atenta de la gran mayoría de las casas, nadie puede tener el mismo poder que nosotros. Nosotros somos sus gobernantes, sus dioses y no pueden pensar si quiera que ellos lo pueden hacer mejor que nosotros.

Pienso en mi hijo, pienso en que no lo veré por un largo tiempo. O al menos no de la forma que me gustaría, él ya se está encaminando en sus estudios universitarios. Al verlo ayer, enorme y fuerte me partía el corazón, yo debería estar con él orientándolo, acompañándolo en su vida. Él dice que comprende la situación, pero igual le afecta, no ve casi a su padre y no ve en lo absoluto a su madre ¿Qué clase de persona me convierte eso? No quiero ser mala madre, no quiero que mis hijos se distancien de mí. No lo soportaría en lo más mínimo.

Me volteo al escuchar la puerta abrirse, la señorita Calore nos llama y los dos nos regresamos a la oficina. El señor Calore bebe su vaso de whisky con el ceño fruncido. Nos sentamos otra vez en los muebles, él se encuentra en una silla de cuero al igual que su sobrina.

—¿Así que usted y mi sobrina están en una relación? —cuestiona el señor Calore dejando el vaso de cristal en la mesita de madera. El señor Calore mira fijamente a Stephan y él no vacila en ningún momento.

—Así es, me hubiese gustado primero pedirle su permiso y al padre de Miranda para que me permitan estar con ella —Stephan habla firme—. Por eso se la pido ahora, permítame estar con ella y le prometo que la protegeré con mi vida.

—Sé que no miente, señor Nieves —él se relaja un poco—. ¿Y cómo le proveerá a mi sobrina?

—Poseo una amplia carrera militar sirviéndole a mi reina, también soy el heredero de mi padre y con eso tengo acceso a una herencia en unos terrenos y dinero. Créame que le podré brindar una vida cómoda a su sobrina —dice con sus facciones relajadas. Lo que dice es cierto, Stephan gana un aproximado de dos mil cuatrocientas coronas anuales, las tierras de las que habla se encuentran unas cinco mansiones de las cuales les pagan impuestos a él y también con el dinero de su herencia, creó una pequeña empresa de textiles que administra su hermana Ingrid.

Él señor Calore iba a decir algo cuando llaman a la puerta.

—Adelante —dice sin quitarle el ojo a Stephan, pero él voltea alerta para ver quién es la persona que entra a la oficia.

—¡Erick! —exclama Miranda enérgica. Le leo la mente al tal Erick, él es un primo tercero de los Calore. Al parecer hay una tercera hermana del señor Mario y el señor Carlos, ella es menor que ellos dos, pero vive en Deserta con su esposo. Él tiene cincuenta y seis años, tiene el cabello castaño y facciones marcadas y varoniles. Su barba bien cuidada al igual que su traje.

—Discúlpenme, no sabía que estabas ocupado tío —dice disculpándose, él nos ve y hace una reverencia elegante.

—No te preocupes hijo —el señor Calore se levanta y presenta a su sobrino—. Su majestad, les presento a mi sobrino Erick Calore. Es hijo de mi hermana menor Clarisa Calore. Él es el que maneja el transporte y la venta de sus minerales.

—Es un placer por fin conocerlo señor Calore —digo educada.

—Lo mismo digo, tanto tiempo trabajando en conjunto y no hemos tenido la oportunidad —responde educado—. Espero que todo estén bien en su reino. Escuché lo acontecido por la guerra y me apena que estemos en estos tiempos convulsos.

—Estamos recuperándonos, pero gracias por su preocupación —respondo educada.

El señor Calore le cede su asiento y trae la silla de su escritorio para sentarse.

—Para continuar, señor Nieves. Mi sobrina es mi responsabilidad, aunque hace años dejó de ser menor de edad. Solo le pido que la cuide y la respete, ella estará lejos de nosotros y de nuestra protección. Y como dijo mi sobrino Erick, estamos en tiempos convulsos y lo menos que quiero enterarme es que a ella le haya ocurrido algo en sus tierras.

—Entiendo su preocupación, le prometo que la mantendré a salvo —responde con firmeza. El señor Calore todavía no aprueba que Miranda se quede en mi reino, pero también reconoce que la necesita allí para que maneje su empresa.

