Luna: Sé Lo Que Soy.
Me encargué de los jefes de los clanes a pocos días antes de irme a Solaria, estaré el último mes del verano haciendo campaña de limpieza. Las niñas están felices de volver a ver a su padre y a Marcus. Ellas se quedarán en el palacio de Sol mientras que él y yo nos vamos al corazón del reino de la luz. Gracias a los dioses es en barco y no en carruaje por el calor tan desgraciado, prácticamente tengo pequeñas placas de hielo en el vientre y la espalda que me ayudan con el calor. Mis guardias también tienen esas placas en el uniforme, pero la diferencia es que la hacen pasar como una armadura. Estoy debajo de una carpa en el barco que transita en un amplio río cuesta arriba.
Sol se encuentra adentro con sus ministros, aunque estén adentro, igual escucho todo lo que dicen. Pero la sensación de no estar allí, les da paz mental. Observo la vista del río y de sus costas. Hay grandes casas señoriales dignas de empresarios, nobles y aristócratas. Algunos niños juegan en las orillas y saludan a cualquier barco que pasa, los saludo de vuelta y ellos se emocionan. Hago esto por Sol y algo por mí, la verdad me da exactamente igual lo que digan de mí. He visto las mentes de todos desde que soy una niña, me han llamado de cualquier forma espantosa e hiriente. Cuando llegué a mi reino, igual pasó. Me han llamado perra, bruja, asesina, usurpadora, traidora, ladrona. Me han maldecido y aún sigo aquí con mi corona, y con mi familia.
Tengo una guerra que se avecina en mis tierras, pagaré un alto precio de eso estoy segura. Tener que librar una guerra por algo que no hice o al menos no directamente, me desconcierta y me enoja. Mi padre siempre me ha me enseñado la dualidad del poder, él me dijo algo que todavía mantengo como mantra. Ser buena persona no es lo mismo que ser buen rey o reina. Un buen rey toma decisiones moralmente cuestionables, un buen rey va a preferir a su gente por encima de cualquier cosa. Un buen rey proveerá a su reino, aunque le tenga quitar a otro el plato de comida. Estoy consciente que no soy una buena persona y estoy en paz con eso. El poder no es para personas buenas, son para personas que no temen de hacer lo que el deber reclama.
Lo que no me gusta de este viaje es que Taurus no nos acompañó, en su lugar mandó al sargento Griffin. Él tiene cinco años ya en funciones y ha cumplido con todas las ordenes sin protestar. Él se encargará de la seguridad de Sol en este viaje. Él se encuentra con el capitán del barco custodiando y vigilando todo. Estoy tan aburrida, se supone que debería de ocuparme de los asuntos de mi reino, no estar aquí con el papel de señorita buena para nada. Si fuera una aristócrata que no hace nada, esto sería pan comido. Pero yo no soy una aristócrata, soy una mujer que está acostumbrada a tener el mando de todo, que me traten como la líder que soy, no de la esposa de alguien más.
Este condenado viaje dura cinco días solo el trayecto. Porque en el lugar estamos una semana donde Sol y yo la pasamos más separados, solo lo veo cuando vamos a dormir y en los banquetes. La esposa del duque Ayham Godiva me llevó a recorrer su ducado y a llenarme de regalos de todo tipo, telas exóticas y hermosas; estatuillas de oro y plata; libros y especias. Acepto todo con una sonrisa. Diana Godiva fue bastante amable conmigo, ella me habla de las costumbres de este reino. Son parecidas a las de los solarianos, solo con algunas excepciones. Ayham y Sol acuerdan contratos comerciales más flexibles con ellos, ser más permisivos con sus barcos y las mercancías que transportan.
Sol y yo nos vamos de allí para ir a los otros reinos vecinos por lo mismo. Terminé con este viaje con la suficiente tela como para crear vestidos por todo un año y un poco más. Dividiré la tela ente tres para mis hijas, ellas le encantarán muchísimo. En mi reino no hay mucha variedad en telas, solo colores oscuros y con pocos estampados. A Flora le encanta que sus vestidos tengan flores y a Fauna, si pudiera ir desnuda mejor para ella. Ya tienen diez años y alguien diría que se portan mejor por la edad, pero estaría totalmente equivocado. Cada vez están más rebeldes y no acatan mis órdenes. Hace un mes, Fauna y yo tuvimos una discusión tormentosa; ella desde pequeña siempre ha estado empeñada con la guardiana de Stephan. Fauna no la dejaba en paz hasta que Stephan le dijo de forma educada que no la molestara y ella lo amenazaba en acusarlo conmigo. Al fin y al cabo, terminé castigándola, ella me dijo cosas hirientes y desde entonces no se ha disculpado conmigo.
