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Luna: Reunión De Guerra.

—Muchas gracias por recibirme —digo sentándome al frente del escritorio de la señora Laila.

—No hay de que —ella se sienta en su silla y me mira fija—. Me gustan que mis gobernadores me visiten de vez en cuando, me hace sentir valorada en la toma decisión —ella me mira fijo—. ¿Qué ocurre Luna?

—Quería esperar a tener más información, pero considerando la gravedad del asunto, no quería esperar —le entrego el informe de la señorita Calore—. Tengo mis informantes en Solaria y me escribieron eso. No sé si sea alarmista de mi parte, no sé si ha lidiado con revueltas de este asunto...

—Así que ese es el nombre de ese bastardo —ella se levanta con el informe en mano y recorre su amplia oficina—. ¿Quién más sabe de esto? —cuestiona dándome la cara.

—Mi informante y Stephan —respondo consternada por su reacción.

—Sé que Stephan es leal, pero ¿tu informante lo es? —cuestiona acercándose a mí.

—Es leal hasta cierto punto —respondo calibrando la lealtad de Miranda.

—Como todos —ella regresa a su silla—. Tienes experiencia en guerras y esa experiencia te ayudará a la que se avecina —la miro aterrada—. Ese desgraciado está planeando atacarnos, incluido tu reino. No te puedo decir mucho, solo que vengas a mi consejo de seguridad este fin de semana. Estaremos planeando la defensa de nuestro reino y tú eres una de las múltiples piezas de este juego que estoy dispuesta a ganar.

Ella se queda con el informe y yo salgo desorientada de su oficina ¿va a ver una guerra y mi reino será parte del campo de batalla? Stephan y yo nos teletransportamos de nuevo a mi reino, le pido que me deje sola por lo que queda del día. Peleé una guerra, sí. Pero eso no significa que quiera volver hacerlo y mucho menos que disfrute ponerme una armadura y comandar a mis tropas a un destino incierto. Hice un juramento cuando la conquista terminó y era que nunca más El Páramo vería otra guerra.

Paseo en mi habitación pensando todas las posibilidades de alejar lo más posible la guerra lejos de mis tierras. El reno del Sur es considerado una de las regiones menos aptas para vivir, a excepción de algunas regiones incluidas El Páramo y la frontera con el reino central. Podría plantear que la batalla se de en la frontera de la tribu de los ancestros hacia el sur de la frontera y el mar helado. No sería tan grave como si se librara en las tierras de los Sigurd o los Einars, que sería prácticamente justo en mis narices. Ordeno llamar al padre de Stephan. Stephan es mi comandante en conjunto con su padre. Me voy a mi oficina de nuevo a esperar que padre e hijo regresen. Alguien llama y los dejo entrar. Solo es Stephan.

—Mi señora, mi padre ya fue llamado, vendrá en cuanto antes —Stephan realiza una reverencia y lo invito a sentarse a frente de mí en las sillas al frente de mi escritorio

—Nos veremos obligados a romper nuestra promesa —digo con un nudo en la garganta—. Nuestra señora me dijo lo que más temía. Guerra.

Él me mira atento y tenso.

—El Páramo será arrastrado a una guerra que afectará a todo reino el oscuro por igual —digo recostándome en el espaldar de mi silla—. Dentro de dos días me acompañarás a una reunión de guerra, eres mi comandante y mano derecha. Necesito que hagas un recuento de cuantas tropas, armamento de cualquier calibre que poseamos. Y de una forma discreta, recluta a cualquier hombre o mujer y prepáralos para la guerra. Aumenta la vigilancia en las fronteras exteriores y ve en que se pueda mejorar, también hay que abastecernos de provisiones porque no se sabe cuándo podría iniciar —respiro profundo—. Y mantén toda la discreción posible, no le comentes nada a nadie hasta que te lo ordene.

—¿Será tan catastrófico? —pregunta con un tono de voz de preocupación.

—No lo sé —lo miro nerviosa—. Necesito que la señorita Calore vigilada, quiero saber cada movimiento.

—Eso ya lo hago, ella y yo somos cercanos —él se relaja y hasta le sale una sonrisa—. Ella está desarrollando algo sorprendente. Está intentando sembrar aquí en El Páramo, logró que un árbol de manzanas diera frutos.

—¡¿Qué?! —exclamo alterada—. ¿Cómo?

