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Luna: Campo De Batalla.

En menos de un mes las tropas de mi hermana llegaron a las fronteras de las tribus nómadas. Pero como apenas estamos saliendo del invierno, ellos tuvieron que traspasar un portal para llegar al lugar de la batalla. Movilicé mis tropas a dicho lugar, se instalaron carpas y los Einars empezaron a construir trincheras y trampas. Estrella, mi padre y el señor Seth se encargan de la estrategia de batalla con todos los generales oscuros. La señora Laila y yo observamos todo el perímetro para establecer las tropas aéreas. No habrá muchos soldados en tierra, pero la cantidad de dragones es descomunal.

Las sacerdotisas lideradas por las valquirias formarán parte de las tropas aéreas, les otorgué las lanzas que usarán para matar a los dragones, ya que las lanzas de hierro no les hace nada. Las valquirias se dividen en seis mujeres y la señora Amira. Cada valquiria tendrá un batallón de cien sacerdotisas. Le duplicamos el número a los dragones que se aproximan, pero lo que me da miedo es el tamaño de esas colosales bestias. Pasamos los cuatro días en la colocación de cada puesto de batalla. Las bestias semimuertas del señor Seth atacarán de primero, seguido de los Einars que serán puestos en la primera línea de batalla y también fungirán de escudos ante el fuego de los dragones. Luego le siguen las sombras nocturnas de la señora Laila.

Los soldados de mi hermana y mi padre pelearán a los laterales. Yo me encargaré con la señora Laila con el control mental de los dragones y sus jinetes. Mi madre cambió de lugar con el señor Seth en el inframundo. Ella se encargará de recibir todas las almas del campo de batalla para interrogarlas. Las hijas de mi hermana están con mis abuelos Kenan y Eva, al igual que mis hijas.

Las tropas están en sus estaciones a la espera de la batalla. Mis soldados causan asombro por su apariencia y ellos no se sienten cómodos con tantos extranjeros en sus tierras. Las sombras y los espectros merodean por todo el lugar y yo me mantengo nerviosa por su presencia; ellas están controladas por el rey Robert. El señor Seth lo intentó persuadir de que se fuera, pero él se mantiene firme en quedarse a pelear. Observo su mente y me doy cuenta de sus razones, tiene una enfermedad que no tiene cura y que cada vez se vuelve más débil. Él quiere morir bajo sus términos, bajo el calor de la batalla. Literal. Que en una cama como un cobarde. Eso significa que, al terminar esta batalla, Tristan se convertirá en rey de uno de los reinos más grandes y complejos del cosmos.

La señora Laila me dice con la mirada. Ni se te ocurra decir algo. Mi hermano está cómodo en su planeta, incluso ha formado alianzas con otros planetas para defenderse de fuerzas externas que quieran invadirlos. También ha formado con esos planetas alianzas comerciales y les ha ido muy bien. Espero que también le vaya muy bien con el nuevo reino que pronto heredará.

Me encuentro en la carpa de guerra con todos los generales analizando el terreno. Estrella me aparta de allí y salimos a la intemperie, ella se abriga con su chaqueta negra, la misma que le había regalado el día de mi coronación hace veintinueve años.

—¿Cómo te sientes? —pregunta caminando entre las carpas donde se encuentra otros militares con un rango menor a los generales, pero superiores de los soldados. Cada hombre o mujer se arrodilla cada vez que ven a mi hermana.

—Angustiada, no debemos estar aquí. Nadie debería estarlo —comento llevando mis manos al interior de mi casaca. He dejado mis vestidos elegantes en mi palacio y ahora uso pantalones con cota de malla de hielo al interior. Utilizo la misma casaca, pero azul cobalto y camisa. Algunos dicen que debo usar una armadura como tal, pero Estrella sabe por experiencia que uso algo que puede frenar hasta la espada más afilada.