Finiquitamos los detalles de nuestra nueva alianza comercial. El sobrino del señor Calore se encargará del transporte marítimo y de la venta como siempre, pero manteniendo aún más la discreción. Erick Calore se vendrá con nosotros para planificar con Miranda el traslado y el funcionamiento de la mina.

Stephan y yo nos regresamos al palacio de mi esposo. El carruaje utilizado es uno discreto, nada de ornamentos de oro, solo es un carro de madera color cobrizo. Stephan me acompaña adentro porque si se pone a dirigir el carro, llamaría la atención. Él mira las calles pensativo, piensa en ese primo de Miranda, no le agrada, pero se lo guarda para sí mismo. El carruaje entra en el territorio del palacio, se detiene y Stephan abre la puerta y me ayuda a bajar. Me escolta hasta llegar adentro, camino por el lugar recordando viejos tiempos, de los cuales correteaba con mis hijos pequeños. Donde caminaba con Sol tomados del brazo y diciéndonos palabras de amor. Gané la guerra, pero perdí la posibilidad de estar con mi familia.

Llego a la habitación de Marcus, él está sentado en su escritorio estudiando. Él levanta la vista y me invita a sentarme en el mueble.

—Me siento inútil madre, no debo estar estudiando, sino ayudando a mi padre —comenta frustrado sentándose en el mueble conmigo.

—Debes estudiar para que cuando estés sentado en el consejo de tu padre, sepas defenderte —le digo abrazándolo, ya tiene dieciséis años, su carácter poco a poco se ha estado endureciendo. Él se parece a su padre, pero aún noto su parecido conmigo por la forma de sus ojos y la forma de su rostro fino.

—Hablas como él, tú llegaste a tu reino cuando tenías quince años y lo conquistaste ¿por qué yo no puedo estar al lado de mi padre? —cuestiona molesto.

—Primero, deja de hacer berrinches y empieza comportarte como un hombre; segundo, toma responsabilidades pequeñas y cúmplelas con excelencia. Así te vas formando una reputación —le digo acariciando su cabellera rubia—. Y tercera y última, obedece a las órdenes de tus padres.

—Yo obedezco —protesta, pero de igual forma me cuenta de sus cosas. Él habla de sus estudios, de sus compañeros de universidad; él dice que ellos lo tratan con recelo por ser el hijo de su padre, otros a veces son muy arrastrados para su gusto. No tiene muchos amigos y solo se limita a tratar a todos de forma respetuosa.

Marcus es un buen chico, es respetuoso, inteligente, pacifico. Como quisiera que se fuera a vivir conmigo, pero lo conozco lo suficiente como para saber que no lo hará. Él y yo hablamos tanto que nos toca la hora de la cena.

—No te preocupes madre, padre está ocupado en sus reuniones. Él comerá luego en su oficina —dice levantándose para ordenar que traigan la comida a su habitación—. Me gusta más comer aquí, el comedor es muy grande para mí solo.

—No deberías estar tanto tiempo solo, podrías venir conmigo —le propongo sabiendo que me rechazará.

—Me gustaría, pero no sé cómo reaccionaría mi padre —dice devolviéndose al mueble. Él luce desarreglado, solo con un pantalón suelto de color blanco, camisa del mismo color con un chaleco rojo con bordado dorado—. Él no quiere que deje los estudios.

—¿Y cuándo te toca vacaciones? —le pregunto con algo de esperanza.

—No tengo, la universidad es bastante estricta —responde volviéndose al mueble—. Pero no te preocupes, cuando tenga tiempo libre, iré a verte.

—¿Y no quisieras, aunque sea ir a la coronación de tu tío Tristan? —pregunto mirándolo fijo.

—No sé si sea un lugar seguro para mí considerando que soy un ser de luz —se encoje de hombros—. Además, mi padre no me deja salir si no es para la universidad, imagínate si es para la corte sombría.

—Pero estarás conmigo, con tu familia —lo abrazo—. Al menos piénsalo ¿sí? yo me encargaré de tu seguridad.

Mi hijo y yo cenamos y hablamos. Él es maravilloso, un ser tan puro. Tal vez haya un bloqueo para venir para acá, aunque tenga cinco minutos libres, vendré a verlo, no importa si es solo para decirle hola. Lo haré por él y procuraré su seguridad y bienestar.

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