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Luna: Pérdidas Y Ganancias.

No pude hacer gran cosa por mi cumpleaños este año gracias al nacimiento de mis sobrinas. No me molesta en lo absoluto porque tengo a mi hermana en este plano. Todavía tengo la imagen de su parto tatuada en mi mente, la forma en la que se estaba desangrando y como los médicos no podían detener la hemorragia. Mis padres estaban al lado de mi hermana con la señora Laila rogando y pronunciando hechizos de transformación. Estrella había estado inconsciente por una hora, la sangre se había detenido, sus signos vitales estaban mejorando y su color de piel estaba tomando un mejor tono. Ya se había convertido, pero estaba en un estado de trance mental en el que vio su visión de la guerra.

Sol y Taurus estaban molestos por no haberle dicho nada sobre el alzamiento. Sol me buscó dos días después alterado y rabioso.

—¡¿Por qué no me dijiste nada?! —cuestionó furioso, ambos estábamos en mi oficina—. ¿Tienes la idea en el embrollo que estoy metido?

—Lo sé cariño, pero no podía decirte, mi señora me lo prohibió —rodeé el escritorio y me acerqué a él—. Entiendo tu malestar, pero ahora estamos en esto y tenemos que prepararnos para la guerra.

—No vamos a librar ninguna guerra —él me miró sombrío—. Mi señora se niega en que los seres de la luz causen estragos en su reino y los demás.

—¿De qué hablas? —cuestioné confundida—. El abuelo Kenan tuvo su visión y tenemos que acatarla.

—Él dijo que teníamos un destino que tenía varios caminos y que era nuestra elección a escoger el más adecuado, y eso haremos —él me toma de la mano—. No te quiero en Solaria, voy a ir cortando el flujo marítimo de tus barcos. Busca a otro socio comercial.

Dicho eso, se fue y no he sabido más de él. Se llevó a Marcus y me dejó a las gemelas. Sus palabras me dejaron aturdida. Estaba planeando en no ir tan seguido a Solaria, pero no a que Sol me prohibiera explícitamente que no pisara su reino. Ahora más que nunca tengo que hablar con la señorita Calore para que nos pongamos de acuerdo en el nuevo destino de la mina. La señora Laila dijo que me compraría el hierro, pero no será por mucho tiempo y no como la cantidad que se estaba facturando. También los ingresos que se percibía por la venta de la piel se verán afectadas considerablemente. Con eso la tribu de los Ancestros se mantenían y lograban pagarme los impuestos. La señorita Calore había dicho que también vende en el reino central, ahora más que nunca tiene que vender allí.

Con todo eso en mente ¿con qué ganas celebro mi cumpleaños? Le había escrito a Sol para que viniera, pero me dijo que estaba muy ocupado organizando su cruzada con la familia por parte de la luz. Taurus estará igual de ocupado y no podrá venir por lo menos un mes. Las niñas están siendo arregladas para cenar conmigo, sus abuelos y su tía Estrella. Envíe cartas a mi hermano y Lina para que vinieran con sus hijos. No sé si vendrán, la verdad no estoy muy emocionada. Estoy cumpliendo cincuenta y cuatro años, ya había llegado a la edad donde el envejecimiento físico se detiene, pero no el mental. Me siento en la silla a esperar que la hora llegue para cenar y volver a mi castillo con mis hijas. Ellas aún no preguntan por qué no han vuelto con su padre, será difícil explicarle la situación.

La mayoría de sus cosas están conmigo, tienen una habitación la cual comparten. Sus niñeras/sacerdotisas están preparadas para poder brindarle una educación adecuada. De todos modos, en estos años me he encargado de enviar una buena cantidad de jóvenes para que estudien y que ellos apliquen esos conocimientos en mi reino. Ya hay tres escuelas primarias y secundarias solo en la capital, y cada escuela tiene clases a un ritmo universitarios para la preparación de los estudiantes. Hay una corriente de científicos que se embarcan de un sinfín de estudios en El Páramo que serán beneficiosos, como por ejemplo lo que está haciendo Miranda en intentar cosechar en mi reino. Me siento orgullosa de esos jóvenes y me encanta ayudarlos, pero ahora tengo que cerrar un poco el grifo hasta que consiga una nueva fuente de ingresos.

—Mami —exclama Flora corriendo hacia a mí con una flor en la mano—. Ten, feliz cumpleaños.

—¡Muchas gracias! —exclamo emocionada, la flor es una amapola hermosa—. ¿La hiciste tú?

—Sí, bueno —ella se rasca el cuello—. Ayudé a que florezca en el jardín de mi tía. Está lleno de estas flores, pero por el invierno no podían florecer, así que la ayudé.