—Contrató a un botánico de aquí y están intentándolo, llevan cuatro años en eso y estiman que necesitan más para lograr que otros frutos o vegetales puedan crecer o no.

—¿Por qué no me habías dicho nada? —pregunto interesada. Que se pueda cosechar en El Páramo era de mis sueños frustrados, pero ahora veo esperanza.

—Porque manejan todo con extremo secretismo y necesitan asegurarse que lo que cosechen sea seguro —responde cruzado de brazos—. De todos modos, estoy visitándola de forma constante. Ella de una forma lenta se está abriendo conmigo.

—Bien, en cuanto ella logre cosechar, avísame. Es una buena noticia —digo levantándome, él también lo hace y se va.

Stephan cumple con mis órdenes y al día siguiente Stephan me entrega un informe con la información que le solicité. Al parecer cuento con quince mil soldados entre las tres tribus; hubo una baja considerable en la tribu de los Sigurd, al parecer la gran mayoría se fue a trabajar a las minas. Otros dieron la baja y se enfocaron en otras cosas. Los Einars mantienen los números entre seis mil quinientos y siete mil, ellos son los que tienen mayoría. Se lleva cinco años que no se fabrican armas por el descenso de las tropas y solo se construyen armas específicas para el mantenimiento de las fronteras. Me logro reunir con el padre de Stephan y le doy la orden para que empiece a fabricar armas y controlar las fronteras que conectan con el reino del Este y el Norte.

Con ese informe me lo llevo a la reunión de seguridad. Mi padre me vino a buscar, él se veía serio. Puedo comprender su molestia, se supone que un padre no quiere que sus hijos estén involucrados en una guerra. Llegamos a una sala que desconozco por completo. Un salón circular con una mesa circular con todos los dioses oscuros, las valquirias, militares y reyes imponentes del reino de las sombras. El señor Seth se encuentra liderando la mesa circular, la señora Laila está hablando con la señora Amira. Mi padre me indica que me siente al lado de mi madre con mi hermana Estrella. Las tres estamos sentadas y nerviosas, es nuestra primera vez en esta sala tan desconocida para nosotras. El señor Seth llama a todos a sentarse.

—Nunca he querido volver a esta sala, pero las circunstancias lo ameritan —todos asienten serios—. Hay nuevas caras, como viejas y otras me acompañan en el infierno —él mira a todos con cuidado—. Estas tierras están siendo amenazadas por fuerzas extranjeras, amenazando a todos los que están sentados aquí y, por ende, tendrán que pelear en la guerra que se librará en el reino oscuro.

Se escuchan voces soltando insultos hacia las criaturas de la luz.

—¿Y por qué no llevar la guerra hacia los seres de la luz? ¿Por qué siempre a nosotros nos toca llevar la peor parte? —comenta el señor Redford.

—Porque la mayoría moriría solo al llegar a la frontera con los centrales —le responde Olena Dumont—. Además ¿Dónde se llevará a cabo el campo de batalla? Es contra los oscuros, pero no será en todos los reinos.

El señor Seth me mira fijo y eso provoca que todos me miren.

—El campo de batalla se librará entre El Páramo y el planeta de las valquirias —las valquirias protestan y yo me sumo—. Hay que tratar que sea en la zona sur para que no sea tan catastrófico...

—Una guerra siempre es catastrófico, sin importar el lugar. Pero no me parece que tengamos que pelear una guerra que no iniciamos —declara la valquiria Irami y varios la apoyan.

—Y te apoyo en tus palabras, pero no tenemos opción. O peleamos ahora o se irán todos conmigo al infierno —el señor Seth nos mira firme—. Hay que establecer un plan de acción ahora que no tenemos a los dragones quemando todo.

Varios maldicen y otros solo asienten obedientes a las palabras de su señor. Se acurda que la guerra se libre entre el océano de la zona sur y parte de mi reino. También debo de frenar el envío de hierro hacia Solaria, mi señora acuerda conmigo en buscar a otros socios; tenemos que ponernos de acuerdo en los planes de logística, allí ya sería una decisión que tendríamos que cuadrar con Mario Calore y rogando que acepte los nuevos términos. He visto su mente y ha querido comerciar más a fondo con los seres oscuros, creo que esta sería su oportunidad.