Legamos a Solaria en la semana de cumpleaños de Marcus. Por fin puedo descansar, aunque sea por leves momentos. Volveré a mi reino al finalizar el cumpleaños de mi hijo, mis niñas han querido volver con su padre y Marcus tiene sus estudios en Solaria. Quisiera que ellos estuvieran conmigo o que les guste estar conmigo. No sé si es por el clima o por mi forma de ser; Sol es más permisivo con mis hijos, mientras que a mí me gusta ser más estricta.
Sol y su consejo de ministros se van a trabajar en el castillo principal. No me molesta que Sol trabaje, yo lo hago. Trabajamos y trabajamos hasta el punto de no tener tiempo ni para nosotros mismos. Los pocos momentos libres, lo paso con mis hijas, ellas me alegran y me estresan al mismo tiempo. Haría todo para que ellas sean felices.
Camino inmersa en mis pensamientos hasta que las voces de Marcus, Flora y Fauna me interrumpen. Me paro en seco al frente de la habitación de Marcus, entro en ella y la habitación es un caos.
—¡Ya basta ustedes dos! —exclama Marcus cubriéndose con un libro grueso y una regla—. Salvajes niñas de...
—¡Llegó mamá! —exclama Flora saliendo del fuerte de plantas y sábanas—. ¡A ella!
Flora y los guardianes salen corriendo hacia a mí. Marcus me toma del brazo y salimos de su habitación.
—Pero ¿Qué carajos ocurre? —exclamo anonadada. Marcus mantiene la perilla de la habitación firme para evitar que las niñas salgan.
—Esas niñas son unas bestias —exclama dejando el libro y la regla de madera en el suelo—. No saben qué es la decencia o el respeto ajeno.
Marcus suelta la perilla y toma mi mano, los dos salimos corriendo por los pasillos. Mis guardias se quedan para contener a mis hijas, ellos ya están acostumbrados a lidiar con este tipo de asuntos. Detengo a Marcus mientras que escucho los sonidos de mis niñas protestando con mis guardias que la someten.
—Muy bien, señoritas ¿acaso este es el comportamiento de un par de princesas? —cuestiono firme al frente de ellas dos.
—No señora —responde Flora cabizbaja—. Solo estábamos jugando con Marcus, fue su idea.
—¡No es cierto! —exclama alterado. Levanto un dedo y él se calla.
—Las dejé al cuidado de su hermano mayor, me prometieron que se iban a comportar —las miro a las dos—. Esto es una actitud bastante deplorable. Así que por favor discúlpense con su hermano y recogerán el desastre que dejaron en su habitación —ellas protestan y alzo un dedo, y ellas se callan—. Lo van a hacer ahora y tranquilas. O las dejaré por todo un día afuera en la nieve esposadas en la banca. Y saben perfectamente que lo he hecho.
Ellas asienten y mis guardias las dejan en el suelo. Ellas regresan a la habitación de su hermano protestando. Marcus se pone a mi lado.
—¿Estás más tranquilo? —le pregunto amable. Él asiente, voy a la habitación de Marcus a supervisar a que ellas limpien todo. Flora se encarga de recoger las ramas que trajo desde el jardín, Fauna en conjunto con los guardianes de ellas ayudan a acomodar la cama, a recoger los libros. Tardan como media hora en limpiar la habitación de Marcus. Él termina de ayudarlas en colocar todo en los lugares más altos. Mis guardias llamaron a las sirvientas para que aseen mejor la habitación. Acompaño a mis hijas a que se bañen y estén presentables para que saluden a su padre. Marcus se queda conmigo mientras tanto.
Él me cuenta todas las travesuras que hicieron estas tres semanas que estuvimos ausentes. Defiende a sus hermanas, aunque lo vuelvan loco. Mis hijas después de un buen baño, vestidas impecablemente y perfumadas, me las llevo de paseo por el reino. Sol está lo suficientemente ocupado como para atendernos. Marcus será nuestro guía real, las niñas se emocionan y por muy raro que parezca, ellas se terminaron comportando.
Pasamos esa tarde recorriendo las calles de Solaria, le dije a Marcus que podíamos comprarle su regalo de cumpleaños. Pero dijo que ya tenía todo lo material que pudiese desear, que le gustaba mejor estar así conmigo.
