Louisa: Lealtades
No me gusta el nuevo castillo de mi padre. No me gusta la capital sombría, no me gusta absolutamente nada, si acaso mi habitación por mucho que se intentara parecerse a la que tenía en mi antigua casa. Mi padre ahora es rey y yo soy princesa (aunque siempre lo he sido por parte materna), pero no contaba porque soy un ser oscuro. No me gusta que sea rey, eso significa que tendrá más responsabilidades, las mismas que tiene mi madre y ahora si no lo veré más. Mis hermanos están grandes y no tienen tiempo para mí. Seraphine se casará y tendrá hijos a los cuales cuidará y se olvidará de mí. Lucian está siempre ocupado con las misiones que le encomienda mi madre que es poco el tiempo que paso con él.
Ahora estoy sola encerrada en mi cuarto con un libro al cual no me llama la atención, pero que mi padre me obliga a leer. Dejo el libro en el escritorio, me voy a la ventana; por fortuna hay un mueble en que me puedo sentar y observar todo. Este castillo es deprimente y decepcionante. Es notable el nivel de abandono que tiene. Es apenas que se está creando o reviviendo los jardines antes secos y sin ningún tipo de cuidado a excepción de cortar el césped. Miro a lo lejos la ciudad sombría. No es la mega metrópolis como la ciudad de mi abuelo Cosmo, pero al menos no está tan descuidada como este castillo.
Se supone que ahora viviré en este lugar para siempre o hasta que mi padre quiera casarme con alguien que le resulte estratégico para sus planes o me enamore. Me gusta leer romance, pero no me imagino viviendo algo por el estilo. Casarme no es algo que me llame la atención o tener hijos. Es algo extraño, pero no quiero tener hijos, esa es la razón más fuerte de tener una relación. Los niños son hermosos, pero necesitan tiempo, dinero y respeto. Cosas que no estoy segura en poder dar, el dinero no es problema, pero lo demás sí. Un ejemplo que siempre pongo son mis padres, ellos son buenas personas, tienen dinero, se respetan y respetan a los demás, pero no tienen tiempo. Mi madre no tiene tiempo ni siquiera para sí misma y mucho menos para niños. Mi padre también es un adicto al trabajo.
A veces pienso si yo seré así considerando mi posición. Cuando crezca ocuparé un cargo importante y me concentraré tanto en hacerlo bien, que descuidaré a mis hijos o esposo. Ese es el patrón de esta familia, traer hijos al mundo para que otros los críen.
Mi padre era la única persona que estaba conmigo. Llegaba todas las noches cansado, pero jugaba conmigo, me ayudaba con mis tareas de la escuela y yo lo ayudaba con su trabajo fungiendo como su segunda secretaria. Ahora ya no juagará conmigo, no me ayudará con mis tareas y no seré su segunda secretaria. No lo veo casi, mi madre a veces cena conmigo. No hablamos mucho, ella casi no está conmigo. No aprueba que vaya a una escuela pública, opina que debo recibir toda mi educación en casa como la princesa que soy. Lucian, como el hijo arrastrado que es, la apoya. Reconozco que la educación pública puede ser deficiente y que puedo, incluso superar a mis maestras. Pero a mí me gusta ir porque puedo conocer a las personas, puedo ver otras cosas, pero, sobre todo, me distraigo de la soledad de mi casa.
La puerta de mi habitación se abre de golpe y mi padre entra apresurado, hay algo en su persona que noto extraño. Una especie de aire divino. Me levanto de inmediato y nuestras miradas chocan.
—Hija, que bien que estés arreglada —él camina con grandes zancadas y se para delante de mí. Su barba de una semana ya es notoria y mi madre le reprochará que no se la haya cortado—. Vamos, tu tía Estrella se va a casar.
Él toma mi mano y salimos de mi habitación. Los guardias y varios sirvientes se inclinan ante mi padre. Él los mira nervioso y me arrastra por todo el pasillo hasta bajar al piso inferior donde se encuentra su oficina. Él llama a su secretaria y de inmediato la mujer entra con nosotros al estudio.
—Voy a estar fuera por lo que queda del día —habla mi padre abriendo los cajones de su escritorio—. Si alguien me necesita, por favor encárguese usted. Solo llame por un estricto caso de emergencia.
—Padre —hablo tímida, él me mira agitado—. Me gustaría empezar a estudiar en una academia de aquí. Estoy muy sola y no tengo nada más que hacer.
—Señora Walker, busque cual es la mejor academia de la capital y quiero un informe detallado de su funcionamiento, seguridad y rendimiento escolar —le ordena mi padre, él saca una pequeña caja de terciopelo y se la guarda en el abrigo.