—¿No causaste que las demás nacieran de forma desproporcionada? —pregunto preocupada.

—No, fui cuidadosa como tú me has enseñado —dice más tranquila, Fauna llega corriendo, pero se frena al ver la flor.

—¡Feliz cumpleaños! —exclama con los brazos abiertos—. Mi regalo es... —piensa nerviosa por no tener un regalo—. Portarme bien por un día.

—¿Solo por un día? —cuestiono sorprendida—. ¿No puede ser más días?

—Tres días y no prometo más —replica mirándome con su carita de yo no fui.

—Lo acepto —me levanto y ellas me toman de la mano. Caminamos fuera de la habitación, las niñas me piden ver a sus primitas. Las llevo silenciosa hasta la habitación de mis sobrinas. Los guardias están postrados y firmes, les ordeno que nos dejen entrar, pero se niegan por órdenes de mi hermana.

—Será luego niñas —les digo y ellas protestan. Me las llevo de allí y me voy al comedor donde se encuentran mis padres, mis hijas se van con sus abuelos.

—¡Abuelo, no pudimos ver a nuestras primas! —se queja Flora en los brazos de mi padre.

—¡Sí! Flora y yo queríamos verlas —exclama Fauna desde el piso. Mi padre también carga a Fauna—. ¡Abuelo, llévanos ahora mismo! —le ordena Fauna y mi padre la ve sorprendido.

—Niñas, compórtense —las regaño, ellas se asustan y se escudan en los brazos de su abuelo.

—Feliz cumpleaños mi amor —se acerca mi madre y me da un beso en la mejilla—. Espero que todos tus deseos de hagan realidad.

Mis hijas se bajan de los brazos de mi padre y empiezan a jugar en una esquina tranquilas.

—¿Cómo están las cosas con Sol? —pregunta mi padre acercándose hacia nosotras, las niñas no nos escuchan.

—Complicadas ¿sabes si la señora Laila me empezará a comprar el hierro? Sol ya no puede aceptarlo —hablo preocupada.

—Se necesita para crear el armamento necesario —replica mi padre—. Los precios se van a disparar por la demanda, podemos comerciar. Si quieres te puedo ayudar a buscar nuevos compradores.

—Gracias padre —digo con una leve sonrisa—. Voy a hablar con las Valquiras a ver si podemos llegar a un acuerdo de intercambio.

—Espera, primero acuerda todo en tu reino y luego sales a buscar socios comerciales. Procura tú misma a impulsar el comercio interno —él me pone una mano en el hombre y me mira comprensivo. Accedo a sus palabras, nos vamos a sentar mientras que esperamos a mi hermana. Por lo que veo, nadie más vendrá a mi cumpleaños.

Estrella llega en poco tiempo y mis hijas corren a ver a su tía. Ella se sorprende y abraza a sus sobrinas con una sonrisa.

—¿Cuándo veremos a nuestras primas? —pregunta Fauna cruzada de brazos. Los guardianes de mis hijas se quedan en una esquina observando el lugar.

—Cuando terminemos de cenar. Las llevaré con sus primas —le dice mi hermana acercándose con las niñas. Todos nos sentamos a cenar y conversamos hasta tarde a esperar si alguien más vendrá. Pero solo vino mi sobrina Seraphine, ella nos dice que sus padres no pudieron venir por estar muy ocupados.

Entiendo la situación, cada uno se está preparado para una guerra y otros están moviendo cielo mar y tierra para evitarla. En cualquier caso, yo tengo que empezar a movilizarme. Tomaré en cuenta las palabras de mi padre y voy a tratar de comercializar conmigo misma.

Mis hijas son mi compañía en los dos meses restantes del invierno. No se separaron de mí, aunque estuviera trabajando en mi despacho. Ellas estuvieron juntas cerca a la chimenea mientras yo revisaba los estados de cuenta de mi reino. Solo el hierro representa un sesenta por ciento de los ingresos de mi reino. Allí se encuentra el hierro de los Sigurd con un cuarenta por ciento y el otro veinte por ciento se los lleva los Einars; pero el hierro de los Einars lo canjeo con las valquirias por comida. Eso se queda así, ahora me toca jugar con el hierro de los Sigurd. Arem y el señor Calore acordaron que, en la producción del hierro, un treinta por ciento de la producción sea para los Sigurd y ellos lo usan para la construcción de la infraestructura de la tribu, y el otro setenta por ciento se comercia.

En cuanto termina el invierno, le envío un mensaje a la señorita Calore para que se reúna conmigo lo más pronto posible. Redacto una carta al señor Mario Calore, pero no me siento segura en enviársela porque no quiero que se malinterprete mis palabras. No quiero terminar mi trato con ellos, no quiero volver a pasar por los dolores de cabeza que me atormentaban a mis inicios de reinado.