—Idiotas con aires de grandeza, piensan que una guerra es cosas de niños —escupe al suelo y mira al cielo—. Solo espero terminar con esto para volver con mis hijas.

—Yo también quiero volver a verlas —digo con tristeza. Ella choca mi hombro con el suyo—. En serio odio que te hayan convertido a ti primero que a mí.

—Si te soy sincera, no te pierdes de mucho. En mi caso, tengo poderes, mis sentidos se agudizaron de tal forma que escucho a todos los soldados en todo el campo y más. Tengo más poder político y económico...

—Pero no me pierdo de mucho —digo sarcástica. Las dos nos reímos y seguimos caminando hasta salir de las carpas y llegar al inicio de un bosque. Creo una banca de hielo y nos sentamos.

—¿Sabes? La creación de armas que ustedes tienen es envidiable —comenta tocando la banca.

—Yo sé, cuando termine esta guerra. Les quitaré todas las armas a los soldados que no sean de mi gente —digo observando la vista de carpas, hombres y mujeres sentados alrededor de un fuego para mantenerse con vida—. Me había prometido a mí misma que nunca más estaría en un campo de batalla.

—Nunca has hablado de eso. Siempre hablas después de la guerra o de las costumbres extrañas de tu gente —dice observándome con cuidado.

—Hice cosas que me persiguen. Cuando padre me enseñaba sobre el arte de la guerra, él hablaba de los soldados o del enemigo como si no fueran personas. Como si fueran cosas que matas y ya —trago fuerte y miro al suelo—. Cuando llegué aquí, era una mocosa con aires de superioridad que actuaba como si esta tierra fuese ya mía, sin considerar que aquí vivían personas. Que el enemigo eran personas que habían vivido siglos sin un gobernante. El padre de Stephan me ayudó a conquistar este reino con los demás clanes, pero todo tenía un precio. Un precio que pagué sin medir las consecuencias de mis actos.

Miro al frente y observo todo y a todos.

—Torturé, manipulé, asesiné y puse a hombres a permanecer casi todo un año en la intemperie sin comida ni agua. Pensaba que eran el enemigo, como figuritas en un tablero —respiro profundo—. Me empecé a dar cuenta de todo, fue cuando había ganado. Pensé que todos iban a estar feliz por mí por haber logrado mi cometido. Pero la esposa de Arem, me puso en mi lugar y me dijo la verdad. En resumen, me hizo entender que no peleaba contra el enemigo, peleaba con personas que defendían su hogar de una fuerza enemiga. Que eran padres, hermanos, sobrinos a los que me enfrentaba. No un enemigo como tal.

—Comprendo —ella pone una mano en mi hombro—. Has cambiado en estos años, has evolucionado de tal forma que me siento orgullosa de ser tu hermana. Te has vuelto una persona más empática, más humilde y eso es increíble.

—Tú también te has convertido en una mujer increíble. Siempre supe que serías grande a tu forma y lo eres —la abrazo con lágrimas en el rostro. Ella me devuelve el abrazo. Estamos así por un buen rato hasta que se empieza a escuchar unas sirenas resonando por todo el campamento. Nos levantamos alertas y nos miramos—. Es hora.

Nos teletransportamos a la carpa de guerra y todo es un caos. Estrella se va con sus tropas al igual que mi padre, él me besa la frente y me bendice. Sigo a la señora Laila fuera del campamento con las sacerdotisas. Nos vamos por al acantilado por detrás del campamento, cada sacerdotisa carga su lanza. La señora Laila mueve sus manos donde la materia oscura le nubla el rostro.

—Ya vienen —dice quitándose la neblina negra. Las sacerdotisas y yo rodeamos el acantilado a la espera de la orden de la señora Laila para atacar. Los ejércitos se forman en un tiempo record, veo a mis soldados en la segunda línea de defensa y a las bestias del señor Seth a la espera que su amo las libere. Mi hermana está en el lateral derecho y mi padre en el lateral izquierdo, ambos están montando sus respectivos guardianes; los dos tienen el mismo traje de combate que los cubre por completo, pero con una increíble movilidad. Yo me abrocho la casaca para evitar un ataque en el pecho.