—Creo que ya le tengo la academia. La academia ShadowVale es una de las mejores del reino. Muchos duques y empresarios inscriben a sus hijos en esa escuela. Es reconocida por su larga trayectoria educativa, la diosa Tabitha les concedió su bendición —habla la mujer mayor, ella debe tener unos trescientos años. Fue la última secretaria del rey Robert Stonwell y ahora es la de mi padre.
—La he escuchado, averigüe los procesos de inscripción y me los entrega mañana por la tarde... —mi padre es interrumpido por el toque de la puerta—. ¡Adelante!
Una de las consejeras de mi padre entra y en cuanto lo ve, se arrodilla de inmediato.
—Mi señor —habla la mujer mirando fijo el suelo—. ¿Qué me está pasando?
—Me convirtieron en un dios, eso es lo que pasa —exclama mi padre rodeando el escritorio—. ¿Los preparativos de la coronación están listos?
—Los invitados de las provincias lejanas están llegando, están siendo alojados en el ala oeste. Los banquetes se están afinando, el salón de baile y el salón del trono están en sus últimos preparativos —la mujer habla levantándose lentamente y mira asustada a mi padre.
—Muy bien Aitana —él se acerca a mí y me toma de la mano. Él despide a las dos y nos quedamos solos—. ¿Y qué te parece mi nuevo puesto?
—Maravilloso —miento. Él asiente y nos teletransportamos al palacio de mi bisabuelo Kenan. Mi padre, aparte de rey, ahora es un dios, y con eso ya no me prestará atención. Ahora tengo que buscar una forma de distracción para ignorar mi creciente soledad.
Mi padre me guía por unos jardines dorados, donde se encuentra una mesa larguísima con centros de mesas florales y frutales. Los cubiertos, platos y demás ornamentos se encuentran pulcros. Al lado de la mesa se encuentra un altar en el cual está listo, adornado con flores rosadas y tela blanca. Ya varios se encuentran sentados, la familia de mi abuela Aryana se encuentra sentada en una esquina, mi padre y yo nos acercamos a saludar. Mi hermana se encuentra con ellos conversando.
—¡Tristan! —exclama la hermana de mi abuela Aryana, Ibay. Ella se levanta y le da un abrazo a mi padre—. Cada vez que te veo, te encuentro más apuesto.
—Gracias ¿y cómo están? —pregunta mi padre sentándose al lado de mi bisabuela Maisha, ella le da un beso en la mejilla a mi padre, yo me siento a su lado y saludo tímida a los presentes. Por el mismo lugar por donde entramos aparecen mi tía Luna indicándole a algunos hombres y mujeres donde deben sentarse. Mi hermana va hacia a ellos y les pide que se siente con nosotros. Mi padre los saluda a todos.
También aparece mi tío Sol con otros invitados, tres hombres y una mujer en uniforme. Los hombres se sientan y miran de reojo a los amigos de mi tía Estrella. En lo personal, no conozco a ninguno, me limito a observar la escena y listo. Mi tío Sol se va corriendo al palacio, en eso aparecen mi primo Marcus con sus hermanas. Ellos vienen directos hacia a mí.
—Vamos a caminar —me dice Flora en el oído. Me levanto sin hacer mucho ruido y sigo a mis primos por los jardines. Marcus lidera la marcha—. Ay, no me gusta que estos jardines tengan este oro.
—La misma diosa de la luz los hizo así —le regaña su hermano.
—Ella usó sus poderes de forma equivocada y nadie le dice nada. Pero nosotras lo hacemos y nos castigan por un mes —exclama Fauna en defensa de su hermana—. Así que Louisa, tu padre por fin es rey. ¿Empezará una guerra contra el mío?
—Por supuesto que no —exclamo tajante—. Mi padre está trabajando duro para mantener su reino en paz. Además, este no es un asunto que nosotros debamos involucrarnos.
—¿Estás segura que no habrá más guerras? —pregunta Flora estirando una mano para que una gruesa rama baje de lo alto y ella la use para sentarse.
—No puedo asegurar nada debido a la inestabilidad del universo. Pero mi padre no quiere guerra —le digo firme. Los tres se miran y asienten. Flora extiende la rama para que Fauna y yo podamos sentarnos, aunque, Fauna salta por encima de nosotros y se aferra al árbol. La chica trepa el tronco hábil y se pierde entre las hojas.
—Solo quiere presumir —comenta Flora torciendo los ojos. Marcus se queda mirando hacia arriba pensativo—. Ya eres técnicamente una princesa ¿cómo te sientes?
—Siempre lo he sido —comento molesta—. Y ahora soy más importante que tú.
Ella me mira enojada, pero ella empezó. Flora y Fauna siempre me molestaban con lo mismo siempre. Antes era cuestiones infantiles que puedes ignorar fácilmente, pero que se convierta en algo constante, eso se vuelve personal.
—No empiecen —nos reprende Marcus—. Flora, ya nuestra madre ha hablado contigo.