—Todo me lo da mi padre, es su forma de disculparse por no pasar tiempo conmigo —comenta observando las vitrinas de las tiendas—. Al principio era genial, sabes. Quería la ropa más exclusiva, la tenía a la media hora; quería ir a una fiesta, iba. Cualquier cosa hasta lo más estúpido lo tengo.
—¿Y no te quieres venir a vivir conmigo? —pregunto lanzando la intención.
—Me gustaría, pero no quiero dejar a mi padre solo. Con todo lo que pasa aquí, ha estado muy estresado. Y me he dado cuenta que en cuanto me ve, su sonrisa aparece —él mira al frente—. No quiero dejarlo solo.
—Pero haríamos un intercambio. Tus hermanas quieren estar con su padre, lo extrañan mucho y yo te extraño —digo melancólica, él me toma de la mano y le da un beso y seguimos caminado. Flora y Fauna están asombradas al entrar al mercado del reino, Marcus y yo nos vemos obligados a entrar en mercado popular. Donde venden frutas, verduras, mariscos de cualquier tipo. Las artesanías llaman la atención de mis hijas y nosotros llamamos la atención de los presentes. Mis guardias y los de mi esposo se ponen alertas rodeándonos.
—Mami, cómprame esa pulsera —exclama Flora señalando una pulsera con bolas pequeñas de madera pintadas de amarillo, unidas con un lazo rojo. La miro resignada, un guardia se acerca y paga tres coronas por una pulsera amarilla de madera. Flora presume a su hermana su nueva pulsera mientras que avanzamos.
—¿Por qué quieren ver esto? —cuestiona Marcus a sus hermanas.
—Porque si —responde Fauna relajada. Marcus maldice para sus adentros.
El camino es angosto y más con los guardias. Las personas al vernos, nos llaman para que veamos sus puestos. Una señora amablemente me regaló una estatuilla de madera de la diosa Liora, le sonreí y ahora cargo una linda estatuilla. Logramos salir por el otro extremo del mercado y salimos a un barrio de menor estrato social. Y no es de esos barrios que huelen a mierda y desesperación, es un barrio que se ve bien cuidado y construido. La diferencia es que Solaria es tan rica que abundan tanto las mansiones y quintas, que ves una casa común y piensas que estás en la miseria.
Dos guardias de mi esposo fueron a buscar el carruaje mientras que mis guardias y solo tres soldados de Solaria se quedan a escoltarnos.
—Madre —me mira Fauna preocupada—. No me gusta aquí.
—Ya fueron a buscar el carruaje, hija —le digo amistosa—. Me alegra que ya puedas hablarme.
—Yo también, pero no me gusta aquí. Siento que algo está mal —ella mira a todos lados—. Hay mucho dolor. Lo siento.
—Como si sintieras un dolor en el pecho —comenta Flora con una mueca—. También lo siento.
Ella mira a un edificio de departamentos y señala arriba.
—Ahí viene todo —señala Flora con una mueca. Se lleva la mano al corazón y esta sale manchada de sangre. Ella se desvanece en los brazos de Taurus. Fauna también cae y yo logro sujetarla.
—¡Ve y averigua que hay en ese edificio! —le ordeno a Stephan y él va con un soldado de Sol—. Mírame, ya lo hemos practicado antes. Solo aléjate de ese lugar y busca otro árbol, es sencillo. Tú lo sabes.
Ella asiente y mientras que reanimo a Fauna. Sus poderes son una bendición, pero el lado terrible es que sienten todo lo relacionado a la naturaleza. Si un árbol es cortado, Flora le sangra el pecho y empieza a enfermar. Y si matan a un animal, Fauna lo siente y se desmaya. El carruaje llega, pero Stephan y el otro soldado no han llegado; y eso me preocupa. Me subo al carruaje y el cochero cierra la puerta. Veo por la ventana que un soldado de Sol baja a y llama a un par de guardias. El carruaje avanza dejando la escena. No puedo escuchar claramente las voces de los guardias por el ruido de las personas del mercado.
Flora le sigue sangrando el pecho y su vestido se mancha. Fauna sigue inconsciente, he intentado entrar a su mente, pero nada la despierta. Flora lucha para mantenerse consiente.
—Viaja lo más lejos posible, conéctate a los bosques hija —exclamo preocupada.