Espero una semana y la señorita Calore llega escoltada por Stephan. Le pido a las niñeras de mis hijas que se las lleven mientras que trabajo. Ellas protestan y se van molestas de mi oficina.

—¿Cómo estuvo su invierno? —le pregunto mientras que la invito a sentarse. Stephan nos deja a solas.

—Duro, pero estuve bien acompañada —responde tranquila—. ¿Y el suyo?

—Complicado —digo seria, me siento en mi silla y el escritorio sirve de barrera entre ella y yo. Ahora soy yo la que necesita de ella. Como son las cosas—. Usted tiene idea del problema que está en Solaria —ella me mira confundida, pero cae en cuentas de mis palabras—. Gracias a eso, mi familia tomó decisiones que benefician a unos y perjudican a otros. Para mala suerte, a nosotros nos perjudica.

—Mi intención nunca fue provocar caos —ella expresa arrepentida.

—Lo sé, pero ahora estamos en una situación complicada —medito con cuidado mis palabras—. Mi esposo y rey de Solaria ha prohibido los barcos provenientes de mi reino —ella abre los ojos como platos—. Incluyendo sus barcos. Mi intención es seguir ahora más que nunca con la empresa de su tío, pero el destino del hierro ya no puede ser Solaria.

—Comprendo mi señora —ella medita mis palabras, tiene la cabeza hecha un caos intentando buscar otros destinos que no sea Solaria—. ¿Dijo explícitamente Solaria o todo el reino de la luz?

—Dijo Solaria y mi señora me prohibió el reino de la luz —respondo seria.

—Mi tío recibe el hierro en Solaria, pero lo vende en los reinos centrales, debido a la inmensa competencia en el reino de la luz —dice aclarando sus ideas—. La empresa de mi tío es una empresa de la luz, pero sus operaciones son realizadas afuera. Por ende, no afecta casi nada, solo que ahora tendríamos que pagar más impuestos de exportación al reino marino.

—¿Por qué más impuestos? —pregunto intrigada.

—Porque nosotros sacamos permisos para el traslado con el reino marino, más no el de la venta —se rasca la parte de atrás de su cuello—. En pocas palabras, evadimos impuestos. Es más costoso comerciar de oscuros a centrales, que seres de la luz con centrales. Lo que hace mi tío es pasar el hierro como si fuese de Solaria y así no paga tanto al gobierno marino y al reino del rey Sol.

—¿Y no se dan cuenta el gobierno marino de sus acciones? —cuestiono un poco confundida, pero comprendo a la vez el punto de la señorita Calore.

—¿Alguna vez ha visto el puerto de Umeko? —cuestiona la señorita Calore alzando una ceja—. Pasan tantos barcos por allí que, la fila para tan solo por la revisión del control de aduana tarda un mes. El gobierno marino no se da abasto por la inmensa cantidad de barcos cargueros. Lo único que les importa es que, les paguen lo que pidan y listo. Si el hierro es de Solaria o de El Páramo les da exactamente igual. Solo se dan cuenta es por la dirección del barco.

—En conclusión...

—Seguiremos vendiendo el hierro, pero ahora tendremos que sacar los permisos de ventas o que mi tío se las ingenie para evitar tanta burocracia. Pero el hierro se seguirá vendiendo —contesta Miranda con una leve sonrisa—. Ahora lo que sí puede ser un problema es el tema de la piel. La principal compradora es mi prima y sus compras ascienden a las cinco mil coronas por cada envío a Solaria.

Y en teoría salen veinte barcos por año de mi reino.

—¿Y no pueden hacer lo mismo con la piel? —pregunto más optimista.

—Se podría hacerlo, pero tendría que organizar todo. Lo más probable sería que entrase a Solaria como contrabando —ella se muerde el labio nerviosa—. De todos modos, mi tío vendrá dentro de un mes como todos los años. Cuando venga, yo le hablo de la situación omitiendo algunos detalles, por supuesto. Cuando me dé una razón, venimos personalmente a comunicársela.

—Muchas gracias señorita Calore —digo levantándome y estiro mi mano hacia a ella.

—No se preocupe, estamos para servirle —ella estrecha mi mano y se retira de mi oficina.

Lo que me dijo del puerto de Umeko, lo sabía ya. Pero no me imaginaba que era tan fácil transportar lo que sea. Incluso armamento. Eso tendría que comentárselo a Lina o a mi señora, algunas de las dos, lo importante es que yo no pierda dinero en el proceso.

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