—Catrina, ve yendo con tu batallón —le ordena la señora Laila. La valquiria asciende a los cielos con cien sacerdotisas.

Las mujeres sobrevuelan a los soldados que esperan luchar. Las mujeres siguen volando hasta que se detienen a unos tres kilómetros. Una llamarada detiene a las mujeres y empiezan a combatir contra los dragones. La valquiria Safira sale volando con su batallón para ayudar a sus hermanas. El señor Seth da la orden de enviar a sus bestias contra el enorme ejército que sale de unos portales. Nuestra artillería empieza a disparar y los Einars salen corriendo hacia el ejército enemigo. Pero un colosal dragón sale de la nada y escupe fuego contra mis soldados. Tres valquirias con sus batallones salen a enfrentarse a los dragones.

La señora Laila y yo empezamos a introducirnos en las mentes de los jinetes. Busco las mentes de cuatro jinetes y hago que viren a sus propios dragones para que asesinen a sus soldados con el fuego. La señora Laila controla a más dragones, pero el número nos sobrepasa. Aparecen más y más dragones. Nos quedamos un grupo de cuarenta sacerdotisas que poseen el poder de controlar y leer las mentes.

—Hay dragones que se fueron a otras ciudades de la costa norte —exclama una.

—Al igual varios barcos —grita otra.

—Veinte váyanse a las costas norte. Las demás, vámonos hacia ellos para controlarlos de mejor forma —ordena la señora Laila. Ella desprende sus alas y yo igual. Tomo una lanza y me voy al primer dragón que veo y apuñalo a su jinete, el dragón intenta zafarse de mí. Pero lo apuñalo con la lanza y me voy lo más rápido para evitar explotar con él.

La señora Laila derriba varios dragones en conjunto de tres sacerdotisas. Vuelo hasta el otro dragón, el jinete me empieza a lanzar bolas de fuego y yo las esquivo y me voy a la cola del dragón, la cual corto. El dragón ruge de forma desgarradora, me voy a las alas y procedo a cortarlas igual. El jinete enciende su cuerpo y va hacia a mí, no puedo ingresar a su mente de esa forma y con la lanza lo empiezo a apuñalar, pero nada funciona. La lanza pasa por su cuerpo, pero su cuerpo no se congela. No tengo la lanza de los Einars, que esa sí puede congelar.

Vuelo lejos de él, alejándolo del dragón que va cayendo hacia mis soldados. Regreso y con mis poderes alejo al dragón para que no les caiga a todos. El jinete me sigue lanzando bolas de fuego, pero es derribado por otra criatura de la luz. Esta vez si logra asesinarlo con una lanza que lo congela y cae al suelo quebrándose.

—Sira está peleando con otros dragones —exclama Miranda acercándose a mí—. Le robé esta lanza a Stephan.

—Bien, ayúdame con los jinetes y yo me encargo de los dragones —le ordeno y ella asiente.

Vamos al dragón más próximo que intenta irse más allá del campamento. Miranda pelea con el jinete y yo ataco al dragón cortándole la cola y las dos alas. Miranda y yo nos alejamos lo más rápido posible antes de que explote. Vamos al dragón de Miranda, el cual monto y ella nos acompaña volando. Dirijo al dragón hasta el campo enemigo y Sira empieza a escupir fuego. Miranda se encarga de los jinetes y Sira de herir de gravedad a su igual. Varios jinetes nos persiguen y nos vamos a mar abierto. Nos empiezan a escupir fuego, vamos alejándonos, pero de pronto aparece de la nada un halo de materia rojiza y verdusca y chocan con el dragón más grande ocasionando una explosión arrolladora que me lanza fuera del dragón, pero no caigo por poco al océano por mis alas.

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