Su hermana suspira resignada y se recuesta en la rama. El inusual tronco tiene una forma de L, donde facilita sostenerse. En ese momento Fauna baja de un salto con elegancia.
—Eres una persona Fauna, no un animal —la reprende Marcus.
—¿Qué tiene de malo ser un animal? —protesta su hermana, ella nos entrega manzanas—. Las tomé del huerto del abuelo.
—No puedes tomar sus manzanas, nos puede castigar —Flora atrapa la manzana que su hermana le lanza.
—¿En serio crees que nos hará algo por tomar unas cuantas manzanas? Uy sí, debe ser que nos castigará lanzándonos lejos del paraíso de su palacio a una vida de miseria y deshonra por los siglos de los siglos por unas manzanas y no por meternos en sus múltiples asuntos—Fauna hace un ademán con la mano y se come la manzana de nuestro bisabuelo.
Los cuatro comemos las manzanas, debo admitir que están riquísimas. Tienen un dulzor, una textura que no te lastima al morder. Se siente como si de verdad estuviera en el paraíso.
—¿Verdad que están ricas? —me pregunta Fauna limpiándose de su vestido color azul. El corte del vestido es sencillo, sin mangas, corte en V y un cinturón dorado.
—Sí, están riquísimas —respondo limpiándome de la rama, Flora me mira enojada—. No me voy a limpiar de mi vestido.
—Déjala Flora, hay animales que se cagan directamente en los árboles. Sino, mira a nuestra hermana —Marcus señala a Fauna oliéndose las axilas—. A veces cuesta creer que mi querida madre haya parido eso.
—Déjame en paz —protesta Fauna parándose delante de su hermano.
—Eres una dama, compórtate por una vez como tal —Marcus expresa con saña.
—No se peleen —los miro intentando evitar una confrontación.
—Él empezó —chilla Fauna sentándose en el medio de Flora y yo. De las dos, Fauna me agrada más. Al menos ella, no le interesa si soy princesa o no. Fauna es una cambia formas, ella puede convertirse en cualquier animal que quiera con tan solo tocarlo. Su hermana Flora controla las plantas y los árboles. Y su hermano Marcus es un maestro del fuego al igual que su padre. Ninguno heredó los poderes de su madre.
Una sirviente del bisabuelo Kenan nos avisa que la ceremonia va a iniciar y debemos regresar. Los cuatros seguimos a la sirvienta, Flora y Fauna hablan entre ellas mientras que su hermano se mantiene al final vigilándolas. Yo quisiera tener a alguien que sea mi confidente aparte de mi guardián. Quisiera tener una amiga. Quisiera no sentirme sola.
Regresamos al banquete en honor de mis tíos. La larga mesa se encuentra casi llena. Me siento al lado de mi hermano, él me mira de reojo.
—Ya empezabas a preocupar —dice tomando su copa de vino.
—Estaba con mis primos —respondo encogiéndome de hombros.
—Ya veo —él asiente y vuelve a hablar con mi madre. En eso aparece mi bisabuelo anunciando que ya la ceremonia empezará. Todos se sientan y guardan silencio expectantes.
Aparecen dos de las hijas de mis tíos, cada niña tira al suelo pétalos de flores desde una canasta. Al llegar al altar, la niña de unos casi dos años le tira a la cara al rostro de su hermana las flores restantes. Mi tío la reprende y ambas niñas se aferran a las piernas de su padre. Él mira tranquilo a sus hijas. Mis tíos Sol y Luna caminan hacia al altar y se ponen a un lado, mi tía Luna carga a una de las niñas y mi tío Sol la imita con la otra niña. Ya mi tío Taurus se encuentra de pie ya en el altar con mi bisabuela Eva. Él porta una enorme espada en su espalda, viste con un uniforme militar blanco con detalles dorados como las cuerdas que le cruza en pecho, los botones y medallas. Se escucha el sonido de un arpa y mi abuelo Cosmo camina con mi tía Estrella con un traje negro de cuero de dos piezas, un corsé le ajusta la cintura y una túnica negra hace la ilusión que usa un vestido.
El contraste de los dos, blanco y negro, luz y oscuridad; es curioso la forma de ser tan distintos de los dos, pero complementándose mutuamente. Mi abuelo Cosmo entrega la mano de su hija a su futuro esposo, mi abuelo le da un beso en la frente a mi tía y se regresa a su asiento con las otras dos hijas de mis tíos. Le entrega a una niña a mi abuela Aryana. Mi bisabuela Eva empieza a dar un discurso sobre el amor en tiempos difíciles y como este es la respuesta para todos los conflictos. Mis tíos se miran con absoluta devoción y amor, no importa que tan diferentes sean uno del otro, lo importante es que hay amor en sus corazones y eso es más poderoso que cualquier guerra.
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