Las sombras se ponen de acuerdo y ponen a disposición su ejército en conjunto con Olena. Ella se compromete a cesar todos los conflictos en sus tierras y trabajar con Robert, aunque desea su muerte. Las valquirias harán un repaso por los planetas para ver quienes están dispuestos a luchar y quienes no, también protegerlos, en cualquier caso. Todos tienen claro su misión, y cada uno se empieza a levantar con las ideas un poco revueltas, pero con un objetivo en común. Mantenerse en el poder cueste lo que cueste.

Mi familia me conduce a la oficina de la señora Laila, cada uno toma asientos en los muebles y el señor Seth se sienta detrás del escritorio que usualmente usa la señora Laila.

—Cabe mencionar que la supervivencia de la familia es lo más importante, incluyendo al lado de la luz —el señor Seth dice eso último con desdén.

—¿Puedo preguntar si la familia por el lado de la luz sabe sobre la guerra? —pregunto nerviosa. Me siento como una niña en un salón con adultos.

—Aún no pueden saberlo, pero lo que sí sé, es que ellos nos ayudarán al final —comenta la señora Laila detrás de su esposo.

—¡Vaya ayuda! —exclama irritado el señor Seth.

—Seguimos la visión de Kenan, queramos o no —replica la señora Laila mirando despectiva a su esposo—. Y hay que aprovechar que Kenan está hablando de sus visiones...

—Así de grave es esto —suelta la señora Tabitha a mi lado derecho y Estrella recostada por mi flanco izquierdo, ella se ve cansada. Mis padres están al frente de nosotras—. Ya tenemos el nombre del agitador, sabemos dónde ubicarlo ¿por qué librar una guerra?

—Porque si no libramos esta guerra, vendrán otras y esas van a ser tan devastadoras que nunca nos podremos recuperar —responde el señor Seth—. Créeme que lo menos que quiero es volver a ponerme mi armadura e irme a una guerra que ni siquiera busqué. Pero tenemos que pelear una última vez juntos como familia y así solo prevaleceremos.

—¿Por qué tiene que ser en el reino de mi hija? —pregunta mi madre molesta.

—Luna se ha ganado muchos enemigos en Solaria y todos quieren acabarla —la señora Laila se pasa al frente del escritorio—. Una buena parte quiere que Luna se vaya de Solaria y la van a desacreditar de una forma voraz.

—Pero...

—Eso lo dijo Kenan, te van a hacer la vida miserable en Solaria. Provocarán incluso poner a la familia por parte de la luz en tu contra —ella me mira apenada.

—Harán que el imperio esté en llamas —digo de la nada.

—¿De que hablas? —cuestiona la señora Tabitha.

—Hace varios años tuve un sueño donde Solaria se incendiaba y luego se oscurecía cayendo nieve. Los dragones volando y quemando la ciudad. Ayudé a un niño con las mismas facciones de Sol, decía que era su madre y me interrogaba con preguntas —me llevo las manos a la frente—. Me cuestionaba que tenía el poder de poner fin a todo, pero que yo solo dejé que el fuego consumiera todo.

—Y luego tuviste a Marcus —responde mi padre y asiento.

—Tu padre soñó con ustedes tres antes de que muriera su madre, Tristan también soñó con Seraphine y luego tú —comenta pensativa la señora Laila—. A veces podemos tener sueños proféticos relacionado con la continuidad de la sangre. Lo importante es que te prepares para lo que viene y que mantengas un perfil bajo en Solaria, pero siempre vigilante.

—No te metas en los asuntos políticos de Sol —exclama mi padre juicioso.

—En mi sueño todo estaba en llamas por no hacer nada —replico firme.

—E hiciste tanto que te ganaste el odio de casi todo el reino de tu esposo, no dejarás que tu reino se incendie, eso es seguro. Pero no te puedes exponer a más Luna. Esto ya no es solo sobre ti —la señora Laila me mira crítica—, es sobre todos reunidos aquí y los que están afuera incluyendo a tus hijos. Aléjate de los asuntos de Sol por el bien de todos.

Asiento resignada.

—Por favor, si me van a comprar el hierro. Necesito una propuesta para presentárselos a la familia Calore y a Sol, ya que tengo ese sustento gracias a ellos —digo sombría.

—Y yo necesito saber cuánto hace tu mina —ella replica más relajada.


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