—Los... bosques... están... siendo... cortados —susurra débil. Esto me está asustando, ella no se había puesto así; solo un par de gotas, nunca una hemorragia de esta forma. La sangre dorada ya cubre una buena parte de su vestido y parte del mío.
—Teletranspórtate al castillo de tu bisabuelo Kenan y dile que las niñas empeoraron —le ordeno a Marcus y él desaparece dejando a Fauna acostada.
El carruaje se mueve veloz hasta el castillo de Sol. El carro entra como rayo a las tierras del castillo deteniéndose en la entrada. El cochero abre la puerta y se horroriza por la escena. Salgo con mi hija y mis guardias me ayudan con Fauna. Un guardia de los míos, crea una camilla de hielo y deposito a mi hija en ella. Dos la cargan, mientras que los soldados de Sol se acercan. El sargento Griffin corre hacia a mí.
—Dígame qué sucedió —exige angustiado—. Busquen un médico ¡ya!
Le explico rápidamente los poderes de mis hijas. No fue ningún ataque como tal, pero le digo que mi capitán y otros soldados se quedaron a registrar la zona. Él asiente y nos guía hasta la enfermería del palacio principal. Un grupo de médicos atienden a mis hijas, quisiera que ellos las ayudaran, pero esto es magia. Magia de los dioses y eso no hay cura. Me quedo al lado de mis hijas, Fauna aún no despierta y Flora no sé si sigue sangrando porque el vestido está tan empapado que ya hasta gotea el piso.
Gracias al cielo, Marcus y mi abuelo Kenan llegan. Mi abuelo aparta a los médicos que no comprenden porque mi hija sangra tanto si no tiene ninguna herida. Marcus mira aterrado la escena, me acerco a él y nos abrazamos. Mi abuelo le toca la frente y el pecho a mi hija. En Flora brota una luz en su pecho y de inmediato abre los ojos y se sienta escupiendo tierra. Mi abuelo se aparta y va con Fauna; replica lo mismo en Fauna y ella se levanta escupiendo sangre. Los médicos les entregan pañuelos a mis hijas para que se limpien.
—Que a Flora le quiten ese vestido y le den un baño —ordena mi abuelo. Me acerco a Flora y la ayuda a bajarse. El personal médico me guía a unos baños, ellos me dan privacidad y ayudo a mi hija a desvestirse. La sensación viscosa de la sangre me desagrada, ella también pone mala cara al ver todo su vestido cubierto de sangre. No me importa dañar la prenda para que mi hija salga de ella, la ayudo a meterse a una tina. Abro el grifo y el agua se mancha de oro por la sangre de mi hija. Flora se baña como si nada, mis damas entran en la habitación modesta de la enfermería y me ayudan a vestir a Flora.
El vestido blanco hace un contraste con la prenda dorada. Mis damas toman el vestido y lo ponen en una cesta. Salimos y Fauna está en las piernas de su bisabuelo tranquila, Flora corre hacia su hermana y ellas se abrazan. Mi abuelo se acerca a nosotras y toma la cesta. Él se dirige a una especie de fogón y quema personalmente la cesta y el vestido. Le ordena a Alba que se lave de inmediato las manos y ella obedece. Mi abuelo les ordena a todos que no sean familiar a salir de la sala. No faltó ni un segundo para que todos abandonaran la habitación. Se escucha los pasos apresurados del personal, el último médico cierra la puerta asustado.
—Mañana es el cumpleaños de Marcus, y mañana me llevaré a las niñas a mi palacio —él habla sentándose en la camilla. Mis hijas se sientan con él—. Esto ya se está descontrolando y ellas tienen que aprender a controlar sus emociones —voy a decir algo, pero, él levanta un dedo callándome—. Has hecho todo lo que has podido, y se aprecia Luna. Pero ellas tienen que aprender porque hoy pude detener el sangrado; pero si siguen así, de una cama no saldrán.
—Por favor, son mis hijas. Ellas deben estar conmigo —le suplico conteniendo las ganas de llorar.
—Si las quieres ver convertirse en mujeres fuertes y vivas, entonces tendrán que venir conmigo —responde solemne. Miro a mis niñas y ellas me miran tristes.
—¿Podremos ver a mamá? —pregunta Fauna haciendo un puchero.
—Por supuesto, las dos lo harán —comenta mi abuelo Kenan mirándolas gentil.
No quiero tomar esa decisión, aunque conociendo a mi abuelo, no tendré opción.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro