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Laila: Post Guerra.

Aterrizo en el medio del mar de cadáveres. La matanza de los rehenes cesa por completo cuando solo quedan un grupo de treinta soldados de los miles que vinieron. Cosmo se encarga en conjunto de su hija de aprisionarlos para su interrogatorio. Luna aterriza montada de un dragón con una maestra fuego. Ella la ayuda a cubrirse y le entrega ropa desde el pechero del gran dragón. Luna le da órdenes de regresar a El Páramo y le entrega una bola transportadora. El dragón vuelve a surcar los aires y se va bajo la protección de los soldados de Luna.

Busco con la mirada a mi hijo, pero no lo veo. Veo a Tristan con su hija mientras que se encuentra escoltado por los soldados de Robert. Camino buscando entre las mentes de los soldados algún rastro de Demian. Pero no encuentro ninguna.

—¡Laila! —me llama la voz de mi esposo. Él está dirigiendo la fila de los muertos hacia el inframundo con un buen número de demonios. Corro hacia a él.

—¿Has visto a Demian? —pregunto en cuanto lo tengo al frente—. La última vez que lo vi...

—Está a salvo, se fue con la chica del dragón de hielo. Están en su castillo a un par de días de aquí —responde mirando la fila de muertos. Hay uno que me resulta inquietante, el cuerpo casi carbonizado de Robert se encuentra a su lado—. Le tengo un lugar, me sirvió bien en este plano —responde echándole un ojo—. Ya le ordené a las sombras que se mantengan unidas a Tristan y ya hablé con los dos capitanes de los ejércitos para que se reúnan todas las fuerzas para irnos al reino del Oeste.

—Bien, supongo que...

—Las tierras del reino del Oeste siguen siendo mías Laila y no está a discusión —exclama serio. Los demonios hacen una lista con los nombres de los soldados muertos tanto enemigos como nuestros—. Ve y dile a Cosmo que se encargue de los distintos ataques sufridos en las costas del reino del Norte. Tú y yo nos encargamos de esto.

—Que se lleve a Estrella, yo me quedo con Luna —le digo y él asiente. Me alejo de la larga fila de muertos, su presencia me inquieta, sus miradas perdidas y con el color intenso de sus ojos casi brillante. Camino un buen tramo hasta salir de las filas, los soldados que permanecen vivos, ayudan a llevar los heridos a las carpas de la enfermería. Estrella se encarga de reordenar las tropas con ayuda de Luna y sus Einars.

Me encuentro a Tristan ayudando a cargar con los heridos al igual que su hija.

—¡Tristan! —él levanta la cabeza y se acerca escoltado por un grupo de guardias. Seraphine sigue ayudando con los heridos.

—Mi señora —él se inclina.

—Ahora eres rey —digo seria y poniendo sordos a los guardias de nuestra conversación—. Solo te digo que mantengas tus lealtades bien definidas y que sigues siendo mi protegido ¿estamos claro?

—Sí mi señora —él se inclina y lo dejo. Ya me arriesgo hablando con él teniendo a los hombres de Seth cerca. No pierdo la esperanza de obtener por fin el reino de las sombras.

Me encargo ese primer día en reunir a todas las sacerdotisas, la gran mayoría murió por el fuego de los dragones. Me encargo de traer a más sanadores por la increíble cantidad de heridos. Mi esposo no detiene la fila de muertos y solo crece. Mi hija Tabitha se encarga de asegurarse el control de daños en conjunto con Seraphine y su madre, dejando a Cosmo aquí. Me quedo con Estrella en dirigir a los soldados que se encuentran cansados, Luna se encarga de administrar los recursos que llegan por parte de su reino y que también envían Lina. Voluntarios del reino de Luna llegan con el paso de los días, brindan ayuda con la preparación de la comida, con la ropa por el clima. Pasado esa primera semana, ya vuelve el insoportable frío.

Seth deja a sus demonios a cargo para irse con Tristan al reino de las sombras a la semana. Supongo para adelantarse de las habladurías de la muerte del rey Robert. Con Tristan en el poder puedo tener un camino más fácil a ese reino.

—Creo que sería bueno que trasladáramos a los soldados a la tribu de los ancestros. Ya se construyeron tres hospitales donde se pueden tratar mejor que aquí —propone Luna en la mesa de decisiones—. Es complicado traer los suministros hasta acá.

—¿Y no cree que pase lo mismo con los soldados? —comenta un general de mi armada—. Y considero que, si hablamos del traslado, sería mejor otro lugar que este congelador.

Algunos asienten. Los soldados se trasladarán a la capital, que en su mayoría son de mi ejército. Solo quedan mil soldados del reino de las sombras de los quince mil que dispusieron, al ser un ejército en su mayoría de sombras, murieron casi que al instante al ser expuestas a la luz. Los que quedan son los soldados de carne y hueso, y no muy bien que digamos. De mis ejércitos solo quedan un poco más de dos mil y de los ejércitos de Cosmo, otros mil. Perdimos a un buen número por el fuego de dragón. Casi que toda la armada de mi reino sufrió unas bajas de veinte mil soldados, más las catorce mil sombras muertas. Luna tiene una buena cantidad de bajas, pero son soldados de la tribu de los ancestros y Sigurd, los ocho mil Einars, están completos y sin ningún rasguño.

Se tardan tres semanas en que Seth traslade los casi cincuenta mil muertos provenientes de ambos bandos. Las filas de muertos es un espectáculo duro de ver porque te das cuentas la cantidad de personas que murieron por mi familia o a causa de ella.

Cosmo traslada a los prisioneros al reino del Norte en conjunto de Estrella. Luna y sus soldados empacan todas las armas utilizadas en el conflicto usando una extraña magia de atracción. Múltiples lanzas, flechas, espadas de distintos modelos, todo artefacto fabricado con hielo. Ella es firme que ninguna fuerza extranjera puede tener un arma de hielo, es comprensible por temas de seguridad.

Los barcos de mi ejército atracan y las sacerdotisas ayudan a los soldados heridos. También vienen barcos del ejército de las sombras para transportar a sus soldados. Luna se mantiene con su ejército la vigilancia para que no quede ningún soldado extranjero en sus tierras. Ella es bastante hermética en cuanto a los asuntos de su reino se refiere. No permiten muchas excursiones, si a acaso la empresa extranjera solariana, que para ser honesta; no tengo ni idea de cómo comprarles sus minerales ya que yo tengo mis propias reservas. Y que Luna mantenga relaciones comerciales con los solarianos no es una buena idea en estos momentos.

Me encuentro en el barco observando a lo lejos como el reino de El Páramo se lo traga sus increíbles cordilleras que lo vuelven impenetrable, solo hay tres entradas. La primera es, por donde salimos; la segunda es por tierra, pero bastante complicado el acceso que sería por la tierra de los Sigurd; la segunda sería por otro sendero que conduce a un fiordo que lleva a la tribu de los ancestros. Otro camino sería por la tribu de los Einars, pero eso sería dejar la vida con tan solo pisar un pie en esas fronteras. Me dirijo hacia adentro donde se encuentra Estrella sentada en un sofá y sus piernas siendo apoyadas por una mesita de madera.

—Me alegro que te encuentres cómoda —digo con una leve sonrisa. Ella se espanta y se levanta de una vez—. No te preocupes, yo también estoy cansada.

Voy a un min bar y sirvo dos copas de vino.

—Han sido dos meses angustiantes —comenta sentándose, le entrego una copa y ella la acepta—. Gracias.

—A ti, por ayudarme a comandar esos ejércitos —digo sentándome a su lado en el mueble.

—Usted creyó en mí cuando ni yo lo hacía —comenta dejando la copa en el mueble de al frente—. Era lo correcto ¿Y ahora cuál es el paso siguiente?

—Mantener que no haya otra guerra —digo poniendo los pies en el mueble de madera.

—Eso estará complicado —suspira cansada—. Los soldados quieren guerra por la muerte de sus compañeros, lo mismo pasará con las sombras. Y las familias apoyarán la decisión.

—Pero nosotros somos sus dioses y debemos mantener el control ¿o acaso quieres pelear guerras toda tu vida y perderte la vida de tus hijas? —le pregunto mirándola fija, ella se encoje de hombros—. Debemos mantener el control...

No digo nada más porque desde el techo cae un rollito, abro el mensaje.

Tengo lo que quieres, ven con Seth urgente.

Kenan.

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